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Espejos y Dragones
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Espejos y Dragones
Libro electrónico271 páginas3 horas

Espejos y Dragones

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El Verdadero Despertar.  Diego Alfonso Meza Corona


 “Un hombre se encuentra atrapado en el mismo amanecer, pero no es exactamente el mismo, considerando que en cada uno, es un ser amado distinto al que tiene que llorar. ¿Qué pasará con él cuando no quede nadie más por morir?


 Si sospecharas que estás ante el último día de tu vida, ¿Tratarías de hacer todo aquello que te encanta o forzar todo aquello que no hiciste?


 Irónicamente, es en la incertidumbre donde obtenemos certeza de quienes somos. Se podría decir, que nos hace despertar…”

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 jul 2021
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    Espejos y Dragones - Sergio Arturo Aldaba Carreón

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    Sergio Arturo Aldaba Carreón

    Espejos y dragones nos presenta algunas ideas para el desarrollo personal. A partir de conceptos teóricos concretos y ejemplos sencillos, algunos extraídos del contexto psicoterapéutico, los lectores encontrarán en esta obra las diversas expresiones analógicas presentes en la comunicación interpersonal (metáforas, símiles, paremias, cuentos, leyendas y mitos) y su uso cotidiano en el lenguaje. La idea es que podamos transformar estas expresiones metafóricas en recursos para el crecimiento personal, aplicándolos en el autoconocimiento. A fin de cuentas, todos queremos aprender a vivir mejor, ¿no es así?

    Los espejos representan la oportunidad de mirarse y verse retratado en los contenidos y reflexiones del libro; los dragones manifiestan simbólicamente todos esos miedos y sombras que tenemos en nuestro interior. Mirarse en el espejo y atreverse a ver lo que ahí se refleja, incluso cuando lo que veamos sean esos dragones interiores, es un reto que sólo los que desean vivir mejor han de tomar.

    Sergio A.

    Aldaba Carreón

    Espejos

    & Dragones

    Recursos para el desarrollo personal.

    ©Sergio A. Aldaba Carreón.

    Primera edición 2021

    Características tipográficas y diseño editorial

    Rosa M

    a

    Porrúa Ediciones

    Diseño de portada e interiores:

    Grupo Editorial Rosa Ma. Porrúa S.A. de C.V.

    Derechos reservados conforme a la ley.

    ISBN:

    www.rmporrua.com

    55 25778888

    Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización previa y por escrito de los titulares, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento.

    IMPRESO EN MÉXICO PRINTED IN MEXICO

    Introducción

    La metáfora es una forma de vida: pensamos con metáforas, soñamos con metáforas, hablamos con metáforas, nos comunicamos con metáforas.

    Desde pequeño, en Durango, mi ciudad natal, aprendí que cuando alguien te pregunta ¿Cómo te va? es posible contestar Navegando, aun cuando no vayas en bote, aunque el mar esté a más de 200 kilómetros de distancia y ni siquiera lo conozcas, pues lo que quieres comunicar es la experiencia de que, a pesar de las dificultades o las fluctuaciones de las circunstancias (los vaivenes, a veces olas altas, a veces olas bajas), continúas viviendo y esforzándote por cumplir con tus labores (por llegar a tierra firme).

    Cuando cursé la escuela secundaria aprendí, en mis clases de Lengua Española con la profesora Blanquita, que existían las figuras retóricas, los tropos, una especie de lenguaje rebuscado y misterioso que los poetas y escritores utilizan para adornar su forma de hablar y hacer que lo que se dice parezca más confuso y erudito. Muchos años después, descubrí que estas figuras retóricas no eran patrimonio exclusivo de personas sabias y cultas, sino más bien el lenguaje ordinario de todos.

    La metáfora es algo que vivimos cotidianamente, sabedores o no de su uso. O, mejor dicho, primero las usamos y las vivimos, y luego vamos a la escuela y aprendemos que eso que estamos diciendo es precisamente una metáfora. Las metáforas están en el lenguaje coloquial: muchos recordamos a nuestra madre decir Tu cuarto es un chiquero, ¡arréglalo!; o quizá cuando nuestra pareja nos ha dicho, dulcemente, Eres mi estrella; o ese momento en que, luego de muchos vituperios y afrentas, sólo hemos conseguido pensar Mi cuñada es una víbora; o ese momento cuando esa persona tan querida ha hecho algo diametralmente opuesto a lo que hubiésemos esperado y sólo nos queda decirle Me partes el corazón; y cuántas veces hemos escuchado en terapia, la voz desoladora de alguien exclamando ¡Mi matrimonio es un infierno!.

    A veces escuchamos metáforas como si provinieran de un lugar extranjero, ajenas a nuestra cultura y entendimiento; a veces, nos sorprendemos usándolas como si su lugar de procedencia fuera algún sitio recóndito y arcano localizado en lo más profundo de nuestro psiquismo, ese reservorio ancestral que Carl Jung llamó el inconsciente colectivo.

    Recuerdo a Francisco¹, un paciente que acudía a mi consulta por dificultades familiares, especialmente en su relación con su hijo adolescente. En una ocasión me sorprendió cuando me dijo Panchito es un desolotado. Confieso que jamás había escuchado tal palabra, así que tuve que pedirle que me explicara el significado. Palabras más, palabras menos, su explicación fue la siguiente: ¿Sabe usted qué es una olotera? Es como un círculo hecho con varios olotes amarrados, que forman una rueda que se sujeta con alambres o cuerdas. Es algo que se usa para desgranar los elotes. Como seguía sin entender lo de desolotado, me dijo: Para que la rueda funcione bien, tiene que estar parejita y por eso los olotes se cortan de la misma medida y tienen que permanecer juntitos, amarrados, para que todo funcione bien. Ustedes ya se imaginarán lo que Francisco estaba expresando: que su hijo se había desatado, se había salido de la olotera. La cuestión es que la metáfora de la olotera utilizada por Francisco expresaba mucho más que sus palabras: la unidad y funcionalidad de la familia, al menos para él, dependía de la uniformidad y permanencia de los olotes. Para Francisco, el problema no era sólo su hijo, sino toda la familia; se había trastocado la función básica de la olotera, pues al salirse un olote, la olotera perdía funcionalidad, y así no servía. Me quedé reflexionando si Francisco había estudiado la teoría sistémica y estructural de la familia. ¡Sorprendente!

    Es un hecho: nos comunicamos constantemente a través de metáforas; de hecho, creo que todo el lenguaje es metafórico, de una u otra manera. Ahora bien, si consideramos el estrecho y obligado vínculo entre lenguaje y pensamiento, la metáfora será entonces un elemento primordial en los procesos del pensamiento y la comunicación. Una parte esencial de nuestra mente es la habilidad de construir y comunicar metáforas, de transferir las cualidades de un objeto a otro: de cuarto a chiquero, de matrimonio a infierno, etc.

    Cuando alguien dice: Mi cuñada es una víbora, sabemos que tal expresión no debe ser entendida literalmente, ¡pues sería absurdo pensar que una persona fuera un reptil ofidio y sin patas! Sin embargo, si alguien quiere decir que una persona tiene malas intenciones, ¿por qué evita comunicarse de una manera racional (literal) y, en su lugar, construye una metáfora?

    Además, parece que las metáforas transgreden abiertamente las reglas de la conversación, al menos las expuestas por Paul Grice². Grice estaba interesado en el significado secundario que hay en las frases, más allá de lo que un análisis sintáctico y semántico normal nos proporciona. Este significado depende, en gran manera, de lo que la persona que habla quiere decir, o sea, su intención, y de lo que la persona que escucha cree que son las intenciones del que habla. Grice desarrolló un conjunto de cuatro máximas que gobiernan los intercambios en la conversación: cantidad, cualidad, relación y modalidad (Chapman, 2005).

    Estas cuatro máximas pueden resumirse así: 1) la máxima de la cantidad – Cuando usted diga algo, que sea lo más informativo posible, de acuerdo a lo que se necesite en ese momento; 2) la máxima de la cualidad – No digas nada de lo que no tengas evidencia adecuada, No digas lo que tú crees que pudiera ser falso; 3) la máxima de la relación – Sé relevante; y 4) la máxima de la modalidad – Evita la ambigüedad", sé breve y ordenado.

    Según esta lógica racional, para que una persona se comunique bien, basta con que siga estas reglas; sin embargo, lo que vemos en la realidad es que, aún cuando la persona trata de comunicarse lo más razonablemente posible, ¡construye metáforas en lugar de ser simplemente literal! ¿Por qué hacemos esto? ¿Qué obtenemos con las metáforas?

    La respuesta no es fácil y va más allá de considerar que las metáforas y las otras figuras retóricas son simplemente instrumentos para hacer que nuestras palabras sean coloridas. Más bien expresan el mundo interno de quien las utiliza, una profundidad que va hasta los niveles cognitivos, conceptuales, emocionales y experienciales.

    Este libro es hijo del romance entre dos de mis grandes amores: la lingüística y la psicología, mi amor por las palabras y mi pasión por entender el comportamiento humano. Lo que aquí viene escrito nace de mi experiencia como psicoterapeuta y revisa el uso de algunos recursos analógicos, como la metáfora y las narrativas (cuentos, mitos, leyendas), en una variedad de enfoques de counseling y psicoterapia. No es mi intención hablar sobre los fundamentos teóricos de ningún modelo terapéutico, sino más bien presentar los conceptos básicos y algunas aplicaciones de las metáforas y cuentos en el proceso terapéutico y en la vida cotidiana. Por lo tanto, este libro no es un texto de teorías de psicoterapia, ni mucho menos un manual prescriptivo sobre el uso de las técnicas y metodologías analógicas. Más bien, su objetivo es presentar, a partir de reflexiones y con el sustento teórico adecuado, la utilidad y aplicabilidad de los recursos analógicos en el encuentro que sucede entre dos personas, incluido el proceso terapéutico.

    Mi deseo es que quien lea este libro, lo haga de una manera abierta y considere con seriedad las contribuciones de los recursos analógicos en la comunicación interpersonal. Este texto está dirigido a múltiples lectores: por un lado, el lector general que desee profundizar en su autoconocimiento encontrará en estas páginas elementos útiles para su autoexploración y desarrollo personal; por otro lado, aquellas personas que trabajan en el área de la salud mental encontrarán aquí pistas y estrategias para su quehacer psicoterapéutico.

    Aquellos que trabajamos como psicoterapeutas sabemos que ningún único modelo psicológico explica completamente todas las dimensiones de la existencia humana. Una de las principales bondades del uso de la metáfora y de las narrativas analógicas es que éstas pueden emplearse en cualquier enfoque psicoterapéutico, sin cuestionar ni poner en conflicto sus fundamentos teóricos. Asumo que, al familiarizarse con los diversos usos de las herramientas analógicas, los profesionales del área de la salud mental podrán adquirir bases para desarrollar un estilo analógico de acuerdo a su propia personalidad.

    Finalmente, este libro es una carta abierta y los destinatarios podrían ser todas aquellas personas interesadas en crear una dimensión cálida, positiva y empática en sus relaciones con los demás, por ejemplo: una madre con sus hijos, una pareja, un docente con sus estudiantes, un psicoterapeuta con sus pacientes, etc.

    Una exigencia primaria en el encuentro terapéutico es el contacto humano. En mi práctica profesional he constatado que la empatía es un elemento que predice el éxito de la psicoterapia: si logramos empatía con nuestros pacientes, tendremos la seguridad de que el proceso llegará a buen término. Tal como lo anotó Carl Rogers (1980, 1989), la empatía es la capacidad de entender las emociones de los demás al ponernos en sus zapatos, de entender sus experiencias no desde nuestros propios marcos de referencia, sino desde los suyos. Soy empático cuando logro tener esa sensación del otro, cuando contacto con lo que yo mismo podría sentir si estuviera en la situación de él o ella. Es obvio, entonces, que la empatía es básicamente un proceso de pensamiento analógico: soy empático si logro producir una comparación estructurada que me lleve a comunicar a otra persona no sólo información verbal (digital), sino también un estado emocional. La cuestión de la empatía es que sólo funciona en la medida en que somos capaces de trabajar duro en la búsqueda de situaciones en nuestras propias vidas que sean semántica y estructuralmente semejantes a las situaciones que nos ofrecen los demás.

    Después de muchos años de experiencia terapéutica, estoy convencido de que los valores y la manera de ser del psicoterapeuta son los cimientos para crear una filosofía y práctica de la psicoterapia. Me parece extremadamente importante que todos, y en particular los profesionales de la salud mental, exploremos a profundidad nuestros propios valores, actitudes y creencias, tal y como son reflejadas y manifestadas por las metáforas y cuentos en nuestras vidas, y que trabajemos para incrementar nuestra propia conciencia. Por ello, recomiendo a los lectores que encuentren la manera de relacionarse personalmente con algunas metáforas y cuentos descritos en este libro, como si fueran un espejo personal. En mi propia experiencia, creo que a menos que estudiemos y apliquemos estos recursos analógicos en nosotros mismos, su entendimiento será superficial. Creo que si descubrimos algún modo de relacionarnos personalmente con las metáforas de nuestras vidas, podemos empezar a construir una manera eficaz y significativa para entender y relacionarnos con los demás.

    A través del pensamiento analógico, una persona tiene la oportunidad de explorar algunas de sus preocupaciones personales y así puede quitar los bloqueos a su crecimiento. El uso de metáforas y narrativas es de gran utilidad para que las personas descubran sus recursos internos para vivir de una manera más efectiva. A un nivel más profundo, no se trata sólo de encontrar soluciones a una determinada crisis de vida, sino más bien de alcanzar un auto-entendimiento de la dinámica responsable de estas crisis de vida; aquí se requiere el uso de las metáforas extendidas, aquellas que se van desplegando y re-elaborando a medida que avanza la vida, y de narrativas sensibles a un análisis profundo.


    1 Por motivos de confidencialidad, los nombres y otros detalles de posible identificación han sido modificados.

    2 La obra de Paul Grice (1913-1988) tuvo un gran impacto en la manera en que filósofos, lingüistas y psicólogos consideran el significado y la comunicación. Por ejemplo, si tenemos a una persona X que enuncia una frase y, Grice dice que lo importante es separar lo que y significa, lo que X dijo en una determinada ocasión con la frase y, y lo que X quiso decir con la frase y en esa ocasión.

    Primera parte

    PENSAMIENTO ANALÓGICO Y

    METÁFORAS

    Capítulo 1

    El pensamiento analógico

    Cuando somos amados,

    tocamos el cielo con las manos;

    y, con el corazón siempre en llamas,

    sentimos horizontes infinitos.

    Pero, cuando se acaba el amor,

    no importa

    que el corazón esté aún en la flor de la vida;

    queremos saltar hasta la página última

    sólo para ver si el dolor ya ha cicatrizado.

    El tiempo es oro, sin duda,

    Pero también

    es arena que se escurre entre los dedos.

    En los seres humanos habitan muchas verdades, tantas como seres humanos existen. Unas verdades son tan pálidas que necesitamos muchos esfuerzos para colorearlas, para darles luz y visibilizarlas. Otras verdades son tan claras que su enunciación casi nos lleva a pecar de obvios, por decir lo menos. Son estas últimas a las que llamamos realidades, verdades tan obvias que no necesitan ser explicitadas por ningún teorema filosófico ni portavoz autorizado. La comunicación es una realidad evidente en la vida de los seres humanos.

    Todos los seres humanos nos comunicamos. Es más, es imposible no comunicarse (Watzlawick, 2012). La comunicación es la facultad humana por excelencia, es decir, es aquella aptitud, capacidad o potencia –ustedes llámenla como quieran- que todas las personas tenemos para expresar nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y nuestros actos. Si bien es cierto que los animales y plantas también comunican –incluso las cosas inanimadas-, en los seres humanos esta capacidad es, además, un poder, un derecho que empleamos de diversas maneras: libre e intencionadamente, como cuando decidimos dar expresión a nuestras ideas; consciente o inconscientemente, como cuando lo que comunicamos se expresa a sabiendas o a pesar de nuestros intentos de suprimirlo; verbal o no verbalmente, como cuando no son sólo nuestras palabras, sino también nuestros cuerpos los que manifiestan nuestros sentimientos; lingüística o paralingüísticamente, como cuando lo que queremos decir está en lo que decimos y en cómo lo decimos. Además, esta realidad es inconmensurable: la comunicación humana es creativa, más allá de lo que podemos imaginar.

    La comunicación está en la base de la experiencia y la evolución misma de los seres humanos como especie. No podríamos concebir los logros de la civilización humana sin la comunicación, es decir, sin que hubiéramos desarrollado la capacidad de compartir información del mundo que nos rodea. Este modo de transmitir información a través de las palabras es lo que llamamos comunicación digital. La comunicación digital es la que transmite información a través de símbolos lingüísticos, sean escritos o no.

    Los símbolos comunicativos digitales son convencionales y arbitrarios: cuando decimos que la figura 1 es un zorro rojo, todos estamos de acuerdo en que así es (es una convención) y, claro está que, aunque podríamos llamarlo un pachono o un chuleto (porque así nos viene en gana, como algo arbitrario), la cuestión básica es que todos estemos de acuerdo en llamarlo así.

    Fig 1. Foto por Alexander Andrews on Unsplash

    Recuerdo cuando un niño me preguntó: ¿Por qué un perro se llama perro y un gato se llama gato?. Podríamos entretenernos –y, quizá, perdernos- en explicaciones rebuscadas como que la palabra perro proviene del griego πυρ (pyr), que significa fuego y, ya que estos animales

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