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Encuentra el sentido. Sé tu propio monje.
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Libro electrónico175 páginas2 horas

Encuentra el sentido. Sé tu propio monje.

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"Encuentra el sentido, sé tu propio monje" nos invita a transitar el camino del autoconocimiento y la evolución espiritual, a través del reencuentro con el sentido de la vida. Este libro propone una práctica espiritual libre e independiente, que se aleja de los dogmas y mitos pesados de las estructuras religiosas, así como de la mercantilización presente en la cultura New age.

Como seres espirituales viviendo una experiencia humana, a menudo nos encontramos con obstáculos y limitaciones que impiden nuestro despertar espiritual. Factores emocionales, psicológicos y sociales pueden pesar sobre nosotros y limitar nuestra capacidad de conectarnos con nuestra esencia y con la energía creadora del universo.

"Encuentra el sentido, sé tu propio monje" nos brinda herramientas para encontrar sabiduría y entendimiento, así como para expresar amor en todos los ámbitos de la vida, en concordancia con la voluntad de la creación. A través de la práctica de antiguos ejercicios milenarios, como la meditación, podemos alcanzar estados sublimes de sensibilización espiritual, útiles para controlar aquellos aspectos negativos que suele generar nuestra mente.

En estas páginas encontrarás una senda para vivenciar una felicidad verdadera basada en el sentido, al convertirte en tu propio discípulo y en tu propio monje. Si buscas desarrollar una conexión más profunda con tu espiritualidad y encontrar el propósito, "Encuentra el sentido, sé tu propio monje" es una guía valiosa que te llevará hacia la realización de tu potencial espiritual.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento25 jul 2023
ISBN9798223310723
Encuentra el sentido. Sé tu propio monje.

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    Encuentra el sentido. Sé tu propio monje. - Lucio Aquerreta

    Índice:

    CAPÍTULO 1: Introducción – El amor como sentido.

    CAPÍTULO 2: El camino de la sabiduría.

    Subcapítulo 2.1: Entendiendo al amor.

    Subcapítulo 2.2: Entendiendo al universo.

    Subcapítulo 2.3: Descifrando al mundo ilusorio.

    Subcapítulo 2.4: Alienación religiosa.

    Subcapítulo 2.5: Explorando nuestro mundo interior.

    CAPÍTULO 3: Sé tu propio monje.

    CAPÍTULO 4: La práctica del amor.

    CAPÍTULO 5: Anexos: prácticas y mantras

    Epílogo.

    Edición en formato digital: Julio del 2023.

    Diseño de cubierta: Lucio Aquerreta.

    Original image by ESA/Hubble/NASA (M. Kornmesser), warping and recolouring by Lucio Aquerreta.

    Dibujo de segunda portada: Valentina Aquerreta.

    Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

    ISBN: 9798386787141

    Sello: Independently published

    Contacto: setupropiomonje@gmail.com

    CAPÍTULO UNO

    El amor como sentido.

    Lo que el universo espera de ti

    Introducción

    Deja de actuar tan pequeño. Tú eres el universo en movimiento extático (en éxtasis), Rumi.

    Sabes, ha transcurrido mucho tiempo y nos han pasado muchas cosas. A lo largo de nuestra historia espiritual hemos creado una infinidad de dioses y religiones; algunas muy superficiales y otras perseverantes en el tiempo, la mayoría funcionales, diseñadas de acuerdo a las necesidades y los intereses de las personas —o al menos de algunas de ellas—. Quizás por esta practicidad y funcionalidad de las religiones hemos olvidado buscar la divinidad en el lugar más obvio donde la podríamos encontrar: dentro nuestro.

    Parte de nuestro problema radica en vivir sin cuestionar sinceramente el sentido de la vida. Cuando nos hacemos esta pregunta, muchas respuestas incluyen la esperanza difusa de que existe un plan predeterminado por la divinidad y fantaseamos con la presencia de un dios omnipotente que enseña lecciones e imparte premios y castigos. Sin embargo, la fuerza creadora del todo es una energía fluyendo y —por más que queramos creer otra cosa— lamentablemente no existe ni existió un plan determinado para nuestras vidas.

    Si intuimos que la creación del todo tiene sentido y que este sentido está relacionado con el amor, no deberíamos olvidar que los seres humanos, al menos en parte, hemos abandonado el ciclo de las rígidas leyes de supervivencia de la naturaleza y, por lo tanto, nos encontramos en una situación privilegiada para plasmar su manifestación. Nuestra sensibilidad, inteligencia, capacidad de crear y de generar acciones amorosas, nos permiten llevar a cabo esta tarea.

    Sabemos que las primeras expresiones culturales, representadas en pinturas, petroglifos o piedras sagradas, responden a aquellas prácticas espirituales que nos acompañaron desde el principio mismo de la historia. Con aciertos y errores, nuestra relación con la espiritualidad ocupó un lugar central en la vida cotidiana. Tanto así que, para la mayoría, era inconcebible pasar demasiado tiempo sin pensar, sentir o compenetrarse en lo divino. A través de oraciones, mantras, bailes, cantos o meditaciones, en distintas culturas se expresaba diariamente la conexión con la divinidad; y cuando no, en otras tantas, la práctica espiritual se ejercía en casi todos los actos de la vida: soñar, caminar, cazar, observar el vuelo de las aves, los sonidos de la noche, casi todo acontecer era vivenciado como una expresión de la divinidad.

    Existe un abanico formado por distintas prácticas religiosas, con cientos o quizás miles de millones de personas que suscriben a una u otra: por tradición, a causa de mandatos familiares, como un medio de aglutinamiento o inserción social, o simplemente delegando la responsabilidad de su evolución espiritual —para muchos entre dudas y escasas certezas— en las autoridades religiosas.

    Más allá de toda crítica, no podemos desconocer que algunas personas, a través de las prácticas religiosas, han logrado conectarse con su esencia y con la energía creadora del todo —llámese Dios, Alá, Krishna o Buda—; más allá de las limitaciones propias de esas instituciones. Pero, ¿por qué para vivenciar nuestra espiritualidad deberíamos involucrarnos en organizaciones —en muchos casos, con oscuros historiales, ávidas de dinero o de poder—? ¿Cuál es la razón por la que deberíamos confiar nuestro desarrollo espiritual, el acto más transcendental de nuestra vida, a instituciones condicionantes? Aún hoy, en parte del mundo subdesarrollado, se vive bajo antiguos anclajes religiosos/culturales dogmáticos que no respetan derechos y libertades, y nos alejan del amor, mientras que en los países desarrollados o en vía de desarrollo muchas personas centran su vida en el consumo, la distracción y el ascenso social en detrimento de una vida afectiva y espiritual.

    En Occidente, la crisis de las religiones tradicionales, como resultado de las vertiginosas transformaciones sociales y culturales, ha creado una oportunidad para el surgimiento de una nueva espiritualidad libre e independiente, en línea con la racionalidad y las ideas propias de nuestra época, alejada de los antiguos mitos y dogmas. Después de todo, es inherente a la naturaleza humana evolucionar y buscar manifestar su esencia más allá de las circunstancias que le haya tocado vivir.

    El amor es la esencia del ser humano y del universo, y justamente es lo que le da sentido a la vida a través de las relaciones —tanto en el ámbito personal como social—. No obstante, a menudo no estamos preparados para manifestar nuestra esencia amorosa debido a diversos factores que nos limitan en nuestra capacidad de manifestar el amor. Desde la infancia se nos imponen capas de condicionamientos y deberes que nos convierten en seres sociales y culturales limitados.

    En la lectura de estas páginas encontrarás algunas herramientas que te ayudarán a conectarte con el amor y el sentido de la vida. Si logramos alcanzar un cierto grado de sensibilización espiritual a través de antiguas prácticas como la meditación o los cantos de mantras, adquirir sabiduría y comprensión sobre cómo funcionamos nosotros y el mundo, simplificar nuestro estilo de vida y dejar de lado muchos de los conflictos y superficialidades que nos rodean, seguramente podremos encontrar los espacios necesarios para expresar más fácilmente nuestra esencia amorosa y vivir una vida más plena y feliz, basada en el sentido.

    ¿Qué hacemos?

    Casi todos los humanos nos comportamos como si la muerte no fuese más que un rumor sin fundamentos, Aldous Huxley.

    Vivimos en el mundo ilusorio, donde nos adoctrinaron y condicionaron, nos dijeron qué hacer durante miles de años, insistieron hasta el cansancio en que este o aquel era el único camino espiritual válido; pero la realidad es que en la intimidad siempre fuimos libres, y este es nuestro tiempo y esta es nuestra vida, y, más allá de todos los mitos o creencias, tenemos todo el derecho a indagar dentro nuestro y encontrarle sentido a nuestra existencia. ¡Nuestra vida, nuestra responsabilidad!

    Concéntrate un instante: estás viviendo tu vida como vivimos todos; con altibajos, con proyectos, con afectos —¿quizás con amor?—, tal vez sufriendo algunas frustraciones. Hay cientos de detalles, rutinas, distracciones, hobbies y deportes, redes sociales, debates internos; también satisfacciones y preocupaciones de las más variadas —por el dinero, por el bienestar, por el futuro—. Enredado en telenovelas diarias: que dijo, que no dijo, que quizás.

    Según distintas publicaciones, se calcula que nuestro cerebro puede generar, con sus más de 86.000 millones de células, al menos unos 60.000 pensamientos al día; de los cuales el 95% surge de forma automática. La mayoría son negativos, repetitivos o inútiles; incluso nuestra mente puede desarrollar pensamientos suicidas u homicidas con más frecuencia de la que podría resultar aceptable.

    En nuestra compleja y formidable mente existen miles de mecanismos automáticos, tan complejos que nos pueden hacer dudar de si realmente existe un yo con la capacidad de decidir por sí mismo. Deber ser, mandatos sociales, el ego, nuestro inconsciente tomando el mando de las decisiones, mecanismos que nos afectan profundamente como el de la negación de nuestra propia muerte. Vivimos lejos de la idea de nuestra temporalidad, de nuestra mortalidad —por más que haya pruebas absolutamente irrefutables sobre ella—.

    ¿Pero cómo podríamos pensar siquiera en el sentido de la vida si negamos la mortalidad? ¿Cuánto de nuestro preciado tiempo dedicamos a algo de tanta importancia como nuestra espiritualidad? De mejor o peor forma, estamos viviendo, en definitiva, apegados a lo que podemos y en la deseada seguridad de que mañana el sol saldrá nuevamente. Pero la verdad es que nuestro reloj biológico está corriendo y, más tarde o más temprano, el tiempo se nos termina.

    Lo cierto es que tiempo y vida es lo que tenemos hoy y ahora, y si alguna vez imaginaste que la vida humana puede tener una trascendencia más allá de la cotidianidad, quizás esta sea una oportunidad para reflexionar. Piensa en lo ilógico del comportamiento humano en general, que recién se pregunta por el sentido de la vida cuando ya no tiene tiempo de vivirla.

    Ahora haremos un ejercicio, un simulacro: intenta vivenciar en forma profunda y como algo real que estamos por afrontar lo peor; nos informan que, por algún motivo, solo nos quedan unos pocos días, quizás, con suerte, unas semanas de vida. Por favor, tómate tu tiempo para figurarte esta situación irreal como si fuese verdadera. ¿Estás listo?

    Al enfrentarnos a una situación límite, es probable que experimentemos la mayor catarata emocional de nuestra vida: miedo frente a lo desconocido, a lo que podríamos encontrar después de la muerte; enojo ante la pérdida de lo que en definitiva es lo más preciado que poseemos: nuestra existencia; sentimientos de culpa por cosas que podríamos haber hecho mejor o por el dolor que hemos causado a otras personas; arrepentimiento por las decisiones equivocadas que hemos tomado; quizás ansiedad o depresión.

    ¿Qué encontraste? Es muy probable que nos preguntemos si lo que hemos vivido ha valido la pena, si el tiempo que nos regaló la vida lo hemos utilizado de buena manera. Quizás intentemos desempolvar fragmentos de alguna religión oxidada, cubierta por el polvo a falta de uso; tal vez, en esos pocos días pretendamos hallar respuestas al sentido de la vida. Pero, ¿es necesario llegar al extremo de enfrentarnos al final para cuestionarnos sobre el sentido? ¿No es más sensato explorar nuestra espiritualidad antes de que sea demasiado tarde?

    Es mejor que nos preguntemos ahora por el sentido de la vida, en vez de hacerlo cuando nos apremian las dificultades o en situaciones cercanas a la muerte. Siempre existe el peligro de que alguna religión te ofrezca la solución a tu problema, que implique alguna contribución económica de tu parte, o te veas obligado aceptar tal o cual autoridad, o mitos y fantasías contrarios a tu lógica y racionalidad. Por fortuna, en este momento tienes la oportunidad de encontrar una respuesta sincera buscando dentro tuyo. Aquí, en estas páginas, se comparten algunas reflexiones sobre la espiritualidad, sin ningún otro interés que acompañarte en la búsqueda del sentido, más allá de lo mundano y superficial.

    Náufragos y huérfanos

    Cuanto más avanza la evolución espiritual de la humanidad, más seguro me parece que el camino hacia la genuina religiosidad no reside en el miedo a la vida, y el miedo a la muerte, y la fe ciega, sino a través del esfuerzo del conocimiento racional, Albert Einstein.

    Estamos en un pequeño planeta, nuestro cuerpo está en gran parte

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