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Barbarie: Periódicos y lectores durante la guerra de castas de Yucatán
Barbarie: Periódicos y lectores durante la guerra de castas de Yucatán
Barbarie: Periódicos y lectores durante la guerra de castas de Yucatán
Libro electrónico345 páginas4 horas

Barbarie: Periódicos y lectores durante la guerra de castas de Yucatán

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Sugerente obra que examina el papel de la prensa de Yucatán durante el periodo inicial de la llamada Guerra de Castas en esta región mexicana.

El libro describe las relaciones de poder existentes entre editores y gobierno como instrumento para combatir la rebelión agraria y cultural del pueblo maya, que pese a todo resistió el acoso de los grupos dominantes de 1847 a 1901.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 dic 2022
ISBN9788411445160
Barbarie: Periódicos y lectores durante la guerra de castas de Yucatán

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    Barbarie - Ginón Xhail Bojórquez Palma

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    © Derechos de edición reservados.

    Letrame Editorial.

    www.Letrame.com

    info@Letrame.com

    © Ginón Xhail Bojórquez Palma

    Diseño de edición: Letrame Editorial.

    Maquetación: Juan Muñoz

    Diseño de portada: Rubén García

    Supervisión de corrección: Ana Castañeda

    ISBN: 978-84-1144-516-0

    Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

    Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

    «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

    .

    A la memoria del doctor Juan Marchena Fernández,

    andaluz nuestroamericano.

    Agradecimientos

    Este trabajo nació gracias al apoyo del Dr. Juan Marchena Fernández, quien con sabiduría y afecto atendió mis inquietudes y dirigió todas las fases comprendidas en su elaboración. Por este motivo deseo reconocer que el rigor de la crítica y las orientaciones del Dr. Marchena fueron decisivos para ordenar mis ideas hasta conseguir formular hipótesis que le fueron dando sentido a las preguntas que me formulaba en las sesiones de trabajo efectuadas en Sevilla y Mérida. Hago extensiva mi gratitud al Dr. Juan Manuel Santana Pérez por su paciencia, sus recomendaciones, por la visión metodológica que me propuso y, en lo particular, por el invaluable tiempo que invirtió en las correcciones de mi trabajo.

    De manera personal, deseo referir que el cariño y la amistad de la Dra. Nayibe Gutiérrez Montoya en Sevilla y en Lisboa hicieron que me sintiera segura y feliz, como si estuviera en casa, en lugares tan distante de la mía.

    Al Dr. Héctor Hernández Pardo agradezco su cordial invitación para a realizar una estancia de investigación en la Oficina del Programa Martiano en La Habana, donde el Dr. Pedro Pablo Rodríguez me guio con erudición en la búsqueda de materiales hemerográficos en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí.

    Un reconocimiento especial y mi gratitud merece el Dr. Raúl Godoy Montañez, que mientras escribía yo este libro ocupaba el cargo de secretario de Investigación, Innovación y Educación Superior de Yucatán, México, por su interés en que los jóvenes yucatecos obtengamos doctorados de calidad, como el programa que cursé. Su comprensión y desde luego las facilidades que me brindó para abrirme camino en el campo de la investigación —desde los años que dediqué para obtener el grado de doctora hasta el tiempo subsiguiente a la redacción de esta obra— me posibilitaron lograr esta anhelada meta. Sin la ayuda y orientaciones del doctor Godoy, mis estancias en Andalucía, en Lisboa y La Habana no hubieran sido posibles.

    De la Universidad Pablo de Olavide recibí el sostén para alojarme en un espacio que cuenta con la infraestructura y las condiciones académicas óptimas, a través de una beca, en la Residencia Flora Tristán. Este apoyo fue indispensable para dedicar todo mi tiempo a los estudios de doctorado y a la investigación en la ciudad de Sevilla.

    Quiero agradecer también a mi padre por conducirme e impulsarme a lo largo de mi vida académica y profesional y a mi madre por el amor y los ánimos que cada día me ha dado. Ambos son los pilares primordiales en mi vida. A Rodrigo por su compresión y amor; gracias siempre por lo que haces por mí.

    Este trabajo lleva mi nombre como autora, pero sin la ayuda de las personas mencionadas y las que involuntariamente omití, simplemente no estaría completo. Esta ha sido una obra en la que confluyeron varias personas y momentos con un propósito final: servir en el ámbito de la educación superior y la investigación.

    ¡Gracias a todos!

    Prólogo

    El libro trata diversos temas con profundidad, desde los orígenes de la prensa periódica hasta el enfrentamiento social entre ricos y pobres, con el concepto de casta, en un momento importante, mediados del siglo XIX, fecha clave por lo que tiene de expresión del periodo colonial anterior y las guerras de independencia y posterior devenir de la sociedad y del Estado mexicano.

    La autora se formó en el máster en Sevilla Historia de América Latina, Mundos Indígenas de la Universidad Pablo de Olavide, dirigido por Juan Marchena y José María Miura que tan buenos resultados ha dado, como muestra la excelente formación de Ginón Xhail Bojórquez Palma. De hecho, el inicio de este libro fue su tesis doctoral defendida en 2017, que salió de la misma universidad, del programa de doctorado Historia y Estudios Humanísticos: Europa, América, Arte y Lenguas, con resultados de indiscutible calidad como esta obra. Hoy en día, Ginón Bojórquez es una reconocida investigadora que ejerce su labor en Yucatán.

    Otra parte importante en su formación le viene por vía familiar. Apreciamos la herencia intelectual de su padre, el destacado profesor Carlos Bojórquez Urzaiz, antropólogo e historiador de prestigio internacional. Así, Ginón Bojórquez Palma aúna periodismo, historia y antropología para formar un estudio integrador.

    Con el hilo conductor de los periódicos impresos reconstruye de forma integral la historia de Yucatán en una coyuntura clave porque en la guerra de castas hay elementos sociales, políticos, económicos, demográficos y culturales. La prensa es una fuente importante para reconstruir la historia del siglo XIX en el mundo occidental. En Yucatán, durante esta centuria, a partir de la primera imprenta llegada desde Cuba en 1813, apareció un gran número de periódicos, algunos de salida irregular y varios de ellos con poco tiempo de vida, pero todos ponen de manifiesto la inquietud de la sociedad criolla yucateca por dar a conocer determinados aspectos del acontecer diario.

    La prensa fue testigo de los fenómenos destacados en la región y, sobre todo, destacaba la guerra, acontecimiento presente mucho tiempo. Aquí se presenta un análisis exhaustivo de las imprentas y periódicos de Yucatán entre 1847 y 1853 y cómo fueron instrumentos de creación de opinión pública con respecto a los mayas.

    En este libro podemos aproximarnos también al temor al indígena, que subyace en esta llamada guerra de castas y a conceptos sociales que enmascaran la esencia de la diferencia. Los estudios de la división social, muchas veces, se han basado en una estratificación, caracterizada por análisis estáticos y ahistóricos. El tratamiento de las clases como estratos estadísticos y jerárquicamente organizados ignora las relaciones temporales y sociales. Pero, como afirma E. P. Thompson, la clase en sí no es una cosa, sino un suceso. Vendría a ser una formación social y cultural que, con frecuencia, encuentra una expresión institucional y que no puede ser definida en abstracto o aisladamente, sino únicamente en términos de las relaciones con las otras clases; y, por tanto, la definición solamente es posible tomando el tiempo como medio, es decir, acción y reacción, cambio y conflicto. En el caso del México decimonónico, hubo un acuerdo tácito en el interior de cada clase sobre una determinada forma de vida: endogamia, tendencia a la herencia; incluso, en algunos lugares como Yucatán, tendencia a la casta, y en otros, cierta movilidad social controlada por la sociedad.

    En la evolución de Yucatán a mediados del siglo XIX, los mayas sufrían la herencia de la colonia y, con la nueva república, su condición no mejoró; incluso podemos afirmar que el grado de explotación al que fueron sometidos fue mayor en muchos casos.

    Los mayas eran los otros, los que no seguían las reglas sociales establecidas, no forman parte de la comunidad, grupo diferenciado del resto por diversas razones, en este caso, étnicas, religiosas y lingüísticas. El Estado exige la unidad como base de su fuerza; por eso procura asimilar a quienes son distintos y amenazan el orden, pero no siempre consigue los resultados deseados, bien por la ausencia de voluntad integradora en alguna de las partes, bien porque su asimilación implica una alteración del conjunto del sistema social o un problema de orden público y la única alternativa será la violencia. La alteridad son los no humanos, los que no son buenos.

    Esta situación ha quedado reflejada en la mentalidad colectiva en México y en toda América Latina desde la época colonial. Dado que esos ataques provenían de grupos distantes culturalmente, la activación del miedo fue común en la construcción del «otro» como enemigo.

    En el Estado moderno, la sangre transmitida a través de los linajes era un elemento fundamental de identificación que permitía naturalizar las diferencias jerárquicas. En México, los blancos europeos destinaron la calificación de indio a la más baja de las clases debido a la política desarrollada por los «nuevos» en su particular conquista del espacio social colonial. Antepusieron el carácter de genuinamente español, que ellos podían demostrar, frente a la «mancha» de la sangre indígena. Se conformó una sociedad en la que los factores étnicos justificaban la división en clases y toda la jerarquía social.

    Desde el mismo momento de la conquista de América, la opinión estuvo dividida respecto a la naturaleza de los indios, y en particular sobre su capacidad para vivir siguiendo las costumbres de los europeos y para recibir la fe cristiana.

    Se llamó casta a todo aquel descendiente de la relación que se dio entre los tres grupos principales que había en América, es decir, españoles, indios y negros. El concepto fue tomado del mundo de los caballos, se equiparaba a los indígenas con animales, igual que mulato fue tomado de mula. Las mezclas dieron origen a mulatos, mestizos, moriscos, coyotes, castizos, lobos…, que rápidamente se expandieron a lo largo de la ciudad y sus alrededores. En menor número encontramos chinos cambujos, albinos y albarazados.

    Esa separación de castas generó un racismo institucional, racismo que el chileno Alejandro Lipschutz denominó «pigmentocracia», donde la palabra «raza» no es utilizada para destacar las diferencias biológicas entre los seres humanos, sino para diferenciar a los hombres de buena y satisfactoria «calidad», de los que son «mancha y deshonra del linaje humano». El mestizo desciende de blanco e india; el morisco, de blanco y mulata; el coyote, de indio y mestiza; el castizo, de blanco y mestiza; el lobo, de indio y mulata; el chino cambujo, de negro e india; el albino, de blanco y morisca; y, por último, el albarazado, que surge del lobo e india.

    Las rebeliones en las que participaron indígenas incrementaron los miedos de los poderes y del conjunto de las élites, se temió la violencia que podría engendrar en una plebe desenfrenada y hostil que habría de permanecer en el imaginario colectivo durante el siglo XIX. El temor a que rebasaran el control social del sistema se mantuvo incluso en las autoridades republicanas. Precisamente, en el presente libro, la autora nos demuestra que en 1849 aún se vendían a Cuba mayas como esclavos.

    La idea de que los indios eran seres irracionales se desarrolló tempranamente en las islas del Caribe. Desde entonces, estas opiniones fueron llevadas, principalmente, por los soldados, a México y a otros lugares. Entre los que creían que los indios eran seres racionales y los que creían que no lo eran se desarrolló un tercer grupo que sostenía que los indios eran una especie intermedia entre hombres y animales.

    La corona había perpetuado la división en una república de indios y otra república de españoles. Para conseguirlo, tomó medidas encaminadas a diferenciar el estatus. En las zonas urbanas, los indígenas eran aislados en barrios especiales. Esto no fue superado tras la independencia, al menos durante el siglo XIX.

    La diabolización del mundo americano fue una de las alternativas que utilizó el blanco para discriminar negativamente a los nativos. Es evidente que no lo hizo por perversidad: en una «república cristiana», fuertemente etnocéntrica, no había lugar para la otredad y el binomio indios/blancos muy pronto se convirtió en bárbaros/civilizados. La aplicación de este esquema no provenía de la observación o descripción de las culturas indígenas, sino del discurso de intelectuales que necesitaron elaborar una teoría. Esta debería servir para explicar y clasificar los fenómenos que observaban en las tierras mexicanas y legitimar lo que blancos y criollos estaban haciendo.

    El discurso cristiano demonizó al otro, al indio, con una fuerte dosis de negación. Por eso se puede afirmar que esa sociedad no se construyó reconociéndole validez a todos los grupos que se mezclaron desde el siglo XVI en adelante. Al contrario, se inició un proceso destinado a desestructurar al indígena para fabricar de su ruina a un nuevo sujeto que poco o nada tuviera que ver con él. Y esto afectó a todos los que arrancan del mestizaje. Es cierto que los blancos no tuvieron reparos para unirse a la mujer indígena, pero atribuyeron al fruto de esa relación una carga pecaminosa, que terminó negando al mundo que estaban creando. El mestizaje fue una realidad que venía ejemplificada hasta en la iconografía, como las pinturas de castas, donde se daban insólitas combinaciones.

    Lo anterior permite comprender por qué la demonización está siempre rondando al mundo americano en sus vidas, enraizado en sus creencias populares y en su paisaje. En ocasiones, la cultura popular se apropió también de ese discurso para resistir a la presión de la cultura dominante. En este contexto social y mental es donde comienza la denominada guerra de castas en 1847 que se extendió más de medio siglo y que con la obra de Ginón Bojórquez conocemos mejor. La autora demuestra la importancia de la historia, que la hacen los sujetos, los seres humanos, porque, como señaló Marx: «Los hombres hacen su propia historia», pero en circunstancias heredadas del pasado, la tradición de los antepasados oprime como una pesadilla la mente de los vivos.

    Juan Manuel Santana Pérez

    Catedrático de Historia Moderna de la Universidad de

    Las Palmas de Gran Canaria

    Introducción

    El arribo tardío de la imprenta a Yucatán en 1813 trajo consigo la aparición de los primeros periódicos locales que paulatinamente fueron atrapando la atención de los lectores, acostumbrados a la prensa cubana, guatemalteca o española, de las cuales provenían no solo los impresos informativos, sino obras literarias y otras de índole religioso. Como resultado de las libertades emanadas de las leyes de Cádiz, cuyo impulso logró relajar el rigor colonial que censuraba lo que se podía o no leer en los dominios de España. Con cierto retraimiento, se vieron nacer periódicos con voces yucatecas y se experimentaron los primeros flujos de ideas y opiniones entre el sector letrado de la sociedad local. Es cierto que, en un principio, el tema de las imprentas produjo poco interés a consecuencia de los prejuicios imperantes en una ciudad conservadora como Mérida, según declaró un cura a la prensa guatemalteca, o acaso porque ningún acaudalado estaba decidido a tomar el riesgo de invertir su capital en una empresa que, no obstante, con el andar del tiempo, llegó a ser un productivo negocio que supo extraer pingües ganancias en medio de la mayor tragedia social y económica acaecida en la historia de Yucatán, causada por el conflicto encabezado por los mayas en 1847 cuando se rebelaron contra la opresión acumulada durante siglos: la guerra de castas.

    A través de doscientos kilómetros de mar, por el canal de Yucatán, la imprenta fue importada de La Habana a la ciudad de Mérida no tanto por decisiones económicas como por necesidades políticas, tales como dar a conocer entre los habitantes información referente a las modificaciones introducidas por las referidas leyes de 1812. Los que más tarde fueron prominentes empresarios de la pujante industria editorial apenas alcanzaban a vislumbrar los jugosos negocios que tendrían entre manos, sobre todo cuando la población lectora y aun la iletrada comenzó a consumir con apremio, y temor a los sublevados, noticias sobre la rebelión del pueblo maya que, en dos años, puso en vilo a infinidad de habitantes de las ciudades de Mérida, Campeche, Valladolid, Izamal, Ticul y Peto. Durante esta trágica faceta de la guerra, acaecida entre 1848 y 1849, cuando el avance de los rebeldes hacia Mérida mantenía acosada a la población no indígena, la naturaleza anunció la llegada de la temporada de lluvias, lo que retrotrajo a las huestes rebeldes hacia las selvas yucatecas para dedicarse a cultivar sus milpas, ese maravilloso policultivo de maíz, frijoles, chiles y calabazas, que depende del ciclo de las lluvias, en un territorio pedregoso, sin ríos a flor de tierra, salvo los cenotes que, como ojos de agua dulce, afloran en el suelo o en cuevas de ríos subterráneos¹.

    Si en la actualidad se recorre el oriente yucateco, en el sureste de México, visitando iglesias, conventos y otras grandes edificaciones en ruinas, construidas durante los siglos XVI, XVII y XVIII en comunidades como Xocén, Tixhalactun, Ichmul o Popolá, los muros y la naturaleza dejan ver rastros de batallas feroces escenificadas en esos lugares, palpables en vestigios de sólidas rocas arrasadas durante la guerra que permanecen inertes. Las personas de esos pequeños poblados, mayahablantes en su inmensa mayoría, sobre todo las mujeres y hombres de edad avanzada, conservan en la memoria relatos y tradiciones que escucharon de sus padres y abuelos sobre esta guerra, y uno no puede menos que preguntarse cómo podía funcionar la prensa en los campos de batalla durante los años iniciales de este conflicto, es decir, de 1847 a 1853, habida cuenta de que las imprentas, los periódicos y periodistas tenían historias y experiencias muy breves, menores a los cincuenta años, sin considerar las limitantes técnicas que existían para reportar los sucesos de la guerra, a través del envío de cartas escritas a mano, remitidas a caballo o en carreta hasta las salas de redacción de Mérida y Campeche.

    Durante el tiempo que como comunicóloga de la prensa educativa promoví entre los jóvenes su ingreso a las universidades públicas, pude recorrer varios pueblos mayas de Yucatán, donde tuve la oportunidad de conversar largamente con descendientes de los rebeldes, y mirando de cerca el paisaje de construcciones antiguas en ruinas, destruidas con pólvora de la contienda, me preguntaba no solo por la historia de la guerra de castas, que desde luego cuenta con notables historiadores y antropólogos ocupados en estudiarla, sino básicamente pensando en la comunicación, en el periodismo ejercido con gran dificultad en esos años y cómo este logró articular la información sobre los hechos de la guerra con la formación de una opinión pública que se habría de inclinar a favor de quienes, con dolo, bautizaron la prolongada rebelión de los mayas (1847-1901) como guerra de castas, habida cuenta de que en Yucatán nunca existieron castas, a pesar de las abismales diferencias sociales, económicas y étnicas, y del racismo, que, con su irracionalidad e injusticia, causaron el conflicto.

    En principio, desde la denominación de la insurrección del pueblo maya como guerra de castas, las páginas de la prensa decimonónica mostraron lo complejo que iba a resultar esta investigación, teniendo que enfrentar el estudio histórico de los periódicos y la opinión pública envueltos con un lenguaje que necesita ser leído tomando en cuenta los prejuicios racistas que imperaban en el siglo XIX. Con esta mirada nació la idea de llevar a cabo un estudio histórico de la prensa y la opinión pública durante la guerra de castas, no como fuentes para examinar algún hecho histórico relacionado con este conflicto, como pudiera ser la propiedad de la tierra o algún aspecto ritual de los rebeldes, sino acercándonos al itinerario histórico y a la función de los periódicos y la opinión pública en sí mismas durante el periodo inicial de la guerra, de 1847 a 1853.

    Este estudio se realizó con el propósito de alcanzar una representación específica de la manera en que se hacía el periodismo y cómo levantaba ideológicamente el sentir de los lectores, no solo como cimiento para repudiar a los insurgentes, sino también como un negocio que alcanzó a contar con más de una decena de imprentas y cerca de veinticinco periódicos que producían buenos dividendos en medio de las carencias básicas provocadas por la guerra, sin que nadie dejara de consumir los periódicos.

    Tal fue la magnitud del problema de esta conflagración que asolaba a Yucatán —escindido del resto de México hasta 1848 como resultado de conflictos entre centralistas mexicanos y federalistas yucateco— que el gobierno determinó enviar a Justo Sierra O`Reilly a los Estados Unidos de Norteamérica para una misión que tuvo entre sus propósitos canjear la soberanía de la península por ayuda militar estadunidense, tratando de detener el avance de los mayas que habían ocupado la mayoría de la península, con excepción de la ciudades de Mérida y Campeche.

    Después de fracasar en su funesta empresa, Sierra regresó a casa y continúo con la importante labor periodística que había emprendido años antes de la guerra, e inauguró su periódico El Fénix, una publicación que, si bien contribuyó a modernizar las formas básicas de prensa que se utilizaban en Mérida y Campeche, su origen y funcionamiento se relacionaron con la denostación de los rebeldes mayas para tratar de organizar una opinión pública adversa al movimiento de los rebeldes. Esta publicación llegó hasta el punto de celebrar y elogiar en sus páginas un decreto proclamado por el gobierno yucateco en 1849 que autorizaba la venta de mayas como esclavos a Cuba bajo el mentiroso nombre de colonos.

    En este sentido, nuestra investigación se propuso como meta desentrañar los aspectos más relevantes de la historia de la prensa y la opinión pública en Yucatán durante los años iniciales de la guerra de castas, presentando además un panorama sobre los dueños de las imprentas, los directores y propietarios de los periódicos, los redactores y seguramente un porcentaje elevado de lectores. Estos, en tanto miembros de la clase social dominante amenazada por los rebeldes, actuaron en conjunto con el gobierno tratando de encontrar fórmulas mediáticas que ayudaran a las cada vez más deprimidas tropas oficiales. En este sentido, la formación de la opinión pública fue un mecanismo clave durante la guerra, generando información y elementos ideológicos que desde las salas de redacción de los periódicos propiciaron repulsión hacia los mayas.

    Los materiales hemerográficos que integran esta obra fueron reunidos trabajando en la selección y compilación de datos en la Biblioteca Yucatanense de la ciudad de Mérida, Yucatán; en la Hemeroteca Nacional de México, perteneciente a la Universidad Autónoma de México; en la Biblioteca Ots Capdequí de la Escuela de Altos Estudios Hispano-Americanos en Sevilla y en la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí. En cada uno de estos acervos conté con personas dispuestas a colaborar conmigo y fue a través de su ayuda que conseguí valiosísima información que le fue dando cuerpo a este libro.

    Deseo señalar que la formulación del proyecto que se tradujo en el texto que ahora sale a la luz se propuso aportar materiales empíricos que puedan contribuir a futuros trabajos sobre el carácter del periodismo y la opinión pública en una región específica de Latinoamérica, durante un período determinado, y exponer una experiencia investigativa con elementos metodológicos que puedan ayudar a examinar este tema en general. Hasta donde hemos podido constatar, existe insuficiente interés en estudiar experiencias histórico-concretas donde la prensa y la opinión pública del siglo XIX se conforman con base en intereses más económicos que de otra índole.

    Para el desarrollo temático y su mejor comprensión hemos dividido este libro en 4 capítulos que recorren el acontecer histórico del periodismo en Yucatán y se proponen explicar la manera en que la prensa se encargó de la formación de la opinión pública durante la guerra de castas. Esperamos que su lectura provea caminos que puedan ser de interés para el conocimiento de los orígenes de la prensa y de las primeras experiencias en la formación de la opinión pública en esta región, conocida por la grandeza de la civilización maya asentada en su suelo, pero cuyos reductos, después de siglos de coloniaje español, trataron de ser de ser borrados. No obstante, la resistencia del pueblo maya la hace ser una cultura viva que persiste en defender su identidad en el presente.

    Capítulo 1

    Periodismo en Yucatán a inicios del siglo XIX

    1.1 Nacimiento de la prensa en Yucatán

    Previo al ingreso de la imprenta a Yucatán y la puesta en circulación de la prensa en 1813 que procuraría expresar el diario acontecer y ayudaría a contar con una maquinaria destinada a la edición de las cartillas religiosas —cuya venta pudo reportar utilidades

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