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¿Por qué a mí?
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Libro electrónico192 páginas2 horas

¿Por qué a mí?

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¿Por qué a mí? Es un libro que surgió de la necesidad de encontrar la respuesta a dicha interrogante, tras haber sufrido un accidente que cambió drásticamente mi vida. En este libro narro mi historia personal, así como la de otras personas que también vieron su vida transformada por una pérdida de salud.
Asimismo, describo parte de los elementos de vida, o elementos psicológicos que influyen en dicho evento. Esto con el objetivo de ayudar al lector a tener un panorama más abierto y mayor entendimiento de lo que le está ocurriendo.
¿Por qué a mí? Es un libro que tiene la intención de brindar elementos a las personas que atraviesan por una pérdida de salud, para salir adelante y así volver a volar.

Ximena Tiscareño
Es psicóloga de formación. Se ha desarrollado laboralmente en el área clínica, el área de investigación y el área educativa. Actualmente se encuentra estudiando el doctorado en el área de ciencias de la salud. También se ha adentrado en el estudio de mindfulness dentro de diversas escuelas meditativas, ya que en ellas encuentra una auténtica forma de ayudarse a sí misma y a otros a encontrar su propio bienestar.

 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 jul 2021
ISBN9798543260821
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    ¿Por qué a mí? - Ximena Tiscareño

    ¿Por qué una libélula en la portada?

    En la portada de este libro se encuentra una libélula, ya que este insecto es un símbolo de madurez, profundidad y transformación con miras a la autorrealización. Es también un insecto que representa equilibrio y poder interno, el cual lo lleva a derribar las falsas ilusiones y a ver más allá de sus limitaciones, para así poder descubrirse a sí mismo y a la realidad tal cual es.

    Con esto se puede ver que la libélula es el mejor símbolo para representar todo el proceso que encierra una pérdida de salud, el que, sin lugar a dudas, es un evento de gran magnitud que puede ser transformado en un proceso de autorrealización. Con este libro, espero que tú, quien lo está leyendo, logres transformar en positivo la experiencia que estás atravesando y, sea cual sea esta, logres volver a volar.

    Prólogo

    Aquella tarde fui a comer con unos amigos a los que hacía mucho no veía. Recuerdo que fue una tarde sin mayores sobresaltos: la pasamos bien, como la pasan los amigos que se extrañan y cuya lejanía los acerca. Comimos, platicamos y nos despedimos con el cansancio de los años que no perdonan más una desvelada sin pasar factura.

    Recuerdo haber regresado a casa de buen ánimo, recostarme y caer en el sueño casi de inmediato. Fue en la madrugada cuando el sueño empezó a tener tintes de pesadilla. Me desperté para ir al baño y, una vez terminada la tarea, no pude levantarme más. Me caí, confundido y asustado por el repentino descubrimiento: no lograba hablar con sentido, como si mi lengua confundida empezara a hablar en el nuevo idioma que ya se construía en mi cabeza: el idioma de un laberinto.

    Al principio, mi esposa pensó que yo había bebido mucho en la comida. Pero después de un tiempo notó que algo estaba mal. Con esfuerzos pudo sobrellevar el peso de mi cuerpo y acomodarme en el auto; en ese momento yo era un fardo incapaz de las cosas elementales que acostumbraba hacer sin apenas darme cuenta, como caminar, dar las gracias o abrir la puerta del auto.

    Desde que llegamos al hospital el tiempo se hizo elástico: cada segundo era una eternidad y a cada pregunta le sucedían un sinfín de silencios. Por fin tuvimos una respuesta y supimos que nuestra pesadilla empezaba a desconocer de horarios: estaba enfrentado un accidente vascular cerebral. Desde ese momento, hasta ahora, nuestra vida cambió.

    Visto desde la barrera del tiempo, sé ahora que la persona que soy en este momento es una versión más reconocible, más cercana al Yo que fui y al que mi familia y mis amigos logran identificar. Ha sido un largo camino de rehabilitación en el que logro ver la prehistoria de mi vida: pasé de no hablar a volver a hacerlo, de no poder caminar a lograrlo; pasé a tener la sensación de ser un hombre primitivo descubriendo el fuego, y que con ello he dado un salto evolutivo de miles de años. Y, sin embargo, para muchas personas tan solo he reaprendido a hablar y a caminar como lo haría un bebé.

    La evolución, en estos casos en los que deseamos los mayores resultados posibles en el menor tiempo, puede ser frustrante: es cierto que ahora no puedo hacer bien aquello que parece absurdamente elemental para la mayoría, sin embargo, para mí cada paso es como el pequeño gran paso de un astronauta sobre la luna. Voy a poder, así me educaron desde niño, no es posible y no dejaré que los obstáculos me venzan, por más que esos obstáculos estén en las raíces de lo que soy.

    Ahora entiendo que, si al comienzo algo sale mal, hay que volver a hacerlo hasta que salga bien. Es cierto que en un inicio puede ser muy complicado derribar las barreras, particularmente porque esas barreras son invisibles y están en lo más profundo de nuestras creencias, pero siempre podemos hacerlo. En todo momento tenemos dos opciones: pasar mal por la vida, o pasarla bien; podemos llorar cinco minutos, pero en los siguientes cinco tenemos la posibilidad de levantarnos, de mirar y seguir hacia delante. La vida es muy corta como para desperdiciarla en tristezas y es decisión tuya acostumbrarte a la oscuridad o salir a la luz de día.

    Como decía, un pequeño logro para quienes hemos tenido un accidente vascular cerebral, es un gran paso, muchas veces sólo perceptible para nosotros mismos, por eso es importante que logremos valorar los avances, por ínfimos que parezcan a los ojos de los demás y por frustrante que nos resulte esta disparidad de visiones. A la larga, es más sencillo valorar las cosas que hace unos meses o unos años no podíamos hacer, apreciar lo que se ha tenido y recuperado, y poner en una balanza lo que ahora se tiene.

    Visto en retrospectiva, coincido en el argumento central de ¿Por qué a mí?, en el sentido de que sí se puede, de que todo es posible si tenemos la opción de reiniciar, porque no existe una cosa más humana que el anhelo de las segundas oportunidades.

    Al inicio, la situación puede ser muy dolorosa; sin embargo, siempre habrá algo que nos ayude a brincar esta dificultad. Tal vez ya no podamos realizar nuestras actividades como antes, tal vez ahora las tengamos que hacer de manera diferente, pero es importante persistir.

    Por supuesto: yo hubiera querido que nunca me pasara este accidente, cualquier persona hubiera preferido volver el tiempo y evitar el dolor, pero no, no podemos borrar la historia ni borrar nuestras cicatrices. Lo que sí podemos hacer es comprender que Lo que pasó, ya pasó. No hay forma de cambiar el pasado. Para atrás no hay nada, pero para adelante hay mucho.

    Aun así, es importante reconocer todo el esfuerzo y los avances que uno ha tenido con el tiempo. En algunas ocasiones me he lamentado por lo que perdí con el accidente; pero, para mí, lo verdaderamente inconmensurable es que estoy vivo y al lado de mi esposa y de mis hijos. El cariño y la compañía de mi familia, así como la posibilidad de seguir desarrollándome en mi trabajo, me han ayudado a salir adelante, a tomar fuerza e impulso. Mi familia ha sido mi motor; ellos se unieron a mí, herida con herida, dolor con dolor, pero también esperanza con esperanza, fe con fe.

    En ocasiones me enojo por no poder lograr decir lo que mi cabeza piensa, o por no ser claro en mi forma de expresarme, porque descubro el cortocircuito que persiste en mí. Pero, más que estas limitaciones, es importante plantearse y preguntarse: Ya tengo esto, ahora, ¿qué sigue?, ¿qué voy a hacer? Reconocer un nuevo y mejor punto de partida, me ha permitido ponerme a trabajar en las nuevas metas que deseo conseguir.

    Nadie sabe hasta dónde va a llegar. Mi accidente fue hace cinco años, y he mejorado tanto. Con el tiempo uno cambia, ¿hasta dónde? Nadie sabe, pero el cambio continúa. En este libro, basado en historias reales, encontrarás testimonios de vida de personas que han tenido accidentes similares y que nos relatan las acciones que tomaron y que les han ayudado a cambiar la narrativa de sus historias, porque si algo he aprendido es que no podemos borrar lo que nos sucedió y lo que fuimos, pero es seguro que podemos reescribir lo que seremos.

    Guillermo Zubiaur Carmona

    Director de Entretenimiento y Especiales

    Televisión Azteca

    Introducción

    Este libro está basado en una serie de historias reales de personas que han visto su vida transformada por un accidente o una enfermedad. Estos sucesos surgen de forma inesperada, sin intención, sin que sea posible tener una alerta, y generando un daño físico y emocional parecido al de un tsunami, un huracán o un sismo, y en donde el territorio arrasado somos nosotros mismos. En los relatos se pueden ver los caminos que cada una de estas personas ha encontrado para seguir con su vida y cambiar su panorama gris hacia un escenario luminoso.

    No existe ninguna receta que nos diga cómo seguir con la vida después de un accidente o de una enfermedad limitante. Por este motivo, es importante que leas este libro con la cautela y el juicio que necesites. Toma lo que te sirva de él para tu crecimiento y mejoría y simplemente suelta lo que consideras que no te va tan bien. No obstante, hay elementos para ayudar a cada persona a darse cuenta de que lo que está viviendo no es para siempre. Es cierto y evidente que el estado de ánimo, tanto como el estado físico, cambian, pero es importante comprender que a cada quien le toca vivir su historia de manera diferente para reconstruir la vida a partir de las cenizas; igual que una ciudad entera es capaz de levantarse de un desastre natural, quienes cuentan aquí sus historias han sido capaces de reconstruirse para compartir las fórmulas que, tal vez, ayuden a otras personas a rehacer sus vidas.

    Sin embargo, hay distintos elementos o componentes que intervienen en la manera en la que enfrentamos una pérdida de salud. Estos pueden ser naturales, como lo son la edad y el género; internos como nuestra espiritualidad o el estado de ánimo; y externos, como el apoyo de nuestra familia y amigos. Enseguida te doy una visión general de varios de estos factores.

    La edad

    Sí, la edad es uno de los factores más importantes porque determina la manera en que encaramos una pérdida de salud. Hay un mar de distancia cuando se enfrenta una hemiplejia, una cuadriplejia o una amputación a los 9 años, que si esta se enfrenta a los 16, a los 24, a los 55 o a los 75 años. No solo es diferente haber nacido con una discapacidad o, de pronto, perder una función; también es diferente el efecto que provoca la misma eventualidad de salud en ese carácter inmaduro o en aquel más adiestrado por la vida, porque con la edad el contacto con la tragedia nos permite mantener cierta familiaridad con el infortunio.

    A los 9 años, la pérdida se vinculará con las amistades y la escuela; a los 25 con el mundo laboral o la relación de pareja; a los 55 con la responsabilidad de una familia, y a los 75 será diferente porque uno comienza a prepararse para el final de la vida.

    El género

    Es importante comprender que la pérdida de la salud actúa de manera diferente en hombres que en mujeres. Es común que en la adolescencia una chica se preocupe más por verse bien que un varón; mientras que un hombre le da más valor al hecho de poder realizar actividades deportivas. En la adultez, para una mujer puede ser más importante el hecho de ya no poder usar tacones, maquillarse o ser madre, mientras que para el género opuesto puede ser más relevante el tener una imposibilidad o dificultad para realizar actividades deportivas. Como adulto mayor, en cambio, lo que a ambos géneros les interesa es sentir el apoyo familiar, el cual puede amortiguar las respuestas a las interrogantes que suelen surgir, como: ¿Para qué sirvo? ¿Para qué estoy aquí?

    La culpa

    La culpa es un elemento que en muchas ocasiones acecha a las personas que han vivido una pérdida de salud. Más temprano que tarde, les amenazan preguntas como ¿qué hice mal?, ¿por qué lo hice así?, ¿por qué en vez de esto hice lo otro?, ¿habría sido distinto de haber hecho esto de otro modo?

    De un momento a otro, la vida se puede llenar de porqués y de preguntas sin resolver y que, de resolverse, en ese momento apenas tendrían sentido. En ocasiones es muy difícil y tardado aceptar que las cosas sólo sucedieron y que el verbo hubiera no existe más en nuestro vocabulario. La frase Si hubiera… pertenece a un pasado que nunca existió. Y, en todo caso, de haber existido, nada garantizaría que el resultado fuera como deseábamos.

    A pesar del dolor que causa el presente, no hay forma de cambiarlo. Pero sí de transformarlo. En todo momento tenemos la posibilidad de cambiar las preguntas que nos hacemos por otras que nos permitan hacer énfasis en nuestra voluntad y en nuestras acciones: ¿ahora qué voy a hacer con esto?, ¿esto para qué me va a servir?, ¿de qué maneras voy a poder cambiar mi vida? Sí, el dolor que implica el evento vivido es una experiencia desgarradora; sin embargo, tenemos algo que difícilmente nos es arrebatado y que, tal vez, solo la muerte nos lo puede quitar: la voluntad para seguir construyendo nuestra vida.

    La culpa es una mirada a un pasado que nunca existió, por lo tanto, tenemos la oportunidad de soltarla. Asimismo, tenemos la posibilidad de darnos cuenta de lo imaginaria que es la idea del control, una idea muy afincada mientras sentimos la plenitud física y emocional, y que después de una eventualidad nos parece

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