La pulga de acero
Por Nikolái Leskov y Javier Herrero
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Nikolái Leskov
Nikolái Leskov (Óblast de Oriol, 1831-San Petersburgo, 1895). Nieto de un sacerdote ortodoxo ruso y sobrino de un cuáquero inglés, se interesó por las cuestiones morales y religiosas y sostuvo puntos de vista de moralista ante cualquier cuestión. Leskov fue criticado a la vez por conservadores e izquierdistas y no fue comprenddido en su tiempo. Uno de sus temas preferidos, el enfrentamiento entre los ideales y la realidad, le da su particular tono cervantino. Leskov renovó el idioma literario. Su obra supone un gran fresco de la vida rusa en la segunda mitad del siglo xix y es considerado el más ruso de los escritores rusos.
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Comentarios para La pulga de acero
20 clasificaciones4 comentarios
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Es sensacional cómo el autor condensa en tan pocas páginas un espíritu maravilloso
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5My edition of this story is the 1961 Soviet edition with lovely color illustrations, presumably printed for children. I obtained this copy 20 years later for a class at UCLA. I believe it was ordered through the UCLA bookstore or possibly from a Russian bookstore near LA's Farmer's Market. In any case it has held up remarkably well for a Soviet printed book (notorious for the poor quality of its paper and glue). It is a well-written story from 1881 which points out both the remarkable superiority of Russian craftsmenship and the equally remarkable inhumanity shown by those in power in Russia to the artisan who accompanied the steel flea back to England. This is the second reading for me in Russian. My first reading was tortured, as I had to look up practically every other word (not realizing that Leskov used neologisims and distorted pronunciation for his narrator who was not from the educated classes) and I wrote these words in pencil everywhere. There were a lot of question marks throughout. This time the story and the narrative voice was alive for me. It was both funny and sad, but never maudlin. I'm interested in reading the English translation to see if it captures the cultural disconnection that Leskov shows to well.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Not sure if this is meant as a commentary on the Russian political system (very likely) and I just don't know enough about the history / politics of the time to understand it OR if it is just a funny story poking fun at aristocracy / political players as a whole. This is another story I really felt needed a bit of historical background would benefit.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5This was the first of the Little Black Classics that I obsessively imported, and both their strength and their weakness is that you are given absolutely no context, but just dropped straight into the story. I spent a bit of time floundering and wondering just what kind of story I'd wandered into, and what was up with those strange word usages, did they skimp on the translator?
Once I got my feet under me, I loved this little story, in all its farcical, tall-tale international intrigue f engineering one-upmanship. Even the odd word usages, once I had a little faith, turned out to be brilliant little very intentional playful moments.
My favorite of the LBCs so far.
Vista previa del libro
La pulga de acero - Nikolái Leskov
La pulga de acero
Nikolái Leskov
Traducción del ruso a cargo de
Sara Gutiérrez
Con una introducción de
Care Santos
Ilustraciones de Javier Herrero
Introducción
La pulga más incomprendida de la literatura rusa
por Care Santos
A los rusos les encanta hablar mal de su propio país.
Que si esto está mal en Rusia, que si aquello no les gusta.
En cambio en Europa, mire usted, todo es fantástico.
Aunque, qué es lo que es fantástico, ni ellos mismos lo saben.
Mijaíl Zóschenko
«Ya que hablamos de autores de segunda categoría, ¿qué opina usted de Leskov?»
La pregunta la formula Fiódor, el protagonista de la novela La dádiva, de Vladimir Nabokov, a su amigo el poeta Koncheiev en una de sus interminables conversaciones imaginarias sobre literatura. En realidad se trata sólo del pretexto para exponer la descarnada opinión acerca de un autor al que consideraba, junto con otros de su tiempo, parte de una «porridgy mass» literaria[1] (la metáfora no puede ser más despectiva: autores espesos y pegajosos como gachas). En la misma novela, el ficticio Fiódor afirma reconocer sólo dos clases de libros: «para la cabecera y para la papelera». Y añade: «O amo fervientemente a un escritor o le desecho por completo». No hay duda de que para el autor de Lolita, su compatriota Nikolái Semionovich Leskov siempre perteneció al segundo grupo, al de los autores desechables.
Nabokov no fue el único en denostar a Leskov (Gorojovo, Orlov, 1851-San Petersburgo, 1895), uno de los escritores más heterodoxos y controvertidos de la literatura rusa. Ya sus propios contemporáneos se dividieron entre quienes (poquísimos) le amaban con fervor y los que le despreciaban por completo. A la vista del número y variedad de sus detractores, no deja de sorprender que fuera capaz de desagradar a gentes tan dispares, y por motivos a menudo contrarios entre sí. Aunque cuando se escarba un poco en su biografía se acaba por descubrir que los mismos que le dieron la espalda le ensalzaron en algún momento, incluso le utilizaron para sus propios intereses. Y también que a lo largo de su vida, nuestro Nikolái no fue un ejemplo de buen relaciones públicas, ni esgrimió grandes dotes diplomáticas entre un gremio, el de los escritores, que de por sí, no importa de qué lugar o época estemos hablando, es sensible por naturaleza. Por el contrario, Leskov se enorgullecía de haber desarrollado su carrera literaria al margen de la intelligentsia de su tiempo, incluso contra ella. Tal vez ese alarde de autosuficiencia fue, precisamente, lo que jamás le perdonaron sus contemporáneos.
A pesar de las escasas simpatías que despertó en vida, no faltaron en las generaciones posteriores intelectuales de gran renombre que valoraron y ensalzaron la figura de Leskov: fue el caso de Máximo Gorki o Thomas Mann, que biológicamente podrían haber sido sus hijos, o de Walter Benjamin (de quien le separaban sesenta años). De entre sus contemporáneos, sólo Tolstói supo verle méritos, y poner el dedo en la llaga al afirmar que acaso Leskov escribía más para las generaciones venideras que para sus contemporáneos.
Nikolái Semionovich Leskov comenzó a escribir tarde, casi a los treinta años. Había leído mucho, sobre todo en ruso, pero no había recibido la educación refinada a la que parecía destinado durante sus primeros años, cuando cursó estudios en el Liceo de Oriol. Sin embargo, la muerte de su padre le forzó a dejar los estudios y buscar un trabajo. Fue escribiente de un juzgado penal. Luego se trasladó a Kiev, donde continuó su carrera funcionarial al tiempo que asistía de modo informal a clases en la Universidad y leía sin descanso. Interesado por las culturas de otros pueblos eslavos —otro punto en que se diferencia de los francófilos intelectuales de su tiempo— llegó a dominar el polaco, el ucraniano y a estudiar checo. Cuando en 1857, a los veintisiete años, comenzó a trabajar como agente comercial para Alexander Scott, tuvo la oportunidad de conocer gentes y lugares que más tarde poblarían sus historias y, sin saberlo, puso la primera piedra de su carrera literaria. Forzado a viajar durante varios años de extremo a extremo de su vasto país, observó con atención aquello que más le interesaba: la vida de la gente sencilla. Su sensibilidad hacia la amarga situación del campesinado, ligado aún a la tierra y en condiciones de esclavitud, le emparenta con algunos escritores de su tiempo, aunque él mismo se encargó de subrayar las diferencias: «Yo no he estudiado al pueblo conversando con los cocheros de San Petersburgo sino estando con los míos, con la gente de pueblo», dijo.
Su carrera literaria tiene un arranque singular: para mantener a su patrón al tanto de sus negocios, le escribe regularmente. En sus cartas le relata lo que ve en sus