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Dragones: Despierta tu instinto para vivir.
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Dragones: Despierta tu instinto para vivir.
Libro electrónico296 páginas3 horas

Dragones: Despierta tu instinto para vivir.

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Información de este libro electrónico

Dragones es una analogía que busca simplificar algo muy complejo: tu mente. Aún más, pretende explicar la relación interna que tienes con ella y darte una guía para convertir esta relación en un recurso para vivir mejor.
En su esencia, Dragones te invita a que no te maltrates con tus pensamientos internos y a que inviertas tu tiempo en entrenar tu instinto de supervivencia para que te ayude a llegar más lejos y a lograr tus metas.

IdiomaEspañol
EditorialTuyo Isaza
Fecha de lanzamiento16 abr 2017
ISBN9780463452004
Dragones: Despierta tu instinto para vivir.
Autor

Tuyo Isaza

Tuyo Isaza es un apasionado por el impacto de la tecnología en la vida de los talentos que dirigen las empresas y las industrias. Su mayor pasión es viajar por el mundo contando historias que sirvan de ejemplo a las empresas y sus líderes para alcanzar un mayor potencial.En su vida, su misión es lograr establecer una disciplina mental que lleve a potencializar las herramientas que cada persona tiene, ayudándolos a ser dÍa a dÍa una mejor versión de sí mismos en lo personal y lo laboral.Ha desarrollado múltiples conferencias y talleres para diseñar planes estratégicos de marketing e innovación apoyados en la tecnología adecuada, Estrategias que funcionen y logren empujar el desarrollo de las organizaciones y sus talentos.Cuenta con su actitud y asesoría especializada en innovación y desarrollo organizacional, coaching, marketing y marketing digital.

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    Dragones - Tuyo Isaza

    Estas líneas están escritas para las personas que sienten que su vida está jugando con ellas; las que piensan que las cosas que quieren están justo fuera de su alcance; aquellas que están atrapadas en un trabajo o en una relación; las que creen que nunca van a llegar a ser lo que quieren ser o que piensan que las personas más importantes de su vida hacen cosas solamente para lastimarlos o molestarlos, o para quienes sienten que es injusto lo que les está pasando.

    ¿Alguna vez te has dado cuenta de que estás en una conversación interna que da vueltas una y otra vez sobre los mismos puntos? Pasa con decepciones amorosas o ante una situación muy difícil en tu vida. Son esos momentos en los que vuelves a visitar los hechos, analizando lo que dijiste, lo que dijeron, lo que pasó, lo que debiste haber hecho y lo que harías hoy si volviera a suceder. Son momentos que te hacen pensar si estás viviendo la vida que quieres vivir y te obligan a justificar la forma como vives.

    Puede ser que no te guste tu trabajo debido a que no te han aumentado el salario en dos años, a que no contratan ayuda o a que las ventas están bajas, o puede ser que las oportunidades no llegan hasta donde tú estás y, además, la posición de director que tú querías se la están ando a alguien con mejores resultados que los tuyos. O quizás tus padres no cultivaron en ti un talento específico cuando eras joven o puede ser que estés en este trabajo insoportable porque la universidad a la que fuiste no era la mejor.

    Quizás a la persona que te gusta la atraen personas más altas que tú. Quizás, a pesar de ser una persona increíble, no tienes acceso a personas con las que valga la pena pasar el tiempo. Quizás el problema es, solamente, que no has viajado mucho. Quizás no tienes el talento para llegar a tener la fama que anhelas. Quizás las condiciones en las que vives no te permiten alcanzar tu potencial real. Quizás no es momento de ascender, por la situación de tu país. Quizás ya estás mayor para aprender ese nuevo hobby que tanto quieres… Después de todo, ¿quién puede aprender a bailar ballet a esta edad?

    O quizás eres experto en encontrar la excusa perfecta.

    Si te parece que estás todo el tiempo en un diálogo interno que te recuerda que aún no tienes lo que quieres en tu vida, que te explica por qué estás atrapado donde estás y entiendes por qué no puedes cambiar tu situación, es normal.

    Todos los días participas en dos tipos de conversaciones: las conversaciones con los demás y las conversaciones contigo mismo. Puede que creas que no hablas contigo mismo, pero todo el mundo lo hace. No quiere decir que estés perdiendo la cordura, tal vez significa que todos la hemos perdido un poco, pero es normal.

    Cuando sique que es normal, hago referencia a lo común. No hay nada extraordinario en hacerlo, ni en cómo lo haces, ni en tu situación. Sin importar cuál sea tu nivel económico, el sector en el que trabajas, tu nivel académico, la situación laboral te encuentres, tu edad, tu raza o tu credo, es común que estos diálogos internos se presenten.

    Nuestro cerebro evolucionó en un ambiente hostil donde cada decisión podría significar una muerte real, de manera que los individuos con un cerebro predispuesto hacia la calamidad tenían una mejor posibilidad para sobrevivir y reproducirse. Los seres humanos evolucionamos por selección natural de esta forma: analizando cada paso, con miedo de que algo salte y nos mate, temiendo que la tribu nos saque de la seguridad de su seno protector y buscando conseguir alimentos de colores brillantes y dulces para darnos energía, o llenos de nutrientes para sobrevivir… Nuestro instinto de supervivencia nos convirtió en la especie más exitosa.

    Sin embargo, este instinto para sobrevivir puede ser lo que nos mantiene lejos de vivir realmente. Hoy vivimos en un mundo que con claridad ya no es tan amenazante, ni tan peligroso, ni tan lleno de advertencias sobre una muerte súbita.

    Esto resulta en un cerebro que está preparado para juzgar el mundo de forma dura y que se ha entrenado para contarnos todo lo malo que pasó, está pasando y va a pasar.

    Nos ha dejado con un sistema interno que nos cuida, pero que puede ser incómodo en algunas ocasiones. Es un gps con una voz que nos puede lastimar; sin embargo, se trata de una herramienta que habla para advertirnos y corregir nuestro curso con el fin de salvarnos de los peligros que percibe en el entorno.

    Esa voz en nuestra cabeza evolucionó para cuidarnos y ayudarnos a sobrevivir. Eso quiere decir que es una herramienta para nuestras vidas y que, en realidad, no somos la voz interior, no somos la voz en nuestras mentes.

    Si quieres saber más, es el momento de conocer a tu dragón y despertar tu instinto para vivir.

    Pretexto

    Estos son los pretextos que me encantan, los que nos hacen trabajar. Los otros son excusas para no tomar control de nuestra vida.

    En el capítulo 6 de este viaje que comienzas, vas a necesitar un libro de trabajo con ejercicios. Para descargar las hojas de trabajo imprimibles visita: https://bit.ly/WorkbookDragones

    Antes de llegar al capítulo 6, imprímelo para tener todo listo.

    Sobre el autor (Tuyo Isaza) y su dragón (Teller)

    Hasta hace unos años pensaba que todo lo que quería estaba fuera de mi alcance y que mi vida era dominada por fuerzas que, sencillamente, estaban fuera de mi control.

    La educación que quería mi familia: no podía pagarla.

    Las experiencias que deseaba vivir: estaban fuera de mi presupuesto.

    La tranquilidad económica que buscaba: no la podía encontrar en la sociedad en la que vivía.

    El país donde anhelaba vivir: no me daba visa.

    Los ingresos que quería: no los pagaban a talentos con mi experiencia.

    El amor que tenía: no quería en su vida lo que yo ofrecía.

    Las empresas donde aspiraba a trabajar: no buscaban mi perfil.

    Los clientes con los que pretendía trabajar: no daban oportunidades a agencias o empresas como la mía.

    Las historias que escribía: no generaban suficiente dinero para pagar mi arriendo.

    Era una víctima de mi entorno, pues si había algo que quería, también había algo externo que me lo negaba.

    Mi cabeza todo el tiempo daba vueltas sobre cómo podría mejorar mi vida. Me había convertido en un experto en encontrar sistemáticamente todos los ángulos en los que mi vida podría ser mejor, lo cual me dejaba con un sentimiento constante de insatisfacción con la vida que tenía y esperaba lograr una vida que no llegaba nunca.

    Sobre esta profunda carencia, que me hacía creer que yo no era una persona digna de la vida con la que soñaba, tenía un miedo permanente a que mi talento no fuera suficiente para proveer para mí, mi familia, mis amigos, mi empresa, mi equipo, mis clientes y sus consumidores.

    Internamente, me sentía como un fracaso humano que caminaba por el mundo presentándose como alguien exitoso, como un fraude que podría ser descubierto en cualquier momento.

    Además de este sentimiento constante, sentía que las metas que me planteaba cambiaban constantemente al alcanzarlas. Cada vez se volvían más altas, y el resultado era un vacío permanente, sin importar mis logros. Mi trabajo y mis relaciones personales eran pequeñas islas de satisfacción y calma en un mar tormentoso de frustración que demandaba todo mi esfuerzo.

    El tiempo pasó, las cosas pasaron; pero no pasó el dolor. La incomodidad e insatisfacción que desde el principio había sufrido aún estaban conmigo y se reían constantemente en mi oído, burlándose de cada cosa que había logrado.

    Después de varios años que me permitieron conocerme mejor, empecé a poner una cara frente al mundo y otra al final del día ante el espejo. Fake it till you make it, dicen (Pretende hasta que sea cierto). Con cada etapa de la vida pude ir capturando aprendizajes, experiencia y, gracias a eso, algo de sabiduría. Entonces, la magia pasó. Aprendí cómo transformar lo sufrido en resultados y comenzó el cambio.

    Los ingresos que antes no me alcanzaban para sobrevivir, comenzaron a darme para los gustos que había desarrollado. Los países que antes no me daban visas, me abrían sus puertas; pero ya no tenía tiempo para explorarlos. Mi falta de tiempo libre se convirtió en un problema personal, de salud, de familia y de pareja.

    Si me concentraba en sacar mi álbum de música, sentía que no le dedicaba el tiempo suficiente a mi pareja. Si ponía mi energía en escribir un libro, pensaba que estaba descuidando mi empresa. Si dedicaba tiempo a disfrutar, estaba convencido de que mi salud se vería afectada.

    Todo el esfuerzo que le dedicaba a un aspecto de mi vida terminaba volviéndose en mi contra en otras áreas, así que me convertí en mi némesis personal. Era mi peor enemigo, un antagonista que permanentemente orquestaba todo en mi vida para que siempre estuviera al borde de una posible catástrofe. Buscando un logro futuro que nunca sería suficiente, me convertí en mi peor jefe, un jefe que empujaba mis metas siempre un poco más allá de mi capacidad y lo hacía constantemente para nunca sentirme satisfecho.

    Cada mañana este sentimiento me sacaba de la cama aterrorizado. Me obligaba a quedarme en la oficina hasta tarde, a despertarme más temprano, a presentar más de una propuesta, a exigirme, a escribir noche y día, a querer brillar un poco más. Aunque siempre con el miedo de que aquellos brillan el doble se queman en la mitad del tiempo.

    Estoy seguro de que desde afuera mi vida se veía como una estrella fugaz.

    Mi psicóloga de ese entonces me decía: Tuyo, vives tu vida como si estuvieras en una carrera de Fórmula 1. Y yo no entendía por qué eso era malo.

    Hoy agradezco el esfuerzo y la dedicación que tuve, pues estoy muy satisfecho con mi vida y mis logros; pero ahora entiendo que podría haber actuado de la misma forma y obtener los mismos o mejores resultados sin pagar un precio emocional tan alto. Habría podido lograr lo mismo sin haberme torturado internamente como lo hice.

    Quizás eso es madurar. Quizás eso fue darse cuenta de que no fui tan sabio como podría haber sido. Quizás le pasa a todo el mundo, pero a mí me mejoró la calidad de vida de una manera increíble. Mejoró mi forma de tratarme internamente.

    Ir rápido, esforzarse mucho más y buscar tener más logros que una persona normal no era malo en mi cabeza. No entendía que el combustible que estaba quemando para obtener esa velocidad eran mis relaciones personales, mi tranquilidad y, sobre todo, mi felicidad.

    Estaba agradecido por lo que había logrado ser, pero no quería seguir torturándome. Quería poder disfrutar de lo que había logrado, por más insignificantes que mis logros sonaran en mi cabeza.

    ¿No había una mejor forma de seguir adelante?

    Estaba dispuesto a seguir haciendo el trabajo que necesitaba hacer para poder continuar, pero ¿tenía que sufrir tanto como había sufrido en el proceso?

    Emprendí, entonces, una búsqueda para encontrar una salida de esa sombra que sentía que me abrazaba.

    En esa aventura mental, varios libros, filosofías y mentores me ayudaron. Cada uno me dio herramientas, metodologías y conocimiento nuevo para moverme hacia adelante.

    Como evidencia de varios libros, conferencias, equipos y clientes productivos, descubrí cosas sencillas que ya sabía, pero no entendía, como que dedicarse tiempo a sí mismo es bueno para la felicidad y descubrí que una vez puedes llenar tu cuota personal de tranquilidad y amor propio, la felicidad sigue llegando y puedes compartirla con las personas que puedes tocar, así que empecé a trabajar en ayudar. En servir. En la felicidad de las personas, ayudarlas a mejorar su productividad, su compromiso con su vida personal y la calidad de su trabajo. Desde entonces nunca he sido más feliz.

    Aprendí mucho sobre mí, mi cuerpo, mi sexualidad, mi mente, mi consciencia, mi felicidad, mi propósito y, en especial, sobre mi cerebro.

    Durante varios años estudié y perfeccioné una técnica personal de disciplina y productividad, la cual fui puliendo con ejercicios y rutinas hasta que logré resultados que me ayudaron a ser más feliz. Mejoré mucho como ser humano, hasta el punto en que hoy soy feliz con lo que tengo y con quien soy; sobre todo, estoy muy contento con los aportes que quiero darle al mundo.

    Estoy satisfecho con las relaciones que tengo y, aun así, contra todas mis creencias, quiero expandir los límites de mi vida. Lo más importante es que no sufro por la vida y tampoco por lo que he logrado hasta ahora. Vencí mi síndrome del impostor. No me mueve el miedo, sino el propósito. Mi velocidad no ha cambiado; no tuve que sacrificar nada de lo bueno para dejar de lado lo malo que me torturaba.

    Entendí que ese combustible para ir más rápido en mi vida era yo. Yo como persona, como hombre, como empleado, como pareja, como hijo, como tío, como hermano, como mago, como escritor, como cantante, como ser espiritual… Ahora entiendo que quiero ir rápido, que quiero lograr mucho, que quiero saber mucho más y que quiero más de lo que tengo; pero también entiendo que quiero ser feliz y estar satisfecho. No está mal querer más, lo que está mal es sufrir en el proceso.

    Hoy entiendo que ese enemigo íntimo, ese diálogo interno que opina sobre nuestra vida en nuestra cabeza, es una parte invisible e indivisible de cada persona. Entiendo que es una parte natural de cada uno de nosotros y que no es necesario vivir bajo su sombra, sino que puede ser una herramienta increíble que puede impulsarnos sobre su espalda. Ahora entiendo que cada uno de nosotros tiene un asistente personal para trascender en la vida y que, en vez de sufrir a un enemigo íntimo, es mejor vivir con un incansable amigo, listo a servirte en todo lo que necesitas.

    A esa voz en mi cabeza, que ahora reconozco como una herramienta, la llamó Teller. Se llama así porque todo el tiempo me contaba historias sobre lo que podía pasar, había pasado o estaba pasando. Era un storyteller profesional. Antes era un narrador crítico que permanentemente opinaba sobre mi vida, ahora es un asistente incansable.

    Teller es mi dragón.

    Un Samsagaz para mi vida de Frodo Bolsón, un Watson para mis investigaciones como Sherlock Holmes. Horacio y Hamlet no se apoyaban menos. Teller hoy es el Enkidu en mi épica gilgameshiana.

    Esa voz que antes me advertía y me criticaba, ahora es una voz que me alienta y me anima cada día. Es mi fanaticada personal. Es una buena vida aquí adentro.

    En mi corazón veo que no todas las personas tienen ese privilegio. El privilegio de que su voz interior deje de ser crítica con su vida y se convierta en un apoyo. Creo que es necesario un manual para manejar nuestros dragones interiores.

    Cada persona puede tener un dragón que le ayude a ser más productiva, a alcanzar sus metas y, sobre todo, a ser más feliz.

    No creo haber encontrado una nueva verdad revelada ni una respuesta absoluta. Reconozco y admiro los múltiples caminos que existen para lograr esta felicidad, muchos de los cuales me ayudaron profundamente. Al contrario, siento que cada vez que investigo más sobre este tema, veo que muchas personas se han cuestionado lo mismo desde sus propias experiencias, revelando sus técnicas y narrando su sentir personal. Cada una de ellas me ayudó en mi viaje. Procuré ser un buen coleccionista para ustedes, curando lo que encontraba, probando lo que me servía y articulando cada pequeño logro en una narrativa que pudiera ser útil.

    Llegó el momento de regalarles lo que he aprendido, con una narrativa personal que está diseñada para ser interesante. Lo he hecho de esta forma con el ánimo de invitarlos a vivir una aventura, a embarcarse en una historia y a remontar en un vuelo épico personal.

    Confío en que las ideas que plasmo a continuación, contenidas en Dragones, resulten de su interés y se conviertan en una historia sin fin y fantástica que libere el potencial en sus vidas.

    Suficiente preludio. Es hora de entrenar dragones.

    Parte 1 ¿Qué son los dragones?

    La primera parte del viaje empieza por entender qué es tu mente. Entender que tu mente no eres tú. Debes entender qué es esa voz en tu cabeza, por qué está ahí y qué función cumple.

    Esto te ayudará a reconocer que esa voz es tu instinto operando en múltiples niveles y que, en ciertas situaciones, ese instinto controla tus reacciones automáticas secuestrando tu forma de actuar.

    Esta primera parte es la historia de las voces internas de la humanidad, vistas como nuestros dragones. Dragones que solo quieren cuidarnos y protegernos, pero, como madres sobre protectoras, nos limitan en nuestro desarrollo y potencial.

    En esta primera parte empezaremos por entender el impacto que nuestro dragón puede tener en nuestra vida si no aprendemos a trabajar en equipo con nuestra mente.

    Capítulo 1. Dragones: la evolución y tu cerebro reptil

    El pasado te da una identidad y el futuro sostiene la promesa de la salvación… ambas son ilusiones.

    Eckhart Tolle, El poder del ahora

    Lo normal

    Si no te has dado cuenta, hay una voz en tu cabeza que normalmente narra todo lo que pasa en tu vida.

    En un día normal, tu cerebro cumple múltiples funciones. Algunas son totalmente automáticas, inconscientes, como tu respiración y el latido de tu corazón, y otras están bajo tu control, como elegir adónde miran tus ojos, qué objetos quieres tomar con tu mano o si quieres decir algo.

    Puedes entender mejor las funciones automáticas si las miras como un esfuerzo que tu cerebro tiene que hacer para mantenerte con vida. En ese constante trabajo fuera de tu control, tu cerebro crea fenómenos tan complejos que aún, con toda la tecnología que tenemos, no podemos entenderlos completamente.

    Desde el año 2000, nuestra especie ha descubierto más sobre el cerebro humano que en toda su historia anterior. Estamos estudiando desde el genoma de sus células, hasta su electrodinámica, pasando por el análisis de las especializaciones morfológicas de grupos de neuronas dedicadas a tareas rutinarias.

    Hoy tenemos mucha información sobre su estructura, procesos y componentes; mucha data sobre las neuronas, su capacidad de cómputo matemático. Exploramos el cerebro desde múltiples puntos de vista para entenderlo mejor. Cada ángulo de estudio complementa lo que conocemos, solo para ampliar el límite que colinda con lo que desconocemos y estimular nuestra curiosidad.

    Actualmente hay más cerebros humanos funcionando en el mundo que los que han vivido en el pasado; es decir, hay más personas vivas hoy que toda la suma de personas que han muerto desde que el primer humano se irguió en la planicie africana.

    Imagina el potencial que tenemos como especie. Nunca habíamos tenido tantos cerebros dedicados a estudiar el crecimiento y desarrollo de cada rama del conocimiento humano.

    Toda la tecnología y los avances científicos que habilitan el mundo hiperconectado que hoy disfrutas, han sido creados por cerebros como el tuyo. Vives en un momento extraordinario en la historia de la humanidad. Convives con dispositivos conectados a internet que cargas en el bolsillo, miles de veces más poderosos que el computador que llevó a Neil Armstrong a la Luna. Hoy, más que nunca, somos conscientes de la importancia de dirigir nuestra atención hacia el origen de todas nuestras habilidades y potencialidades: nuestro cerebro.

    El conocimiento que hemos adquirido del cerebro ha impactado en diversas ramas científicas y ha sido especialmente provechoso para la informática. En ella se ha logrado imitar las dinámicas de nuestras neuronas para automatizar

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