Punto ciego. Del objeto al cine
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Punto ciego. Del objeto al cine - Juan Pablo Arenas Vargas
Luis Buñuel
Luis Buñuel (1900-1983) es importante no solo por la relación que establecía entre la dirección de arte con las artes plásticas, la literatura y la poesía, sino sobre todo por la trascendencia que le daba a los objetos en sus películas debido a su temática fuerte, sensual, onírica y llena de recuerdos juveniles e infantiles, que hacía de sus películas una obra única e irrepetible.
En este ensayo busco resaltar la importancia que el maestro Luis Buñuel le daba a los objetos, entendiéndolos como mediadores en las relaciones de los hombres, y para desarrollarlo trabajaré en sus dos primeras cintas, Un perro andaluz y La edad de oro, realizadas junto a Salvador Dalí, y la última de sus producciones, Ese oscuro objeto del deseo, producida en 1977.
Los objetos en Buñuel están ahí no solo para lograr su función de uso, sino para lograr de manera concreta que los hombres, por intermedio de estos, expresen emociones, es decir, los objetos en estas propuestas fílmicas se convierten en mediadores y condicionantes de los seres humanos.
Pero entremos en materia introduciéndonos en su historia.
Luis Buñuel fue siempre mal estudiante, después de varios intentos terminó Licenciatura en Historia, y se hizo cineasta y escritor por vocación y algo de azar. Sin quererlo, junto a sus dos íntimos amigos, Salvador Dalí y Federico García Lorca[9], hizo parte importante de la llamada generación del 27, cuando el destino quiso que por pura casualidad se juntaran en las Residencias Estudiantiles de Madrid —en calle del Pinar número 21— los tres más importantes artistas de España nacidos al inicio del siglo XX.
Luis Buñuel llega a las residencias en 1917, un lugar de personas elegidas por sus condiciones socio-económicas altas, donde solo podían estudiar los hijos más acomodados de toda España; de instalaciones ordenadas y limpias, reglas flexibles, buena comida y atenciones aunque ricas en privilegios, nada suntuosas en general.
En el Folleto introductorio a las Residencias Estudiantiles de Madrid dice: La Residencia es una asociación de estudiantes españoles que cree, como se cree en la vida misma, en una futura y alta misión espiritual de España y que pretende contribuir a formar en su seno, por mutua exaltación, el estudiante rico en virtudes públicas y ciudadanas, capaz de cumplir dignamente, cuando sea llamado a ello, lo que de él exijan los destinos históricos de la raza
(citado por Vidal, 38).
La idea inicial de estas casas era fomentar y educar a la clase de individuos que pronto gobernaría el país en ciertos valores éticos, civiles y ciudadanos extraídos de las tradicionales y buenas
maneras españolas. Su éxito se basaba en una impecable organización política y administrativa, en un planteamiento educativo hecho por reconocidos pedagogos españoles y en el hecho de que por primera vez no hubo intervención por parte de la religión católica, como único soporte pedagógico-administrativo usado en ese tiempo.
Buñuel nos describe en su obra Mi último suspiro la importancia que revestía su estadía en la Residencia: Finalmente, gracias a la recomendación de un senador, Don Bartolomé Esteban, me inscribieron en las residencias de estudiantes, donde permanecería siete años. Mis recuerdos de aquella época son tan ricos y vividos que puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que, de no haber pasado por la residencia, mi vida hubiera sido muy diferente
(Vidal); su permanencia en ella duró desde 1917 hasta 1925. Federico García Lorca llega dos años después de Buñuel, y Salvador Dalí un año más tarde que Lorca; es así como en 1920 se encuentran por pura casualidad los tres artistas, viviendo en la misma Residencia de Madrid. En el libro antes mencionado Buñuel describe el momento en que se encuentra con el primero de sus amigos.
Federico García Lorca no llegó a la residencia hasta dos años después que yo… brillante, simpático, con evidente propensión a la elegancia, la corbata impecable, la mirada oscura y brillante, Federico tenía un impacto, un magnetismo al que nadie podía resistirse… no tardó de conocer a todo el mundo y hacer que todo mundo lo conociera.
Su habitación en la residencia se convirtió en uno de los puntos de reunión más solicitados de Madrid (64).
Y de su segundo amigo, mucho más pequeño, tímido y extravagante, dice en el mismo texto:
Salvador Dalí, hijo de un notario de Figueras, llegó a la residencia tres años después que yo.
Quería dedicarse a las Bellas Artes, y nosotros, no sé porque, lo llamábamos el pintor Checoslovaco. Al pasar una mañana por delante de su cuarto, vi la puerta abierta y eché un vistazo. Estaba dando los últimos retoques de un cuadro de gran tamaño, que me gustó mucho. Enseguida, dije a Lorca y a los demás.
—El pintor Checoslovaco está pintando un cuadro muy bonito.
Todos acudieron a la habitación, admiraron el retrato y Dalí fue admitido en nuestro grupo. A decir verdad, él y Federico serían mis mejores amigos. Los tres andábamos siempre juntos. Lorca sentía por él verdadera pasión, lo cual dejaba indiferente a Dalí (66).
Sin embargo, en el texto de Agustín Sánchez se dice que fue José (Pepín) Bello, un buen amigo de los tres, quien realmente se encontró con Dalí finalizando el cuadro y llamó a los demás para que lo vieran. Los analistas describen a Pepín Bello como un hombre genial y de vital energía que influyó de muy buena manera con sus obsesiones y ocurrencias en la obra de Buñuel, Dalí y Lorca.
Una cosa es clara para los biógrafos de cada uno de estos tres personajes, y es que cada decisión que tomaron, al menos al comienzo de su formación profesional, influenciaba de algún modo a los otros amigos, ya sea para bien o para mal; con su crítica constructiva o con la cáustica, siempre estuvieron presentes en el inicio de la toma de decisiones o en el resultado palpable de estas. Sentían una enorme rivalidad entre los tres, e incluso celos mezquinos de las obras de los otros; no obstante, mientras estuvieron juntos siempre se ayudaron.
De los tres, el único que siempre tuvo seguridad desde un principio de su vocación como artista plástico fue Salvador Dalí, mientras que Buñuel siempre quiso ser escritor y García Lorca escritor de obras de teatro y no de poesía (aunque después lo conseguiría).
Hoy yo puedo tener alguna importancia como cineasta, pero hubiera dado todo gustoso a cambio de ser escritor. Es lo que realmente me hubiera gustado ser. Porque el mundo del cine es muy agobiante, hace falta mucha gente para hacer una película. Y envidio al pintor o al escritor que pueden trabajar aislados en su casa. Pero no valgo para escribir. Me repito. Lo que un escritor le cuesta dos minutos, a mí me cuesta dos horas (Sánchez Vidal, 95).
Pero en este punto Buñuel se equivocaba, su obra literaria heredada de Gómez de la Serna[10], llena de elementos ricos en composiciones absurdas, de metáforas y de greguerismos hacía de esta un compendio de la nueva poesía moderna española y fue el inicio de su feliz encuentro con los objetos. Aquí presentamos uno de sus más elaborados poemas según la crítica especializada.
Pájaro de angustia
Un plesiosauro dormía entre mis ojos
mientras la música ardía en una lámpara
y el paisaje sentía una pasión de Tristán e Iseo
tu cuerpo se ajustaba al mío
como una mano se ajusta a lo que quiere ocultar,
despellejada me mostraba tus músculos de madera
y los ramilletes de lujuria,
que podían hacerse con tus venas.
Se oía un galope de bisontes en celo
entre nuestros pelos que temblaban como las hojas de un jardín,
todos los diálogos de amor se parecen,
todos tienen acordes delirantes,
pero el pecho aplastado
por una música de recuerdos seculares,
luego viene la oración y el viento,
el viento que teje sonidos en punta,
de una dulzura de sangre,
de aullidos hecho carne.
¿Qué anhelos, qué deseos de mares rotos
convertidos en níquel
o en un canto ecuménico de lo que pudo ser tragedia,
nacerán, los pájaros de nuestras bocas juntas,
mientras la muerte nos entra por los pies?
Tendida como un puente de besos de piedra dio la una.
Las dos volaron con las manos cruzadas en el pecho.
Las tres se oían más lejanas que la muerte.
Las cuatro ya temblaban de alba.
Las cinco trazaba con compás él círculo transmisor del día.
A las seis se oyeron las cabrillas de los Alpes
conducidas por los monjes al altar.
La greguería es una frase breve, aguda y paradójica de fácil adaptación a otros géneros literarios, creada por Ramón Gómez de la Serna[11] en 1912. La greguería era y es una forma de no tomarse la vida en serio. No se trata de simbolismo; quien diga que el cine de Buñuel está lleno de símbolos, no sabe lo que dice; si dijera que está lleno de greguerías, estaría en lo cierto
(Sánchez Vidal, 106).[12]
Por medio de la greguería, Buñuel se acerca a los objetos de una manera más reflexiva que cotidiana o utilitaria; normalmente en esta se crean asociaciones que pueden partir de la analogía, contraste o contigüidad con el objeto o con otros objetos, y a partir de allí, con seres humanos, creando algún tipo de relaciones entre ellos o entre sí: Cabe sostener que la poética de Gómez de la Serna se queda en el objeto como apariencia: en su forma, en el sonido de su nombre, en sus relaciones metonímicas y sus connotaciones culturales. Por lo tanto es una apreciación del objeto prefigurada por el entendimiento humano, el sistema lingüístico de representación y un código de convenciones
(Monacal,