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Los Rocavara
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Libro electrónico159 páginas1 hora

Los Rocavara

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Los Rocavara. De un lejano planeta les han visitado Rasim y Tari, que absolutamente de incógnito, sededican a estudiar a los terrícolas y a cumplir una misión.

Érase una vez la familia Rocavara. Puedes pensar, que es una familia que vive en alguna gran ciudad global, que sus miembros vanmotorizados al supermercado, que en su casa tienen televisión y ordenador, que les apasiona el fútbol y que no pueden vivir sin su teléfono móvil. Pues no, Los Rocavara son una familia que vivió hace muchos años en la sabana africana. Caminan sobre sus pies descalzos. Duermen en los árboles, que son sus casas. Viven rodeados de animales, como la elefanta Oreja Rajada, el leopardo Sigilón y elchimpancé Chito. A veces conviven con otras familias, con las cuales pasan de comerse a besos, a darse verdaderos mamporrazos. Estafamilia tiene pocos miembros y por eso siempre se ve obligada a ir migrando, buscando nuevos territorios donde poder comer, beber yvivir en paz. Los Rocavara no viven rodeados de cosas, de hecho, no poseen nada, pero tienen algo muy valioso, no conocen el desamparo. Ellos no lo saben, pero de un lejano planeta les han visitado Rasim y Tari, que absolutamente de incógnito, se dedican a estudiar a los terrícolas y a cumplir una misión.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento17 ene 2017
ISBN9788417447878
Los Rocavara
Autor

Guillermo Casado Fernández

Guillermo es un profesional del sector del mantenimiento industrial. Nacido en Barcelona, es un apasionado de la música y de los animales. Muchas de las historias centradas en los animales a lo largo de los Rocavara y los Toc y Toc son fruto de su amor por los animales. Durante su infancia, ambos hermanos empezaron a crear estos cuentos, a raíz de la pasión por la historia inculcada por su madre.

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    Los Rocavara - Guillermo Casado Fernández

    Personajes

    Hola, soy Drina, la abuela y la que dirige la familia de los Rocavara. No soy muy fuerte, más bien delgada y casi me faltan todos los dientes, pero si doy un grito todos se vuelven obedientes.

    Cuando cae la noche y veo a mi familia sana y salva subirse a los árboles para dormir, soy la mujer más feliz del mundo.

    Os voy a presentar a mi familia:

    Curro

    Es ya abuelo y viejo como yo. Está muy delgado y tiene una mano que le cuelga como una rama rota. Se cayó huyendo de un león y se la rompió. También tiene muchas cicatrices en su cuerpo.

    Su nariz es el mejor detector de olores. Olfatea el aire y sabe qué animales pululan por los alrededores. Se lo enseñaron sus antepasados y ahora él, se lo enseña a los cazadores y a los jovenzuelos. También es experto en cacas de animales. Ve una caca y sabe de qué animal es y cuánto tiempo hace que ha pasado por allí.

    Curro es el patriarca. Si tengo que tomar una decisión, le miro y si agacha la cabeza, es que da su consentimiento.

    Monguvu

    Es el más alto y más fuerte de mis cazadores. Tiene los ojos verdes como los tigres y el pelo bermellón.

    Da unos garrotazos con la vara, que casi le puede romper la cabeza a un león. También sabe tirar piedras, pero es un poco impulsivo y cuando sale a buscar comida, es el que se lleva más de un mordisco, de tan adelantado que es. Tiene el cuerpo lleno de cicatrices.

    Ricardo

    Donde pone el ojo, pone la piedra. En el suelo siempre descubre las más idóneas para lanzarlas. Lleva dos nidos de pájaros atados a la cintura llenos de piedras y las horas de descanso, se las pasa afinando la puntería.

    Kouchi

    Es el más bajito de mis cazadores y no es muy buen corredor, pero es el más reflexivo y el que piensa más las cosas y en muchas ocasiones, ha salvado a Monguvu de las fauces de un felino. Se queda quieto ante el peligro, prepara las varas y en un pestañeo, visto y no visto, la vara se ha incrustado en la cabeza del animal. Es un verdadero samurái.

    Yim

    Se pasa el día subida a los árboles. Su pasión es otear el horizonte y controlar la sabana mientras come granos silvestre. Es la mejor centinela.

    Cuando hace viento y las ramas se balancean considerablemente, ella se lo pasa pipa, mientras todos nosotros nos sobresaltamos y nos mareamos. Lo de balancearse en los árboles, lo lleva en la sangre.

    Susi

    Es nuestra doctora particular. Sabe de heridas y de cómo cuidar a los enfermos. Además, es muy guapa y atractiva. Tiene unos ojos como luceros que iluminan su piel de ébano y una sonrisa cautivadora. Cuando vuelve de recoger frutos y granos, trae todo el olor del campo.

    Kuya

    Es nuestra particular cocinera. Conoce la mayoría de las plantas. De los vegetales, sabe los que se pueden comer y los que no, y también sabe cuándo granos y tubérculos están en su punto de maduración y más sabrosos.

    Ella nos advierte de comer vegetales dañinos, que nos pueden producir terribles diarreas o cosas peores.

    Mariuska

    Le encantan los niños y siempre se dedica a cuidarlos, a los suyos y los de las demás. Es la más cariñosa y lleva el cuidado de toda la prole de la familia. Ahora tiene un pequeño bebé llamado Sai, que está amamantando.

    La pandilla:

    Iván

    Es delgado y un cascarrabias. Se pasa el día protestando y enfadándose con todos y con todas. Pero tiene mucha suerte, para inventar cosas sorprendentes.

    Bruna

    Es bajita y robusta, con la piel muy oscura y unos ojos escrutadores. Siempre que sale la pandilla a bañarse o a coger alimentos, es la que tiene un sexto sentido para percibir cualquier tipo de peligro en el agua, sonidos peligrosos o movimientos sospechosos en los matorrales. En más de una ocasión, ha puesto a salvo a la pandilla.

    Linda

    Es guapa y agraciada. Le encanta acicalarse, mirarse en el agua de los riachuelos y coger flores. Es experta en garrapatas, piojos y pulgas y una excelente esteticista. Tiene el pelo muy liso y pocos parásitos.

    Laila

    Es pequeña, muy callada y siempre sigue a Bruna. Se está haciendo mujer y se pasa muchas horas con Mariuska y cuidando a Sai.

    Ranyit

    Es alto, robusto y se pelea mucho con Iván. Su cuerpo está cambiando, le están saliendo musculitos y ya empieza a soñar con chicas y con ser un gran cazador.

    Walter

    Le encanta jugar a colgarse de las ramas y tirarse al agua. Es el mejor amigo de los monos. Conoce su lenguaje y los atrae como un imán. Les da de comer y los desparasita, pero también a veces les hace rabiar, les tira de la cola y los moja si los tiene debajo..., ja me entiendes.

    Nohali

    Es pequeña, tiene 6 años y le fascinan las mariposas.

    Miguel

    Tiene cinco años y le encanta jugar con las hormigas. Se las come cuando tiene hambre.

    Sai

    Es el bebé de Mariuska.

    1

     El centinela Iván

    Ya se estaba poniendo el sol, se acercaron a la orilla del río, bebieron agua y todos los Rocavara se subieron y distribuyeron en dos árboles. Fueron doblando las ramas hasta construir una especie de nido y se fueron acomodando.

    Esta noche les tocaba hacer de centinelas a Bruna e Iván. Bruna ya había realizado varias veces este trabajo, pero a Iván era la primera vez que le tocaba en solitario. Se dispusieron los dos, con sus palos alargados y puntiagudos y con sus enormes garrotes, cada uno en la copa de su árbol respectivo. Para desgracia de Iván, esta primera noche se presentaba muy peligrosa, ya que no había luna llena y la oscuridad era casi total. En la negra bóveda celeste, eso sí, había multitud de brillantes estrellas.

    Los búhos empezaron a ulular y las ranas y los grillos comenzaron su serenata nocturna.

    Iván se sentó en la copa del árbol pensativo. Sabía que el gran peligro provenía de algún león joven y ágil que pudiera subir al árbol, pero sobre todo, el gran enemigo que acechaba en la oscuridad, era el sigiloso leopardo, que dominaba los árboles casi mejor que los pájaros.

    Bruna desde su árbol le habló, imitando el canto de algunas rapaces nocturnas, para darle ánimos y tranquilizarlo.

    La noche sin luna, suponía no poder distinguir ninguna sombra que se aproximara al árbol. Suponía, que la más ligera respiración sería escuchada por el terrible felino, y suponía, que sin apenas percibir nada, un zarpazo lo podría derribar y unas fauces podrían romperle el cráneo.

    Iván empuñó su palo y lo acarició, siempre le había dado suerte. Era un palo muy especial, ya que una tarde observó cómo un león había orinado encima.

    Sentado en la copa, iba distinguiendo los diferentes sonidos y escuchó en la lejanía unas pesadas pisadas de hipopótamo, y sonrió pensando, que algún rezagado habría salido tarde del agua para ir a ramonear. Escuchó también, el lejano rugido de un león.

    Hasta hace poco tiempo, sus noches habían sido tranquilas. Había dormido como un tronco, sintiéndose protegido por sus mayores. Pero hace algunos meses que había empezado a ayudar de centinela, y había descubierto que la mayoría de los depredadores cazaban de noche y éstas eran un delirio de emboscadas y muerte. Y esta noche había llegado la prueba y tenía que vigilar solo. La vida de su familia estaba en sus manos. Iván empezó a sentir miedo. Sabía que eso no era bueno, porque su respiración se hacía más ruidosa y además sudaba y olía

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