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Almas muertas
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Almas muertas
Libro electrónico622 páginas16 horas

Almas muertas

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Es una obra escrita por Nikolai Gogol y publicada en 1842. Se considera por muchos como la primera novela rusa moderna. En"Almas muertas"se cuenta la historia de Pavel Ivanovich Chichikov, un personaje misterioso que llega un buen dia a la ciudad de N. para emprender un negocio oscuro y desconcertante. Entabla relaciones con los hombres mas importantes del lugar y les hace una extrañaoferta: comprarles los campesinos ya fallecidos para evitarles el pago de sus impuestos a la administracion. Algunos propietarios reaccionaran favorablemente ante la oferta, otros no, pero la duda no desaparece: ¿para que necesita Chichikov esas almas muertas?
IdiomaEspañol
EditorialNikolai Gogol
Fecha de lanzamiento17 ene 2017
ISBN9788822891303
Almas muertas
Autor

Nikolai Gogol

Nikolai Gogol was a Russian novelist and playwright born in what is now considered part of the modern Ukraine. By the time he was 15, Gogol worked as an amateur writer for both Russian and Ukrainian scripts, and then turned his attention and talent to prose. His short-story collections were immediately successful and his first novel, The Government Inspector, was well-received. Gogol went on to publish numerous acclaimed works, including Dead Souls, The Portrait, Marriage, and a revision of Taras Bulba. He died in 1852 while working on the second part of Dead Souls.

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    Almas muertas - Nikolai Gogol

    Creador junto con Aleksandr Pushkin de la gran prosa rusa del siglo XIX que habría de prolongarse en Dostoyevski, Tolstoi y Chéjov, Nikolái Gógol plasmó en «Almas muertas» la misma visión ácida y satírica de Rusia que impregna sus «Historias de San Petersburgo». (L 5505), entre las que se cuentan relatos tan célebres como «La nariz» y «El abrigo». La publicación en 1842 de la presente novela, que alcanzó notable repercusión y levantó algún revuelo, le valió gran fama y consolidó su reputación de gran narrador. Su protagonista, Chíchikov, pergeña el plan de comprar «almas muertas» —esto es, la propiedad de siervos fallecidos— para así poder pedir un crédito al Estado, con esta propiedad como aval, antes del siguiente censo. El relato de sus andanzas por la Rusia rural, así como de su resultado, es una de las cimas de la literatura de este país, en la que se puede apreciar el talento de Gogol no sólo para la sátira, sino también para la descripción de inolvidables caracteres.

    Nikolái Gógol

    Almas muertas

    INTRODUCCIÓN

    El hombre

    Nicolai Vasilievich Gogol nació en Sorochinez, del distrito de Mirgorod (en el gobierno de Poltava, Ucrania), el 1 de abril de 1809. Descendía de una familia de cosacos ucranianos que llevaban una vida sencilla y patriarcal. El padre, Vasili Afanasievich, era un pequeño terrateniente y ex funcionario de Correos; comediógrafo popular, sus obras ejercieron cierto influjo sobre los primeros pasos literarios de Nicolás; algunas de ellas fueron tenidas en cuenta por su hijo, especialmente para La feria de Sorochinez. De ahí que al respirar ese ambiente desde su infancia se desarrollara su afición por el teatro y la literatura. Vasili había escrito comedias cortas, sátiras y relatos humorísticos, atrayendo así a su hijo, que llegaría con el tiempo a alturas insospechadas hasta entonces.

    Su madre se caracterizaba por su espíritu extremadamente inclinado al misticismo religioso y a las supersticiones, y de ella lo heredaría Gogol, no sólo por su carácter, sino por la formación que de ella recibió.

    En 1820 inició sus estudios en el liceo de Niezin, en Poltava, donde permaneció hasta el año 1828; allí empezó a escribir, concluyendo la obra Hans Hüchelgarten, publicada más tarde bajo el seudónimo de V. Alov y por su propia cuenta.

    A los dieciséis años murió su padre; ello representó un grave trastorno en cuanto a la situación económica de la familia, puesto que de sus dominios nunca habían obtenido pingües beneficios, sin que esto preocupara gran cosa al matrimonio: si los ingresos eran modestos, también lo eran sus gustos.

    Nicolás, el primogénito (de doce hermanos murieron siete, casi todos a temprana edad), tuvo que encargarse de la familia, aconsejando constantemente a su madre sobre distintas operaciones para incrementar sus ingresos, y demostrando de este modo su sentido práctico. Por otra parte, la desaparición de su padre alteró también su disposición de ánimo, haciendo que en adelante mostrara un excesivo apego hacia su madre; es posible que esto contribuyera asimismo a una radical dificultad de su carácter, torpe hasta el máximo para la comunicación afectiva e intelectual con sus semejantes.

    Cuando hubo concluido sus estudios medios, Gogol, ante quien la economía doméstica ofrecía una perspectiva cada vez más sombría, marchó a San Petersburgo (1828), ilusionado por triunfar como poeta romántico e impulsado por una especie de afán de imponer justicia en el mundo. Los primeros meses de su estancia allí coincidieron con el poco éxito de su novela en verso Hans Küchelgarten, que al fin se decidió a publicar apremiado por la necesidad; a su autor se le hace víctima del ridículo, arrecian las críticas en los periódicos, y entonces Gogol, decepcionado, tras retirar de las librerías todos los ejemplares que encuentra, decide abandonar Rusia y partir hacia América. Sin embargo, no pasó de Lübeck, y su permanencia en el extranjero quedó reducida a un mes. Al regresar a la patria volvió de nuevo a San Petersburgo. Consiguió por último, con la ayuda de su tío, un pequeño empleo ministerial que apenas le daba para vivir; más tarde obtuvo un ascenso y con ello mejoró su situación económica, dedicándose en los ratos de ocio a la pintura. En 1830 intenta ser actor, pero fracasa. Apremiado otra vez por la falta de dinero, decide escribir a fin de aumentar sus ingresos, y en 1831 aparece el primer volumen de las Veladas en la granja de Dikanka, al que seguirá en 1832 el segundo volumen. En esta ocasión alcanzará un notable éxito.

    En San Petersburgo entró en contacto con los círculos literarios de aquella época, y sobre todo con personajes de la altura de Jukovski, Pletniev y Pushkin, que apreciarían su obra. Pushkin será para él un buen amigo y protector, y repetidas veces le proporcionará el tema para sus obras. Gracias a uno de sus nuevos amigos obtiene el puesto de profesor de Historia en el Instituto Patriótico para señoritas, y después, en 1834, pasa a la Universidad; pero pronto lo deja, debido, según dicen algunos, a sus escasos conocimientos en la materia.

    En 1835 surge a la luz una segunda colección de cuentos, Mirgorod, también en dos volúmenes, en los que a los elementos integrantes de la primera, el colorido local y la fantasía, añadió otros dos: el histórico-épico y el realista psicológico de fondo humorístico, representados por Taras Bulba, novela histórica al estilo de las de Walter Scott, y por Cómo pleitearon Iván Ivanovich e Iván Nikiforovich, y Terratenientes de antaño, respectivamente; funde los elementos realistas con los fantásticos y románticos, revela un espíritu satírico, y al mismo tiempo se advierte en ellos cierta tendencia a las situaciones espirituales morbosas. Más adelante escribe Arabescos (nueva recopilación en dos volúmenes), que contiene ensayos críticos en los que pretende dar conciencia de su propio arte. Siguen después otros cuentos: Perspectiva Nevski, Las memorias de un loco, en que retrata fielmente las fases de la demencia, y El retrato, en su primera versión, donde se descubren nuevos elementos de su personalidad artística.

    En 1832 realizó un viaje a Ucrania, despertándose entonces en él el amor por el teatro, al que años más tarde se dedicaría escribiendo algunas de sus mejores obras. Regresó después a San Petersburgo, donde entabló nuevas amistades en el ambiente intelectual, especialmente con la familia Aksakov, dando con ello un renovado impulso a sus ideas teóricas nacionalistas y eslavófilas. Su amistad con Pushkin se estrechó, y éste le contó un día la anécdota que serviría de base para su comedia El inspector general. Acerca de ella, Gogol afirmó en cierta ocasión que al empezar a escribirla tenía el propósito de poner al descubierto todo lo feo y lo malo que había visto en Rusia, a fin de que el público pudiera reírse de todo aquello. En esta comedia las dotes de humorista de Gogol aparecen condensadas con fortuna. Con autorización del mismo zar se puso en escena el 19 de abril de 1836; la obra era un despiadado ataque contra la corrupción burocrática, y ni siquiera Nicolás I había previsto la reacción de las clases satirizadas. Proporcionó a su autor muchos disgustos, a pesar de la admiración del grupo de idealistas moscovitas; Pushkin ya le había advertido que en Moscú sería mucho mejor acogido que en San Petersburgo, y al fin Gogol autorizó su representación allí. No obstante, las polémicas suscitadas ahondaron en él la amargura, ya aumentada por su morbosa sensibilidad, y resolvió emprender otro viaje al extranjero. Sin embargo, no desistió de terminar Almas muertas, o las aventuras de Chichikov, obra iniciada en 1835, y la continuó en Roma, adonde llegó en marzo de 1837, permaneciendo allí dos años; anteriormente había residido por algún tiempo en Alemania, en Suiza y en París, donde recibió la noticia de la muerte de Pushkin. Todos estos años fueron para él de continua actividad; la impresión producida por la Ciudad Eterna le impulsó a escribir el breve fragmento Roma; asimismo escribió El capote, que se convertiría en el más famoso de sus cuentos; refundió El retrato, rehizo Taras Bulba, terminó El matrimonio, su segunda comedia, y dio punto final a su «poema», como él le llamaba, Almas muertas, primera parte, publicada en el año 1842, y que alcanzó gran resonancia, hasta el punto de colocar el arte de Gogol por encima del de los escritores rusos de todos los tiempos. Su publicación coincidió con el punto álgido de la crisis que minaba física y espiritualmente a Gogol desde hacía ya mucho tiempo, puesto que su innata tendencia al misticismo religioso se convirtió entonces en una obsesión.

    Marchó otra vez fuera de la patria y se instaló en Roma, desde donde realizó algunos viajes a Paris, a Niza y Ostende. Estuvo trabajando en la segunda parte de Almas muertas, trabajo que avanzó con mucha lentitud debido a esa obsesión que le llevó a la idea de que era necesaria una purificación moral, de que debía reformarse él mismo para tratar después de reformar a los demás, de salvar a sus compatriotas. Todo esto oscureció su inteligencia hasta llegar a hacer de él un pobre desequilibrado. Él mismo confesó que había perdido para largo tiempo la capacidad de crear. Más tarde sería posible darse cuenta de que, en sus obras, Gogol había esparcido esos pensamientos y elucubraciones que habían hecho presa en él, mediante el estudio de los cuales se descubren numerosos aspectos borrosos de su psicología.

    Regresa de nuevo a Rusia, donde, convencido de que su destino es realizar elevadas obras morales, y tal vez por cumplir un voto, publica Fragmentos escogidos de la correspondencia con los amigos (1847), en que reúne sus reflexiones acerca de los problemas más importantes de la vida de la época, acerca de la servidumbre, el arte, la libertad, la religión, los castigos corporales (de los que era partidario), etc. Esta obra, que resultó ser como un breviario del oscurantismo reaccionario, produjo una desastrosa impresión y disgustó especialmente a los ambientes literarios democráticos, que hasta entonces habían visto en él a un escritor progresista y liberal, según juzgaban por el contenido crítico de sus obras. Bielinski, el famoso crítico, le escribió una carta abierta acusándole de haber abandonado su tarea de renovación justiciera y clamando indignado que volviera a ella.

    Al año siguiente, en 1848, realiza un viaje a Palestina en busca de tranquilidad de espíritu; allí se empeña en recorrer con un guía el mismo camino que siguió Cristo hasta el Gólgota. A partir de entonces su salud se quebranta cada vez más. Se dedica a concluir la segunda parte de Almas muertas, y al fin se entrega casi por completo a sus elucubraciones religiosas y morales; la idea de la muerte le horroriza, y acaba renegando de su obra literaria, considerándola injuriosa e indigna. Se da cuenta al concluir esa segunda parte de que se ha salido de sus posibilidades artísticas, y una mañana ordena a su criado que abra la estufa y arroje al fuego el manuscrito. Poco tiempo después (21 de febrero de 1852), Gogol dejaba de existir.

    Carácter y significado de Gogol

    Gogol era un ser esencialmente contradictorio y enigmático en todos los aspectos de su carácter y reacciones, e incluso en sus más elementales sentimientos, hasta el punto de hacerse incomprensible. Esa dualidad fue notable sobre todo en el aspecto religioso, y a medida que avanzaba su vida iba haciéndose cada vez más evidente; en los últimos tiempos su espíritu oscilaba continuamente entre los pensamientos del diablo y de Cristo. A causa de su debilidad espiritual, llegó incluso a creer que percibía al diablo casi de un modo físico.

    Su vida se caracterizó por un miedo casi místico a la muerte y a tener que presentarse ante el Dios justiciero; ese sentimiento, heredado de su madre, presidió toda su vida y aumentó conforme pasaban los años. Era un miedo injustificado, una melancolía, que quizá también en cierta parte se debiera a su salud enfermiza, fortalecida a partir de los 24 años, pero no por ello superada; sus enfermedades y desasosiegos eran muchas veces más imaginarios que reales. Por otra parte, carecía de dominio propio; estaba dotado de un carácter vacilante, y esto hizo que a menudo se encontrara en situaciones absurdas, ridículas y hasta humillantes. Su vida tenía toda la apariencia de una fuga de sí mismo, a pesar de que más bien rehuyó siempre toda compañía y amó la soledad. Se mantenía alejado de todo el mundo y jamás confesaba por entero sus pensamientos ni sentimientos, ni tan siquiera a su madre o a sus amigos; espíritu nada abierto, reconcentrado, prefería guardar siempre para sí algún pequeño rincón, algún secreto, por simple que fuera, porque, según él, de este modo conservaba siempre la libertad.

    El prosista Gogol y el poeta Pushkin fueron los creadores del moderno idioma literario ruso, dando a sus letras la orientación nacional; crearon la conciencia de los valores espirituales de su patria, e indicaron a sus colegas el camino a seguir. Pushkin con su poesía y Gogol con la prosa de sus obras realistas fundaron la literatura nacional rusa. Gogol le dio su orientación decisiva y fecunda, sentando las bases del futuro realismo. Las obras de ese escritor a quien muchas veces rodeó un silencio hostil o que fue rechazado por su público tan injustamente, contenían el germen de la literatura rusa del futuro. Él también creó toda una serie de personajes cuyos nombres quedaron, como apelativos entre los rusos.

    No obstante, es curioso que siendo Gogol el creador de la prosa rusa, del moderno idioma literario, se diera también en su lengua una contradicción íntima, como la que existía en él en tantas otras cosas. Por una parte la domina totalmente, pero por otra vacila en su sentimiento, exageradamente fino, de la lengua. Con frecuencia afirmaba que temía pecar contra ella, llegando a decir: «Mi lengua y mi estilo son tan imprecisos que en esto me quedo atrás con respecto a muchos malos escritores. Hasta un principiante o un escolar puede reírse de mi lengua. Cuando cojo la pluma, me siento como paralizado». En estas palabras podemos ver hasta qué punto le preocupaba la lengua.

    Gogol entre el romanticismo y el realismo

    La posición de Gogol en la literatura rusa ha sido muy discutida, llegando al extremo de que unos le han considerado el representante de la «escuela naturalista» de Bielinski, y, en cambio, otros, un precursor de las más modernas tendencias romántico-grotescas.

    Gogol pertenece a la generación de 1830; dentro del romanticismo, es él quien inicia en la literatura rusa la corriente realista. Su vida transcurrió bajo el régimen reaccionario del zar Nicolás I, y en él se dan fundamentales características que le diferencian tanto de los escritores anteriores como de los posteriores o coetáneos más jóvenes que él. Contrariamente a los que le sucedieron, Gogol no intervino nunca en las querellas ideológicas de la crítica literaria que entonces cobraba auge, así como tampoco pensó ni remotamente en acusaciones contra el Estado ni en reformas e innovaciones progresistas. De este modo Gogol se mantuvo alejado de la orientación social, que no tardaría en ser la principal característica de los escritores rusos. En cambio, se diferencia de los anteriores como Puhskin, o los coetáneos como Lermontov, en que con su obra exclusivamente en prosa llevó a cabo el tránsito del romanticismo al realismo, inspirándose directamente en la realidad de su patria, a pesar de que lo hiciera con temperamento de humorista, y ofreciendo de este modo el ejemplo a seguir. Así, pues, en la historia de la literatura nacional, su obra no sólo representa el paso decisivo del romanticismo al realismo, sino que abre el camino de la época áurea de la narrativa de su país.

    Sin embargo, Gogol no se limita a copiar la realidad; al mismo tiempo que la describe, aparecen en sus obras numerosas escapadas hacia el mundo de la fantasía (mediante la intervención de diablos, brujos…) y, cosa nada de extrañar, hacia un reformismo moral a ultranza. No obstante, esto no le separa de lo que en adelante será la gran literatura del siglo 19, en la que, a pesar de su realismo, es frecuente encontrar también elementos fantásticos y reformismo moral; así ocurrirá, por ejemplo, en Chejov y en Dostoievski.

    De ahí que en sus obras deban tenerse en cuenta estos dos aspectos, tanto el romántico y moralizador como el realista, aunque no hay que decir que acierta mucho más en el segundo. Por otra parte, no es posible separar uno de otro, ya que ambos se interfieren en la mayoría de sus obras; por los dos lados es como hay que verle, y así lo hicieron casi todos sus compatriotas y especialmente sus coetáneos. Gogol mismo atestigua lo evidentes que son ambos planos cuando explica la impresión que le causó a Pushkin la obra Almas muertas al leerla ante éste: «Pushkin, tan aficionado a reír, a medida que yo leía se iba poniendo cada vez más sombrío, y al acabarse la lectura exclamó con desesperación: ¡Dios mío, qué triste es nuestra Rusia!». Pushkin había interpretado como amarga revelación de la realidad aquello que a primera vista aparecía como una obra caricaturesca. Entonces Gogol sigue diciendo: «En aquel momento me di cuenta de la importancia que podía tener todo cuanto saliera directamente del alma, y, en general, todo cuanto poseyera una verdad interior». Gogol acababa de ver la superioridad de lo real, y advirtiendo que esto obliga al escritor a esforzarse más, exclama: «Cuanto más común es un objeto, más por encima de él debe hallarse el artista a fin de conseguir de él lo no-común, para que esto llegue a ser verdad completa».

    Al principio tal vez resaltó más el aspecto romántico, pudiéndose decir que casi entró en la literatura como un típico romántico; pero no por ello sus primeras obras dejaron de ser auténticamente realistas; cuanto más avanzaba en su carrera literaria, más iba destacándose este segundo aspecto, y así Gogol llegó a convertirse en director del nuevo movimiento novelístico, hasta que el realismo cristalizó definitivamente. Pero Gogol se diferenció de los grandes escritores realistas que le siguieron, en que a éstos les movía una tendencia, un interés por la situación político-social que presentaba Rusia en aquellos momentos; todos ellos se dieron cuenta de que a Rusia era preciso cambiarla, de que su estructura social no podía subsistir; Rusia llevaba varios siglos de atraso con respecto a los demás países europeos y tenía que ser reformada; pero la severidad del régimen, la censura, la vigilancia policial, no permitían el progreso del país ni la libre expresión de las ideas; sin embargo, paradójicamente, la censura sólo prohibía los ataques personales y no las ideas generales; mientras no se atacara a Dios, al zar o a la Administración, en los escritos se toleraba todo, hasta el punto de que incluso, sin prever sus consecuencias, se permitió la entrada en el país de El capital, de Carlos Marx. De este modo la literatura se convirtió en la tribuna del pueblo, y los escritores clamaron por la justicia y el progreso social. Estas características se dieron en todos los literatos posteriores a Gogol y también en algunos coetáneos. A Gogol, por el contrario, no le movía la crítica social; con sus poderosas dotes de observación plasmó la realidad en sus obras, se limitó a pintar el cuadro de la Rusia que veían sus ojos, abriendo y preparando así el camino que seguiría la literatura hasta la llegada del bolchevismo.

    Gogol acentuó el interés de la literatura por el hombre, y concretamente por el hombre en el ambiente ruso. En sus obras hace gala de un gran espíritu de observación, de una gran capacidad para penetrar en la mente y en el alma humanas, pero al mismo tiempo no puede liberarse de algunos elementos característicos del romanticismo. Esto hizo que unos le consideran como romántico y otros como realista, e incluso yendo más allá, llevando todo esto al campo de la vida político-social, hizo que los primeros le consideraran conservador y los segundos liberal. Por ello ha sido el escritor ruso tal vez más discutido por distintas corrientes, y siempre con fervor y apasionamiento. Quizá en nadie como en él se pueda ver mejor la insuficiencia de las etiquetas, puesto que si por un lado fue fruto del romanticismo de sus tiempos, por otro fue también el padre del realismo ruso, siendo, pues, romántico y realista a la vez. Hoy día se le considera el primer representante auténtico del realismo en la narrativa de Rusia, aunque no ajeno al movimiento literario que le precedió y coexistió con él. Ya desde los primeros momentos del romanticismo habían surgido escritores tanto rusos como ucranianos, en general de poca talla (excepto Pushkin y Lermontov), en los que aparecían características totalmente realistas. Estos elementos son muchísimo más marcados en Gogol, constituyendo el escritor un caso más complejo, ya que si por una parte la abundancia de elementos realistas permiten que se le clasifique como autor realista, por otra, los también abundantes elementos románticos permiten encuadrarlo en el anterior movimiento literario. Los críticos contemporáneos a Gogol le incluyeron en el primer grupo, así como los críticos posteriores de matiz más o menos social; en cambio, una parte de la moderna crítica, desligada de las influencias de tendencia sociológica, le incluye en el segundo. No obstante, creemos que lo más acertado, alejados de todo prejuicio, es considerarle como padre del realismo ruso, pero no por ello apartado del romanticismo; si bien se ha hablado de una clasificación de sus obras según en ellas se dé la reproducción de la realidad o la fantasía creadora, es muy difícil poder establecerla, pues ambos elementos se mezclan y se funden casi siempre, resultando a menudo imposible afirmar cuál de ellos predomina. Se suele decir que cuanto más avanza en su obra más característicos y abundantes son también los elementos realistas; sí, es cierto, pero esto no significa en modo alguno que al escribir, por ejemplo, las Veladas en Dikanka o Taras Bulba, Gogol no hubiera concebido la idea de reproducir artísticamente la realidad, por más que intervengan elementos fantásticos como brujos y diablos, que por otro lado formaban parte de las supersticiones tan comunes en el pueblo que intentaba retratar, como en el primer caso, o elementos de la exageración y ampulosidad romántica, como en el segundo.

    Si recorremos todas sus obras, vemos que en la primera, las Veladas en la granja de Dikanka, son totalmente realistas las descripciones de los tipos, de la naturaleza, y el estilo en que están escritas, mientras, como acabamos de decir, intervienen numerosos elementos fantásticos, siéndolo también incluso el tema de alguno de estos relatos. En los siguientes cuentos, Mirgorod, en los que se incluye Taras Bulba, una corta novela, aparecen no sólo elementos épicos y líricos en abundancia, sino que los temas están basados en la vida real y en la historia. En Arabescos, Las memorias de un loco y El retrato, aparece también el elemento fantástico. Su comedia El inspector general es una sátira contra la corrupción burocrática y la sordidez de la vida de provincias, y, como tal, está basada en la realidad, viéndose aquí el predominio de ésta. En adelante ambos elementos van alternando hasta llegar a Almas muertas (concebida más tarde como la primera parte de una trilogía que habría de regenerar a Rusia), en que, a pesar de que el mismo Gogol había afirmado que su propósito era pintar una caricatura, y que todo cuanto había escrito sólo era fruto de su imaginación, da la impresión de que no pretendió otra cosa que ofrecer una pintura realista y verdadera de la vida rusa. No cabe, pues, duda de que la realidad fue el último fin de su arte; en la reproducción de esa realidad la imaginación juega un papel básico; de ella se sirvió Gogol, así como de esa fantasía creadora que le acerca a los románticos.

    Almas Muertas - Primera parte

    a).- Generalidades

    Almas muertas o las aventuras de Chichikov es la gran novela de Gogol, de la que, como de algunas otras de diversos autores, se ha dicho que es la mejor novela rusa, y que ha influido mucho en escritores posteriores. Esta primera parte, iniciada en 1835, fue publicada en 1842, y su autor le dio el nombre de «poema», cosa muy frecuente en aquellos tiempos. Gogol consideraba que lo que había escrito hasta aquel momento carecía de valor, y se propone trabajar en serio. Su poema resultará ser a un tiempo la más verdadera, la más cómica y la más cruel de todas sus obras.

    Su argumento es muy sencillo; sucede con frecuencia en Gogol que en sus obras la acción es incluso pobre; dotado de un gran poder de transformación, triunfa al detallar siempre lo pequeño, lo absurdo, enreda y desenreda los caracteres, y, en consecuencia, apenas si hay acción. En Almas muertas, cuyo tema se lo proporcionó Pushkin, se relatan las aventuras de Chichikov, un personaje procedente de la nobleza, aunque de origen un tanto oscuro, que después de pasar por la experiencia de ser funcionario, de formar parte de una comisión de obras, de trabajar en Aduanas y de haber intentado repetidas veces enriquecerse, fracasando siempre tras conseguirlo por descubrirse todo, organiza un plan que está seguro que no le ha de fallar para lograr hacer fortuna. Mediante la compra de siervos muertos después del último censo (aquellos censos se llevaban a cabo cada diez años) y que aún figuran como vivos en los registros a efectos de impuestos, conseguirá que el Estado le facilite tierras; por supuesto que se trata de una especie de fraude, es decir, un fraude legal, ya que estas tierras son facilitadas a quien posea cierto número de siervos, y Chichikov, para poder demostrar que está en posesión de ese número, compra siervos fallecidos a un precio mucho más reducido, haciéndolos pasar por vivos a fin de transferirlos, en el papel, a dichas tierras. Con ese propósito Chichikov va recorriendo diversas provincias rusas y trabando relaciones con toda clase de terratenientes, muchos de los cuales, ignorando las verdaderas intenciones de Chichikov, le ceden o le venden a bajo precio esos siervos muertos a causa de enfermedades que han asolado la comarca, con lo que se libran al mismo tiempo de pagar las cargas fiscales.

    De este modo Gogol ofrece un cuadro de muchos aspectos de la vida rusa, y hace desfilar por la obra un gran número de personajes verdaderamente típicos, situados en los medios más diversos; es un cuadro realista visto, sin embargo, a través de un prisma caricaturesco. En esta obra el autor intercala de vez en cuando observaciones personales, digresiones filosóficas o morales, o arranques de lirismo.

    Hay que hacer notar que la expresión «almas muertas» era utilizada comúnmente para designar a los siervos de la gleba que habían fallecido después de cada uno de los censos, los cuales, como hemos dicho, se realizaban cada diez años. A esos siervos se les llamaba «almas» y todavía figuraban en los registros como vivos. Por supuesto que la frase puede tener otra interpretación, pero de ello hablaremos más adelante, y aquí nos limitaremos a decir que fue en el sentido indicado en que lo aplicó Gogol.

    Antes de su publicación, el presente «poema» pasó por diversas vicisitudes; el autor envió el manuscrito a un censor llamado Sneguiriov, a la sazón profesor de la Universidad de Moscú, a quien consideraba más inteligente que a sus colegas; probablemente temía que la censura pusiera reparos a una obra como aquélla, sobre todo teniendo en cuenta lo sucedido con El inspector general. Sneguiriov repuso que estaba dispuesto a conceder el permiso de publicación sólo a condición de que hiciera algunos pequeños cambios, y Gogol se mostró satisfecho. No obstante, después surgieron problemas, puesto que el presidente del comité de censura de Moscú interpretó de otro modo el título de Almas muertas, en el sentido de que no eran inmortales, y no sólo mostró indignación por esto, sino que cuando lograron convencerle del auténtico sentido de la frase, declaró que se trataba de un ataque contra la institución de la servidumbre.

    Otros, en cambio, constataron que la empresa llevada a cabo por el protagonista era una pura estafa, a lo que Sneguiriov replicó que, si bien era así, el autor no justificaba en modo alguno su conducta; entonces alegaron sus oponentes que tal vez habría alguien que se atrevería a imitarle. A otros les pareció inmoral que por seres humanos se pagara la irrisoria cantidad de dos rublos y medio como máximo, replicando Sneguiriov, siempre en defensa de Gogol, que no había que olvidar que aquellos seres eran «almas muertas», no vivos. Y por último hubo quien en la figura del terrateniente arruinado, que a pesar de ello se hizo construir una magnífica casa en Moscú, pretendió ver al zar, que acababa de edificar allí un palacio. Por todo esto decidieron, finalmente, no conceder la autorización para publicar la obra, y Gogol probó en San Petersburgo, adonde envió el manuscrito; consiguió al fin la autorización, y Almas muertas vio la luz en mayo de 1842.

    Gogol, al iniciar su «poema», tenía la intención de presentar al publico una caricatura de la vida rusa, presentar al hombre ruso con todas sus virtudes y sus defectos, los cuales, tanto los unos como los otros, le hacen superior a todos los demás pueblos. No abrigaba ningún propósito de reforma, ni es probable que al comenzar a escribir concediera gran importancia a su obra. Sin plan preconcebido, se abandona a la fantasía y no prevé las dificultades que se le pueden presentar, ni el alcance de su empresa. Sin embargo, apareció Pushkin, su amigo y protector, y le leyó, como hemos explicado antes, los primeros capítulos de la nueva obra. Conocemos ya cómo reaccionó Pushkin, reacción que sorprendió a nuestro autor, y cuáles fueron a continuación las reflexiones que se hizo éste. Entonces ve cada vez con mayor claridad y advierte el significado y la importancia que puede tener su libro. Decide, según sus propias palabras, «endulzar la impresión penosa que podía causar Almas muertas». Llega un momento en que, tras una interrupción, al reanudarla y leer lo que había escrito, él mismo se asustó, llegando a afirmar que si alguien hubiera visto los monstruos que había pintado, habría sentido terror. Y no es de extrañar que así fuera, teniendo en cuenta cómo es la versión «suavizada».

    Dos años después de iniciarla, exclama: «Si llego a escribir este libro como es preciso que sea escrito, entonces… ¡Qué tema original, inmenso! ¡Qué diversidad en esta masa! Toda Rusia aparecerá en mi poema. Será mi primera obra pasable, la obra que salvará mi nombre del olvido». Y poco más tarde escribe a un amigo: «Mi obra será inmensa y todavía no veo su fin. Numerosas gentes se dirigirán contra mí, tendré contra mí clases enteras. Pero, ¡qué puedo hacer! Mi destino es batallar contra mis contemporáneos. ¡Paciencia! Una mano invisible, pero poderosa, escribe misteriosamente bajo mis ojos. Sé que mi nombre será más feliz que yo mismo. Quizá los descendientes de mis compatriotas, con lágrimas en los ojos, se reconciliarán con mi nombre». Y en efecto, así fue, como si Gogol lo estuviera presintiendo.

    b).- La realidad y el autor en «Almas muertas».

    Almas muertas es, de todas las obras de Gogol, la más realista, si bien esta realidad está presentada de un modo grotesco, como una caricatura. Gogol tiende aquí a la exageración, pero ello no significa en modo alguno que no represente los tipos y las cosas tal como son.

    En Las aventuras de Chichikov aparecen innumerables personajes de todas las clases sociales y profesiones, colocados todos y cada uno en el medio que les corresponde; esto permite a Gogol presentarnos un cuadro completo de todos los ambientes rusos, a la vez que a nosotros conocerlo. Terratenientes, nobles y aristócratas, gobernadores, militares, funcionarios, campesinos, desfilan por estas páginas, cada uno en su medio social. Son muchos los terratenientes con quienes Chichikov se relaciona, mientras va en busca de las «almas muertas»; todos ellos aparecen con las características propias de los propietarios de la época: grandes bebedores en general, buenos comedores (son muy notables sus comidas, en las que abundan toda clase de manjares y en gran cantidad), menesteres ambos, comer y beber, en los que a menudo dilapidan una considerable fortuna; arruinados, con sus propiedades hipotecadas, no sólo a causa de sus caprichos y continuos derroches, sino también por su imprevisión y la incapacidad de dirigir una hacienda; extremadamente vagos, que nunca se molestan en lo más mínimo, a excepción de Konstantin Kostanzhoglo, que sabe llevar las riendas de su hacienda con sumo acierto; excéntricos, cualidad que queda perfectamente retratada en Nozdriov, así como en el coronel Koshkariov y en Jlobnev, y que era muy normal en aquella época, de modo que no resulta nada extraño que a Nozdriov se le ocurra ordenar a sus criados que azoten a Chichikov por la simple razón de que éste se niega a proseguir una partida de damas en la que aquél hacía trampas. Todas estas características se daban en los terratenientes y en los nobles del momento.

    De igual manera desfilan también por el «poema» los campesinos, aunque ninguno de ellos sea una figura principal de la obra. Esta es una de las novelas rusas en que mejor se describe el ambiente y la vida de los siervos campesinos, las condiciones en que se hallan según sea su amo, aunque en general, menos los que pertenecen a Kostanzhoglo, suelen vivir en condiciones ínfimas, especialmente los que pertenecen a un señor arruinado, como es el caso de Jlobnev. Al mismo tiempo, Gogol describe la tierra rusa, sus cualidades, sus productos, su aprovechamiento si se sabe llevar bien. El autor aprovecha para expansionar su ánimo y hace algunas digresiones líricas al acompañar a Chichikov en sus viajes.

    Pero quizá lo que mejor retrata el escritor es la ciudad, la atmósfera de capital de provincia, con sus calles, sus fiestas, sus comilonas, sus murmuraciones y sobre todo el mundillo de los funcionarios, ya descrito anteriormente en El inspector general y en El capote, y tal vez el más conocido de Gogol, por haber sido funcionario público en San Petersburgo; en ellos se ve ese servilismo y adulación, el afán de enriquecerse, los sobornos, tan peculiares entonces; asimismo se habla de las oficinas, en general sucias y repugnantes.

    Otro aspecto que aparece en su libro es la educación; no sólo nos narra la manera en que fue educado Chichikov, sino que en determinado momento nos habla de la educación recibida por la señora de Manilov en el pensionado, en el que se enseña, como en todos, piano, francés y economía doméstica. Es de notar que, igual que hará más tarde Chejov en Mi vida, Gogol no identifica la ciudad que retrata, llamándola simplemente ciudad de N.

    Pero esto no es todo; Gogol se introduce a menudo en la novela, habla él directamente al lector, como cuando le aconseja que tenga paciencia para leer el relato, añadiendo después que es muy aficionado a los detalles y a la minuciosidad: en otras ocasiones expone sus ideas acerca de la observación requerida para retratar con fidelidad a los personajes, incluso en cierto momento habla brevemente de sí mismo. A menudo expone sus opiniones, como al hablar de los escritores y de la suerte que corren; también son frecuentes sus alusiones al idioma (no olvidemos que éste preocupaba en extremo a Gogol) y a la costumbre de la nobleza rusa de valerse del francés para expresarse; a este respecto es muy significativo el párrafo que sigue: «Con el fin de ennoblecer todavía más el idioma ruso, en la conversación se había prescindido de la mitad aproximadamente de las palabras, razón por la que muy a menudo se recurría al francés; por el contrario, cuando hablaban en francés era otra cosa: entonces estaban permitidas palabras mucho más fuertes que las mencionadas anteriormente». Satirizando, más adelante, «la lamentable costumbre de nuestra alta sociedad, que se expresa en ese idioma a todas las horas del día, claro es que movido por un hondo sentimiento de amor a la patria, y hasta critica el afán que les lleva a imitar a los franceses incluso en el baile, cuando el baile no cuadra con el espíritu ruso».

    «Es curioso constatar que en algunas ocasiones Gogol defiende en su obra a Rusia, a la patria. Sabido es que numerosos escritores de la época sienten un acendrado amor por su tierra natal, al mismo tiempo que, paradójicamente, hablan mal de ella y a veces la llenan de insultos y agravios, o bien huyen de ella; Gogol estuvo bastante tiempo en el extranjero, y se hallaba en Italia cuando escribió lo que sigue, casi al final de Almas muertas, en un arrebato de amor patriótico: "¡Rusia! ¡Rusia! Te veo, te veo desde este portento que es mi maravillosa lejanía. Te veo pobre, dispersa, poco acogedora. No alegran ni asustan a la mirada los atrevidos prodigios de la naturaleza… No se levanta la cabeza para contemplar los peñascos que se levantan sin fin sobre ella. No deslumbra la luz a través de los oscuros arcos… No brillan a través de ellos, a lo lejos, las eternas líneas de las montañas resplandecientes…».

    «En ti todo es abierto solitario y llano. Como puntos, como signos, sin que nada atraiga en ellas entre las llanuras, aparecen chatas ciudades; nada hay que seduzca ni cautive la vista. Y sin embargo, ¿qué fuerza inefable y misteriosa atrae hacia ti? ¿Por qué mis oídos oyen incansables, por qué resuena en ellos tan triste canción…? ¿Qué hay en ella… que llama y solloza y oprime el corazón? ¿Qué sonidos son esos que acarician dolorosamente, tratan de penetrar en mi alma y se enroscan en mi corazón? ¡Oh, Rusia! ¿Qué quieres de mí? ¿Qué vínculo inescrutable me une a ti? ¿Por qué me miras así y por qué todo cuanto hay en ti vuelve hacia mí sus ojos plenos de esperanza?… ¡Oh! ¡Qué lejanía tan esplendente y portentosa, que, en ningún otro sitio conoce la tierra! ¡Rusia!…».

    Sale después en defensa de su patria reprochando a sus lectores el mostrarse contrarios respecto a conocer la verdad de su país, la realidad, la «miseria humana al descubierto», quienes le acusan por ello llamándose a sí mismos patriotas, patriotas «que permanecen tranquilos en sus rincones, se dedican a asuntos completamente ajenos y amasan un capitalito, arreglando sus asuntos a expensas de los demás. Pero en cuanto se produce algo que ellos consideran ofensivo para la patria, cuando aparece un libro en el que se dicen amargas verdades, salen de sus rincones como arañas que vieron una mosca enredada en la tela, y empiezan sus gritos»… Narra a continuación un breve cuento defendiendo su punto de vista, «para contestar modestamente a las acusaciones de ciertos fogosos patriotas, que hasta ahora se ocupaban tranquilamente en alguna cuestión filosófica o de incrementar su hacienda a expensas de esa patria que tan tiernamente aman; no piensan en no hacer nada malo, sino únicamente en que no se diga que hacen cosas malas». E inmediatamente les reprocha su cobardía por no pararse a pensar, por no atreverse a mirar el fondo de las cosas, acusándoles a su vez de que lo que les mueve a sus reproches no es el patriotismo, ni tan siquiera ningún otro sentimiento puro. Porque Gogol, como todos sus coetáneos, como todos los escritores de su siglo, a pesar de todo ama a Rusia, a esa tierra que le vio nacer.

    c).- El «poema de la vulgaridad»: personajes

    Más arriba se han dicho unas breves palabras acerca del título que Gogol dio a su libro: Almas muertas, y por el que suele conocerse esta obra, aunque su título más exacto es Las aventuras de Chichikov, al que le agregó el subtítulo de Almas muertas. Decíamos que con ello se significaban los siervos de la gleba fallecidos. Sin embargo, ha llegado a tener más alcance de lo que en un principio creyó su mismo autor. Las aventuras de Chichikov se ha convertido en el poema de la vulgaridad, un poema en el que todos sus personajes son terriblemente vulgares, «almas muertas».

    Al comenzar su carrera literaria, Gogol dotó a sus obras de seres libres, «almas vivas», hasta que en uno de los relatos de Morgorod, en el cuento Viy, aparece Jomá Brutt, un muchacho arrastrado por una fatalidad interior que no le deja moverse libremente, que no le permite luchar contra esas fuerzas poderosas que le atacan, y al fin cae vencido. Jomá es un ser encadenado, y la línea iniciada por él fue continuada por los personajes de Las aventuras de Chichikov, todos ellos «almas muertas», seres también encadenados, los seres que pueblan el mundo, en fin, todos nosotros. Por ello el libro suscitó tan encontradas oposiciones, y por ello el mismo Gogol dijo: «Si ha asustado a Rusia y ha producido tal alboroto, no es porque ha revelado sus llagas, sus enfermedades, o porque haya mostrado el vicio triunfante y la inocencia perseguida. ¡Nada de esto! Mis héroes no son del todo criminales… Pero lo que asustó al público es la vulgaridad general, el hecho de que mis héroes son todos tan vulgares el uno como el otro, que el desgraciado lector no encuentra la menor imagen consoladora, la menor ocasión de reposar un momento y de respirar a sus anchas, de suerte que cuando se termina el libro se tiene la impresión de salir de una cueva. Se me habría perdonado con gusto si hubiera mostrado algún monstruo pintoresco, pero no me han podido perdonar la vulgaridad. El lector ruso ha tenido horror de su nada, más que de sus defectos y de sus vicios».

    Esos muertos a través de los vivos que nos presenta Gogol no son más que los rostros de la vulgaridad humana, y esa vulgaridad es en Las aventuras de Chichikov donde queda expresada con mayor fuerza. En todo el libro sólo hay un personaje que se mantiene alejado de la vulgaridad general: el avaro Pliushkin, el único que es «algo», en contraposición con los demás, que son «nada», aunque al mismo tiempo lo son «todo»; es decir, si por un lado no se distinguen en nada de la inmensa multitud de seres que pueblan el universo, por otra son poderosas individualidades a las que sólo se puede designar, por su nombre, hasta el punto de que estos héroes se convirtieron en nombres alegóricos, y no sólo son personajes típicamente nacionales, sino que llegan a convertirse en tipos universales. Todo lo que en ellos pueda haber de grandioso, que les haga típicos, se encuentra precisamente en su mediocridad, ninguno de ellos posee rasgo alguno que le caracterice, algún rasgo dominante, una pasión, un vicio o sentimiento que le distinga de los demás personajes; sólo Pliushkin, a quien le domina su avaricia. Los demás son seres mediocres, «muertos vivos», cadáveres, que no poseen ninguna característica particular, pero que todos ellos son arrastrados por algo que llevan en su interior, algo que mina las fuerzas de su alma y que no les permite dejar de ser como son, transformarse. Son seres limitados incluso en su bajeza, y que de la vida no tienen más que la apariencia.

    Almas Muertas - Segunda parte

    Cuando Gogol concluyó la primera parte, se dio cuenta de que no había retratado en su obra más que un aspecto de Rusia, de que sólo aparecía en ella el aspecto negativo. Vio que lo único que había retratado eran «almas muertas», cadáveres, y pensó en resucitar esos cadáveres, en hacer que tomaran conciencia de su vulgaridad y nacieran de nuevo. Todos eran tipos negativos inmersos en un panorama de tal suciedad moral, entre tales miserias y angustias, que a pesar de haber «suavizado» la obra, a pesar de los fragmentos líricos y de presentarlo todo como una caricatura, Gogol vio que de este modo había presentado involuntariamente un cuadro tendencioso de la realidad. Esa primera parte resultaba ser una violenta requisitoria contra la inmoralidad y la corrupción de la vida social rusa.

    A medida que avanzaba en su obra, Gogol veía cada vez más claro, y decidió que el primer volumen sería, según decía él, como el vestíbulo de ese enorme palacio que tenía intención de edificar y que veía ya en su imaginación. Pero él había concebido una idea distinta de lo que reclamaba su público. Este quería que se continuara la obra, pero del mismo modo que la primera, como una caricatura, y Gogol no podía hacerlo. Gogol tomaba en serio su obra, y se resistía a valerse en adelante de su vena cómica. Vio que Almas muertas era como la historia de él mismo, él, que en cierto aspecto era también un «alma muerta». Por ello pensó que para proseguir la obra por el camino que quería, era preciso antes conocerse a sí mismo, perfeccionarse, y por ello también, tras haberse publicado la primera parte, quiso enterarse de cuáles habían sido las reacciones de su público, de lo que decían los críticos, porque esto le ayudaría a conocerse y al mismo tiempo a conocer mejor el estado de las almas rusas. Se halla entonces convencido de cuál es su misión; cree que el arte debe reconciliar a los hombres con la realidad, y para esto le es preciso resucitar a sus muertos, aunque antes debe resucitar él mismo. Gogol en esta época está imbuido de ideas religiosas; esa obsesión que le persiguió toda su vida se hace ahora más fuerte, se dan en él frecuentes crisis morales. Está convencido de que su obra está destinada a regenerar a Rusia, y en adelante es esa idea la que le domina al proseguirla. Pero en Gogol ha existido siempre un enfrentamiento entre el hombre y el artista, cree que su impotencia artística está originada por su imperfección moral. De ahí que para llevar a cabo la segunda parte de Las aventuras de Chichikov, en la que va a hacer resucitar a los muertos, en la que éstos podrán llegar a la virtud, es necesario que él mismo se perfeccione; si él no es mejor, no podrá hablar de un hombre virtuoso.

    Gogol aparece totalmente dominado por las ideas religiosas, por su lucha interior, por sus ansias de perfección. Es uno de los escritores rusos, como más tarde Dostoievski, que al fin cree haber llegado a la posesión de la verdad, y en consecuencia su deber es transmitir esa verdad; esto es lo que se propone en Almas muertas; cree que cuando una obra de arte logra cierta perfección, esto la posibilita para ejercer una acción moral y enseñar a los hombres verdades eternas. Así, pues, inicia la segunda parte cuando aún no ha concluido la primera (en 1840); en ella estudiará caracteres más profundos, en ella intervendrán todas las clases sociales. Si hasta entonces sólo había retratado lo malo de Rusia, en adelante pintará también lo bueno; en Rusia, como en otros países o incluso quizá más, según él, hay muchos seres generosos y nobles, no sólo miserables y gentes mediocres. Si hasta entonces en su obra aparecía únicamente la mediocridad, ahora deberá pintar al hombre en sus más diversas facetas, mostrándole en toda su diversidad; no sólo al hombre generoso, sino al hombre que renace, por vil y bajo que sea; todo ser humano, toda «alma muerta», todo cadáver es capaz de resucitar.

    Pero Gogol no consigue llevar a cabo su empresa; a pesar de su convicción de que perfeccionándose él mismo podía llegar a la

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