Entre la pastilla y la pared
COMENCÉ HACE COMO CINCO AÑOS.
Mis hijos tenían dos y cuatro años, mi esposa era una extraña y mi vida profesional parecía una avalancha de incertidumbre y estrés. Por la mañana, el aire olía a cenizas; por la tarde, el sol parecía sangre. Cuando la gente abría la boca, me les quedaba viendo con la mente en blanco. Todo lo que escuchaba era el aullido de los orcos.
Más de la mitad de los hombres con síntomas de depresión (y quienes podrían beneficiarse de los antidepresivos) no buscan ayuda profesional. Yo no soy uno de esos hombres. Mi doctora de cabecera me recetó 150 mg de bupropión, una dosis inicial. Me quejé y la duplicó.
La vida se volvió menos dura. Descubrí una nueva resiliencia emocional. Las disputas maritales dejaron de provocar un aislamiento total.
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos