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El jugador: El jugador
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Libro electrónico253 páginas3 horas

El jugador: El jugador

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Información de este libro electrónico

Alekséi Ivánovich trabaja para una familia rusa hospedada en Ruletenburgo, ciudad alemana ficticia. El general Zagorjanski, el padre de la familia, le parece insoportable, pero sigue a su servicio porque está enamorado de su hijastra, Polina Aleksándrovna. Para complacerla, Alekséi ingresa al sórdido mundo de los casinos y aunque a veces corre con
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 ene 2022
ISBN9786076218969
El jugador: El jugador
Autor

Fiódor M. Dostoievski

Fiódor M. Dostoievski (Rusia, 1821-1881) es uno de los autores fundamentales de la edad de oro de la literatura rusa —una época que vio surgir a figuras como Nikolái Gógol, Lev Tolstói y Antón Chéjov—. Su obra es pieza clave de la literatura moderna y un brillante estudio de la condición humana. La psique atormentada de sus personajes no sólo refleja su creatividad, sino también sus vivencias: conoció las penurias del sistema de trabajos forzados en Siberia y la obsesión destructiva por las apuestas, de la cual El jugador es un retrato literario magistralmente logrado.

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    El jugador - Fiódor M. Dostoievski

    Couverture : FIÓDOR M. DOSTOIEVSKI, El jugador, Castillo EdicionesPage de titre : FIÓDOR M. DOSTOIEVSKI, El jugador, Castillo Ediciones

    DIRECCIÓN EDITORIAL: Cristina Arasa

    COORDINACIÓN DE LA COLECCIÓN: Mariana Mendía

    CUIDADO DE LA EDICIÓN: Mario Carrasco Teja y Ariadne Ortega González

    DISEÑO DE PORTADA: Javier Morales Soto

    FORMACIÓN: Mario Carrasco Teja

    ILUSTRACIÓN DE PORTADA: Isidro Antonio Reyes Esquivel

    ICONOGRAFÍA: Darío Zárate Figueroa

    CONTENIDOS DE SECCIONES DIDÁCTICAS: Carlos Tejada

    TRADUCCIÓN: sergio Hernández-Ranera

    TEXTO: Fiódor Mijáilovich Dostoievski

    El jugador

    Título original en ruso: Игрок (Igrok)

    Traducción © Ediciones Akal, S. A.

    PRIMERA EDICIÓN DIGITAL: septiembre de 2017

    D.R. © 2017, Ediciones Castillo, S.A. de C.V.

    Castillo ® es una marca registrada.

    Insurgentes Sur 1886, Col. Florida,

    Del. Álvaro Obregón,

    C.P. 01030, México, D.F.

    Ediciones Castillo forma parte

    del Grupo Macmillan

    www.grupomacmillan.com

    www.edicionescastillo.com

    infocastillo@grupomacmillan.com

    Lada sin costo: 01 800 536 1777

    Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana.

    Registro núm. 3304

    ISBN Digital: 978-607-621-896-9

    Prohibida la reproducción o transmisión parcial o total de esta obra por cualquier medio o método, o en cualquier forma electrónica o mecánica, incluso fotocopia o sistema para recuperar la información, sin permiso escrito del editor.

    La transformación a libro digital de este título fue realizada por Nord Compo.

    PUERTAS DE ACCESO

    La historia del apostador

    ¹

    El jugador es una novela sobre un ludópata o adicto al juego, cuya escritura fue el resultado de una suerte de apuesta: aquélla hecha por Fiódor Mijáilovich Dostoievski consigo mismo para escribir la obra en tan sólo un mes y cumplir con el plazo impuesto por uno de sus editores, el mal afamado Fiódor Timoféievich Stellovski. En el contrato firmado entre ambos se estipulaba que, por un pago de tres mil rublos —a modo de anticipo de regalías—, Dostoievski le permitiría editar sus obras completas, incluida una nueva novela que el escritor debía entregarle a más tardar el 1º de noviembre de 1866; de no cumplir con esta fecha, Stellovski estaría en libertad de publicarlas por un periodo de nueve años sin la obligación de pagarle un solo rublo.

    Previo a la firma de semejante contrato leonino, el escritor había ido dando tumbos, obligado a solicitar préstamos a diestra y siniestra para pagar a sus acreedores. Por ejemplo, apenas había saldado una deuda de seiscientos rublos con la ayuda del Fondo Literario, una organización rusa que auxiliaba a escritores y estudiantes en necesidad, de la que dos años antes había sido secretario y a la que renunció tras la acusación de no devolver dos préstamos otorgados tiempo atrás.

    Luego de recibir el anticipo, Dostoievski abandonó Rusia y viajó a la ciudad de Wiesbaden, en el suroeste de Alemania, donde casi de inmediato se instaló en el casino, frente a la ruleta. Para entonces, de aquellos tres mil rublos le quedaban ciento setenta y cinco, pues le había pagado a sus acreedores, además de legar una parte a su hijastro Pasha y a los hijos de Mijaíl, su difunto hermano.

    No obstante su fe en la fortuna —tres años antes había ganado allí mismo trece mil francos en sólo una hora—, en menos de cinco días perdió todo y le pidió un préstamo a otro afamado escritor, Iván Turguénev —con el que al lado de Lev Tolstói se disputaría el reconocimiento como el mejor escritor ruso de la historia—. Dostoievski tardó una década en pagarle, pese a que el préstamo apenas lo ayudó a mantenerse por unos días en Wiesbaden. Pronto lo alcanzó allí la también escritora Polina Súslova, una antigua amante.

    Días después Súslova se marchó a París. De nuevo solo, con el poco dinero que aquélla le dejó, Dostoievski pasó las siguientes semanas con la angustia de ser echado de su habitación y entregado a la policía. Los empleados del hotel se negaban a servirle alimentos e incluso por un par de días lo único que se echó a la boca fueron las tazas de té que le servían con recelo. Ni siquiera le reponían las velas ya, por lo que pasó varias noches en tinieblas. En sus cartas a Súslova el escritor le pedía reunir entre sus amigos de París alguna suma para auxiliarlo a superar aquel trance.

    Para su fortuna trabó amistad con I. L. Yaníshev —sacerdote encargado de la Iglesia ortodoxa rusa en Wiesbaden que quince años después presidiría los servicios religiosos durante el funeral del escritor—, el cual no sólo le brindó consuelo espiritual, sino que también le prestó dinero. Dostoievski y Yaníshev pronto descubrieron a un amigo en común, el barón Wrangel, al que el autor le había escrito para pedirle ayuda sin obtener respuesta y que en breve llegaría a la ciudad.

    Mientras tanto Dostoievski le había solicitado a un conocido que vendiera entre las revistas de San Petersburgo una obra que se hallaba redactando, pero ningún editor se interesó en ella. Se trataba de Crimen y castigo, novela que para entonces era un relato corto y que de una vez y para siempre lo ubicaría como uno de los grandes de la literatura universal —el mejor conocedor del alma humana de todos los tiempos, a decir de Stefan Zweig.

    Entre el círculo de conocidos del padre Yaníshev estaba la princesa Shalikova, que publicaba sus textos con seudónimos. Ella convenció a Dostoievski de escribirle a uno de sus parientes lejanos, el poderoso director de la revista El Mensajero Ruso, con el que el escritor había tenido un desencuentro en el pasado, cuando se vio obligado a devolverle el anticipo por un cuento que no cumplió sus expectativas.

    Tras pensarlo unos días, se animó a ofrecerle Crimen y castigo a cambio de una tarifa por página muy por debajo a la que recibían Turguénev y Tolstói. Cuando recibió la carta de aceptación del editor ya había logrado pagar sus deudas en el hotel con el apoyo deYaníshev y Wrangel.

    De vuelta en Rusia para recibir el anticipo, en la mañana del 4 de octubre de 1866, a punto de concluir Crimen y castigo, comenzó a redactar El jugador, a menos de un mes de que venciera el plazo con Stellovski.

    La historia del corazón

    En 1864 Dostoievski perdió a las dos personas más cercanas a él: su esposa, María Dmitrievna Isaeva, y tres meses después a su hermano Mijaíl, con lo cual quedó a cargo de Pasha y sus sobrinos. Entonces buscó contraer nuevas nupcias para recobrar algo de estabilidad, pero las relaciones que entabló fueron infructuosas, hasta que aquella mañana del 4 de octubre de 1866, poco antes del mediodía, tocó a la puerta de su departamento Anna Grigórievna Snitkina, una joven estenógrafa ² que lo ayudaría a transcribir tanto El jugador como Crimen y castigo.

    Dos años antes Anna se había graduado con honores de la primera escuela secundaria para mujeres de Rusia y había abandonado el Instituto Pedagógico —a donde acudían aquellas que deseaban continuar con su formación— para atender a su padre enfermo, al que le leía novelas de Charles Dickens al pie de su cama. Al sentirse culpable de que sus males apartaran a su hija de los estudios, el padre le sugirió buscar el modo de seguir aprendiendo.

    Anna descubrió un anuncio para tomar un curso de estenografía que se impartía a la misma hora en que su enfermo tomaba la siesta. La asistencia a clases le resultaba insoportable a causa de su preocupación por el padre, y a su muerte las abandonó por el dolor que la aquejaba. No obstante, un profesor la alentó a concluir el curso por correspondencia, gracias a lo cual en poco tiempo se convirtió en una secretaria muy capaz, tanto así que, cuando Dostoievski le pidió a un profesor que le recomendara a alguien que le tomara dictado, éste no dudó en referirle el nombre de Anna.

    Como le confesó más tarde al escritor, se enamoró de él desde la niñez, cuando se convirtió en una fiel lectora de sus cuentos y novelas. También le compartió que cada vez que subía a su departamento no dejaba de hallar semejanzas con el de Rodión Románovich Raskólnikov, protagonista de Crimen y castigo.

    Dostoievski no estaba convencido de contratar los servicios de una secretaria, pero el apuro de terminar El jugador en menos de un mes lo acabó de persuadir. Durante su primer encuentro, sin saber muy bien en qué ocuparla, después de ofrecerle té y galletas le preguntó si le apetecía fumar —el escritor no terminaba de apagar un cigarro cuando ya se hallaba encendiendo otro—. La propuesta sorprendió a Anna, pues no estaba bien visto que una mujer fumara y de por sí arriesgaba su reputación al ir sin compañía al departamento de un hombre soltero, por más diferencia de edad que hubiera entre ambos. Aquella escena se repitió varias veces, como si a cada encuentro el escritor olvidara que ella había declinado la oferta, además de que siempre le volvía a preguntar su nombre.

    A final de cuentas establecieron una rutina de trabajo. Anna llegaba al departamento al mediodía y se marchaba a las cuatro. Tomaba dictado por intervalos de unos treinta minutos, hasta que el escritor se interrumpía para confiarle asuntos más personales. Animado por la atención recibida de su asistente, le narraba los eventos más infortunados de su vida, desde sus ataques de epilepsia y la muerte de su esposa hasta el episodio de su inminente fusilamiento —referido en el Cuarto de herramientas—, su posterior condena en Siberia y las innumerables deudas con gente de toda clase.

    Día tras día el humor de Dostoievski mejoraba conforme la novela progresaba, junto con la posibilidad de cumplir a tiempo con el contrato. De modo paralelo Anna se ganaba su confianza y con ésta, su cariño. En una ocasión él le dijo que había llegado a un momento crucial de su vida y que se hallaba ante tres posibles caminos: abrazar la religión, peregrinar a Constantinopla y quedarse allí para siempre; viajar al extranjero para perderse en la ruleta; o volver a casarse y reencontrar la felicidad con una nueva familia.

    Luego le pidió su opinión. Sin titubear, ella le recomendó el tercer camino, con lo que animó a Dostoievski a plantearle una nueva pregunta: ¿debía buscar a una mujer inteligente o bondadosa? Acaso pensando en sí misma, Anna le sugirió que privilegiara la inteligencia, pero el escritor la refutó: debido a los tropiezos acumulados en su vida, la mejor opción para él sería alguien bondadosa que supiera perdonarlo.

    El manuscrito de El jugador siguió aumentando hasta que el 29 de octubre, tres días antes de la fecha límite, llegó a su punto final. Anna se lo llevó para corregirlo y al día siguiente se lo entregó al escritor, que aplicó las últimas correcciones y lo tuvo listo en las últimas horas del 31. Al día siguiente salió en busca del editor, que para salirse con la suya intentó ocultarse e impedir la entrega a tiempo: sólo un par de horas antes de concluir el día Dostoievski lo encontró y puso fin a su calvario.

    Anna y Fiódor no se dejaron de frecuentar, pues además de una visita que el escritor les hizo a ella y a su madre dos días después, el 8 de noviembre volvió a buscarla so pretexto de concluir con los últimos capítulos de Crimen y castigo. Durante esa sesión Dostoievski le planteó el conflicto para una nueva novela y le esbozó a un protagonista demasiado parecido a él y a una heroína demasiado parecida a ella, en cuya trama poco a poco se evidenciaba el interés entre ambos. Acto seguido Dostoievski le preguntó qué opinaba de que una mujer joven, bella y vivaz se sintiera atraída por un viejo artista enfermo y cargado de deudas. Anna respondió que para la muchacha no representaría sacrificio alguno comprometerse con un hombre como aquél si en verdad lo amara.

    Dostoievski reunió el valor para formularle una tercera pregunta:

    —Imagine que el artista… soy yo, que le he confesado mi amor a usted y le he pedido ser mi esposa. Dígame, ¿cuál sería su respuesta?

    Al ver su expresión de tormento interior, Anna comprendió que una negativa equivaldría a matarlo allí mismo, de manera que lo miró a los ojos y dijo:

    —Yo respondería que lo amo y que lo amaré toda la vida.

    Tras poco más de un mes de conocerse quedó sellada la unión entre Snitkina y Dostoievski. El nuevo matrimonio procreó cuatro hijos —una niña murió al poco tiempo de nacida—, los cuales se sumaron a la lista de personas que dependían de su pluma: Pasha, sus sobrinos, la viuda de su hermano y la propia Anna.

    El resto de la vida del escritor permaneció signado por el infortunio y la desdicha. Con el paso de los años intensificó sus visitas a los casinos y varias veces lo perdió todo.

    Es muy probable que al volver a casa y admitir a su esposa la pérdida de sus bienes, la joven recordara aquella pregunta entre buscar a una mujer inteligente o bondadosa: ella misma se había convertido en la encarnación de esa segunda mujer.

    Después de cada desastre en el casino, cuando el escritor se humillaba en busca del perdón, Anna se lo concedía, convencida de que su única salvación era la escritura de su marido, la cual nunca alcanzó mejores resultados que durante las etapas en que se halló esclavizado por las deudas.

    Como afirma Joseph Frank:

    Cuanto más sabemos de las condiciones en que vivió, más increíble nos parece que lograra producir tantas obras maestras con esa rapidez, pues Dostoievski no sólo tuvo que soportar la pobreza y sus continuos cambios de residencia, sino también recurrentes ataques de epilepsia que lo dejaban incapacitado durante varios días. ³

    El juego del amor

    En El jugador se reflejan muchas vicisitudes ocurridas a su autor, lo cual no implica que sea una novela conscientemente autobiográfica. En ésta se aborda la disyuntiva del narrador, Alekséi Ivánovich, para decidirse entre la pasión del amor o la pasión por el juego.

    Tras dos semanas de ausencia, la historia comienza con el regreso de Alekséi a Ruletenburgo, ciudad-casino donde se hospeda la familia para la cual trabaja como maestro de los niños. Su ausencia se debe a un encargo del padre, el general, para conseguir determinada suma. Si bien Alekséi asume que lo recibirán con sonrisas y halagos, en cambio obtiene muestras de desdén que le provocan resentimiento. Ahora el general le parece insoportable, con sus ínfulas de gran señor, y no lo manda al diablo sólo porque está locamente enamorado de su hijastra, Polina Aleksándrovna.

    En la novela se plantea una situación compleja: por más lujo que aparente, el general vive problemas financieros y espera con ansiedad la muerte de una tía para heredar su fortuna y salir de una deuda contraída con un francés, el marqués Des Grieux, que al igual que el general aguarda aquel fallecimiento con expectación, máxime que en cuanto llegue la noticia pedirá la mano de Polina. Por su parte, el general está enamorado de mademoiselle Blanche, que en colusión con el francés se hace pasar por su prima y acompaña a la familia. En cuanto la tía desaparezca y el general la herede, mademoiselle se casará con él.

    Éste es a grandes rasgos el planteamiento con que se inicia la trama, en una obra donde se ponen en juego los dos grandes valores de la cultura occidental: el amor y el dinero.

    En términos históricos, le explica Alekséi al francés durante una discusión en que se engarzan justo a su regreso, la facultad para adquirir riquezas ha entrado a formar parte del catecismo del hombre occidental civilizado, y hasta ha llegado a convertirse […] en su artículo fundamental, palabras que a la vez dirige a Polina, a la que ama con desafuero y al mismo tiempo aborrece con infinita rabia —sensaciones ambivalentes que en un momento lo llevan de la libertad a la esclavitud—, pues supone que ella admira al marqués por lo que representa: título de nobleza, nacionalidad francesa y una bien forrada billetera.

    Alekséi no se inhibe al expresar sus sentimientos por Polina, los cuales resultan obvios para el grupo entero. Tras conversar con ella, Alekséi medita:

    De nuevo volví a hacerme la misma pregunta: ¿la quiero?, y de nuevo no supe contestarme a mí mismo. Es decir, de nuevo, por centésima vez, me repetía que la odiaba. ¡Había momentos —siempre que terminábamos de hablar— en que de haber podido hundirle lentamente un cuchillo en el pecho, lo habría hecho con placer. Y, sin embargo, juro por todo lo que hay de sagrado que si en Schlangberg, en aquella montaña de moda, ella me hubiera dicho tírese, habría cumplido sus órdenes igualmente con placer.

    Así vive Alekséi, ninguneado por el general, el marqués Des Grieux, mademoiselle Blanche y los empleados del lugar —que lo miran como a un sirviente—, y atormentado por el amor hacia Polina y el trato que ella le prodiga:

    Yo temía que ella viera en mí lo que aquella emperatriz antigua en sus esclavos, ante los que se desnudaba por no considerarlos humanos. Tantas veces se había negado a tratarme como a un ser humano.

    Sin embargo, sólo a él le confiesa que se encuentra en un problema y le pide que juegue por ella a la ruleta para ayudarla a salir de un apuro. ¿Cuál apuro? Por el momento no se lo dirá, y no hay necesidad de hacerlo:

    Puesto que yo era su esclavo y demasiado insignificante para ella, no tenía por qué ofenderse por mi brutal curiosidad. En efecto, Polina me permitía preguntar, pero no me contestaba. A veces ni siquiera parecía oír mis preguntas. ¡Así eran nuestras relaciones!

    Más adelante confiesa:

    Polina jamás me había hablado con absoluta franqueza. Aunque a veces me abriera, como a su pesar, el corazón, yo había observado que a menudo, de hecho casi siempre, después de aquellas confidencias, o intentaba reducirlo todo a una broma o lo embrollaba, de manera que sus confesiones tuvieran una falsa apariencia. ¡Ella me ocultaba muchas cosas!

    A la postre, los maltratos de que Alekséi cree ser objeto no hacen más que alimentar su amor por ella. Lo mismo da que Polina le exija que se arroje de la montaña o le suplique ganar algo de dinero en el casino: una vez que él entra allí, el daño está consumado.

    El amor al juego

    Al principio a Alekséi le desagrada apostar para alguien más. Su primera incursión en la ruleta es exitosa, aunque él no siente mucho placer porque la ganancia es para un tercero. No. Él quiere jugar para él y hacerse de una fuerte suma para que Polina lo comience a respetar: Con dinero yo sería un hombre distinto, aun para usted, y no un esclavo.

    ¿Cómo reaccionará

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