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Sobre la traducción: Ideas tradicionales y teorías contemporáneas
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Libro electrónico349 páginas4 horas

Sobre la traducción: Ideas tradicionales y teorías contemporáneas

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La especulación, el análisis y las evaluaciones de las hipótesis que se suceden en los estudios sobre traducción contribuyen a hacer de ésta una interdisciplina, fascinante en sí misma e instructiva para otros campos, por cuanto todo conocimiento se desarrolla con el concurso de diversas lenguas. Aunque el proceso de traducción de un texto hasta llegar a sus lectores es con frecuencia complejo y sólo parcialmente rastreable, sabemos que de hecho la transferencia se produce.
Por encima de todo, este trabajo trata de ser claro en su descripción evaluadora, ofreciendo a sus lectores una crítica bien informada de la traducción y animando a los traductores a perseverar en el empeño. Este viaje iniciático a lo largo de la historia y entre los conceptos, tiene un objetivo modesto -se inscribe dentro del marco del mundo occidental- y ambicioso, como prueba su extensa y exhaustiva bibliografía. Y por ello, los lectores no sólo sacarán un buen provecho de esta obra, sino que además la disfrutarán, y les estimulará a reflexionar en torno a la traducción, estrechando, por añadidura, sus lazos de interés por otras disciplinas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 mar 2022
ISBN9788437094793
Sobre la traducción: Ideas tradicionales y teorías contemporáneas

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    Sobre la traducción - Eusebio V. Llácer Llorca

    I. DE LA PRESCRIPCIÓN A LA DESCRIPCIÓN: IDEAS Y TENDENCIAS. 1950-1980

    Below the surface-stream, shallow and light, Of what we say we feel –below the stream As light, of what we think we feel– there flows With noiseless current strong, obscure and deep, The central stream of what we feel indeed.

    MATTHEW ARNOLD*

    1. AL PRINCIPIO FUE EL LENGUAJE:

    ESTRUCTURALISMO Y ESTILÍSTICA COMPARADA

    Hasta el siglo pasado la tradición humanista descartaba cualquier duda sobre la presunción de la existencia de un lenguaje universal anterior a todos los conocidos –Ur-Sprache–, ¹ a partir del cual se habrían desarrollado los demás a lo largo de los siglos mediante particiones sucesivas; este lenguaje se fundamentaba en una serie de esquemas pre-verbales cognoscitivos válidos, en consecuencia, para todos los lenguajes posteriores. En esta misma tradición, algunos autores –Benveniste entre ellos– se pronunciarían más tarde por la tesis de especial relevancia en sociolingüística, del lenguaje que precede y sobrevive al individuo.² Basándose en esta tesis y según los partidarios de esta teoría, la traducción es un hecho aceptado y posible, ya que todos los lenguajes del mundo, por lejanos en el tiempo o el espacio que sean, poseen una serie de universales lingüísticos provenientes del esquema ideal universal que originó el lenguaje. Cuando se demostró la existencia de estos universales lingüísticos en todas las lenguas, la hipótesis se afianzó y fue aceptada por los estudiosos del lenguaje. Sin embargo, hay múltiples matices con que completar esta tesis y así Steiner afirma en After Babel (1975) que la cuestión principal no es si se trata de universales formales o esenciales, sino precisamente qué son y hasta qué punto son accesibles a la investigación filosófica o neurofisiológica.

    En el siglo XIX, el filósofo y antropólogo alemán Wilhelm von Humboldt –quizá estudiando el mito judeo-cristiano de la torre de Babel–³ asevera en su teoría monadista que las lenguas constriñen al individuo dentro de unos límites de pensamiento determinados por ellas, ya que cada lengua percibe y delimita la realidad de forma distinta, y condicionada por la cultura en la que está inserta. Pero el círculo hermenéutico de Humboldt continúa hasta reunir y hacer coincidir principio y fin, de suerte que la cultura resulta ser, consecuencia y, al mismo tiempo, causa del lenguaje, en una relación biunívoca.⁴ La consecuencia fue una asunción generalizada: si cada lengua impone un cierto Weltanschauung (visión del mundo) del que ningún individuo puede escapar, la traducción –como transposición de textos entre culturas dispares– ha de ser, por lógica, imposible de realizar.⁵ Ludwig Wittgenstein llega a afirmar, siguiendo esta línea de pensamiento, que cada individuo posee un idiolecto creado por su propia psique y únicamente inteligible en su totalidad por él mismo: «Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen».⁶ Talleyrand afila aún más esta vía de restricciones y afirma que la palabra ha sido concedida al hombre para falsear su pensamiento:«la parole a été donnée à l’homme pour déguiser sa pensée» (Tayllerand, Steiner, 1975: 225). Steiner (1975) da una vuelta más de tuerca, aludiendo a la dualidad física y mental del lenguaje como creador del tiempo, su inevitable condición privada y pública, y su relación con la verdad y la falsedad. El autor afirma a este respecto que el verdadero entendimiento se consigue sólo en el silencio.

    Actualmente parece que hemos alcanzado un consenso. Partimos de que el entendimiento absoluto es imposible; siempre existen zonas de interferencia e incomunicación no sólo en las relaciones interlingüísticas, sino también, y no menos importantes, en las intralingüísticas. Sin embargo, ahora también sabemos que en toda comunicación, oral o escrita, existe, de un modo u otro, un proceso de traducción de un mensaje desde un emisor a un receptor, a través de un canal que suma interferencias a las dificultades inherentes a la codificación y decodificación del mensaje. En este proceso se produce también un transvase de información, un loss and gain (pérdida y ganancia) en términos de Susan Bassnett-MacGuire, que está convencida de que no solamente puede existir un proceso de pérdida en cualquier traducción –del que se han preocupado siempre los lingüistas– sino también una ganancia con respecto al original. Baste esto para subrayar que no estamos en condiciones de negar la posibilidad de la traducción, puesto que equivaldría a negar la posibilidad de la comunicación:

    Every text is unique, and at the same time, it is the translation of another text. No text is entirely original because language itself, in its essence, is already a translation: firstly, of the non-verbal world and secondly, since every sign and every phrase is the translation of another sign and another phrase. However, this argument can be turned around without losing any of its validity: all texts are original because every translation is distinctive. Every translation, up to a certain point, is an invention and as such it constitutes a unique text (Paz, Bassnett 1980: 38).

    Ortega y Gasset es una referencia inexcusable, y juzgamos necesario un repaso algo más detenido de sus teorías. Según nuestro pensador, las lenguas se formaron en diferentes paisajes por distintas experiencias, por lo que resulta natural su incongruencia. Así, es utópico pensar que la traducción es posible, porque es deseable: para Ortega, todo lo que el hombre hace es utópico y la traducción no es una excepción. El lenguaje no sólo dificulta la expresión de ciertos pensamientos, sino que también impide su recepción por parte de otros; paraliza la inteligencia en algunas direcciones. Por tanto, la traducción sólo es posible hasta cierto punto, puesto que su mayor dificultad reside en querer expresar algo en una lengua que, por lo general, lo suprime. Robert Payne coincide con Ortega a este respecto; piensa que estamos acostumbrados a la ilusión de que las palabras significan lo que creemos, pero los significados cambian rápidamente, al igual que las formas, ganando o perdiendo peso según el entorno. Esta circunstancia hace imposible la tarea de los traductores: «The impossible becomes possible only by «magic», that is to say, when a word occasionally gets left out, the translator reads it, absorbs it, dreams it, and at last he leaves it out. This is, perhaps the only possible solution» (Payne, 1987: 364). A pesar de todo, Ortega pide en un escrito posterior que su línea de pensamiento no sea calificada como destructiva, ya que su objetivo no apuntaba sino a concienciar a los autores de la dificultad de la tarea traductiva.

    Otra cuestión a considerar es el concepto teórico tradicional de la traducción como adecuado o inadecuado a nuestros fines, o la posibilidad de traducciones tradicionalmente ideales desde el punto de vista de traductores del siglo XX. Jacques Derrida habla del mito de la torre de Babel en un artículo del mismo nombre, recordando que si bien la historia habla del origen de la confusión de las lenguas, de la irreductible multiplicidad de idiomas y de la necesaria e imposible tarea de la traducción –su necesidad como imposibilidad–, en general se presta poca atención a este hecho, ya que esta narrativa se lee con frecuencia en traducción: «Tal incongruencia se encuentra marcada en el mismo nombre de Babel; que a la vez se traduce y no se traduce a sí mismo por una deuda insolvente, a él mismo como si fuera otro. Esta es la actuación babeliana» (1992: 226). Así explica Derrida la paradoja de la posible imposibilidad de la traducción que nos persigue desde tiempos inmemoriales, más una cuestión retórica que un problema real en el que no debemos estancamos por motivos filosóficos o metafísicos: «the belief in the impossibility of translation is a myth that sprang from the lack of clarity about it […]. One such myth is the concept of exactness […]. Sometimes the myth of exactness is reduced into the myth of equivalence».⁸ También Robinson expresa su punto de vista sobre esta cuestión: el ideal perfeccionista de la tradición occidental cristiana es la consecución de un vehículo perfecto que corporice el verdadero significado encarnado imperfectamente por el texto en la lengua origen. El problema comienza en el sentimiento de frustración, para el que estamos programados ideosomáticamente por saber de antemano que no podremos alcanzar nunca el ideal de perfección; es decir, la traducción perfecta es imposible y traduttore siempre se identificará con traditore:

    Le discours «classique» sur la traduction pose quatre termes que toute traduction doit, autant que possible, réconcilier: fidélité et adaptation, esprit et lettre (Saint-Pierre, 1982: 247).

    Hablando ya de teorías en sentido estricto, más que de pensamientos dispersos, John C. Catford plantea en su obra A Linguistic Theory of Translation (1965) la teoría de la traducción como una teoría inserta en los límites de la lingüística aplicada pero también de la lingüística comparada y habla de los distintos niveles: «any theory of translation must draw upon a theory of language –a general linguistic theory» (1965: 1). Para él, la traducción consiste en el reemplazamiento de material textual en una lengua 1, por otro material equivalente en lengua 2.⁹ También distingue entre full y partial translation, refiriendo la primera al texto completo, mientras que en la segunda sólo algunas partes son traducidas. Al hablar de los diferentes grados opone rank-bound a unbounded, definiendo la primera como la traducción restringida (restricted) a ciertas categorías en la jerarquía gramatical y la segunda, como traducción total (total) que se realiza comúnmente con obras literarias y que él denomina normal total translation.

    El lingüista dedica varios capítulos a las diferentes traducciones parciales –fonológica, léxica y gramatical, grafológica y transliteración– y establece las diferencias entre las dos últimas. Pero quizá su aportación más original pueda resumirse en la llamada translation equivalence, consistente en la equivalencia funcional de un texto de la lengua 2 con respecto al texto en lengua 1. En este sentido, Catford escribe:

    In total translation, SL and TL texts or items are translation equivalents when they are interchangeable in a given situation. This is why translation equivalence can nearly always be established at sentence-rank –the sentence is the grammatical unit most directly related to speech-function within a situation (1965: 49)¹⁰

    Catford distingue entre la equivalencia funcional, basada en la observación de un texto en lengua 2 como equivalente de otro en lengua 1 –en una situación preestablecida–, y la correspondencia formal, relativa a la característica por la cual una categoría en la lengua 2 puede ocupar una situación similar –tan similar como le sea posible dentro de las estructuras de dicha lengua– a la categoría inicial dada en las estructuras de la lengua 1. Así mismo, define translation rule como «an extrapolation of the probability values of textual translation equivalences» (1965: 31). En otras palabras, ante un texto suficientemente significativo, las probabilidades de equivalencia pueden de alguna forma agruparse en reglas aplicables a la mayoría de los casos. Estas reglas son en todo punto aplicables al proceso de traducción automática por su capacidad de generalización como instrucciones operacionales, ofreciendo así un marco muy práctico para la búsqueda de unidades contextuales en traducciones posteriores.

    Con estos antecedentes, Catford deduce que la posible traducibilidad de textos no es algo definible en términos absolutos sino siempre sujeto a cierta relatividad. La traducción total depende de la relación situación-sustancia establecida entre el texto 1 y el texto 2. Los términos linguistic untranslatability y cultural untranslatability remiten a las dos circunstancias que pueden provocar el fracaso de la traducción.¹¹ Dentro del primer grupo, Catford define shared exponence como cualquier forma de ambigüedad producida por un sincretismo gramatical, semántico, léxico o morfológica en uno o varios niveles de una lengua en cuestión, p.e. la forma grafológico «banco» es común a varios lexemas con rasgos semánticos diferentes que pueden, en ciertos casos, prestarse a confusión. Los términos polisemia y oligosemia pertenecen al segundo grupo de posibles agentes causantes de ambigüedad. Mientras la intraducibilidad lingüística es producida, en gran medida, por diferencias estructurales existentes entre la lengua base y la lengua receptora, la cultural entra en relación con diversos factores y, por tanto, no es tan definitoria como la lingüística. Catford concluye al fin que ambas formas se pueden incluir en el concepto de intraducibilidad colocacional, en tanto en cuanto el problema fundamental en ambas reside en la imposibilidad de encontrar un equivalente de la lengua 1 para la lengua 2, referido a la misma colocación o situación en la cadena discursiva.

    Quizá la aportación más importante y original en la teoría de Catford reside en lo que él denomina shifts, divididos en dos grandes apartados. Los primeros, level shifts, se refieren a la sustitución de un elemento perteneciente a un determinado nivel en la lengua l por otro de distinto nivel en la lengua 2; así, la traducción del subjuntivo español al inglés debe realizarse, por lo general, en otro nivel de la lengua, ya que en inglés rara vez se expresa el modo subjuntivo y cuando se hace, es a través de formas usadas también en el indicativo. Los segundos, categorial shifts, considerados contradicciones en la correspondencia formal entre ambas lenguas, se dividen en estructurales, de clase, de unidad e intrasistémicos. Los cambios estructurales se producen con frecuencia entre lenguas con estructuras superficiales muy diferentes como el inglés y el chino. Los de clase se dan con mucha facilidad debidos a pequeñas diferencias funcionales entre las lenguas, por ejemplo «a literature student» / «un estudiante de li-teratura.» Los cambios de unidad se relacionan fácilmente con razones estilísticas, como en «my mother is an architect» / «mi madre es arquitecta.»¹² Finalmente, los cambios intrasistémicos se relacionan con diferencias distributivas propias de cada lengua, aun cuando éstas no impliquen diferencias estructurales entre ambas; así la gama de colores difiere notablemente en español y alemán, aunque ambas contemplen los mismos tonos en el espectro luminoso.

    Catford cataloga los diferentes niveles discursivos –idiolectos, sociolectos, registros, estilos y modalidades–, y les otorga gran importancia en la discusión de su teoría, subrayando las diferencias existentes en sus ámbitos de acción. Este acercamiento, si bien da buena cuenta de los procesos seguidos en traducción, no presenta un plan definido de tratamiento de los textos. Sus ejemplos son muy aislados y fuera de contexto, siendo muchas veces discutibles. El autor dedica demasiado espacio a clasificar los distintos tipos de traducciones, antes de llegar a la total translation, aunque deja perfectamente definidos conceptos tan importantes como el de la functional equivalence, translation rule y las causas de ambos casos de untranslatability. Sin lugar a dudas su mayor aportación radica en los linguistic shifts; si bien los explica con amplitud, no queda absolutamente clara la diferencia entre los level y categorial shifts. Aunque se habla de unit, tampoco establece un límite preciso para el concepto de unidad de traducción. Sin embargo, y para finalizar con Catford, aclara perfectamente el fenómeno universal de los niveles discursivos, pieza de toque en la correcta realización de cualquier traducción.

    Desde una perspectiva lingüística distinta, Jean Paul Vinay y Jean Darbelnet, pertenecientes a la Escuela Canadiense, publican en 1958 su trabajo Stylistique comparée du franςais et de l’anglais. Méthode de traduction. Como el título nos permite adivinar esta obra –que parte de los trabajos de Charles Bally en un análisis más allá de la morfología y la sintaxis– consiste en la confección de una lista más o menos amplia de los contrastes existentes entre las lenguas inglesa y francesa en niveles léxico, morfosintáctico y de mensaje dentro de un marco estrictamente interlingüístico. Como los propios autores afirman en su definición de estilística hay que distinguir entre,

    la stylistique interne qui étudie les moyens d’expression en opposant les éléments affectifs aux éléments intellectuels à l’interieur d’une meme langue, et la stylistique externe (ou comparée) qui observe les caractères d’une langue tels qu’ils appraissent par comparaison avec une autre langue. Le present ouvrage se place indifféremment aux deux points de vue et, à l’ocassion, établit en outre des rapprochements entre les moyens d’expression des deux langues en présence.¹³

    Distinguen entre el plano de la realidad y el de la abstracción, que identifican respectivamente con el idioma inglés y con el francés, así como entre elementos afectivos y elementos intelectuales. Para los autores no existe la pretendida homogeneidad de la que hablaba Saussure; en su lugar existen distintos registros en las distintas lenguas. Quizá lo más característico de las estilísticas comparadas estribe en los llamados procedimientos de traducción; Vinay y Darbelnet distinguen dos: el de traducción literal y el de traducción oblicua. Entre los primeros incluyen el préstamo, el calco y la traducción literal, mientras en los segundos colocan la transposición o cambio de función, la modulación o cambio de punto de vista, la equivalencia o el cambio de procedimientos de expresión y la adaptación o equivalencia de tipo cultural. Al final de la obra incluyen un glosario que explica los conceptos manejados durante la exposición de su teoría.

    Aunque los trabajos de Vinay y Darbelnet marcaron un hito en la época de su publicación, hoy día no se consideran sino un paso más hacia la consecución de una teoría integradora de la traducción, ya que las unidades analizadas se encuentran descontextualizadas y no se analizan más que resultados, sin detenerse a explicar el método empleado.

    En nuestro país, Valentín García-Yebra expone en Teoría y práctica de la traducción (1982) su modelo comparativo lingüístico. Las aportaciones más originales de García-Yebra se refieren al comportamiento del castellano frente a otras lenguas –inglés, alemán y francés– examinando varios aspectos. El primero remite a la estilística en relación a antinomias tan relevantes en traducción como concisión-economía / ampulosidad, carácter sintético / analítico, carácter descriptivo / intuitivo, carácter emocional / intelectivo, etc. En segundo lugar se refiere a estructuras paradigmáticas –fonéticas, léxicas, morfológicas, sintácticas, semánticas y discursivas– y, por último, a las relaciones extralingüísticas (culturales, religiosas y pragmáticas).

    Dentro del plano fónico, García-Yebra hace una reflexión histórica sobre la consideración del simbolismo de los sonidos lingüísticos aislados. Aunque concluye que estos últimos no significan nada por sí mismos, sí se detiene en una clasificación de los simbolismos en los casos de onomatopeya u otras palabras expresivas que denomina metáfora sonora, gesto sonoro y simbolismo fonético. Mientras la onomatopeya, universal lingüístico aunque arbitrario en cada lengua, se produce cuando los elementos de una palabra tratan de reproducir el sonido de algo («runrún»), la metáfora sonora («palpitar»), el gesto sonoro («tata») y el simbolismo fonético («lindo») se definen como diferentes manifestaciones relacionadas con la translación o relación de los sonidos de la palabra con su significado. Todos ellos suponen frecuentemente una gran dificultad en traducción, puesto que son arbitrarios en cada lengua y, por tanto, muy difíciles de prever (especialmente las onomatopeyas). Comenta después simbolismos fónicos en grupos de palabras, es decir, la aliteración como fenómeno común a todas las literaturas; ésta puede ser vocálica, consonántica o mixta. Igualmente se discuten otros elementos poéticos como la rima, el ritmo con sus características de timbre, tono, intensidad y duración, y la oposición entre eufonía (combinación de palabras que resulta en un efecto agradable al oído) y cacofonía, el efecto contrario.

    Reflexionando sobre préstamos y calcos de lenguas extranjeras, García-Yebra hace una salvedad: si bien pueden resultar cacofónicos y extraños, muchas veces es conveniente mantenerlos para evitar circunloquios innecesarios.¹⁴ Del mismo modo, los anglicismos son clasificados según los errores que resultan del mal uso de preposiciones, las colocaciones impropias, las incorrecciones léxicas, la incorrecta utilización de la conjunción «que», los abusos de la voz pasiva, la ordenación torpe de las palabras, la redundancia, la concisión excesiva, la inadecuación en el uso de modos y tiempos verbales, los verbos desnaturalizados, el uso impropio de los deícticos y las incorrecciones morfológicas. García-Yebra ilustra cada caso con ejemplos y propone soluciones adecuadas en cada caso.¹⁵

    Al final de la segunda parte el autor hace una reflexión sobre la conveniencia de la traducción palabra por palabra, y concluye que ésta es a menudo imposible ya que, aún entre lenguas con gran similitud estilística y estructural, la traducción se complica a medida que aumentan los límites del discurso. La tercera parte dedica más espacio al estudio comparado de las discrepancias entre el castellano y las lenguas antes mencionadas. No nos extenderemos en este capítulo puesto que sería divergir demasiado respecto al tema de este trabajo. Baste decir que en el se discuten las discrepancias más sobresalientes en los usos de las diferentes partes de la oración –artículo, pronombre, adjetivo, verbo y preposiciones.¹⁶

    Respecto al artículo, se apuntan las alternancias artículo indefinido / ø («As good son and a considerate brother» = «Buen hijo, hermano atento»), ø/ artículo definido («All-Saints Day» = «Día de todos los Santos»), artículo determinante / demostrativo («The cursed door» = «Esta maldita puerta») y adjetivo posesivo / artículo determinante («as he washed and dried his hands» = «mientras se lavaba y secaba las manos»). A veces existen discordancias en cuanto al número en sustantivos («Holding hands» = «Cogidos de la mano»), con haber («There are two books» = «Hay dos libros») y con ser para expresar la hora (« It’s twelve o’clock» = «Son las doce en punto»), con las partes del día («Good morning» = «Buenos días») y en expresiones fijas («To set foot in…» = «Poner los pies en…»).

    Aunque en español los pronombres personales se omiten por lo general al repetirse en las desinencias verbales, en ocasiones deben escribirse para evitar ambigüedades provocadas por sincretismos morfológicos («She thrust a bundle of banknotes in his hand» = «Ella le metió un fajo de billetes en la mano de él»). Los pronombres de cortesía originan problemas por no existir en inglés (you polisémico); por ello deben deducirse de la situación. Los pronombres en función de objeto al igual que los reflexivos pueden igualmente inducir a interpretaciones inconvenientes, ya que son frecuentemente omitidos en inglés, los primeros por obviarse, los segundos por sobreentenderse reflexividad cuando no existe objeto directo aparente («Most evenings I spent in the Flore» = «Mis veladas las pasaba casi siempre en el ‘Flore’»; «I dressed» = «Me vestí»). En los adjetivos, el problema surge en lo referente a su ubicación, no sólo de los calificativos y epítetos sino también los de relación respecto del sustantivo en castellano, ya que su colocación en inglés no suele variar por razones estructurales, si bien sus diferencias son deducidas por el contexto. Por último, García-Yebra puntualiza que la forma de coordinación varía por razones estilísticas, también en castellano.

    El verbo español difiere del inglés en aspectos temporales, modales y de voz. Entre los primeros, el más relevante en traducción está en relación con la inexistencia del imperfecto en inglés que suele resolverse mediante el uso del past continuous. Por otra parte, esta lengua utiliza con más frecuencia el present continuous, expresado como presente simple en castellano («Voy al teatro» = «I’m going to the theatre»). En el segundo grupo se señala cómo las formas del subjuntivo inglés suelen coincidir formalmente con las del indicativo («Me alegro de que hayas vuelto» = «I’m glad you’re back»). El subjuntivo muestra una mayor ocurrencia en castellano que en inglés; en oraciones subordinadas referidas al presente o al futuro y dependientes de verbos que implican deseo o esperanza, utiliza el indicativo frente al presente de subjuntivo castellano («I hope she comes» = «Espero que venga»). Lo mismo sucede en expresiones modales, expresiones después de quizá, oraciones referidas al futuro,

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