Montpellier (Francia) Abril de 1979, 11 horas de la mañana.
Es una mañana soleada, de nubes ausentes en el cielo. En la estancia de un modesto hotelito situado en los alrededores de Montpellier, la aguja de un viejo reproductor de vinilo redime la añoranza de lo no vivido en los lastimeros acordes del Adagio de Albinoni, composición apócrifa, atribuida al músico italiano, que nos traslada a un barroco que nunca existió y que fue compuesta a mediados del siglo XX. Monique Simonet pasa sus vacaciones acompañada de su madre, Marcelle. La ausencia de su padre, Raymond, fallecido hace casi cuatro años después de una larga enfermedad como consecuencia de un cáncer, todavía está presente…
En la cocina, mientras ayuda a su madre a preparar la comida del me-diodía, Monique hojeaba, sin apenas prestar atención, una revista sobre temas esotéricas de diciembre del año pasado. Un artículo de cuatro páginas atrajo poderosamente su interés. Su título no podía ser menos sugerente: “Cómo grabar voces del Mas Allá”.
El artículo citaba las investigaciones realizadas por el profesor Konstantin Raudive (1909-1974), investigador fallecido pocos años atrás, que afirmaba haber obtenido miles de grabaciones de sonidos y voces procedentes de seres difuntos.
“Antes de entregarse en cuerpo y alma a la TRANSCOMUNICACIÓN INSTRUMENTAL (TIC), Monique Ginette Simonet se había dedicado durante veinte años a la enseñanza. Profesora de Literatura en Francia, durante algún tiempo, también había impartido clases de francés en Argelia y Marruecos.
Monique no pudo evitar comentar el contenido del artículo