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Crónicas de PTM
Crónicas de PTM
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Libro electrónico216 páginas3 horas

Crónicas de PTM

Por PTM

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Esta obra describe las vivencias de una persona nacida en Rio de Janeiro, a mediados del siglo XX, posteriormente crece en Perú en un hogar muy conservador, luego narra sus experiencias como estudiante en una escuela de padres católicos en Miraflores y años después, su vida como estudiante universitario, inicialmente en universidades peruanas y por último su viaje para continuar estudios en Estados Unidos, donde pasa a ser parte de la revolución cultural de los años 70, con el movimiento hippie del amor libre, entregándose a una vida desenfrenada y errática con muchos eventos muy cerca de lo delincuencial. Esta etapa marcó el carácter del personaje y lo lleva a actuar como un eterno adolescente, haciendo innumerables viajes, arriesgando el patrimonio familiar, perdiéndolo todo varias veces, una vida llena de eventos disimiles, por causa de la terquedad y arrogancia en la toma de decisiones, caracterizando su comportamiento como el de un joven inmaduro, hasta que después de 40 años de buscar el futuro ideal, cuando la mayoría de las personas alcanza el sueño dorado de la jubilación, el inicia una nueva etapa de la vida, a los 60 años, mudándose a un nuevo y final destino, la isla de Guarujá en el litoral paulista em Brasil.

(Esta obra, escrita em espanhol descreve as vivências de um carioca em meados do século XX. A vida dele transcorre em 3 países: Peru, Estados Unidos e Brasil. No Peru, ele cresceu em um lar muito conservador, tendo estudado até mesmo em uma escola católica e para continuar seus estudos, ele viaja aos Estados Unidos, que é quando ele se depara com uma revolução cultural dos anos 70: o movimento hippie, do amor livre. Esta etapa marcou fortemente o caráter do personagem e o levou a agir como um eterno adolescente, fazendo muitas mudanças, entregando-se numa vida desenfreada e errática, com múltiplas passagens que chegam à beira do delinquencial e ao chegar aos 60 anos, quando a maioria das pessoas alcança o sonho dourado da aposentadoria, ele inicia uma nova etapa da vida, no Guarujá, litoral Paulista.)
IdiomaEspañol
EditorialViseu
Fecha de lanzamiento20 jun 2022
ISBN9786559852741
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    Crónicas de PTM - PTM

    Prólogo

    El comienzo del final

    Este libro narra detalles de la vida de una persona, y transcurren en tres países. Inicia con su nacimiento en Rio de Janeiro; luego la infancia y adolescencia (hasta los 19 años) en la Lima de los años sesenta, para pasar después a los viajes entre Perú, Estados Unidos y Brasil. Es decir, la vida de un adolescente eterno, con todos sus éxitos y decepciones, propios del común denominador de las personas.

    Lo que quiero aquí transmitir, es que, a pesar de los infaltables sinsabores, es posible alcanzar la felicidad en la vida y obtener las metas anheladas, especialmente si aprendemos a vivir el presente, cuando el pasado es solo una guía para ser mejores, y así llegaremos a decir: Hoy soy feliz. Construyendo el futuro día a día, con optimismo.

    Los años setenta fueron escenario de muchos eventos que afectaron el mundo, y en especial a nosotros, los jóvenes de aquella época, en Norteamérica al terminar la guerra de Vietnam, con la retirada del ejército estadounidense; los jóvenes americanos que regresaban perdiendo una guerra, tuvieron que enfrentar situaciones de repulso de la mayoría, por los genocidios ocurridos, por la droga consumida y por las nuevas enfermedades que trajeron con ellos. No hubo desfiles de bienvenida con bandas de música, como sí tuvieron sus padres, cuando regresaban victoriosos de Europa, 30 años antes: fue un frío recibimiento. Muchos pasaron a ser pensionados por los múltiples traumas de guerra, tanto físicos como síquicos, que los inutilizó de por vida.

    El auge de los estupefacientes en todo el mundo también llegó al Perú, la marihuana que era una droga para nuestros padres, pasó a ser un vínculo de comunicación y compañerismo en las universidades, como en toda fiesta de juventud de la clase media, de nuestra sociedad limeña.

    Los primeros años de adultez del personaje transcurrieron en Lima, caminando de bar a bar, de barrio en barrio, comprando y usando aquella droga elitista, a veces combinada con cocaína. El licor no era tan importante, era de obreros.

    De tanto andar al borde de la delincuencia, termina siendo erradicado a Estados Unidos por sus padres y comienza a vivir como estudiante extranjero en Oklahoma, donde pasa de ser un simple observador de la vida americana, como un elemento más de la historia de esa época, fértil en acontecimientos. Después de cinco años, de vagabundear de costa a costa, regresa al Perú con el mismo sentimiento de los que regresaron de Vietnam: Angustia por el futuro incierto, decepción por el pasado.

    Episodio 1

    Llegando al mundo

    Mi padre llegó agitadísimo al

    departamentito del tercer piso de la Plaza Unión, hoy plaza Mariscal Castilla. Al entrar vio a mi madre dando el almuerzo a Meche, con 3 años de edad, y a Carmen con 1 año. Mi madre, medio asustada, le preguntó: ¿Óscar pasó algo?. A lo que mi padre respondió: "He ganado una beca para estudiar ingeniería química en la Escuela Técnica del Ejército, en Brasil, en Rio de Janeiro. Yo salgo este fin mes, y tú con las niñas viajan un mes después, así tendré tiempo para alquilar un departamento y amoblarlo, para que cuando lleguen esté todo acomodado.

    Mi padre siempre fue así, haciendo de todo para que nosotros estemos bien, super preocupado, ejemplo de esposo, padre y hombre, siempre fue el número uno en todos los estudios que hizo, pero yo nunca lo escuché de él, porque su humildad era una regla en su manera de vivir, nunca se jactó de sus triunfos; es más, nunca se comparaba con nadie, y siempre elogiaba a los demás, como si fuera el menos favorecido, cuando fue siempre el mejor, un ejemplo de hombre.

    Dos meses más tarde, mi madre, con las dos niñas, llegaba al aeropuerto de Rio de Janeiro, acompañadas de mi tía Luzmila, hermana solterona de mi padre. Iba encopetada, y siempre menospreció a los demás, en especial a mi madre; pero para subirse a un avión gratis y pasa un mes en Rio, en la casa de mis padres, no sentía ningún tipo de remordimiento de lo que pudiera haber dicho de mi madre.

    Apenas aterrizó la aeronave, abrieron la compuerta y bajaron por la escalera. Mi tía, lejos de ayudar a mi mamá con las maletas (llenas con biberones y pañales para el viaje) corrió para saludar a mi padre, quien prácticamente la esquivó y fue al encuentro de mi hermana Meche, que venía solita, arrastrando su maletita, para luego levantarla en brazos e inmediatamente besar a Elba, la mujer de su vida: mi querida mamá.

    Así comenzó esta nueva etapa en la vida de mis padres en Brasil, un hecho que marcó la existencia de los dos. Quién iba pensar que dos años más tarde mi madre, con ayuda de la empleada, Lourdes (una negra bahiana buenísima gente) iba a estar dando de comer a Meche, Carmen y Elizabeth, que había nacido hacía ocho meses en Botafogo, en la clínica Santa Luzia, y ella estaba con una tremenda barriga de 8 meses, de la próxima hijita, porque mi padre ya había perdido las esperanzas de tener un heredero varón.

    Durante ese invierno en Rio debe de haber habido un fenómeno de El Niño. Si bien es cierto que el invierno era siempre muy templado, ese año las temperaturas oscilaban entre 35 y 42 grados Celsius, calor extremo para una señora embarazada, con 3 hijitas de 5, 3 y 1 años, respectivamente.

    Mi padre llegó a la conclusión de llevar a toda la familia a la sierra, escogió una ciudad pequeña poblada por descendientes de suizos, donde aún se veían en las fiestas los trajes tiroleses y ese instrumento de cuerno enorme, que servía como comunicación en los Alpes suizos, donde el eco de su sonido avisaba la llegada de alguien entre las montañas. Esa era Nova Friburgo en 1953, ciudad con diez mil habitantes, donde la mayoría de pobladores llegaron procedentes de la región de Friburgo.

    A novecientos metros de altura sobre el nivel del mar, la ciudad en ese invierno mantuvo una temperatura agradable de veinte grados en el día y unos ocho en la noche. Qué alivio fue para mamá, las meninas y Lourdes, cuando llegaron a Nova Friburgo, huyendo de ese calor insólito, para un invierno en Leme, Ipanema.

    Mi padre arribaba todos los viernes en tren desde Niteroi, donde lo dejaban sus amigos después de clases en la Escuela Técnica del Ejército brasilero, hoy IME, el prestigiado instituto militar de engenharia (ingeniería).

    Un sábado en la noche, mi padre y mi madre, salieron del hotel Sans Souci, que quedaba en lo alto de una pequeña colina, donde estaban hospedados con las 3 niñas y Lourdes. Desde lo alto bajaron a pasear por las calles de la ciudad; había una fiesta junina, un tipo de quermese brasilera que siempre se celebra los fines de semana, entre el 20 de junio y 20 de julio. Participan y las organizan las iglesias y colegios locales. En esas festividades, hasta el día de hoy, el atuendo es siempre trajes tipo cowboy, de personas de campo con sombreros; hay abundante comida, baile y música. Es en estas celebraciones donde se pone de manifiesto el temperamento conocido de esa tierra alegre brasilera, que acogió tan bien a mis padres y les dio dos hijos.

    Luego de pasear un poco, mis padres decidieron regresar al hotel. Había que subir 42 pasos de escalera. Mi padre ayudaba tiernamente a mi mamá, mirándola con cariño, orgulloso de esa barriguita de 8 meses y medio. Cuál sería su sorpresa, cuando mi madre, asustada, le dijo: "Óscar, creo que es hora, estoy sintiendo dolores. Mi padre respondió presuroso hilando soluciones: Espérame un segundo, voy a avisar a la doctora". Era ella una suiza rubia (para variar). Inmediatamente regresó luego de haber hablado confundido por teléfono. Sabiendo que la ambulancia y la doctora venían en camino completaron el paso 42, y mi madre jadeando entró en el hotel. Allí estaba ya la doctora esperando. Cuando vio a mi madre supo que ya estaba en labor de parto, pidió inmediatamente toallas calientes, agua hervida, no había tiempo para trasladarla al hospital. Tras aquella lucha por la vida, Paulinho estaba asomando su cabeza al mundo.

    Media hora después la doctora llamó a mi padre, para avisarle que había nacido un varoncito. Al escuchar Lourdes esa palabra, explotó en gritos: "Um menino, Seu Oscar, um menino", tomando a mi papá de los brazos y dando vueltas con tamaña alegría. Mucho después supe que Lourdes había hecho una apuesta con mi padre, que iba tener un menino, a lo que mi padre respondió: Después de 3 hijas, imposible. Te apuesto 100 contos que va a ser mujer. Lourdes ganó la apuesta y la semana siguiente de ese lejano 3 de julio de 1953, mi padre llegaba al hotel con un ajuar completo de niño, ya que jamás iba a ponerme los ropones rosaditos de mis hermanas mujeres.

    Episodio 2

    Llegando al Perú. Mi abuelo Juan

    Mi madre subió en el avión de apoyo brasilero, en esa época había uno semanal, yendo y trayendo personas y cosas para la embajada brasilera en Perú. Estaba con mis tres hermanas: la mayor de 5 años, la segunda de 3, la tercera de un año y medio, que había nacido en Rio de Janeiro, en Botafogo, exactamente; y yo, de 6 meses.

    Al levantar vuelo el cuatrimotor, Elbita miraba la bahía de Guanabara, Pan de Azúcar, el Cristo de Corcovado, con nostalgia, donde los primeros tres años habían sido los más felices de su vida. Qué maravilla de ciudad, del país donde tuvo dos hijos, fruto de un amor de aquellos que se ven solo en películas, el cual iba durar casi 50 años.

    Después de mirar ese escenario tan lindo, mi madre volteó el rostro para mirar con tristeza a mis dos hermanas mayores, las dos habían sido contagiadas, por una empleada que se presentó a trabajar con un carné de salud falso, de otra persona, del terrible bacilo de Koch, la inefable tuberculosis, que en ese momento diezmaba al mundo, como hoy el sida. Recién se estaban haciendo los primeros ensayos con penicilina para atacarla y estos remedios eran carísimos. Tan caros que los ahorros de 4 años de mis padres se habían acabado, regresaban sin nada a un futuro incierto por la salud de mis dos hermanas. Mi padre, todo un ingeniero químico, graduado con honores en el IME (Instituto Militar de Ingeniería), instituto con una reputación excelente en el Brasil y el mundo, pero nada de eso lo alegraba, solo pensaba en cómo salvar la vida de sus dos hijitas, tan frágiles por la enfermedad, en un estado que se denomina complejo 3.

    Ya en Lima, mis padres fueron a vivir en la casa de mi abuelo en Barranco, en el pasaje Sánchez Carrión. Una enorme casa antigua, donde nos dieron un cuarto para todos. Mi viejo solo trabajaba y cuidaba de sus hijos, sin ningún otro tipo de interés o distracción, la preocupación lo agobiaba y escuchaba toda la noche, a través de la puerta, la radiola Telefunken nuevecita, a todo volumen. Mis tíos solteros se juergueaban de lo lindo, todos eran jóvenes profesionales, tres ingenieros, un aviador; la casa llena de chiquillas casamenteras, nadie tomaba en cuenta que había dos niñitas con fiebres, al borde de una muerte prematura.

    Mi padre no aguantó mucho, buscó con desesperación otra casa y nos mudamos a ella. Mis hermanas fueron mejorando, hasta que salieron de ese cuadro, pudiendo tener una vida normal. Mi madre decidió reiniciar su trabajo de profesora y me llevó donde mi abuela para que ella me cuidara. Fui recibido con mucho cariño: era el primer nieto, tenía 3 años, el orgullo de mis abuelos, me mostraban a todo el vecindario como un trofeo.

    Mi abuelo era muy cariñoso conmigo, las primeras memorias que tengo de él son diciéndome: Pauliño, cuando veas una chica linda, la miras mordiéndote los labios. Un día me preguntó: ¿Cuál de las chicas del barrio te gusta más?, todas eran señoritas de 15 o 16 años, yo tenía 4; le respondí: "Sofía". Para qué hablé. Llegando a la casa mi abuelo alzando la voz le dijo a Sofía: Paulino está enamorado de ti. Salí corriendo y me metí debajo de mi cama.

    Unos meses después mi abuelo fue a trabajar a Quilmaná, un pueblito de Cañete. Había comenzado a sentir los dolores de la artritis, que con el tiempo lo dejaría inválido; le habían recomendado clima seco y sol. Quilmaná era perfecto. Ahí me hizo mi primera cometa, una estrella más grande que yo, y la hizo volar. Yo agarraba el pabilo medio asustado, con miedo de perderla, jalaba fuerte por el tamaño. Mi abuelo la amarró a una bicicleta y me recomendó: No la sueltes, déjala siempre amarrada a la bici, diciendo esto se fue a ver a sus alumnos, él era director de la escuelita del pueblo. Después de 10 minutos me comencé a aburrir, desamarré la cometa, y me jaló con tanta fuerza que la solté, se fue de mis manos y la vi desparecer entre unas chacras. Cuando llegó mi abuelo no me dijo nada, pero me miró medio enojado.

    Era muy pequeño, cuatro años y poco; pero hay algunas escenas que quedaron grabadas en mi mente infantil. Me acuerdo de ver a mis abuelos discutiendo; luego mi abuelita llorando y mi abuelo tirando unos billetes en la mesa al salir y no volver hasta el día siguiente. Ya tenía una querida, no era novedad, él siempre había hecho honor a su nombre: Don Juan.

    Hijo de italiano, mi abuelo fue un hombre adelantado para su época, un romántico, mujeriego, escritor. Algo de él debo de haber heredado. Tuvo muchas cualidades para poder ser un buen esposo. Mi abuelo nació en Corrales, una provincia de Tumbes, casi en la frontera con Ecuador. Su padre, Giovanni, fue un inmigrante genovés, un pelirrojo de ojos azules, quien fugó de la casa de sus padres con solo doce años. Él y un amigo de esa misma edad fueron al puerto de Génova con un atado de ropas, con la intención de conocer América; al intentar subir al barco el capitán los mandó para sus casas, pero los dos niños no le hicieron caso y se quedaron esperando, para conseguir en la oscuridad de la noche subirse como polizontes. A eso de las 6:00 de la tarde el capitán vio que no regresaron dos marineros; al encontrarse con los dos chicos cerca del barco los llamó: Tú ¿cuál es tu nombre?, a lo que mi bisabuelo respondió: "Marcelo". El capitán le respondió: No, ahora eres Giovanni, y tu amigo es Paolo, diciendo esto les extendió los documentos de los dos marineros que no habían llegado: las tarjetas de embarque, de los ausentes. Así inició este largo viaje para los dos chicos, con nuevos nombres y apellidos.

    Después de dos meses el barco ancló en Argentina, luego pasó por el Cabo de Hornos, continuó hasta Chile, para llegar finalmente al Perú, por alguna razón desembarcaron en Pisco, de ahí fueron a pie hasta Chincha, donde se quedaron algunos años. Dicen las malas lenguas que en esa ciudad hay unos pelirrojos que bien podrían ser familia. Años después reiniciarían el viaje llegando a Guayaquil, donde mi bisabuelo conoció a la que sería su esposa, y desde allí terminó su periplo de vida en Tumbes. Giovanni debe de haber causado sensación en esas tierras calientes, hasta hoy nadie puede contar exactamente cuántos hijos dejó.

    Como la mayoría de los italianos inmigrantes, Giovanni tuvo un almacén en la plaza de armas de Tumbes. Para él todos los hijos deberían ser tenderos, el verano de 1917, Giovanni encomendó a mi abuelito (que había nacido con el siglo), ir a comprar el inventario de un año para el almacén. Mi abuelito fue hasta el puerto de Paita, desde donde se embarcó con destino a Lima; al llegar se enamoró perdidamente de la vida en el jirón de La Unión. Le encantó el centro, las limeñas y lamentablemente se chupó el inventario. Al verse sin dinero, después de 3 meses de juergas, decidió estudiar en el Instituto Pedagógico de Varones de Lima, y así evitó volver a Tumbes para recibir la tunda que le esperaba.

    Al terminar la carrera lo enviaron a trabajar como profesor en la ciudad de Llata, en el departamento de Huánuco, la tierra

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