El diablo listo y otros poemas
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El diablo listo y otros poemas - Nikolay Gumiliov
El corazón de oro de Rusia
Homenaje y prólogo
Por LUIS F
RAGA
«(…) POR LA DESIERTA calle Basséynaya resonaban los pasos de dos transeúntes de última hora. Uno era un hombre alto y esbelto con andar seguro y firme. Llamaba la atención por su extraña vestimenta: pelliza larga de piel de ciervo blanco con dobladillo bordado y un gorro del mismo tipo. Bajo el brazo, una abigarrada cartera africana hecha con piel de un animal tropical que al parecer él mismo había cazado. Un atuendo algo insólito para pasear por el Petrogrado revolucionario de 1920.
»Junto al desconocido, casi corriendo a pasos cortos, iba su joven acompañante.
»—Nikolay, ¿a dónde vamos? —preguntó en voz baja la chica mientras miraba con timidez alrededor.
»El hombre de la pelliza de ciervo se detuvo súbitamente, elevó hacia el cielo un dedo estrecho y como afilado de su blanquísima mano de finura aristocrática, y pronunció, aleccionador:
»—Usted, claro, ¿se ha olvidado de qué día es hoy? ¡Pues precisamente esta fecha, en la noche del 14 al 15 de octubre de 1814, nació Lérmontov! El poeta preferido de Usted y mío. ¿No le da vergüenza no saberlo?… ¡Encargaremos una misa de réquiem por él! Y seremos, seguramente, los únicos en todo el mundo que rezarán por él, que recordarán el alma del poeta (…).
»(…) La iglesia estaba vacía. Las luces pálidas de unas velas ante los iconos se disolvían en la oscuridad húmeda. De alguna parte de detrás del coro surgió, ágil, un sacerdote joven.
»—¿Por quién rezamos, señoría?
»—Por la preclara memoria del boyardo Mijaíl.
En la profundidad de las bóvedas oscuras sonó el eco bajo del Bendito sea nuestro Señor... (Благословен Бог наш…)
. Empezaba el réquiem.
»Nikolay Gumiliov (pues así se llamaba el hombre misterioso de la pelliza de ciervo) cayó de rodillas, y a pesar de la gelidez de las losas de piedra, no se levantó hasta que la misa hubo terminado.
Nikolay Gumiliov, retratado por Olga Della Vos Kardovskaya.
»La turbada Írochka, su joven alumna y seguidora, Irina Vladímirovna Odóyevtseva, se santiguaba con fervor (…).
»Era como si el telón del mundo del más allá se hubiese retirado por un instante y el joven Lérmontov estuviese iluminando con sonrisa maliciosa el sombrío Petrogrado del año 1920.
»Más tarde tuvo lugar una velada improvisada en memoria del profeta de la poesía rusa
. Junto a la estufa de lo que antes había sido antesala y ahora constituía el único espacio habitable del inmenso piso de Gumiliov, Nikolay Stepánovich e Irina Vladímirovna tomaban té de zanahoria con pan seco de pasas. El fuego ya empezaba a apagarse cuando Gumiliov empezó su narración sobre la vida y el destino del gran poeta del Cáucaso. Relataba vivamente, con ímpetu, como si él mismo hubiera participado en aquellos acontecimientos y delante de la joven Odóyevtseva fuesen mostrándose uno tras otro las escenas de la vida de Lérmontov. (…)
»(…) Cuando la acompañaba a casa, Irina no podía contener las lágrimas.
»—Cálmese Usted de una vez, no vaya su familia a pensar que la he ofendido en algo. ¿Quién va a creer que Usted esté llorando por Lérmontov, que murió hace más de un siglo?
»—¡No puedo! —sollozaba Irina— ¡Me da tanta pena! ¡No sabía que su muerte hubiera sido tan terrible!
»Gumiliov le ofreció en silencio su pañuelo. Luego, al inclinarse, miró los ojos de la chica llenos de lágrimas:
»—La estaba regañando, dijo Nikolay, pero ahora de pronto deseo que muchos años después de mi muerte alguna criatura joven llore por mí así, como Usted lo hace ahora. Como por un novio al que han matado (…)».
Del libro de memorias
de Irina Vladímirovna Odóyevtseva.
POR LO MENOS tres son los motivos que hacen sumamente recomendable la lectura del texto al que estas líneas sirven de prólogo.
Primero, la excelencia literaria de los versos aquí traducidos. Quien no conozca la poesía de Gumiliov se verá sorprendido por la fuerza de sus imágenes y la distinguida simplicidad de sus expresiones, que siempre apuntan a objetivos elevados y nobles.
Segundo, la calidad de la traducción lograda por Luis Gómez de Aranda y Elena Kúrchenko, dos personas que tanto han contribuido al conocimiento en España de la cultura rusa. Tercero, la inmensa categoría humana de Nicolay Gumiliov y cómo ésta se muestra en su vida, sus inquietudes y sus realizaciones.
De hecho, este libro es, ante todo, un merecido homenaje al gran poeta nacido en la noche del 14 al 15 de abril de 1886, en Kronstadt, ciudad con nombre alemán muy cerca de San Petersburgo. Al parecer, durante aquella noche se abatió sobre esta ciudad de Rusia una fuerte tormenta, y la anciana niñera de la familia interpretó sus relámpagos y golpes de viento como signos proféticos destinados a presidir la vida del recién nacido. Tenía razón.
En efecto, el destino de Gumiliov refleja como pocos otros la suerte de los intelectuales de Rusia en aquella época convulsa. Y su muerte, perpetrada por personas peores que él, nos puede servir de enseñanza y de advertencia sobre la naturaleza invariable del comportamiento humano y sobre lo necesario que para todos sigue siendo que seamos capaces de construir sociedades y sistemas políticos que aspiren a que entre los rasgos humanos prevalezcan los más nobles, y no los más viles, como con tanta frecuencia sucede.
En la obra de Gumiliov, sin embargo no hay intenciones políticas ni reflexiones sociales, ni teorías revolucionarias o idealistas sobre la construcción de mundos mejores. De todo esto el verdadero artista siempre desconfía. No ha de sorprendernos, por lo tanto, que él siempre se definiese como apolítico
. Lo suyo era la poesía y la vida. La creación de belleza y de situaciones. Y a ello dedicó su vocación literaria y su afán aventurero.
La poesía de Gumiliov es inusual. Aunque él fuese uno de los fundadores del denominado acmeismo
, ni su estilo ni sus versos pueden