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Llegar a esos otros: Negociando los chistes internos de la academia
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Llegar a esos otros: Negociando los chistes internos de la academia
Libro electrónico331 páginas4 horas

Llegar a esos otros: Negociando los chistes internos de la academia

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Este libro contiene las voces de quienes, con el objetivo de llegar a esos otros que muchas veces no están en la academia, han decidido negociar entre el uso del lenguaje especializado, las normas propias de la publicación académica, la tecnología y las estrategias narrativas. Con esta publicación, sus autores pretenden mostrar los debates teóricos en donde una reflexividad sobre la comunidad académica es necesaria, así como evidenciar la necesidad de ampliar las formas de divulgación e implementar estrategias con narrativas y nuevos formatos que permitan difundir el conocimiento más allá del ámbito académico.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 oct 2021
ISBN9789587847581
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    Llegar a esos otros - Diego A Garzon-Forero

    1. ENSEÑAR Y PRACTICAR PARA DIVULGAR, COMUNICAR E INVESTIGAR

    Entre la radio, el pódcast y la academia Experiencia de conversión académica en el caso Antropovoces

    *

    Diego A. Garzon-Forero

    **

    Santiago Aparicio Camacho

    ***

    Nathalia Gómez Parra

    ****

    Valentina Sánchez Vélez

    *****

    Para escuchar más del proyecto Antropovoces lea el código QR con su dispositivo móvil o diríjase a la dirección: https://repository.urosario.edu.co/handle/

    10336/19419

    La antropología se ha destacado desde los inicios por su interés en la vida de las sociedades de la periferia, por aquellos que no han sido visibles o por los que no han tenido el poder suficiente para tomar la palabra en el mundo. Sin embargo, muchos académicos, gobernantes y personas en general han querido conocer estas realidades con propósitos diferentes. En la Colonia fueron los cronistas quienes llevaban a los imperios el conocimiento de esos otros, y tal como esos cronistas, la antropología sigue manteniendo la intención de comprender las lógicas de esos otros, pero ahora con intenciones diferentes a las de ese momento. Estudios clásicos como La rama dorada (Frazer, 1981 [1890]), en el que se caracterizan creencias religiosas exóticas, al igual que en el libro representativo de la antropología Los argonautas del Pacífico Occidental (Malinowski, 1986 [1922]), en donde se observa el comercio entre los indígenas de los archipiélagos de la Nueva Guinea melanésica que configuraban unas realidades sociales particulares, son ejemplo de textos que hacen parte de la raíz clásica de la disciplina, registrando, mostrando y comprendiendo a esos otros a través de textos.

    La disciplina ha intentado demostrar de manera fidedigna las particularidades y los hallazgos de las investigaciones en el trabajo de campo, y ante esta pretensión existen libros extensos —de miles de páginas—, ponencias, conferencias en auditorios sobre investigación e incluso artículos en revistas académicas que tratan los diversos temas de la sociedad. Pero han surgido investigadores que no se quedaron en los textos desde los inicios de la antropología; muchos de estos acudieron a las tecnologías del momento para registrar los hallazgos en material fílmico y fotográfico, como Margaret Mead y Gregory Bateson en 1939 (Jacknis, 1988), o el mismo padre de la antropología estadounidense, Franz Boas, con sus famosas fotografías para museos y revistas —recreando rituales— a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX (Castillo Ramírez, 2015).

    Lo anterior ayuda a comprender que los medios ya no son únicamente impresos, y que con el paso del tiempo trascienden a través de vías distintas; existen mecanismos para consumir y transmitir la información a partir de redes interconectadas mundialmente, y herramientas diferentes al papel para la difusión. La exigencia en la divulgación del material antropológico, y en las ciencias sociales y humanas en general¹, contempla —y debe distinguir²— el uso de medios digitales³ diferentes a los clásicos, como libros, revistas académicas y ponencias en congresos o eventos académicos.

    Para comprender esto debemos tener en cuenta las narrativas inmersas en la divulgación. Cuando hablamos de narrativas nos referimos a la creación de un recurso literario, un cuento, una novela, una crónica, un reportaje... No obstante, la narrativa enriquece la idea de un conocimiento que se construye en tensión, en contradicción, en una suerte de caleidoscopio sobre distintas vivencias que pueden ser leídas desde ópticas diferentes (Arias-Cardona & Alvarado-Salgado, 2015, p. 173). La narrativa puede ser el modo de explicar un concepto, en este caso de las ciencias sociales, y es allí donde debemos repensar la forma de divulgar el conocimiento. Cuando narramos... contamos, y cuando contamos... explicamos. Pero, ¿de qué forma narramos eso que queremos explicar? ¿Por medio de qué? La mayor parte de las veces en el mundo académico, por medio de los textos.

    Dentro de la academia, las explicaciones, casi de forma legítima, se encarnan meramente en las líneas del texto, y como un texto sagrado, este es para muchos la única manera de mantener los procesos de aprendizaje y compartir el conocimiento dentro y fuera del aula. Pero, ¿y si entramos en otras formas de transmitir la información? Es decir, en otras formas de difundir aquel conocimiento, en tanto que aquellos que son humanistas y aquellos que no lo son⁴ encuentren, más allá del texto, la comprensión e información de un estudio o de un tema en específico de su interés a través de las herramientas de multimedia (integración de fotos, videos, pódcast y cómics, entre otros), para así complementar y aportar a la búsqueda del entendimiento social.

    La idea de este texto es problematizar las estrategias de divulgación del momento que la academia del siglo XXI usa para mostrar su trabajo y proponer que ya no deben ser las mismas estrategias de los siglos XIX o XX, en donde nacieron estas ciencias. La antropología y las ciencias sociales y humanas, por un lado, deben pensar en el trabajo interdisciplinar y, por otro, deben hacer uso de los medios digitales y las estrategias audiovisuales para alcanzar los públicos no especializados de quienes hablan en y sobre las investigaciones. Para esto, se debe hacer uso de medios que son populares en la actualidad con el objetivo de informar a unos sujetos políticos que toman decisiones para el presente y el futuro; todo esto sin olvidar la posible participación de las comunidades en la construcción de esas formas de divulgación, de la cual hablaremos más adelante.

    Se trata de repensar la difusión en antropología más allá de los medios clásicos ya mencionados, no solo por un futuro incierto para la disciplina y la sociedad, sino por un presente, en donde las personas usan plataformas por las que se comunican, y que, lastimosamente, la academia no usa de forma continua para promover y visibilizar los valiosos conocimientos que tiene para ofrecer (Jabardo, Monreal & Palenzuela, 2008).

    Por consiguiente, buscamos evidenciar que el uso de los medios digitales puede ayudar de forma acertada al texto en su función de divulgar un concepto, una teoría o un dato para el aprendizaje de quien lo necesite. Por ende, proponemos como referente para los científicos sociales la categoría de conversión académica, la cual no podemos explicar si antes no retomamos un concepto nacido en la transición tecnológica de los años 2000, cuando el periodismo, los medios escritos y el mundo entero apenas se encontraba con la revolución informativa de la internet: la transmedia.

    Con la intención de extender y compartir el conocimiento más allá del texto, la categoría de transmedia es concebida en el contexto de la tecnología de la información, apoyándose en la transversalidad de la narrativa en el entorno del producto cultural (Saavedra-Bautista, Cuervo-Gómez & Mejía-Ortega, 2017). Esta propuesta consiste en una nueva forma de contar y difundir un mensaje. Según Carlos Scolari (2014), doctor en Lingüística Aplicada y Lenguajes de la Comunicación de la Universidad Católica de Milán, las narrativas transmedia son relatos que se expanden de un medio a otro.

    Su divulgación está basada en la diversidad para comunicar una misma idea por medio de distintos canales, sin que se cambie o se interfiera en el significado de lo que se quiere narrar. No obstante, los relatos no están codificados meramente a la ficción, las explicaciones científicas o los discursos políticos, religiosos o educativos, son narraciones de no ficción (Scolari, 2014, p. 77) que también se expanden de forma instantánea y rápida con la participación de aquellos que reciben el relato. Es decir, hay un proceso de intervención activa del usuario (en el caso de los medios digitales), ya que este consume la información que ha sido divulgada al mismo tiempo que es reinterpretada.

    Expuesta la definición del concepto de transmedia, formulamos la categoría de conversión en el marco de la academia como un posible camino para evidenciar las diferentes maneras en las que se puede hacer una adaptación y traducción del conocimiento a otros formatos. El pódcast y programa radial Antropovoces es desde donde proponemos esta categoría. Este nace como una forma de difusión del conocimiento antropológico y de las ciencias sociales y humanas, en el que hablamos y explicamos las teorías, los conceptos, las metodologías y las nuevas formas de hacer antropología. Con el fin de hacer una traducción de aquellos estudios especializados —con lenguajes y lógicas internas sofisticadas—, somos un grupo interdisciplinar de científicos sociales —y estudiantes— que ponemos en lenguajes sencillos las propuestas de estas ciencias; además, buscamos complementar los textos en las discusiones de cada episodio. Es así como, al mismo tiempo, adaptamos el conocimiento que originalmente está en textos a un formato como el pódcast digital y también ejecutamos un proceso de traducción a lenguajes sencillos de los conceptos especializados.

    La diferencia de nuestra propuesta con la de transmedia radica en la participación de los usuarios (oyentes). En nuestro caso no hay una intervención activa instantánea de esos oyentes a la hora de escuchar nuestro pódcast Antropovoces. Optamos por entender la participación del usuario como la intervención en los pódcasts de los invitados y los oyentes. Los primeros, a través de los relatos de sus experiencias en la forma de entender sus investigaciones, los trabajos sociales y sus formas de comprender los problemas sociales y las teorías que manejan, con ejemplos concretos y sin lenguajes especializados. Todo esto por medio de preguntas que obliguen a la utilización de referencias prácticas entrelazadas con la teoría, para así permitir tanto resolver el mayor número de interrogantes que se puedan tener sobre un tema específico, como apropiarse de la información sin importar el bagaje disciplinar que posea el usuario mientras escucha el pódcast. En segundo lugar, la participación de los oyentes constituye también lo que es Antropovoces, pues la interacción a través de redes sociales es fundamental para la participación de estos, ya que cada vez son más. Además, son variados los temas que las personas que nos escuchan desean que tratemos, es una audiencia que encuentra en nosotros una guía para estudiar o afianzar conocimientos.

    Para el desarrollo del pódcast entramos en negociaciones internas, entre nosotros, para ver cómo dirigir los pódcasts, y también se hace una negociación implícita con los usuarios (invitados y oyentes), en donde determinamos qué temas tocar y cómo tratarlos. Aunque existen preguntas que guían el desarrollo del programa y un objetivo claro de difusión sencilla, en ningún momento se trata de controlar lo que el otro va a decir. En ese sentido, la participación que proponemos dentro del concepto de conversión es un trabajo de lado y lado, en donde el invitado y el oyente puede mostrar todo lo que sea de su interés, pero siempre respondiendo a unas preguntas con propósitos de cientificidad social.

    En esa medida, desde las ciencias humanas y sociales, la complejidad con la que se llega a analizar el entorno en el que habitamos hace necesario que la expansión narrativa a través de diferentes sistemas de significación verbal, interactiva, icónica y audiovisual (Saavedra-Bautista et al., p. 8) sea parte de la difusión de conceptos. Categorías como Estado, raza, etnicidad, globalización o género son ejemplo de algunos temas de estudios a los que se dedican la antropología y la sociología, entre otras ramas sociales, que ameritan procesos de conversión y que desarrollaremos más adelante con el caso práctico de Antropovoces como pódcast y programa radial.

    No olvidamos que esta propuesta se enmarca en la problematización sobre la radio misma como forma de difusión de la información. El surgimiento de la radio a finales del siglo XIX representó una revolución en la comunicación humana. La posibilidad de expresar ideas y que estas llegaran a lugares lejanos sin que el emisor estuviera presente en dicho lugar significó una reproducción de la información más inmediata y fácil. No obstante, el nacimiento de los medios audiovisuales también ocasionó un cambio, pero estos requerían más tecnología y eran más costosos (Douglas, 2004). Lo cierto es que la radio es versátil y útil para transmitir tanto información como opiniones a cualquier persona con acceso a las mismas. Un ejemplo de ello en Colombia fue la Radio Sutatenza para la población rural del país (Bernal Alarcón, 15 de enero de 2012).

    Por ello, el caso práctico de divulgación de Antropovoces del Semillero de Antropología y Medios. Si bien el programa va encaminado a aprovechar todos los recursos y plataformas digitales (pódcast, videos, fotografías, blogs, YouTube, iTunes y Spotify, entre otros más) para transmitir los proyectos antropológicos y humanísticos, mantenemos el formato radial en una radio digital como ese medio que permite que la difusión sobre estos conocimientos sea mayor. Es claro que reconocemos los limitantes de la radio digital, pero también reconocemos los nuevos campos que se abren en la transmisión de dicha radio.

    Cabe destacar que nuestra propuesta no busca demeritar las clásicas formas de hacer divulgación de nuestras investigaciones, como los libros, los artículos o las revistas especializadas. Lo que queremos es mostrar alternativas muy valiosas para enriquecer nuestra labor como científicos sociales, ya que estas nos incentivan a reflexionar sobre nosotros mismos, en las formas de pensarnos como profesionales y académicos, y en especial, respecto a lo que debemos hacer con nuestras investigaciones y discernimiento.

    Hablemos en vernáculo: especialización del lenguaje

    Benedict Anderson (1983), en su propuesta sobre comunidades imaginadas, reflexiona sobre el origen y el establecimiento del nacionalismo, en especial cuando habla sobre el capitalismo impreso vernáculo⁵. El alcance de su texto llega a activar reflexiones incluso sobre las comunidades académicas y la especialización del lenguaje en la actualidad. Los contenidos escritos por una élite aristocrática que sabía escribir y leer en latín —y demás lenguas sagradas del momento— implicaba la concentración de contenido y conocimientos solo para algunos. A partir del aumento de bibliotecas, escuelas y universidades a finales del siglo XVIII a favor de la consolidación del nacionalismo, se comienza también a gestar una élite burguesa y burócrata (clase media).

    Allí, los estudiantes pueden acceder al conocimiento que antes era exclusivo y podían leer, pensar, escribir, reescribir y publicar. Una élite burguesa que no tenía el latín por lengua común, lo que originó que fueran los primeros en traducir textos para las personas que no la hablaran. Antes de esto, el latín, el griego y el hebreo eran consideradas lenguas sagradas del conocimiento, puesto que dominaban los textos de los libros sobre las lenguas vernáculas. En consecuencia, solo algunos con el manejo de aquellas lenguas lograban conocer más allá de su contexto social.

    El nacionalismo para Anderson (1983) se consolida —entre otras muchas cosas— por una lengua que es usada por la mayoría de una región. La especialización del lenguaje de los antropólogos y las ciencias humanas tiene toda la validez académica de la lengua sagrada científica, alimentada por las múltiples categorías entendidas por expertos que incluso filosofan sobre diversos temas aportando materiales epistemológicos de nuestra práctica. Sin embargo, este modo de comunicación es como si habláramos un idioma diferente y que fueran pocos los que conocieran las categorías, las palabras, las expresiones y hasta los chistes internos o guiños teóricos. Pero el propósito de hacer ciencia social actualmente tiene un compromiso político, moral y profesional: comprendernos a nosotros mismos como sociedades, en busca de contribuir con la tolerancia, las políticas públicas y la exigencia del mundo moderno en un marco capitalista de desigualdades de todo tipo. Si este es el propósito, entonces, ¿necesitamos transmitir el conocimiento en términos sencillos de comprender, en vernáculo?

    Sumado a esto, Pierre Bourdieu propone que el campo del poder está ligado al campo intelectual y académico; en él, lo económico y lo cultural son importantes para la configuración del homo academicus que busca legitimidades entre pares (Moreno Pestaña, 2013). Debemos entender el campo académico a través de las diferentes etapas de su construcción: (1) la validez de las artes literarias legitimadas por aristócratas, (2) la lucha por la independencia del campo intelectual (Bourdieu, 2002), y (3) las discrepancias del poder entre las disciplinas y facultades o escuelas de pensamiento (Bourdieu, 2012). Esto muestra un constante conflicto por ostentar el poder dentro del campo, en el que lo económico, lo cultural y la legitimidad componen la realidad de la academia. Una realidad que se sigue repitiendo hoy en día y en donde los académicos nos enfrascamos en luchas por un poder sobre el reconocimiento y los salarios cada vez menos representativos.

    En principio, el propósito mismo de las universidades era —y debería seguir siendo— ser agentes de cambio, que ante el surgimiento de nuevas prioridades sociales —como la administración de un Estado— se convierten en traductores e instigadores de la no concentración del conocimiento en ciertas lenguas o nichos. Llevar el conocimiento a esos sectores vernáculos de las sociedades fue una consecuencia de la apertura liderada por las universidades. Creemos que muchas veces este propósito se pierde en la academia antropológica con la reproducción ortodoxa de criterios de ese campo académico. Con esto no estamos en desacuerdo con la academia y sus criterios; un ejemplo de ello es este texto. Más bien es una invitación a dinamizarla en formas de expresión alternativas que apoyen y complementen nuestros valiosos textos, investigaciones y propuestas.

    La caracterización que plantea el sociólogo Pierre Bourdieu del campo intelectual permite reflexionar sobre el propósito inicial del investigador social. El campo intelectual se pensó en sus inicios (siglo XVIII) como un espacio cerrado a las críticas y pareceres del exterior, un esquema que algunos estamos de acuerdo en seguir afirmando como vigente en la academia actual (Moya, 2008). Sin embargo, es claro que la reflexividad y las exigencias contemporáneas de diálogo con comunidades y disciplinas diferentes son un esquema que cada vez es más común para la producción académica. A pesar de esto, se siguen manteniendo las disputas por el campo a través de los diversos pareceres de las ciencias (disciplinas, oficios y profesiones) insertos en la academia.

    Es por eso que nuestro ejercicio práctico de divulgación nace en un semillero de investigación, que a su vez hace parte del campo académico, como un intento por explorar otros canales de difusión y apropiación del contenido antropológico. Antropovoces, como fue mencionado, es el caso de estudio clave para evidenciar que la conversión es posible en la academia. Con más de dos años de funcionamiento, el paso de lo escrito al formato radial es una de las múltiples maneras en las que se puede llevar el lenguaje académico a un público no experto que busca adentrarse en temáticas que posiblemente no han sido cubiertas o pretende mejorar en su formación para los integrantes del semillero.

    Una muestra de ello es el capítulo de Antropovoces en el que hablamos sobre antropología lingüística (Aparicio et al., 4 de septiembre de 2019). En esa ocasión tuvimos de invitado al antropólogo Simeon Floyd, docente de la Universidad San Francisco de Quito. Floyd, desde su conocimiento en el dialecto indígena quechua, ha consolidado toda una malla curricular dirigida a formar al estudiante para analizar la configuración del lenguaje y su papel en la sociedad. Ahora bien, esto es importante porque permitió desmitificar la complejidad que causa el término lingüística. Y fue posible con la ayuda de ejemplos reales y no solo de teoría, logrando así que un público no conocedor pudiera tener un acercamiento al tema.

    De igual manera, lo interesante es la influencia que el producto sonoro causa en los mismos antropólogos pertenecientes a las nuevas escuelas de esta disciplina en el país, donde algunas ya no enseñan antropología lingüística. El producto sonoro fue la herramienta para difundir una conversión académica en donde se ayudó a reconstruir y retomar las discusiones alrededor del tema lingüístico desde el enfoque de la ciencia social, permitiéndoles a los estudiantes y antropólogos sociales tener acceso a elementos tanto teóricos como prácticos para su comprensión e investigación de las sociedades.

    Eso mismo sucede con otros episodios del pódcast, como los relacionados con género. En Fútbol y género (Aparicio et al., 2 de junio de 2019)⁶ se habló de la falta de apoyo deportivo a las jugadoras de la selección Colombia SUB20 porque el presupuesto general era mayormente gastado en la selección masculina, además del acoso sexual por parte del entrenador del que algunas jugadoras fueron víctimas. Aquello se discutió con la invitada experta desde las bases teóricas del concepto tanto en la antropología, como desde el periodismo. Precisamente con la intención de hablar sobre algunos aportes de las ciencias sociales a partir del tema propuesto, como los manuales⁷ hechos por algunos medios u ONG en los que se dan instrucciones de redacción y uso de palabras, entre otras, para informar con un enfoque de género sin tener que revictimizar a las víctimas ya sea por acoso, maltrato o cualquier otro tipo de violencia.

    Estudiar este concepto es fundamental dentro de las disciplinas sociales y humanas, dadas las diversas formas de sexualidad existentes. Las maneras en que los espacios de trabajo como el público o el privado se transforman en lugares de discriminación, abuso o violencia hacia las mujeres, los hombres o la población LGBTI por su género u orientación sexual⁸. Entender por qué sucede y dar a conocer de manera explicativa cómo las ciencias sociales buscan tratar de comprender su constructo, para así poder aportar a la disminución de los factores ya nombrados como científicos sociales.

    Pasar los conocimientos de la academia a un programa de radio y pódcast permite mostrar a la población no experta en ciencias sociales las posibles respuestas que sugieren a temas actuales. Abordarlos en Antropovoces le da facultad al programa para responder a la realidad de los oyentes, además de inspirar a otros científicos sociales para presentar nuevas posibilidades de estudio dentro del campo. La apuesta con Antropovoces es, entonces, influir en las formas en que se transmite el conocimiento de las ciencias sociales y humanas en un lenguaje vernáculo, en un lenguaje común no especializado que la mayoría de la población podría entender.

    Antropología, medios y ciencias humanas: equilibrando el capital cultural

    El capital cultural es una forma de medirnos en la acumulación del conocimiento encontrado en ciertos productos culturales como son las pinturas, los escritos, los monumentos, etc. Ahora bien, todo ser humano puede llegar a tener acceso y contacto con estos elementos, pero la cuestión radica en preguntarse quiénes, de verdad, pueden apropiarse de ese conocimiento. Pierre Bourdieu (2000) explica que el capital cultural solo se puede acumular cuando el sujeto tiene las capacidades culturales para hacerlo. Y estas solo se logran cuando la persona, a partir de un proceso formativo, adquiere las habilidades para comprender la información que se plasma desde los elementos culturales.

    Un caso sería un historiador del arte, que está capacitado para llegar a entender las diferentes expresiones artísticas en un sentido técnico, contextual y teórico. No obstante, una persona sin esa experiencia o con una formación en cualquier otra área, al ir a una galería de arte, no va a poder acumular la misma cantidad de capital cultural que el historiador de arte, porque no tiene las bases necesarias para entenderlo. Esta afirmación llevaría a pensar que la apropiación

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