Negocios de placer
Por Charlene Sands
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El millonario empresario hotelero Evan Tyler no se detendría ante nada hasta conseguir vengarse. Por eso, cuando surgió la oportunidad de seducir a Elena Royal, hija de su principal rival, Evan no se lo pensó dos veces. No solo tenía intención de sonsacarle todos los secretos de su familia mediante la seducción, sino que pretendía disfrutar al máximo cada segundo que pasara con ella.
Pero cuando la aventura llegó a su fin, Evan se vio obligado a elegir entre la venganza y el placer. ¿Encontraría el modo de conseguir ambas cosas?
Charlene Sands
Charlene Sands is a USA Today bestselling author of 35 contemporary and historical romances. She's been honored with The National Readers' Choice Award, Booksellers Best Award and Cataromance Reviewer's Choice Award. She loves babies,chocolate and thrilling love stories.Take a peek at her bold, sexy heroes and real good men! www.charlenesands.com and Facebook
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Negocios de placer - Charlene Sands
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2008 Charlene Swink
© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Negocios de placer, n.º 1 - agosto 2021
Título original: The Corporate Raider’s Revenge
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Este título fue publicado originalmente en español en 2008
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.
Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com
I.S.B.N.: 978-84-1375-922-7
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Créditos
Capítulo Uno
Capítulo Dos
Capítulo Tres
Capítulo Cuatro
Capítulo Cinco
Capítulo Seis
Capítulo Siete
Capítulo Ocho
Capítulo Nueve
Capítulo Diez
Capítulo Once
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Capítulo Uno
Elena Royal hizo una mueca mientras tomaba un sorbo de su segundo «Sexo en la playa». Menuda ironía.
Sexo en la playa.
Eso era exactamente lo que ella debería estar haciendo durante su luna de miel. Pero estaba sola, sentada frente a la barra del bar del hotel Wind Breeze, en la isla de Maui, ahogando sus penas en alcohol.
Debería estar recién casada.
Con Justin Overton, el sinvergüenza que la había convencido de que estaba enamorado de ella y no del dinero de su padre. Descubrir el día de su boda que su futuro marido era un canalla la hizo salir corriendo, abandonando a toda prisa la ceremonia y a los invitados, que estaban a punto de llegar.
Sí, había dejado plantado a Justin, pero también había dejado allí su corazón. Y, a partir de ese momento, ya no era la niña ingenua y confiada que creía en los finales felices.
Destrozada, había decidido ir a un hotel exclusivo en la isla de Maui, esperando no ser reconocida como la hija del magnate hotelero Nolan Royal. Necesitaba escapar. Necesitaba tiempo para reevaluar su vida. Llevaba tres semanas en la playa, nadando, leyendo, relajándose…
Y estaba volviéndose loca.
La luna flotaba sobre la piscina de aguas transparentes, las olas acariciaban la playa de arena blanca… Bajo el techo de paja del bar, Elena terminó su copa pensando si debía pedir otra antes de volver a la soledad de su habitación. La calurosa noche de junio era agobiante. De no ser por los ventiladores del techo, el aire caliente la asfixiaría…
–¿Quiere otra copa? –le preguntó el camarero, Joe, fulminando con la mirada a un hombre que pretendía acercarse, como hacía todas las noches desde que estaba allí.
Elena sonrió. Joe parecía haber decidido protegerla. Quizá porque, durante esos días, había comprobado que no tenía la menor intención de hablar con extraños.
–Mejor no. Aún no he terminado ésta.
Un ruido en la piscina la hizo volver la cabeza. Un hombre se había tirado de cabeza y nadaba hacia el otro lado con poderosas brazadas. Sin saber por qué, Elena se quedó mirando mientras salía del agua. Era un hombre muy alto, moreno… y sus hombros podrían rivalizar con los de cualquier atleta olímpico.
El hombre clavó en ella unos ojos oscuros y penetrantes… y Elena sintió un escalofrío que la recorrió de arriba abajo. Era una sensación que no había experimentado nunca.
Nerviosa, consiguió sonreír. El extraño no le devolvió la sonrisa, pero levantó una ceja como respuesta.
Elena, agitada, no podía dejar de mirarlo mientras se secaba los hombros y se envolvía una toalla en la cintura. La mirada oscura del extraño parecía estar llena de promesas y su corazón latía a toda velocidad mientras esperaba que se acercase… lo cual era sorprendente porque había jurado no volver a mirar a un hombre en al menos diez años.
Estaba harta de mentirosos, de tramposos, de hombres que le decían palabras de amor cuando sólo querían una parte del pastel de su familia.
Justin había sido el más inteligente. Elena había creído sus promesas de amor… hasta que su padre hizo que lo investigaran.
Y descubrió justo a tiempo que Justin Overton no era el alto ejecutivo que decía ser cuando lo conoció en Europa seis meses antes sino un tipo que estaba en la ruina y no tenía oficio conocido.
Elena, desesperada, había salido corriendo para esconderse en aquel discreto y lujoso hotel y curar su herido corazón.
De nuevo, miró hacia la piscina. El extraño había desaparecido. Suspirando, sacudió la cabeza. Seguramente era lo mejor. Al menos, que hubiera sentido cierta atracción significaba que no estaba muerta del todo.
–¿Ocurre algo, señorita? –le preguntó Joe.
–No, nada en absoluto –contestó ella, pensando que el único «sexo en la playa» que iba a tener aquella noche estaba en el fondo de la elegante copa de cóctel que sujetaba en su mano.
La combinación de refrescos de mango, melocotón y vodka que había tomado por la noche hizo que se levantara con dolor de cabeza al día siguiente. Ella nunca había sido una gran bebedora; prefería una copa de champán o de buen vino a un combinado. Y el precio era una terrible resaca.
Estaba en la playa, tomando un café solo y mirando el mar a través de sus gafas de sol. Pero ni siquiera Yves Saint Laurent podía evitar que le doliera la cabeza.
Elena cerró los ojos, esperando que la brisa del mar curase su jaqueca…
–¿Te importa si compartimos este pedazo de playa? –una voz masculina la hizo abrir los ojos.
Era el extraño de la noche anterior, sus ojos ocultos bajo unas Ray Ban. Llevaba una camisa tropical sin abrochar y un bañador oscuro. Y tenía un torso de escándalo.
–La playa es de todos –contestó ella.
El hombre colocó una tumbona al lado de la suya.
–Desde luego, la vista es maravillosa.
Elena asintió, mirando al horizonte, hasta que se percató de que quizá él le había querido hacer un cumplido. Pero cuando lo miró, su expresión seguía siendo la misma.
–Me llamo Ty.
–Ah… yo soy Laney –dijo ella. Sólo su padre y sus mejores amigos la llamaban así. Y se alegraba de no tener que decirle su apellido.
–¿Demasiado «Sexo en la playa» anoche, Laney?
–Esto… sí, demasiado alcohol. Pero si la pregunta va con segundas, me temo que no es asunto tuyo.
–Te vi anoche en el bar, por eso lo digo.
–Ya, bueno, no soy una gran bebedora.
Él sonrió.
–¿Estás aburrida?
–Anoche sí –contestó ella–. Vine aquí para relajarme, para descansar, para no hacer nada…
«Para recuperarme de un compromiso roto».
–Pero no hacer nada no es tu estilo –sonrió él.
–Aparentemente no.
–Tampoco es mi estilo. Ya tenemos algo en común.
–¿Estás de vacaciones?
–Algo así –contestó Ty, encogiéndose de hombros–. Con unos cuantos negocios mezclados. Pero siempre me alojo en el Wind Breeze cuando vengo aquí.
Evan Tyler la observó atentamente cuando se reclinó en la tumbona. Era una belleza. Y pensar en cómo sus ojos azules lo habían devorado la noche anterior hacía que le hirviera la sangre. Aquella preciosa rubia había estado estudiándolo desde la barra con una mirada de puro deseo en sus ojos. Y lo que más lo había excitado era que no parecía darse cuenta de lo guapa que era…
Su cara le resultaba