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En busca de una salida
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Libro electrónico147 páginas2 horas

En busca de una salida

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"En busca de una salida" es el testimonio vital y a la vez un excelente libro de autoayuda de un ser humano, Ramon Gironés, que desde la infancia encara la paulatina y progresiva pérdida de visión que le obliga a dejar su profesión de panadero, a la que se ha dedicado en cuerpo y alma, cuando llega a la cincuentena. El autor no da puntada sin hilo y ofrece apuntes biográficos, que se leen casi como un cuento, para pintar el calvario y la respuesta enérgica a la constante pérdida de la vista. Al lector no le costará "ver" que la estrategia para salir adelante en una edad en la que no pocos se han rendido, está estrechamente ligada con una de sus otras pasiones: la lucha grecorromana de la que fue subcampeón y campeón de España. La competición le dio todas las herramientas necesarias para labrarse un futuro satisfactorio cuando otros solo ven oscuridad. El libro concluye con un apoteósico canto a la vida, al amor, a la pasión y a la felicidad. Y como no, a la victoria frente al destino.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 jun 2022
ISBN9788412204995
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    En busca de una salida - Ramón Gironés

    Prólogo

    Sin vista se puede vivir perfectamente y gozar con la misma intensidad todos los placeres y emociones que nos regala la vida. Así terminan las memorias noveladas de Ramon Gironès. Es una magnífica síntesis para la gran familia de la ONCE, nuestra Organización, a la que él llama la Casa Gran que me ha dado todo a cambio de nada.

    Quiero agradecerle estas palabras porque como él mismo explica la gratitud es un camino que conduce a la felicidad, de quien la recibe y de quien la ofrece. Aquí, en la ONCE, somos todos para uno y uno para todos. Una felicidad que es capacidad de realización con apoyo, confianza y constancia. Y de superar el camino con esfuerzo y voluntad. Ramon nos relata un montón de experiencias personales en esta obra, que es un resumen de su camino desde que jugaba al fútbol y corría por el pueblo de Tarragona hasta que un maestro advirtió que al salir de clase tenía los ojos siempre enrojecidos, efecto de la degeneración macular que empezaba a manifestarse.

    Nunca le detuvo nada, a pesar de las dificultades y malos momentos que todo el mundo atraviesa. Y lo razona perfectamente: Si queremos la integración, de ninguna forma podemos automarginarnos. Ramón siempre se ha adaptado a las circunstancias. Ha sido capaz de adaptarse para superar los obstáculos. Lo hizo en los Salesianos de Barcelona, donde le internaron de joven para estudiar Bachillerato, cuando le ordenaban leer a un palmo de distancia del papel y él no podía ver las letras. Incluso se aprendía de cabo a rabo los textos de francés para seguir las lecturas como el resto de compañeros. También buscó soluciones en la Universidad, donde se graduó en Historia y una profesora le prohibió grabar las clases. Una injusticia que la docente corrigió a tiempo. O cuando hacía los exámenes oralmente en un aparte, a modo de confesionario.

    La actitud, dice, es la que marca la normalidad. La esperanza genera ilusión, la ilusión da fuerza y ésta conduce a la acción, escribe. Es una máxima que ha definido su trayecto buscando unos objetivos que son siempre consecuencia de trabajar. Y lo sabe bien porque la lucha no termina nunca.

    Ni por una enfermedad ni por un accidente podemos permitirnos el lujo de amargarnos. Ramon confiesa que la composición de este libro ha sido para él una terapia liberadora. El suyo es realismo puro bañado con una gran dosis de humor. Eso sí, nunca volverán a verlo en un gimnasio de la parte alta de Barcelona donde la discapacidad visual del compañero que le invitó le jugó una mala pasada y se mostró en la piscina marcando paquete como una vedete del Molino. Sin embargo, la anécdota no ha sido un impedimento para seguir nadando y hacer gimnasia casi todos los días en nuestras instalaciones deportivas.

    Una vida de setenta y tres años, hasta ahora, de la que se declara ser muy feliz con todo lo que le ha ocurrido. ¡Así es la vida!, proclama. Una vida densa e intensa. Es una gran lección vital, escrita de forma intimista y muy cercana, con sencillez. La historia de Ramón, un luchador, un soñador que se lo ha trabajado mucho. Lea este libro. Lo recomiendo. ¡Se graba en el corazón con una sonrisa!

    Enric Botí

    Delegado territorial de ONCE Cataluña

    Un sonoro bofetón

    Pasaba el tiempo y cansado ya de tantas visitas rutinarias al centro oftalmológico de siempre y de las respuestas habituales de sus mejores profesionales, en cuanto me di cuenta de pequeñas variaciones que progresivamente empeoraban mi visión, lo discutimos en casa y decidimos visitar a otro especialista de prestigio similar. Necesitábamos otra opinión profesional capaz de renovar mis esperanzas. Quién sabe, quizás la ciencia había hecho algún descubrimiento para solucionar mi problema, pensamos. Desde hacía tiempo, me parecía que paulatinamente iba perdiendo visión. Nunca me ha gustado hacer comentarios alarmantes para no preocupar a la familia y no recuerdo exactamente cuál fue mi comentario en aquellos momentos. El caso es que una semana después, con Carme, mi mujer, estábamos en la consulta de un nuevo especialista.

    Ya en el despacho del doctor, le conté cuál era mi estado de ánimo: estaba cansado de tantas visitas y revisiones oftalmológicas estériles y le pedí que me dijera la verdad y si todavía podía conservar alguna esperanza.

    Hechas todas las pruebas que creyó oportuno, me pidió el historial de los demás especialistas para saber cuál había sido la evolución. A continuación, concretamos una nueva cita. Mientras, estudiaría toda la información que habíamos aportado, así podría desarrollar un diagnóstico más fundamentado y ofrecerme una orientación más precisa. No sé si ese doctor era igual de claro con todos los pacientes, pero, conmigo, ya no podía serlo más. Y escuché la sentencia:

    –Como muy bien le habían diagnosticado anteriormente, sufre una degeneración macular. Durante muchos años se ha mantenido estable; en este momento, sin embargo, la degeneración es mucho más severa. La ciencia no tiene respuesta para su caso y nosotros tampoco. Ojalá me equivoque, pero, en poco tiempo, se puede quedar ciego.

    Ésta era una respuesta posible que en casa contemplamos durante mucho tiempo, pero todos evitábamos hacer cualquier comentario al respecto dada su gravedad.

    Me quedé helado, con la mente en blanco y mudo, bajo la mirada atenta y paternal del doctor. Sólo un tierno abrazo de Carme me hizo recordar que no estaba solo. Probablemente ninguno de nosotros estaba preparado para recibir un golpe tan desolador. Y yo tampoco. Carme, sin decir palabra, me transmitió todo lo que necesitaba saber. Ella siempre estaría a mi lado para ayudarme cuando fuese necesario. Fue un momento denso, intenso, entrañable y difícilmente olvidable. Como los sentimientos son imprevisibles, se produjo un intercambio de frases sencillas y tiernas:

    –El momento más doloroso de mi vida será cuando no pueda contemplar tu cara, le dije espontáneamente.

    Con los ojos brillantes, la respuesta de Carme no podía ser más bonita:

    –Eso es una suerte para mí, así siempre me tendrás presente más joven que nadie.

    Después de escuchar las palabras del doctor, moralmente hundido, no podía ni quería imaginar un futuro sin imágenes.

    Dentro de mi cabeza se mezclaban un montón de sentimientos extraordinariamente confusos. Se combinaba la total incredulidad con la certeza absoluta, el miedo y la valentía, los momentos lúcidos y los de confusión. Tenía miedo. Más que miedo, terror. O quizás era pánico a la ceguera. Sin embargo, desde el principio sabía que tenía que luchar. Según los especialistas, a pesar de ser imposible revertir la enfermedad, era necesario normalizar la situación. El principal conflicto estaba dentro de mí y tan sólo yo mismo podía neutralizarlo. ¿Cómo debía hacerlo? No soy la primera persona ni tampoco seré la última a la que se le comunica un diagnóstico inesperado y traumático. Tras la primera sorpresa, había que readaptarse para superar el trance de la mejor manera posible.

    Con un futuro tan negro, nunca tan bien dicho, sin una brizna de esperanza, no sabía cómo hacerlo para reunir una nueva fuerza capaz de crear ilusión. El propio doctor me dijo:

    –Si observamos nuestro entorno, podemos encontrar infinidad de peores casos que el tuyo. La mayoría de estas personas han conseguido superarlos o, al menos, encontrar la forma de dejar el problema en un segundo plano. Entonces, para empezar, haríamos bien en recordar aquellas sabias palabras: Si un problema tiene solución, no hace falta preocuparse; y si no la tiene, ¿por qué tienes que preocuparte. Te digo esto porque como la esperanza no se agota en sí misma, es necesario renovarla. La esperanza genera ilusión; la ilusión da fuerza; la fuerza conduce a la acción y la acción nos llevará directamente a la recuperación física y anímica.

    Tal y como se puede ver, los consejos no podían ser más motivadores y al tratarse de razonadas reflexiones de un profesional acreditado, debía tenerlas en cuenta. Debéis comprender cómo es la lógica de las palabras pronunciadas en el momento más oportuno y cuál es la fuerza que pueden generar: la esperanza es una respuesta que debemos tener siempre a mano, ya que genera ilusión. Con ilusión conseguiremos la fuerza, y con ésta activaremos el cuerpo. Y con la acción del cuerpo, combinada con el potencial de la mente, puede llegar la recuperación. ¡Fantástico! Sin salir de la consulta, ese doctor, con su diagnóstico, me había dejado completamente hundido. Minutos después, apareció la persona que hasta ese momento se había mantenido oculta bajo la bata blanca. A partir de ese instante, por la misma boca y con un tono paternal, empezaron a brotar palabras de consuelo y de esperanza. Sin lugar a dudas, consiguió cambiar completamente mi estado de ánimo y también el de Carme.

    ¿Vale la pena ser positivos? ¡Por supuesto! Naturalmente, una cosa es la teoría y la otra la práctica. ¿Cómo conseguir hacer realidad un sueño como este? ¡Ya hablaremos de ello! Al menos, antes de salir del despacho, el doctor ya nos había inoculado una buena dosis de optimismo. Y en momentos de desesperación, es una habilidad que el paciente agradece mucho.

    Un camino largo comienza con un primer paso

    Mi nombre es Ramón. Tengo setenta y tres años y estoy casado con Carme Roig desde hace cincuenta. Hemos tenido tres hijos extraordinarios y tres nietos que nos dejan boquiabiertos. Soy extrovertido, físicamente fuerte, con una mente suficientemente clara para seguir realizando las numerosas actividades que me permite mantenerme en forma y ocupado buena parte del día.

    Antes de que el tiempo borre mis recuerdos y con ellos mis vivencias, he pensado plasmarlos por escrito y poder compartirlos con vosotros. Desearía, si fuera posible, que la lectura os sirviera de distracción. Al mismo tiempo, si resulta provechoso para ti o para otras personas, mucho mejor. Lo que leerás o escucharás, forma parte de un conjunto de experiencias personales, positivas y negativas, que me han ayudado a crecer, algunas de las cuales he tenido la oportunidad de explicarlas a amigos o en reuniones familiares. Sin embargo, aunque pueda parecer extraño, no serán pocos los que las conocerán al leerlas o escuchar este relato. Hasta ahora no había encontrado el momento oportuno de desvelarlas porque estaba convencido de que no interesaban a nadie

    Más de una vez había oído decir a la gente mayor: El pasado, pasado está. Era una forma de borrar posibles errores, de intentar cicatrizar viejas heridas y de olvidar la historia. No vayas a creer que este

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