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Una Fiesta Ecuatoriana: Cerquita Del Cielo
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Una Fiesta Ecuatoriana: Cerquita Del Cielo
Libro electrónico193 páginas3 horas

Una Fiesta Ecuatoriana: Cerquita Del Cielo

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Este es un relato, idealizado quzas, de las vivencias de un nio de cmo 12 aos de edad, que creci y corri libre como el viento en una pequea ciudad situada en lo alto de la serrana ecuatoriana, que l la describe como la antesala del Cielo. De cmo se celebraban las sacrosantas festividades anuales el Patrono del pueblo. De cmo interactuaban los personajes de ese sitio en el evento anual. Por favor lanlo, puede ser entretenido.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento16 jul 2014
ISBN9781463385774
Una Fiesta Ecuatoriana: Cerquita Del Cielo
Autor

Victor H. Acuna

For many years I had been trying to write this little book. The ideas, the visions of what I wanted to mold in words, boiled, circulated in my mind, struggling to come out, with a desire to express it. And I retained them. I neglectfully continually relegate them more and more inside myself. That was for a long time, for decades. I can justify in part my leniency, with the realization that I am not a writer, that I don’t have a proper knowledge of the Spanish grammar, that whatever I write would come out foolish, without syntax, full of errors. No, I told myself “you do not have the capacity to star such a work”. In that way I let the time to pass, with the result that a lot of what I would had written at the proper moment had disappeared; many names, many characters, many places have faded out, or are up to a point to leave my memory. So, before that happens, and also to give myself a satisfaction, here I am, in front of my little computer, with the purpose of typing this tale before the ideas are lost completely. And what do you think of it? had occurred to me the strange idea of doing it at my 84 years of age!! Ja.. ja..Well, let see how far I’ll go. Let me clarify something: this is a real story. This narration is what in reality happened many years ago, by 1939, when I was a boy of 12 years of age, in a little town perched up on the Ecuadorian mountains, where I grew up. My beloved Alausi. To put it properly, this is the relate of the moments we lived in that adorable place every single year in the festivities of Saint Paul and Saint Peter, the patrons of the city, in the month of June. The characters I mention are real, they shared together with me the emotions and experiences of those days; many of them are already dead, also, I don’t remember the names of others. It is possible that this tale is somehow dramatized, but it is only to put on it a little more effect. Also, if this little book is read by some alauseño (somebody born in Alausi) or a descendant of one of my actors in this tale, and finds an omission or error in what I had written, I ask the person to excuse me; nothing I wrote is in bad faith. Simply, this is an old guy putting in words his remembrances. I had waited a long time to do it; I only hoped to finish the task.

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    Una Fiesta Ecuatoriana - Victor H. Acuna

    Copyright © 2014 por Victor H. Acuna.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2014910058

    ISBN:      Tapa Dura         978-1-4633-8579-8

                   Tapa Blanda         978-1-4633-8578-1

                   Libro Electrónico   978-1-4633-8577-4

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

    Fecha de revisión: 19/06/2014

    Palibrio LLC

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Gratis desde EE. UU. al 877.407.5847

    Gratis desde México al 01.800.288.2243

    Gratis desde España al 900.866.949

    Desde otro país al +1.812.671.9757

    Fax: 01.812.355.1576

    633750

    INDICE

    INTRODUCCIÓN

    VOY A EMPEZAR LA HISTORIA

    INTRODUCCIÓN

    Por muchos años había estado tratando de escribir éste librito, las ideas, las visiones de lo que quería plasmar en palabras bullían en mi mente, daban vueltas en mi cabeza queriendo salir, deseosas de manifestarse, y yo las retenía, desidiosamente las iba relegando más y más profundamente dentro de mí. Y así por décadas. Puedo tener una pequeña justificación en la realización de que yo no soy un escritor, que ni siquiera tengo un conocimiento apropiado de la gramática española, que el escrito iba a resultar disparejo, sin sintaxis, lleno de errores. No, me decía no estás capacitado para emprender una obra así Y así dejé pasar los años, con el resultado de que ya mucho de lo que hubiera escrito en su debido momento se ha disipado con el correr del tiempo, muchos nombres, muchos personajes, muchos sitios han salido o están a punto de salir de mi memoria. Hasta que antes que eso pase, y más bien para darme una satisfacción a mi mismo me he sentado frente a mi computadorcito y he empezado a teclear éstas palabras antes que se pierdan del todo, porque oigan se me ha ocurrido la peregrina idea de hacerlo a mis 84 años de vida, ja….ja….Bueno, vamos a ver hasta dónde puedo llegar.

    Déjenme aclarar algo: ésta es una historia real. Esto es lo que de verdad pasó en una pequeña ciudad de la serranía ecuatoriana, donde me crié. Mi Alausí querido. Mejor dicho éste es el relato de los momentos que vivíamos en ése adorable sitio cada año para las fiestas de San Pablo y San Pedro. Los personajes que cito son reales, vivieron junto conmigo las emociones y vivencias de ésos días, la mayoría de ellos están muertos, y ya no me acuerdo los nombres de muchos. Quizás está algo necesariamente dramatizado, para darle efecto. Si éste librito cae en las manos de algún alauseño, o algún descendiente de uno mis actores en ésta historia, y encuentra una omisión o error en lo que he escrito, les pido me disculpen, nada lo he hecho de mala fe. Simplemente éste es un viejo escribiendo sus recuerdos, y que les parece que tuve que esperar hasta los 84 años de edad para empezar a hacerlo, pues este es mi quinto librito, nuevamente, ojalá pueda terminarlo.

    Yo pido, en forma especial a algún alauseño, uno de mi época, si tengo la suerte de que esté leyendo este librito, que me corrija, que me ayude con los nombres de las personas y de los sitios de nuestra bella Alausí, les agradecería sobremanera, y hasta aguanto cualquier insultito. Por favor háganlo con algún mensaje a mi dirección de internet que es: vcocovic@comcast.net. Gracias.

    VOY A EMPEZAR LA HISTORIA

    Como siempre, como todas las noches en ésa época del año, había una espesa neblina que oscurecía la pequeña ciudad dándole un aspecto fantasmagórico. La niebla había caído casi a ras del suelo, y poco es lo que se podía ver al frente de los pocos mortales que habíamos salido ésa noche a caminar por ésas calles; había que andar con cuidado, pues el piso irregular de las vías y aceras no ayudaban mucho, y menos aun lo hacía la mortecina luz que irradiaban los contados faroles de luz, que sólo eran unos titilantes puntitos envueltos en un pesado halo de niebla. El fluido eléctrico que proporcionaba la anticuada y pequeña planta desde allá abajo, desde La Caída, donde captaba el agua del corrientoso rio que movía su turbina, había disminuido aun más pues unas pocas semanas antes el canal de captación había sido medio destruido por una fuerte correntada del rio, cosa que sucedía casi todos los años por éstos meses cuando ése riachuelo de montaña se hinchaba con las copiosas lluvias en las montañas del norte donde el hilito de agua nacía. La turbina giraba con menos velocidad aun.

    Había caído la pertinaz lluvia por toda la tarde de ése día, lo típico de fines de Febrero o quizás principios de Marzo. Empezó a lloviznar precisamente después del paso del tren de pasajeros mixto que subía desde la Costa en su paso hacia Quito. El arribo del tren puntualmente a las 2 de la tarde cada día de Lúnes a Viernes de la semana era todo un acontecimiento en el tranquilo pueblo, era magnetizante, todos los ojos estaban fijos en la enorme locomotora negra que aparecía majestuosamente en la curvita que iniciaba la loma de Lluglli, acarreando lentamente los cuatro vagones que formaban el convoy por el corto trecho hasta llegar a la estación tintineando su campana. Con pericia el maquinista la paraba con un resoplido justo donde estaba la toma de agua que inmediatamente la bajaban para que alimente el sediento monstruo. Qué negra, qué grande, qué brillante era la máquina; era una pesada del tipo 40, que se la acoplaba al convoy abajo en Bucay, tenía que ser lo suficientemente poderosa para poder halar los solamente cuatro carros hasta arriba, hasta Alausí; para poder trepar los 2300 metros de empinada cuesta desde Bucay, ya de aquí hasta Riobamba era sólo cuestión de niños negociar los escasos 300 metros más. Los cuatro vagones consistían en uno de carga, el siguiente era el de equipaje que también servía como una pequeña oficina para el señor Nevarez, luego estaban el coche de segunda y finalmente el de primera clase. En el coche de equipaje también se reunían en alegre tertulia el conductor del convoy que era su jefe, a más de los dos cobradores de boletos, esto lo hacían entre dos paradas en el recorrido del tren. Todo éste proceso se repetía de Martes a Sábado en los trenes que venían de Quito y Riobamba en su camino a Guayaquil.

    La gente colmaba la pequeña estación, muchos para dar la bienvenida a algún familiar que alegremente regresaba desde Guayaquil, otros para saludar a amigos que iban de paso a Riobamba y luego a Quito; los más pequeños estaban ahí para disputarse los contados ejemplares de El Telégrafo por encargo de sus padres, que así se informaban de los últimos acontecimientos de la Guerra Civil en España, que ya había terminado o estaba por acabar. También los electrizantes avances todavía políticos de Hitler para conquistar Europa. Y por supuesto las siempre cambiantes noticias que se originaban en Quito, ¿no era el Coronel Gallo o el tristemente Paez el que a la sazón ocupaba momentáneamente el Palacio de Carondelet en la Capital? El señor Nevarez era el que traía el periódico, y seguramente asignaba una cantidad de unidades para cada pueblo donde el tren paraba en su recorrido. La disputa por los pocos ejemplares que ése señor circulaba era a muerte, que le libre Dios a uno de presentarse donde el adusto padre sin el diario, simplemente había que ir donde él bien preparado para recibir la fuetiza de rigor por haberlo dejado sin las ansiadas noticias.

    Todavía no habían llegado a Alausí los pesados aparatos de radio que informaban las noticias de los centros más avanzados como Guayaquil o Quito; de todas maneras de poco hubieran servido ahí pues sólo se tenía corriente eléctrica a partir de las 7 de la noche, y ésta era tan débil que a duras penas prendía los receptores, aun más Alausí está situado en un profundo valle formado en la cordillera oriental por el enorme cerro Gampala, en la occidental está el Vayamag, y al norte no es el Gonzaga? ahí difícilmente llegaban las ondas de radio vibrantes de noticias, con la primitiva tecnología de entonces.

    Nevarez también era el encargado de traer las sacas de correspondencia para la ciudad, venían las cartas esperadas ansiosamente por los tantos vacacionistas costeños que todavía estaban en Alausí, algunas cartas conteniendo el girito con el dinero para cubrir lo necesario para los pocos días que todavía los monos iban a permanecer en el pueblo. Pero la mayor parte de las personas reunida en la estación eran simples curiosos, que estaban ahí porque había poco que hacer en la soñolienta ciudad; llenaban el estrecho anden para ver y ser vistos y en cuanto el tren continuaba su recorrido hacia el norte o el sur, se dispersaban. Aunque todavía muchos acompañaban al espigado señor Julio Moreno, el Jefe de Correos de la población, en una solemne procesión hasta la Oficinita de Correos situada arriba por la calle Ricaurte, llevando la o las sacas de correspondencia cargada/s por algún portador de los muchos siempre dispuestos a servir. En la estrecha oficina procedían el señor Moreno y su ayudante - no era éste uno de los muchos Robalito nacidos en Alausí? – a abrir lo recibido y disponer la correspondencia para ser procesada. Esto se tomaba unos 20 0 30 minutos bajo las ansiosas o curiosas miradas de las personas que llenaban el poco espacio que sobraba de la ventanilla hasta la puerta del local, y que lo rebosaban formando un grupito frente a él, a menudo desafiando la tenaz llovizna que usualmente caía.

    Finalmente don Julio con voz sonora y pausada empezaba a entonar los nombres de los recipientes de la correspondencia, no sin antes anunciar que iba a repetir los nombres solo una vez, que las personas tenían que estar atentas y prestamente hacerse presente si oían su nombre. La entrega de algún paquetito o dinero de un giro lo haría después de las cartas, lo advertía. Entonces con voz suficientemente alta para que aun los que estaban afuera lo oyeran procedía a decir: carta para Rosa Lavayen….Rosa Lavayen. Para Carlos Cuesta….Carlos Cuesta. JH Robalito….JH Robalito. César Córdova….César Córdova y así, sonora y pausadamente. El aludido César Córdova, si estaba presente - era uno de los monos vacacionando en Alausí - rápidamente gritaba: aquí, César Córdova, ése soy yo. Entonces todavía el señor Moreno se aseguraba con una mirada la identidad de César, porque él conocía a todo el mundo que recibía correspondencia que no eran muchos de todas maneras. La carta pasaba de mano en mano desde la ventanilla hasta el ansioso destinatario. A veces éste abría ahí mismo el sobre y hasta informaba de su contenido al grupito de curiosos amigos que lo rodeaba, de todas maneras no habían muchos secretos en Alausí, por lo menos no los estrictamente familiares. Ah….y que suerte la del Córdova, en la breve carta del papá contándole algunos chismecitos de la familia en Guayaquil y con los consabidos consejos, venía el recibo para que reclame la suma de ¡20 sucres! Cómo saltaba de alegría el flacuchento mono, abanicándose con el recibito que en contados minutos se convertiría en la pequeña fortuna, suficiente para muchos platos del rico hornado que él y el resto de los monos vacacionistas y unos contados longos locales, amigos todos, iban a disfrutar. Porque una cosa sí tenían los monos, eran generosos, gastaban sin cuidado los billetasos que los ricos papás les mandaban continuamente.

    Es que Alausí se llenaba de familias costeñas que venían empezadito Enero y permanecían hasta después del Carnaval o la Semana Santa a principios de Abril. Venían para librarse del riguroso invierno lluvioso de Guayaquil, y gozar del sano aire serraniego. Familias enteras, año tras año se presentaban ahí. Todo les convenía: Alausí no estaba sino a seis horas por tren desde el terminal de Durán donde se lo cogía, muy conveniente para que los señores que se habían quedado atrás por sus trabajos o negocios, vayan una o dos veces a visitar a sus queridísimas esposas que se estaban dando el gusto de sus vidas en el sitio. Alausí tiene un clima inmejorable; cómo de flacos y rangalidos llegaban los monos, y a los pocos días ya estaban lozanos y chapuditos. Alausí era sobre todo el lugar más barato que se podía dar, muertas de la risa pagaban las señoras costeñas por las carnes y frutas que compraban a precios irrisorios, y que ya estaban inflados al doble o el triple por las vivísimas longas vendedoras. Tan barato era todo que las millonarias señoras monas y las avispadas cholas a veces competían entre sí en los cargos de conciencia que les embargaba; las señoras se olvidaban del real y medio (15 centavos) que tenían de vuelto, total en Guayaquil estaban acostumbradas a pagar el doble por lo que habían comprado; las cholas compasivamente añadían dos o tres papas más o un puñado de alverjas al total de la compra, verááá….para que regrese la caserita donde mi la próxima semana.

    Ese era el tira y empuja en la Feria de todos los Domingos en la plaza al aire libre, donde también uno se abarrotaba con un buen plato del suculento, doradito, tostadito, hornado; o de las tortillas de papa empapaditas con la crema de maní, reforzadas con las porcioncitas de longanizas caseras saladitas y frititas al punto, todo cubiertito por dos o tres huevos fritos, ah….y acompañado por un buen vaso de jugo helado, ya sea de naranjilla o de mora. El puesto de la señora Rosita Quishpe era el preferido por los monos para darse ésos banquetazos, claro, si hasta les fiaba. El verdadero trabajo para las señoras locales venía cuando las visitantes habían regresado ya a sus ciudades, ahora tenían que poner en línea a las cholas de la plaza para que regresen a los precios acostumbrados, quejándose de que ésas monas ricachonas dejan mal acostumbradas a las longas de aquí, pero con nosotras no se van a abusaaars.

    A mediados de la temporada de vacaciones de los monos, por la segunda parte del mes de Febrero, es cuando se celebran las fiestas del rey Momo, el Carnaval. Es cuando los vacacionistas y casi todo el mundo en Alausí se volvían medio locos. Y no digamos solamente en la pequeña ciudad sino en el Ecuador entero. Fiel a una inveterada costumbre los Carnavales se celebran en el país mojándose todo el mundo, si señores, las personas se encharcan con agua unos a otros; cuándo y cómo se originó la curiosa práctica nadie tiene la más remota idea. En la señorial ciudad capital Quito, en el gran puerto Guayaquil, en todas las ciudades y pequeños pueblos del Ecuador, por los tres días de Carnaval las personas procuran mojarse unas a otras. En otros sitios como por ejemplo en Rio de Janeiro la gente celebra el Carnaval con bailes y desfiles de disfraces, en el Ecuador y creo que también en algunas partes de Venezuela y Perú el Carnaval se celebra con agua. El Gobierno Central y muchas autoridades locales han querido suprimir la singular costumbre, amenazando con duras penas a los contraventores, y han sacado la policía y hasta el ejército a reprimir la bárbara costumbre, lo que han conseguido es que de todos los balcones les lancen baldes de agua hasta encharcarlos totalmente, al final, hasta los policías y soldados han participado en la mojadera! Es que antes de ser chapas (policías) o soldados esos miembros del puro pueblo habían participado entusiastamente en el juego de Carnaval. En años posteriores y en ciertas ciudades como en Ambato se ha podido minimizar en algo el acto, con festivales y bailes. Pero para la época de ésta historia, en Alausí empezaba la mojadera algunos días antes de la fecha del Carnaval; de repente empezaban a volar de un extremo al otro del estrecho andén de la estación de ferrocarril nubes de globitos llenos de agua a la hora del arribo de los trenes mixtos. Unos muchachos hacían su agosto vendiendo unas vejigas de fino caucho ya llenas de agua que las traían en unas lavacaras, los globitos eran de regular tamaño, como para que quepan en una mano; irás haciendo la cuenta le decía el entusiasta joven ensimismado en lanzar los globitos al otro extremo del pequeño recinto. Los tres días propios del Carnaval, Domingo Lúnes y Martes, es cuando todo el mundo mojaba a cualquier persona que se había arriesgado a salir a la calle, lo hacían impunemente; las personas que no querían o no les gustaba someterse a la mojadera como por ejemplo los aristócratas Naranjo iban a pasar esos días en su retiro La Primavera que quedaba alejado de Alausí.

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