La trampa de los colores
Por Hernán Blanco
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La trampa de los colores - Hernán Blanco
La trampa de los colores
Hernán Blanco
Ilustración de tapa: Juan José Da Silva
Ilustraciones de interior: Natalia Aranguez
Instagram: @lasmariposasyeltiempo
No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.
ISBN 978-987-8492-07-0
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.
Índice
Agradecimientos
Prólogo
Las segundas partes no son buenas
Entrevistas
Grooming, sexting y otras yerbas
La trampa de los colores
El golpe
Los condenados
Malena
Oda a la friend zone
Máscaras
Sexto año
Caralibro
El animal era yo
Perder es ganar
La casa de Alicia
Un juego sagrado
El otro lado de la historia
Una cita con la muerte
El capitán del cielo
Retazos
Agradecimientos
A mi madre, que se agiganta con los años. A Ceci, Juan, Malú y Vicky, con ellos todo; sin ellos, nada. A Sara y familia. A mis hermanas, Romina y Gabriela, que amo cada vez más, y a sus familias, insustituibles en mi vida. A los miserables, mis hermanos y amigos que siempre me acompañan en todo. Al Sr. Daniel, a Juanjito por la tapa y mucho más. A Lean por el apoyo de siempre y la reseña. A la Subsecretaría de Educación de Tigre. A Geraldin y la asociación A.I.R.E., a Natalia V., a mis compañeros, a mis alumnos, a la gente hermosa de mi Don Torcuato querido y, siempre, a papá, que me acompaña en todo.
Prólogo
A Las mariposas y el tiempo le sigue La trampa de los colores. En él, Hernán Blanco intenta, desde sus cuentos, relatos y algunos ensayos, describir momentos de felicidad o tristeza, contados desde diferentes perspectivas. «Las segundas partes no son buenas» es el prólogo del presente libro; el autor nos lo afirma desde el inicio y es una ley universal, que a veces se cumple, pero otras no. Después de su debut, Hernán Blanco nos sigue dando un mensaje de vida: historias reales que nos conmueven, nos emocionan, nos transportan y nos hacen vivirlas junto a los protagonistas de sus relatos.
Encontraremos narraciones reales de adolescentes que querían ser grandes, pero ahora, en un mundo adulto, quieren ser chicos; de acoso en el ciberespacio; de dos amigas y una elección; de reivindicación; de racismo; de desigualdad en varias formas que duelen, y también de humor, como un recreo entre tanta realidad brutal. Además, se aborda la relación que tiene el ser humano con la tecnología, y nos deja pensando sobre ella. El vínculo con los animales se hace lugar en la diversidad temática del libro; el fútbol tiene su espacio, como no podía ser de otra manera, más en este contexto tan particular y doloroso para los argentinos: la pérdida física de nuestro capitán, el superhéroe de batallas imposibles que nos llevó a creer en nosotros mismos, un nombre que trasciende continentes, culturas, idiomas: Diego Armando Maradona. Aún queda sitio en este paseo narrativo de emociones y sentimientos, este es completado con la muerte y su aparición, que nos cambia la vida para siempre. Algo tan humano como la vida misma. Y, al final, la sorpresa, la frutilla del postre: un pequeño ensayo humanístico donde el autor dialoga consigo mismo sobre las decisiones de la vida y cómo estas nos condicionan en el presente, planteando un interrogante que todos nos hemos hecho alguna vez, ¿qué hubiera pasado si…?
Los textos están acompañados por el talento de Natalia Aranguez en las ilustraciones del interior, que son el complemento ideal para una lectura amena, sentida y visceral de la obra. Estas nos permiten visualizar los aspectos más notables de los relatos.
Párrafo aparte para el arte de tapa de Juan José Da Silva, una delicia atractiva desde la óptica de cualquier ojo. Podemos apreciar la amistad, una noche estrellada ideal, todo dentro de una gran trampa, que es la vida misma. La imagen nos invita a conjeturar una hipótesis de lo que se va a encontrar en el libro. Es una gran antesala introductoria para lo que vendrá después.
Se sentirán identificados en muchas de estas historias, las cuales expresan los momentos transitados de una vida común, con la simple diferencia de que el autor lo ha plasmado en cuentos y relatos.
Leandro Ariel Parrilla
Profesor de Lengua y Literatura
Abogado
No es verdad que la gente pare de perseguir sus sueños porque sean mayores, se hacen mayores porque dejan de perseguir sus sueños.
Gabriel García Márquez
Las segundas partes no son buenas
Así reza el famoso dicho. Con mi primer libro, junté un puñado de historias, escritas en distintos momentos; relatos con poco en común entre sí. Intenté compartir sucesos simples, por los que la mayoría de los mortales atravesamos. En el proceso de escritura, conocí la muerte más dolorosa, la más cercana y trascendental de mi vida: mi papá. No pude evitar volcar esa tristeza. Tenía mucha información sobre la muerte, pero recuerdo no poder nombrarla en el proceso en el que papá iba derechito hacia ella; como cuando Messi encara al arco eludiendo rivales y solo queda el arquero, que, asustado, se preocupa más por evitar el ridículo que por el gol mismo. Ella se acercaba a toda velocidad, y yo miraba para otro lado. Me ocurrió eso, no la nombraba; sabemos que la muerte es tabú. Intenté, con mis herramientas, encontrarle algo positivo, y realmente me costó mucho. Después, como casi siempre, con el hecho consumado, las nubes se disipan y florecen días mejores, comienzan a aparecer consuelos, algunos reales, otros forzados, pero propios de los humanos.
En el proceso, tuve sensaciones encontradas con respecto a lo que significa o genera la muerte de un ser querido en nuestra cultura. Dicho acontecimiento primero mermó mis ganas de escribir, y luego el paso del tiempo hizo que aparecieran las fuerzas para terminarlo y, sobre todo, para animarme a compartirlo, a mostrarlo. El objetivo era dejarle algo escrito, muy humilde, a mi familia porque, a medida que pasa el tiempo, pienso que la muerte me va a atrapar a mí en algún momento. Y, como no avisa, hay que tratar de vivir con más ganas. Que sienta culpa de llevarme, que, cuando tenga que agarrar a alguno sí o sí, elija a otro; convencerla, persuadirla, confundirla, hacerla vacilar… siempre es bueno ser amable y caballero, darle el lugar a otro, decirle que yo puedo esperar acá en la tierra un tiempo más.
Muchas veces pensé en qué dejarles a mis hijos, y el libro es un buen plan; también lo es dejarlo en las bibliotecas de la gente que amo para que esté allí cuando todo esto termine. Uno deja en sus páginas ideas, ideales en los que creyó toda su vida. Alguna vez escuché decir que «las balas mueren al detonarse, las palabras viven al replicarse». Y es así, después es difícil explicarle a un soñador que les ponga coto a sus ilusiones. Y así como todos vamos dejando pedacitos nuestros por donde vamos, esta fue la forma que encontré de hacerlos visibles.
Lo increíble del libro es que la decisión de editarlo fue motivada por una pandemia. El famoso coronavirus y su interminable cuarentena, en medio de este flagelo que puso de rodillas al mundo, en tiempos cuando la humanidad entera está de duelo. Porque todos perdimos algo, desde lo más importante, que puede ser un familiar, pasando por empleos, abrazos, tiempo y hasta ganas. Ese hastío, desdén y desazón que con toda razón generaba en la gente, en mí, por suerte, generó lo contrario. No es que estaba feliz, simplemente me pude abocar a mi proyecto. Nos enfrentamos a una realidad inédita, en la que todos estábamos inmersos en un encierro con aislamiento social. No creo que en el mundo se olviden jamás del bienio 2020/2021, los chicos no fueron al colegio, los padres no concurrieron a sus empleos, salvo que fueran servicios esenciales: comida, salud, seguridad, y algunos más no tan esenciales.
Este nuevo mundo, en el que el virus era contagioso sobre todo por el contacto físico, hacía que no pudiéramos ver a nuestros familiares o amigos, no podíamos abrazarnos, besarnos, darnos la mano, ni siquiera despedir a nuestros muertos dignamente; todo se reducía a chocar los codos. Imagínense el mate; para un argentino, no compartir el mate era un total despropósito. Yo creo que el mate es un elemento tan noble que no hubiera contagiado, pero, por las dudas, no probamos.
Así nos acomodamos, con charlas familiares para llevarnos bien entre todos, tenernos paciencia. Me di cuenta de que la gente trabaja en busca de un bienestar, para tener momentos de disfrute con su familia, pero, cuando era obligatorio estar con ella, se incomodaba. Increíblemente, hubo muchas separaciones, divorcios, porque la gente no se disfruta, simplemente se soporta, y todas las actividades, hobbies, trabajos, tecnología, redes sociales son mecanismos que nos ayudan a escapar, tal vez hasta de nosotros mismos. Escuché a mucha gente estar harta de sus hijos, enojados por tener que ayudarlos en las tareas del colegio: no estaban acostumbrados a compartir tanto tiempo juntos. No digo que, para mí o mi familia, haya sido fácil, o no nos hubiese pasado todo lo antes mencionado. Hubo charlas, tolerancia y, sobre todo, mucho amor, para entendernos y soportarnos cuando alguno tenía un día malo y no podía escapar a ningún lado. Los noticieros todo el tiempo sembraban malas noticias, discordias, empeoraban nuestros humores y estados de ánimo. Ni hablar de la gente que depende de su trabajo diario para llevar la comida a su casa y, por aproximadamente cinco meses o más, no pudo hacerlo con normalidad. Esta pandemia a muchas personas las mostró realmente como son, realzó lo bueno y lo malo, sacó a la luz lo miserable o lo maravilloso de cada ser.
El tiempo me sirvió para pensar, tomar coraje y compartir estos relatos que vengo escribiendo desde hace rato, de ofrecerlos con muchas sensaciones encontradas (timidez, miedos, alegría) y muchas preguntas. ¿Por qué al mundo le interesarían las historias que cuento? Esa pregunta, sin respuesta concreta, vino a mi mente en varias ocasiones. Y una de las posibles respuestas sería: por el amor que uno le pone a lo que hace. El verdadero objetivo era compartir el libro con mi mamá, que seguía lamiéndose las heridas de un dolor que no mermaba. Pensaba que el libro la podía alegrar un poquito. Sobre todo quería compartirlo con mis tres increíbles hijos y con mi mujer, mi compañera de este maravilloso viaje; también con mis amigos más entrañables, y después, que fuera lo que tuviera que ser, la moneda estaba echada. Sin embargo, el camino fue estresante, porque uno no está acostumbrado a negociarse a sí mismo, a ver qué editorial conviene, quién puede ilustrar tus cuentos, quién se encarga del arte de tapa, quién de la reseña, cuánto se necesita para llevar el proyecto a cabo, la difusión… ahí te das cuenta de que el dinero no hace la felicidad, pero cómo ayuda. Después, había que prepararse para las críticas, no las buenas, esas las digerimos con facilidad, con mucho gusto; hablo de las otras, las más temidas, las malas, por eso, en el proceso, en la búsqueda, me despojé de culpas: si les gusta, bien, y si no, que no compren el segundo, porque yo ya no iba a dejar de hacerlo. En resumen, el libro pudo salir al mundo porque, en ese momento, los sueños fueron más fuertes y le ganaron la pulseada a las excusas y los miedos.
Así fue como salió y en la calle cobró vida, porque las historias dejan de ser tuyas para ser del viento, del universo. Las mariposas y el tiempo es mi primer libro, y contiene diecinueve relatos. El nombre, la parte ligada a las mariposas, aparece porque mi papá era un tipo que, desde su jubilación, como hobby, se había ocupado del jardín, plantando flores, podando y cuidándolo celosamente. Cuando murió, cada