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Anti-María al descubierto: Rescatando la cultura de la feminidad tóxica
Anti-María al descubierto: Rescatando la cultura de la feminidad tóxica
Anti-María al descubierto: Rescatando la cultura de la feminidad tóxica
Libro electrónico213 páginas3 horas

Anti-María al descubierto: Rescatando la cultura de la feminidad tóxica

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La influencia demoníaca en las mujeres de hoy

A finales de los años 60, un pequeño grupo de mujeres de élite estadounidenses convenció a una abrumadora mayoría del país de que la destrucción de la relación más fundamental –la de madre e hijo– era necesaria para que las mujeres tuvieran vidas productivas y felices.

De la destrucción de esta relación siguió la decadencia de toda la familia y casi de la noche a la mañana, nuestra cultura que alguna vez fue provida, se convirtió en pro estilo de vida, acogiendo todo lo que se siente bien. Sesenta millones de abortos después, las mujeres no muestran signos de salud, felicidad y realización. Un mayor número de divorcios, depresión, ansiedad, enfermedades de transmisión sexual y abuso de drogas apuntan a la realidad de que las mujeres no son más felices, sino que están más medicadas.

Los enormes cambios culturales han llevado a un replanteamiento de la feminidad, pero ¿podrá haber algo más detrás de ello que la cultura, la política y la retórica?

Partiendo de los fundamentos bíblicos del anticristo, Carrie Gress investiga en profundidad la idea de un anti-María –como espíritu, no como individuo– que ha plagado al Occidente desde los años 60. Engañando a generaciones de mujeres, este espíritu antimariano ha conducido a la feminidad tóxica que ha destruido la vida de innumerables hombres, mujeres y niños.

IdiomaEspañol
EditorialTAN Books
Fecha de lanzamiento21 dic 2021
ISBN9781505123081
Anti-María al descubierto: Rescatando la cultura de la feminidad tóxica
Autor

Carrie Gress

Carrie Gress has a doctorate in philosophy from Catholic University of America, is a fellow at the Ethic & Public Policy Center, and a Scholar at The Institute for Human Ecology at Catholic University of America. She is the author of the Theology of Home series, City of Saints (with George Weigel) and The Anti-Mary Exposed: Rescuing the Culture from Toxic Femininity. She is a regular contributor to a broad range of Catholic media, as well as to The Epoch Times and The Federalist. Gress is a married mother of five who has homeschooled for seven years and counting and lives in Virginia.

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    Totalmente real con lo que estamos viviendo hoy aunque duela

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    Verdaderamente un libro inspirado por el Espiritu Santo y la asistencia de la Virgen María. desvela la cruda realidad del origen del feminismo y la cultura de la muerte. Reafirma mi fe y convicción de que estoy en el lado correcto de la historia, defendiendo con valentía el valor de la mujer, la familia y el amor a la Madre de Dios. Es un libro pro-vida, pro-mujer y pro-familia que debe ser material básico en aulas de clase en colegios y universidades.

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Anti-María al descubierto - Carrie Gress

PARTE I

La larga batalla

CAPÍTULO 1

Borrando a María

Enemistad pondré entre ti y la mujer.

—Génesis 3,15

«Ahora estamos parados frente a la mayor confrontación histórica que la humanidad ha experimentado alguna vez» dijo el arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, en 1976. «No creo que el gran círculo de la Sociedad Americana o de todo el amplio círculo de la comunidad cristiana se dé cuenta de esto completamente». El futuro papa continuó sombrío: «Ahora nos enfrentamos a la confrontación final entre la Iglesia y la anti-Iglesia, entre el Evangelio y el anti-Evangelio».¹

El arzobispo Wojtyla, al comparar a la Iglesia con una anti-Iglesia y el Evangelio con el anti-Evangelio, estaba retomando el antiguo hilo de Cristo y el anticristo. Tirando del hilo del Génesis 3,15 el arzobispo podría haber añadido fácilmente a esta lista una confrontación entre María y la anti-María. Pero ¿qué sería esto y estaría relacionado con la Virgen María y la cultura de hoy? La respuesta está íntimamente ligada a quién es María de Nazaret.

El anticristo y la anti-María

El anticristo es una idea que se remonta a la Iglesia más antigua. La mayoría de la gente lo asocia con una sola persona que se supone que llegará al final de los tiempos. Este anticristo específico se menciona en varios lugares de las Escrituras por su nombre o genéricamente, pero particularmente en las cartas de san Juan y la carta de san Pablo a los tesalonicenses (véase 1 Juan 2,18; 2 Tesalonicenses 8,11).

San Juan, escribiendo en el siglo I, dice: «todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese tal es del anticristo, de quien habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo» (1 Juan 4,3). Aquí, el apóstol que Jesús tanto amaba habla del anticristo como un individuo real y también como un espíritu en general. En otra parte, san Juan repite su advertencia contra un espíritu contrario a Jesús: «Han venido al mundo muchos seductores negando que Jesucristo haya venido en carne mortal. Ese es el seductor y el anticristo» (2 Juan 1,7).

San Pablo, aunque no usa la palabra anticristo, también habla de un espíritu opuesto a Cristo. Advierte a los que están en la iglesia primitiva: «Pero temo que, al igual que la serpiente engañó a Eva con su astucia, se perviertan vuestras mentes apartándose de la sinceridad con Cristo. Pues, cualquiera que se presente predicando otro Jesús del que os prediqué, y os proponga recibir un espíritu diferente del que recibisteis, y un evangelio diferente del que habéis abrazado ¡lo toleráis tan tranquilos!» (2 Corintios 11,3–4). San Pablo, sabiendo lo fácil que es caer en pecado, advierte contra aceptar este espíritu opuesto a Cristo.

Debido a la familiaridad de los cristianos con la noción del anticristo, no es difícil comprender una anti-Iglesia o un anti-Evangelio. Incluso el término antiapóstol fue adoptado por los comunistas soviéticos por su infiltración secreta de agentes en los seminarios para corromper a la Iglesia desde adentro.² Añadir la idea de una «anti-María» a esta lista tiene sentido por varias razones.

Primero, sabemos que la Virgen María trae un espíritu único al mundo como Madre de Dios. Ella es la anti-Eva. Su sí revirtió la maldición que Adán y Eva trajeron a la humanidad a través del pecado original. El fíat de María revierte el rechazo de Eva a Dios y su voluntad para la humanidad. Así como por una mujer la humanidad quedó bajo el poder de Satanás, explicó un teólogo, haciendo eco del padre de la Iglesia san Ireneo, ¡Dios liberaría a la humanidad con la cooperación de una mujer.³

En segundo lugar, el potencial de un antimariano está relacionado con el estatus de María como la nueva Eva. Si Cristo es el nuevo Adán y María la nueva Eva, tiene sentido considerar que un anticristo podría tener un complemento femenino.⁴ Sí, existe el potencial de que este anti-María pueda ser un individuo específico, pero también existe la posibilidad de que haya un espíritu antimariano que incita todo un movimiento y los individuos involucrados en él.

Otra razón significativa para sugerir que un espíritu antimariano se ha apoderado de nuestra cultura es la abrumadora evidencia de que las mujeres están sufriendo el castigo que san Pablo predijo a los tesalonicenses. San Pablo describe a un impío que vendrá y engañará a muchos «por no haber aceptado el amor de la verdad que les hubiera salvado. Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira» (2 Tesalonicenses 2,9–12). En esencia, lo que san Pablo está advirtiendo es contra aquellos que vienen a engañar a los demás. Las personas que no están apegadas a la verdad de Cristo vivirán con fuertes engaños, creyendo lo que es falso. Este es precisamente el tipo de delirio que ha embrujado a tantas mujeres contemporáneas para que voluntariamente se acoplen al espíritu antimariano de nuestra era. Las cifras del aborto son reveladoras: nunca en la historia las madres han estado tan dispuestas a matar a sus propios hijos. Como san Pablo advirtió, es justo decir que una «serpiente astuta» se ha dirigido al corazón de las mujeres y las ha llevado muy lejos.

La más larga de las batallas

Hay otra razón para considerar un conflicto agudo entre María y una anti-María: la batalla entre «la Mujer» en las Escrituras y la serpiente. El enfrentamiento entre Satanás y María se extiende a lo largo de las Escrituras como sujeta libros; la lucha primordial entre ellos comenzó en el Génesis y termina en el Apocalipsis.

En el Génesis, después de la caída de Eva, leemos: «Enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar» (Génesis 3,15). Aquí Dios está hablando a la serpiente, Satanás, para declarar el abismo que existe entre los que siguen a «la mujer» y los que lo siguen a él.

Esta enemistad regresa al final de las Escrituras, en el Apocalipsis:

Un gran signo apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otro signo en el cielo: un gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. El dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La Mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono (Apocalipsis 12,1–5).

Cuando en las Escrituras se habla del deceso de Satanás en esta confrontación, lo hace en un contexto mariano. El papa san Juan Pablo II señaló en su encíclica Redemptoris Mater que María está situada en el centro mismo de aquella enemistad.⁵ Por supuesto, el Hijo de María es el principal vencedor, pero lo hace explícitamente como el Hijo de ella. Tan importante es esta relación madre/hijo que san Ireneo concluye: «el enemigo no sería justamente vencido si el que lo venciese no fuese un hombre nacido de mujer».⁶

La importancia crucial de María en la batalla entre Dios y Satanás le da un estatus único entre los santos. Dante habló de su papel especial para dispersar las gracias de Dios a la humanidad en su Divina Comedia: Veneramos a María con todo el ímpetu de nuestro corazón, de nuestros afectos, de nuestros deseos. Así es como él lo quiere, él que estableció que recibimos todo por medio de María. La fe de Dante en el papel de María es confirmada por los santos. Santa Jacinta, una de las videntes de la Virgen de Fátima, le dijo a su prima Lucía: digan a todos que Dios concede sus gracias por medio del Corazón Inmaculado de María. Deberían pedírselas a ella.⁷ Y san Juan Pablo afirma que, si bien ella tiene un papel subordinado a Cristo, la mediación de María comparte la única fuente que es la mediación de Cristo mismo. Él continúa:

Esta función es, al mismo tiempo, especial y extraordinaria. Brota de su maternidad divina y puede ser comprendida y vivida en la fe, solamente sobre la base de la plena verdad de esta maternidad. Siendo María, en virtud de la elección divina, la Madre del Hijo consubstancial al Padre y «compañera singularmente generosa» en la obra de la redención, es nuestra madre en el orden de la gracia». Esta función constituye una dimensión real de su presencia en el misterio salvífico de Cristo y de la Iglesia.

El lugar de María en el orden de la gracia también eleva su significado en la batalla directa contra los demonios. Cuando los sacerdotes les dan órdenes durante los exorcismos, los demonios testifican la rabia que sienten hacia María: una simple humana con una posición tan exaltada. Como lo atestigua un exorcista: la cooperación de María en la victoria de Dios sobre los demonios los humilla más que si fueran derrotados solo por Dios. Ser derrotado por Dios a través de la cooperación de una criatura humana, inferior por naturaleza pero inmaculada, humilla enormemente su inflado orgullo.⁹ Por esta razón, durante los exorcismos, los demonios suelen estar a menudo más enojados y más furiosos ante María que ante el mismo Dios.¹⁰

La gran batalla entre María y el diablo se desarrolla a diario en nuestras pantallas y en las páginas de revistas, en nuestros matrimonios y dormitorios, en clínicas abortivas y consultorios médicos, en campos deportivos, en escuelas y centros comerciales y en todas partes donde las mujeres tienen que tomar decisiones sobre cómo vivirán sus vidas y cuidarán (o no cuidarán) a quienes las rodean. La línea de combate no podía ser más dura. Pero como Eva antes que ellas, muchas mujeres han caído sin saberlo en la trampa del dragón. Simplemente dejándose arrastrar por el resto de la cultura y las tendencias sociales de la élite mediática, la mayoría de las mujeres no se han detenido a considerar todas las implicaciones de sus decisiones: las consecuencias eternas de abortar a un niño, usar anticonceptivos o alimentar el narcisismo en sus propias almas.

La apariencia antimariana

Si hay, de hecho, un espíritu antimariano, ¿cómo sería? Bueno, una mujer bajo su poder no valoraría a los niños. Sería obscena, vulgar e irritable. Se enfurecería contra la idea de cualquier cosa que se parezca a la humilde obediencia o el sacrificio de sí misma por los demás. Sería arrogante, superficial, maliciosa y demasiado sensual. También sería egocéntrica, manipuladora, chismosa, ansiosa y egoístamente ambiciosa. En resumen, sería todo lo que María no es. Se enfurecería especialmente ante la idea de ser virgen o madre.

Las mujeres siempre han deseado igualdad y respeto, pero nuestra cultura actual no la busca a través de la gracia de María; más bien, la cultura busca esta igualdad y respeto a través de los vicios de Maquiavelo: rabia, intimidación, berrinches, acoso, emoción cruda y ausencia de lógica. Es este impulso agresivo —esta feminidad tóxica— la que se enorgullece de llamarse a sí misma «desagradable», se siente empoderada al vestirse como una vagina, menosprecia a los hombres y ve la necesidad (trágicamente irónica) de abandonar la civilidad para que la civilidad pueda regresar de nuevo de alguna manera.

El diablo sabe que todas estas señales de la anti-María — rabia, indignación, vulgaridad y orgullo— frustran los mayores dones de una mujer: sabiduría, prudencia, paciencia, paz imperturbable, intuición, su habilidad para entrelazar la esencia de la sociedad y su capacidad para una relación profunda y satisfactoria con Dios. En cambio, el padre de las mentiras promete poder, fama, fortuna y placeres estériles y pasajeros.

Una pista sorprendente de que todas estas cosas que presenciamos en abundancia hoy en día están en desacuerdo con el plan de Dios para las mujeres, es que a pesar de todo el supuesto progreso que han logrado, hay muy poca evidencia de que esto en realidad las haya hecho más felices. Las tasas de divorcio siguen siendo asombrosas, con un 70 porciento iniciadas por mujeres; las tasas de suicidio se están disparando; el abuso de drogas y alcohol no tiene precedentes; las enfermedades de transmisión sexual, particularmente entre las mujeres, están en niveles epidémicos y la depresión y la ansiedad están en todas partes. Las mujeres no han llegando a ser más felices, sólo más medicadas.

Otra prueba de que todas estas pretensiones de igualdad indiferenciada son ficticias surge en tiempos de crisis. En desastres, como huracanes o tiroteos masivos, son predominantemente los hombres los que se encargan de los barcos para rescatar a los necesitados y ofrecen sus cuerpos para proteger a las mujeres de la lluvia de balas. En situaciones terribles, a pesar de todo lo que se habla de igualdad, la naturaleza heroica de los hombres no puede ser suprimida. Las mujeres ciertamente pueden serlo, y a menudo lo son, pero su verdadero heroísmo se expresa generalmente de manera más acorde con su naturaleza: imitando a María en lugar de a los hombres.

Sin madres, no hay María

El tratamiento de la maternidad en los últimos 50 años es una de las primeras señales de que estamos ante un movimiento radicalmente nuevo. Las madres (tanto espirituales como biológicas) son un ícono natural de María. Una madre ayuda a otros a saber quién es María por su generosidad, bondad, paciencia, compasión, paz, intuición y capacidad para nutrir almas. El amor de María (y el amor de las madres) ofrece una de las mejores imágenes de cómo es el amor de Dios: incondicional, sanador, seguro y profundamente personal.

Las últimas décadas han sido testigos de cómo se ha ido borrando sutilmente el ícono mariano en las mujeres auténticas. Primero, a través de los anticonceptivos, seguido de la llegada del aborto legalizado, la maternidad ha estado en la guillotina junto con la infancia. La maternidad se ha vuelto prescindible hasta el punto de que hoy en día la cultura en general no mueve un pelo cuando un niño es adoptado por dos hombres.

Todas las culturas, hasta la nuestra, han sabido lo importante que es una madre (incluso imperfecta) para criar a un niño hasta una edad adulta sana y una madurez espiritual. Ninguna cultura puede renovarse sin madurez espiritual. Sí, hay muchas personas que han perdido a sus madres por una u otra razón, pero la mayoría estaría de acuerdo en que, en verdad, hay pocas cosas tan trágicas. Estas tristes realidades sólo refuerzan el argumento de que los niños necesitan madres en lugar de disminuir su importancia.

En los años 60, Betty Friedan argumentó que las madres sobreprotegían demasiado a sus hijos y que salir a trabajar fuera de casa evitaría que los asfixiáramos. Germaine Greer dijo que la maternidad nunca tuvo la intención de ser un proceso que consumiera tanto tiempo y fuera tan consciente de sí mismo como lo es. Uno de los males más intensos de nuestra sociedad es la crianza tiránica.¹¹ Estas mujeres podrían ser felices sabiendo que ahora pasamos un 50 porciento menos de tiempo con nuestros hijos que hace cinco décadas. Sin embargo, la fallecida y genial Kate O’Beirne señala que por cada medida disponible, incluyendo el rendimiento escolar y la incidencia en la delincuencia, la depresión, la promiscuidad sexual, el suicidio y el abuso de sustancias; el bienestar de los niños estadounidenses ha disminuido en las últimas décadas.¹² No puede ser casual que estemos presenciando traumas emocionales y mentales sin precedentes y quebrantamientos en todos los segmentos de nuestra población porque la maternidad ha sido tan devaluada

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