EL BALCÓN de EUROPA
EL ADIÓS A GEORGIA esta tierra incrustada entre Asia y Europa, no fue fácil. Tras un abrazo a Keti y Davit en el aeropuerto de Tifilis, nos despedimos. Ambos, muy jóvenes, podrían haber sido nuestros hijos y durante estos veinte días en Georgia, más allá de ser nuestros guías y chofer respectivamente, se transformaron en amigos.
Dos semanas antes, Davit, un filósofo de 27 años, nos había ido a buscar a ese mismo aeropuerto. Habíamos llegado a Tifilis casi a medianoche. Nos encontramos con una ciudad vibrante, cuyas típicas casas en sus laderas parecían a esa hora —en que los empinados cerros se mimetizan con la noche—colgar del cielo. Había música en las calles y gente conversando alegre en las terrazas de bares y restaurantes. Georgia me pareció muy europea esa primera noche. Se lo comenté a Davit y me dijo que ellos se describen como el balcón de Europa. Georgia está rodeada al norte por los impresionantes montes Cáucasos y desde allí se observan. A los georgianos les gustan los balcones y estos son los grandes protagonistas en la particular arquitectura de su capital.
En nuestro primer día conocimos a Keti, nuestra guía y estudiante de Ciencias Políticas que puede recitar trozos del Quijote de la en inglés y cuyo libro favorito es , de Gabriel García Márquez, como nos enteraríamos en algún momento de nuestro viaje.
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