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Mi Mar: Primeras Olas
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Mi Mar: Primeras Olas
Libro electrónico121 páginas2 horas

Mi Mar: Primeras Olas

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Mi Mar: Primeras Olas es el ttulo que refleja dos facetas muy importantes para Pilar. Por un lado su amor por la naturaleza y el mar, especialmente el Mediterrneo, su mar, como ella lo llama, y en segundo lugar su niez y adolescencia.
Pilar cuenta, como si lo estuviera viviendo, las experiencias que la vida le trajo en momentos tan difciles como los que se vivieron durante y despus de la Guerra Civil Espaola. Lo relata de una manera tan natural que las personas que lo lean, especialmente los que pasaron esa poca, se identificarn con ella. Vivir durante casi cuarenta aos bajo una dictadura tan fuerte como la de Franco no fue fcil. Fue todo muy duro, pero nos explica cmo todos supieron sobrevivir esos aos y cmo pudieron saber encontrar momentos para conseguir un poco de paz y felicidad.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento16 mar 2011
ISBN9781617646010
Mi Mar: Primeras Olas

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    Mi Mar - Pilar Eraso

    Copyright © 2011 por Pilar Eraso.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso:    2011921922

    ISBN:                  Tapa Blanda                                   978-1-6176-4602-7

                                Libro Electrónico                           978-1-6176-4601-0

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Este Libro fue impreso en los Estados Unidos de América.

    Para pedir copias adicionales de este libro, contactar:

    Palibrio

    1-877-407-5847

    www.Palibrio.com

    ordenes@palibrio.com

    301036

    Estas olas las dedico a John, Jordi, Susana

    y todo el resto de mi familia,

    con especial recuerdo y cariño

    a mi mamá,

    que tanto hizo por mí

    y por todos.

    MI NIÑEZ Y ADOLESCENCIA

    Nací en el Mediterráneo, así comienza su canción preferida el cantautor Serrat, y así comienzo yo también mi relato. Aunque nací en Barcelona, llevo sangre vasca y aragonesa. Me siento como nacida en ese lugar sin diferencias, donde todo es igual para todos, una ciudadana del mar y por eso también canto que nací en el Mediterráneo, ese mar maravilloso que admiro tanto desde que era muy niña. Siempre me ha inspirado para seguir luchando a lo largo de mi vida. También prefiero pensar que nací en el Mediterráneo para olvidar un poco que el lugar en que llegué al mundo estaba lleno de mucha envidia, mucho odio y sobre todo de mucha sangre. Mi madre me dio a luz el 17 de septiembre de l937, en plena guerra civil. Creo que ya desde dentro del vientre de mi madre yo sentía las bombas, los tiroteos, los gritos, las corridas hacia los refugios, en fin, que cuando me parió yo ya estaba preparada para la lucha. Para entender mi lucha, mi preocupación por el significado de la vida, siempre he escuchado las historias vividas por mis abuelos y mis padres. He leído a los historiadores y con las experiencias que he tenido a lo largo de los años, creo que puedo escribir un poco sobre la historia que he vivido yo misma.

    España, igual que cualquier otro país del planeta en que vivimos tiene una larga historia, con muchos acontecimientos, buenos y malos. La España en que yo nací no fue diferente a la España que había pasado por muchas épocas de guerras, odios y miseria. Ha sido un país monárquico durante muchos siglos pero cuando el 12 de abril de l931 hubo elecciones municipales, que las ganaron la coalición republicano-socialista, Macià proclamó la República en Cataluña, le siguió Madrid y el resto de España. El rey Alfonso XIII abandonó rápidamente el país el 14 de abril. Así comenzó la República, que en noviembre de 1933 tuvo elecciones generales a diputados con el triunfo total de la derecha. La izquierda se reagrupó y en septiembre de 1934 comenzó el acuerdo entre anarquistas y socialistas de Asturias, que con la ayuda de regionalistas vascos y catalanes iniciaron un grupo muy fuerte de izquierda. Así comenzó una lucha-revolución entre la izquierda y la derecha que llevó a dividir fuertemente la sociedad española. Por un lado había el Bloque Nacional con el partido mayoritario de la Falange Española y de las JONS y otros partidos de derecha totalitarios.

    Los partidos de extrema izquierda, como la FAI, CNT, POUM y otros a favor de la revolución proletaria se unieron para que las elecciones del 16 de febrero de 1936 las ganara el Frente Popular. Como consecuencia surgió una fuerte agitación social, un clima de violencia y confrontación entre ambos lados ideológicos. Un mes después de las elecciones se agrupó la Unión Militar Española que no admitía que el Gobierno se inclinara más y más a la izquierda. Con el asesinato de Calvo Sotelo el 13 de julio y el clima a rojo vivo en que vivía el país, el 17 de julio estalló el Alzamiento Militar dirigido por Franco desde Melilla. A partir del día siguiente empezaron una serie de rebeliones en toda España que dieron lugar al comienzo de la Guerra Civil Española y que tendría que durar hasta el 1 de abril de 1939. El país se quedó dividido en dos partes conocidas como la zona republicana o roja y la zona nacional o fascista

    Al estallar la guerra, mi familia vivía en una casa espaciosa en la calle Independencia justo al lado del Hospital de San Pablo. Hasta entonces habían vivido allí en paz y tranquilidad mis padres con mi hermana y mi abuela paterna, ya que se había quedado viuda hacía unos años y mi padre se quedó con ella porque siempre había dependido de los demás para que la cuidaran. Era una mujer muy religiosa, altiva, autoritaria y eso hizo que obligara a que una de sus hijas fuera monja. Fue Carmen la elegida y ya llevaba varios años en el convento cuando estalló la guerra. Con el odio que se creó hacia todo lo que tenía que ver con la religión católica, con las quemas de iglesias, tormentos e incluso matanzas de religiosos, mi padre enseguida fue a Alcañiz, en la provincia de Teruel a buscarla al hospital que residía porque era zona roja y corría peligro que algo le pasara. Con la llegada de mi tía a partir de entonces mi padre se quedó responsable de cuidar a las cuatro mujeres. Por suerte mi madre era muy buena persona, muy tolerante con aquellas dos fanáticas religiosas, pero ello llevaba en sí un peligro muy grande para toda la familia. Tenían que impedir que alguien del vecindario se enterara de que allí había una monja escondida.

    Mis padres eran políticamente neutrales en aquel momento de tanta tensión pero algunos de los vecinos eran verdaderos revolucionarios. El mismo día diez y ocho Leo y su marido Nicolás, que era un dirigente de la CNT, llamaron a la puerta gritando:

    —¡Laura, Fernando, ha llegado nuestra hora! ¡Venid con nosotros que han empezado a saquear y quemar iglesias! Podremos ver las momias que están sacando a la calle. ¡Fuera curas y monjas! ¡Al fin podremos hacer justicia!

    Mis padres se quedaron atónitos porque no sabían que la quema había empezado. En vez de salir de casa, insistieron a mi tía y abuela que quemaran estampas, libros de misa, rosarios, mantillas o cualquier cosa que las pudiera identificar.

    También mi madre cortó mejor el pelo de mi tía y le dijo que tomara mucho el sol en el patio porque tenía la frente muy blanca por la marca de la toca. Había muchos detalles por los que la gente podía reconocer a las monjas.

    A pesar de la insistencia de mis padres, algo no hicieron bien madre e hija porque a los pocos días debido al chivatazo de algún vecino llegaron a casa dos hombres del comité revolucionario de la FAI para registrar la casa.

    —¡Venimos para comprobar si tenéis algún objeto prohibido por nuestra revolución!

    Mi padre muy preocupado, sabiendo que su vida corría peligro, pero por suerte con mucha calma, les dijo:

    —¡Camaradas! mirad, aquí tengo a mi hermana monja y quizás encontréis alguna estampa u otras cosas religiosas. Haced lo que queráis conmigo pero os ruego, por favor, que dejéis vivir tanto a mi hermana como al resto de mi familia.

    Fue un momento terrible porque salió parte del hábito y un crucifijo que mi tía llevaba siempre colgado del cuello con una cadena de plata que la familia le había regalado el día que había jurado sus votos. Creo que por la sinceridad de mi padre, los hombres decidieron marcharse exigiendo que se quemara todo lo comprometedor, pero antes de salir le dijeron que le confiscaban el coche y que a partir de aquel momento trabajaría como chófer para el partido. Fue un choque muy grande para mi padre. Aquel coche lo habían comprado con mi madre después de muchos años de trabajo y esfuerzos. Se quedaron sin nada, pero podían seguir todos vivos, confiando que no volviera a pasar algo parecido.

    Nuestra casa estaba situada entre dos lugares muy conflictivos. A un lado el Hospital de San Pablo, el más grande de la ciudad, y por otro la fábrica Elizalde que ocupaba varias manzanas y se dedicaba a la fabricación de armas y piezas para aviones. Elizalde era uno de los blancos seguros cuando empezaron los bombardeos a Barcelona. Con tanto peligro al lado, entre todos los vecinos enseguida se hicieron un refugio muy grande y cuando comenzaban a sonar las sirenas avisando la llegada de los aviones enemigos, todos corrían para cobijarse en el refugio. Pronto se oían caer las bombas y los cañones antiaéreos que intentaban destruir aquellos pájaros malditos. Era un caos terrible. Un día cuando empezaron a sonar las sirenas, mi madre le dijo a mi padre:

    —¡Fernando! coge a Laurita en una manta y corre con Carmen y tu madre al refugio que yo iré luego con algo de comer y beber porque quizás tengamos que estar allí muchas horas.

    Así lo hicieron pero al llegar al refugio mi madre oyó llorar fuertemente a mi hermana y dijo:

    —¡Fernando, desgraciado! Pobre hija mía, claro que llora tanto, si la llevas al revés. ¿No te has dado cuenta que en vez de la cabeza le salen los pies por encima? Un verdadero caos, vaya.

    La guerra era eso: nervios, desesperación, angustia. Cuando se daba el aviso de que el enemigo se había marchado y la gente podía regresar a sus casas, entonces empezaba el martirio de otras sirenas. Eran las sirenas de las ambulancias que llevaban los muertos y heridos al hospital. Era un sufrimiento sin fin. Mi madre nos cuenta que un día cuando llegó la hora de correr al refugio mi abuela se puso histérica y no quiso salir de casa porque decía que no quería pasar horas con el populacho. La vieja era tan orgullosa y vanidosa que se creía que quedándose rezando se iba a salvar de todo. Después de haber dejado a la familia en el refugio, mi madre decidió volver para convencer a la abuela que corría mucho peligro allí sola. Momentos antes de llegar a la casa estalló una bomba muy cerca con una gran onda expansiva. Tocó a varios edificios cercanos y la metralla caía por doquier. Un trozo, suficientemente grande para matar a

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