En el 2016 aparecía entre nosotros un libro en que Michael Kumpfmüller convertía a Franz Kafka en personaje literario a partir de lo que pudo pensar, hacer, sentir en un tiempo muy específico y en torno al que fue su último amor, Dora Diamant, La grandeza de la vida (Tusquets). Y es que el autor checo y su entorno continuamente inspiran todo tipo de trabajos, incluidos los novelescos. En este 2024, que recuerda el centenario de la muerte del autor de La transformación, su compatriota Monika Zgustova publica Soy Milena de Praga, sobre una de las mujeres de su vida.
Políglota, pues escribe en checo, se rescribe en catalán y español, traduce de su lengua natal y del ruso –es autora de un diccionario catalán-ruso, ahí es nada–, a Zgustova no le son ajenos otros idiomas como el francés, el inglés y el alemán. Toda esa mirada internacional, haber vivido en un país comunista antes de poder radicarse de niña en Estados Unidos, la ha llevado a escribir sobre la Europa sangrante del siglo XX, en obras como la voluminosa La mujer silenciosa (Acantilado, 2005), que seguía la trayectoria de una vida, la de la aristócrata Sylva von Wittenberg, descendiente de checos preeminentes, primero niña solitaria carente del calor familiar suficiente, y pianista.
Por un lado, sus genes y cuna conservan la aureola de glamur heredado de su estricta madre «Tú has de ser como una orquídea, bella y noble, fría e inaccesible»– y por el otro, las circunstancias sociopolíticas la atraparán en un mundo cambiante, absurdo, conspiratorio, donde los vencedores impondrán sus caprichos de poder. Zgustova, con este hito novelesco en su andadura, expuso una visión literaria ambiciosa que abrazaba la influencia de las artes en la existencia de las personas. Sylva es lectora de los clásicos griegos, se refugia en su piano, en el consuelo de los autores rusos, y propulsa la literatura checa en París.
Esta gran novela de Zgustova es una pequeña historia de la Europa centroeuropea del siglo XX, de los sufrimientos generados por las invasiones, la represión, el control gubernamental y de cómo sus víctimas, concretadas en la Praga dulcemente humanística, y abriéndose hacia la Unión Soviética, Alemania y los Estados Unidos receptores de las oleadas