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Sexo y humanidad para convertirse
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Libro electrónico459 páginas6 horas

Sexo y humanidad para convertirse

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A pesar del cambio de costumbres y la aparente facilitación que se ha producido con respecto a la relacionalidad sexual, el tema aún mantiene la necesidad de un mayor estudio, en vista de su siempre deseable mejora en la vida concreta interpersonal y colectiva. Este libro puede considerarse como el segundo elemento de un díptico, junto con el anterior OLTRE L’ARENA (2017) dedicado a la innovación del escenario económico y político. Si bien aquí pretendemos analizar y elaborar los datos socio-filosóficos e intersubjetivos del sexo, innovando también paradigmas metapsicológicos y perfilando nuevas realidades interpretativas y por tanto educativas, relacionales y antropológicas, en la perspectiva de una mejora general y particular de la vida humana.
Intentando responder a lo expresado inicialmente de la siguiente manera: “... Me parece que mucho depende de la autenticidad y libertad del interés cognitivo, es decir, de la capacidad y posibilidad de tener una comprensión más profunda, más completa y responsable; por determinadas circunstancias que nos colocan o no en condiciones de dar audiencia y orden a ese espacio de lo "tácito" mencionado al inicio de esta introducción; cuando uno descubre la admisibilidad -como ha logrado algún filósofo auténtico o afortunado- mirar las cosas que son pertinentes a nuestra vida inteligente con una mirada siempre emocionada y nueva, y precisamente conocerlas, garantizarlas, vivirlas, amarlas mejor. .
Bajo esta condición, lo tácito ya no es y nunca es un remanente oscuro y preocupante o insignificante de quien huir, ni enemigo de la estabilidad y calidad del objeto de lo dicho, afirmado y aceptado, ni del peligro para perder la libertad y la alegría de redescubrir y renovar las cosas que importan y que realmente nos preocupan; pero es el "espacio" el que nos hace falta para ser y llegar a ser, y es el aire que incluso lo antes mencionado necesita para no asfixiarnos y no asfixiarnos ... ".
El autor, con experiencia en salud y sociología, trabajó en los servicios de salud mental de Trieste y Perugia.
IdiomaEspañol
EditorialPio Curatolo
Fecha de lanzamiento15 jun 2021
ISBN9791220815369
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    Sexo y humanidad para convertirse - Pio Curatolo

    Petersburgo).

    Introducción.

    Introducción.

    Aquí queremos discutir un tema que, por su complejidad y relevancia, implica la responsabilidad tanto del autor como del lector. Es decir, tanto por el compromiso de combinar sustancia y método, discurso y reflexión, sinceridad y comprensión, vida y conocimiento.

    Es evidente e innegable que nuestro tema coloca un horizonte conformado de principios de existencia y verdades consolidadas frente a su discusión, junto a un reflejo defensivo y conservador que, comprensiblemente, se vuelve hacia su revisión o su cuestionamiento. A menudo sin preguntarse si de esta disposición a levantarse en defensa de lo existente se puede inferir objetivamente una verdadera responsabilidad o, más aún, una verdadera comprensión hacia lo que ese existente, y su estructura, han relegado inevitablemente al reino de lo tácito, de lo tácito, lo inexperto, lo inexistente.

    Si la tesis según la cual la precariedad, la inseguridad, el dolor, el engaño y el desencanto que históricamente han acompañado a la vida humana no carece de sentido, son el efecto de torpes intentos de alterar la estabilidad del sistema de significados que el hombre ha producido sobre sí mismo y sobre sí mismo. Este desenvolvimiento en el mundo, no debe excluir la adhesión y adaptación a las lógicas transmitidas por muchas generaciones, consideradas obvias e indispensables para insertarse en un caparazón de existencia probada, hacer esa inserción libre de riesgos y falacias. Tampoco debe interpretarse inmediatamente una revisión y reelaboración de supuestos prescritos y aceptados tradicionalmente en términos de daño, insignificancia o incluso subversión, si se le dan razones y argumentos que pueden ser diferentes de los habituales.

    Cuando los individuos confían en las opciones regulatorias que organizan su existencia, lo explican con la doble necesidad de establecer un determinado mapa de caminos individuales y recíprocos, y con la esperanza de realizar de manera rentable y plena su humanidad dentro de esos caminos compartidos. Un mayor o menor grado de conciencia, cultura o pasividad, formalismo, incertidumbre sobre estas elecciones, no cambia su función nodal; ni siquiera los desengaños históricos o la incompletitud de la vida concreta de los individuos, la nuestra o la ajena, suelen tener la fuerza o el reconocimiento suficiente para pedir una reconsideración de esta estructura arraigada, porque se le confían las esperanzas inalienables en el cumplimiento de esa doble exigencia.

    Quizás deba ser precisamente esta indispensabilidad la que no nos haga descartar a priori la necesidad y la posibilidad de profundizar la investigación sobre lo que definí primero como tácito, inexperto, inexistente. Ese es el fluido sobre el que flota el recipiente de la creencia tradicional y en el que todos estamos alojados. Fluido en el que, negado u olvidado en favor de convicciones estables y probadas, el mar de posibilidades evolutivas perdidas incesantemente y tal vez sin sentido se deshace y se desvanece. Quedando un surco, detrás de la carrera milenaria de nuestra embarcación animada, destinada a cerrarse inmediatamente después de su paso, y en el que se dignan esas reflexiones y respuestas, divergentes de lo predeterminado, junto con la indiferencia o negación a priori que nos hemos ahogado, y de lo cual, por tanto, nos absolvemos con la misma sencillez de cerrar esa estela, una vez que la vasija que la produjo ha ido, sin cambios, hacia adelante.

    Habiendo tenido justamente en el corazón el mantenimiento de los efectos felices o convenientes derivados de la progresiva estructuración de la vida social y relacional que la historia ha producido a lo largo del tiempo, paradójicamente determinó una especie de vaciamiento involuntario de esa apuesta, de esa esperanza total que le fue confiada a la interfaz prioritaria entre la expectativa de realización humana y la creación de reglas discriminatorias. Este vaciamiento paradójico no me parece que se deba a la incomprensión de un extremismo prejuicioso que alguien podría presagiar en el razonamiento que aquí queremos proponer, es decir, a un choque apresurado y sintomático entre intenciones hipotéticas o humeantes y realistas o compartidas. Criterios de posibilidad. Tampoco significa subestimar el impacto negativo que tienen los defectos y debilidades humanas en el entrelazamiento efectivo de conductas personales y sociales, y por tanto no queremos restar en lo más mínimo la importancia crucial de la atención permanente que las sociedades civiles ejercen en defensa. y garantía de lo mejor que han podido producir, incluso actuando con sanciones frente a desviaciones degeneradas o perturbadoras, problemáticas o destructivas. Sin embargo, ese vaciamiento aparece por sí solo cuando uno simplemente compara lo que genéricamente se puede llamar expectativa de realización humana con cuánto puede pertenecer objetiva y sinceramente a los caminos normativos y paradigmáticos contingentes que condicionan y guían los acontecimientos individuales, generacionales e histórico-sociales.

    Ciertamente, no hay disociación mía de la apreciación de todos los objetivos de la civilización y la emancipación sobre la base de los cuales las sociedades humanas obtienen una serie de beneficios tangibles y arreglos organizativos más o menos funcionales, especialmente cuando se demuestra que son modificados por residuos que son demasiado extremistas o coercitivas, y cuando, a pesar de los retrasos e imperfecciones, existe en ellos una potencialidad de contenido que merece ser perseguida, implementada y defendida. Solo, y fundamentalmente, queríamos tomarnos absolutamente en serio el valor más profundo y auténtico de lo que me gustaría llamar una apuesta de logro humano global, percibiendo su necesidad y posibilidad a pesar del predominio de los muros de satisfacción estandarizada y de los esquemas probados. de tranquilidad convencional; convergiendo objetivamente en determinar una pantalla de desconfianza a priori hacia aquellas reflexiones que corren el riesgo de modificar el sentido preestablecido de la realidad humana y su autojustificación. Si bien debe quedar claro que corroborar la existencia real con una mejor reflexión y autoconciencia sobre nuestro modo de existencia actual, lejos de constituir una digresión teórica o un boceto utópico, representa el primer y más auténtico lugar a nuestra disposición, la condición más esencial y real que existir y devenir.

    El propósito de este libro es mejorar la comprensión de la sexualidad humana, sus implicaciones y expresiones. A pesar de que la sexualidad es un aspecto de la vida que afecta a todos indistintamente, la interpretación contingente que se ha dado no me parece un hecho suficiente o incontrovertible en sí mismo, tanto que concluyo que ya no existe necesidad y posibilidad de reflexión.

    El balance comparativo de situaciones históricas que la humanidad ha conocido en su conjunto, y lo que concierne a las singularidades individuales consideradas en su vida contingente, nos atestiguan una cantidad significativa y duradera de errores, círculos viciosos, ostentación, insuficiencias, dogmatismos y dificultades, pero el vínculo último entre la esperanza humana general y ese modelo histórica y culturalmente actual permanece intacto. Porque esto también ha sido capaz de producir felicidad, progreso, utilidad, cómoda previsibilidad y cierto respeto mutuo. Sin embargo, habiendo tenido justamente en cuenta el mantenimiento de los efectos felices o convenientes que se derivan de esa estructuración progresiva, indujo paradójica e inadvertidamente un vaciamiento o un estancamiento de la apuesta relacionada con la interfaz entre el impulso de realización humana y la creación de criterios de conocimiento y reglas discriminatorias.

    Sin negar obviamente la debida apreciación de todos los objetivos de la civilización y la emancipación a partir de los cuales las sociedades y los individuos obtienen una serie de beneficios tangibles y arreglos organizativos más o menos funcionales, aquí quisimos repensar el valor más profundo y auténtico de esto. lo que he llamado una apuesta de realización humana integral, percibiendo su necesidad a pesar del predominio de los muros de satisfacción estandarizada y los probados y comprobados esquemas de tranquilidad convencional. En la conciencia de que este tipo de recuperación no se puede improvisar, pero también de que la observación de la dificultad preliminar que toca a quienes expresan un nuevo indicio sobre este difícil y central tema, y es inmediatamente golpeado por una objeción tibia pero corrosiva, es bastante objetiva para hacer especulaciones o utopías estériles e indeseadas. Cuando, por el contrario, debe quedar claro que corroborar la existencia contingente con mejor reflexión y autoconciencia representa el primer y más auténtico lugar a nuestra disposición.

    De hecho, a veces uno puede incluso tener una duda fundamentada sobre si realmente existe una necesidad coherente de conocimiento al respecto, solo si se piensa en tantas respuestas olvidadas, excluidas o reprimidas sin siquiera haberlas discutido o comprendido, y a otras que, por su dominio sobreviniente, han acabado, intencionadamente o no, por congelar el valor y propósito de esa cuestión cognitiva - universal tanto como más o menos sentida o consciente - con interpretaciones definitivas, estandarizadas e inmutables.

    Al final de esta parte introductoria, me gustaría dirigirme brevemente al lector directamente para preguntarme, junto con él, si hay una contradicción entre mi afirmación de que el tema que pretendemos tratar no concierne a un no-lugar indeterminado sino se refiere a una condición humana inmanente y fundamental, y la que alude a una determinada frontera o cualidad de alguna manera innovadora del discurso que estoy a punto de realizar. Y si todavía tenemos que decir algo sobre cómo abordar esta lectura y si hay cosas que hacer, más convenientes o posibles que otras, cuando se haya completado.

    Respondo a estas preguntas de manera unificada, lo que en absoluto quiere excluir las deducciones gratuitas del lector. Me parece que mucho depende de la autenticidad del interés, de la capacidad y voluntad de tener una comprensión más profunda, más completa y responsable; por determinadas circunstancias que nos colocan o no en la condición de dar audiencia y orden a ese espacio de lo tácito del que hablamos al inicio de esta introducción; desde que se descubrió la admisibilidad, ¿cómo ha logrado algún filósofo auténtico o afortunado mirar con una mirada siempre emocionada y nueva las cosas que son pertinentes a nuestra existencia inteligente, y precisamente conocerlas, garantizarlas, vivirlas, amarlas mejor?

    Con esta condición, lo tácito ya no es y nunca es un remanente oscuro y preocupante del que huir o enemigo de la estabilidad de lo dicho, afirmado y aceptado, o el peligro de perder la libertad y la alegría de repetir y encontrar. las cosas que importan y que realmente nos preocupan; pero es el espacio que nos hace falta ser y llegar a ser, es el aire que necesita hasta lo dicho para no asfixiarnos y no asfixiarnos. Y es, por tanto, también la libertad de expresar y aceptar el descubrimiento de que la vida se puede mejorar aunque se cambie -algo considerado paradójico por las mayorías y por los poderes que las guían, desde dentro o desde fuera-, modalidad que el hombre tiene disponible para acercarse a su condición más adecuada y entrar en ella de lleno.

    Finalmente, no creo que deba recomendarse más al lector la oportunidad de saber siempre distinguir entre la realidad y la reflexión intelectual, entre las posibilidades de vida que otorga nuestro horizonte sociocultural actual y las que pueden ser posibles mañana o más tarde: No es en ningún caso por la limitación o represión del ejercicio del conocimiento, o porque pueda parecer marginal o perturbador, que se puede garantizar mejor el hecho de que los individuos sepan hacer el mejor uso incluso de ese conocimiento que hoy en día. aparece disponible, aprobado y actual.

    PARTE I - Suelta los amarres.

    ¿Qué sabemos sobre el sexo y la sexualidad? Si tratamos de ser honestos, sabemos ... lo que sabemos. Hay cosas que solo la inteligencia es capaz de buscar, pero que nunca encontrará por sí misma; solo el instinto podría descubrirlas, pero nunca las buscará, dijo Bergson, aforísticamente.

    Comúnmente, una evidencia agente y un arrastre apremiante, inherente a la sexualidad, son elementos tan indiscutibles y autónomos que dan respuesta a la mayoría de las preguntas, o aquellas que parecen ser las más importantes y fundamentales. Por eso no es difícil, de hecho es obvio, tener ciertas convicciones al respecto, y cualquier pregunta adicional corre el riesgo de parecer escandalosa, inquietante o inútil. Pero, teniendo esto en cuenta, es precisamente esta indudable, intangible, configurada inmanencia y exceso de creencia y demostración del sexo y la sexualidad lo que hace que sus creencias sean potencialmente correctivas y tácitas con respecto a un examen más profundo y revelador. Sin este examen, tendremos respuestas sin preguntas reales o completas, por muy adecuado que esto parezca: ¿puede ser ésta la mejor manera de fundamentar lo que sabemos?

    Me parece, en cambio, que el tema, y precisamente para respetar su innegable complejidad, merece e incluso requiere una serie de reflexiones dedicadas, por lo dicho en la introducción y también por una necesidad intrínseca al propio tema que pronto será revelarse desde las primeras páginas de este trabajo. Desentrañaré estas reflexiones en una serie de estrofas sucesivas que, si por una parte pueden parecer ajenas a una progresión real de capítulos, por otra, corresponderán mejor a la intención reflexiva que a la de tratado.

    Estas salas implicarán algunas de las muchas preguntas que a mi juicio requiere el tema, con una serie de respuestas, aclaraciones y referencias cuyo significado residirá en su conjunto más que en su separación. Por esta razón el lector podrá, si lo desea, detenerse en cada una de estas páginas incluso sin seguir su orden. Siempre que, espero, esta elección no se base en una selección arbitraria entre lo simple y lo difícil, o entre esa parte aparentemente más agradable en comparación con la más complicada o exigente. Lo que puede parecer complejo de inmediato se volverá simple a medida que su comprensión se vuelva más clara, y lo que puede parecer simple se expandirá en una articulación general si la atención ha sido más activa y más libre.

    1

    1. La idea y experiencia de la sexualidad viene dada por dos extremos inseparables: ser esto y más allá de esto. Puede haber oscilación, prevalencia, selección entre un extremo y otro: y es precisamente el problema, que no existe hasta que la evidencia es perturbada, cuestionada o investigada. Evidencia que se ha vuelto tan convincente que ni siquiera necesita principios de realidad (esto se hace, no se puede hacer de otra manera). Pero si se habla de estos últimos o se les hace intervenir, surge alguna duda justificada de que la evidencia de esto puede ser en sí misma autosuficiente sin necesidad de referencias reflexivas, o bajo la ilusión de poder hacer sin tener que hacerlo ver con el más allá de esto de y en la sexualidad.

    Empezando por el apareamiento obvio que existe entre la sexualidad y el placer y la felicidad: la causa (el esto) y el efecto o su sentido (el más allá de esto). No pocas veces abandona el aparato imaginativo y deseante del individuo, y su propia asunción de un rol de primer referente selectivo y decisorio a nivel práctico, lidiando con un más allá de esto que muchas veces retrasa o escapa para ser realizado como él mismo lo haría expectativa, consecuencia simple y directa entre causa y efecto.

    Pero incluso esto, es decir, todo lo que pertenece a la experiencia indudable y concreta del cuerpo, de su materialidad vital, de su destino original a la conciencia y experiencias que van mucho más allá de la corporeidad, no se trivializa ni se da por sentado. E igualmente, aunque de otra manera, también el más allá, es decir, todo lo que trasciende la corporeidad y se asigna al convencimiento de una intimidad administrada, liberada o probada exhaustivamente.

    Entre estas dos polaridades, que no son inmediatamente o simplemente separables o coincidentes, nos encontramos, muchas veces negándolo, como sujetos un poco autárquicos y un poco errantes, o como destinados a asumir un rol disciplinado. Y hay un espacio para ser explorado y transitado, donde se anima al individuo a convertirse en operador centrífugo de la selectividad intelectual y afectiva, pero también editor y gestor, y recolector centrípeto de arbitrajes considerados justificados y consecuentes. Mientras, sin embargo, ese espacio, que se ha convertido en un ambiente, se carga de una circulación generalizada e insistente de piezas melódicas, sugerencias románticas, junto con estímulos palpitantes para vivir y desear más o servilmente.

    Un espacio, cuya amplitud a menudo se pasa por alto; recomponer el exceso o fusionar con conclusiones personalizadas: de un posible, al que el sujeto atribuirá el derecho-deber de una realización áurea en todo caso.

    2

    2. Partiendo de lo simple y lo obvio, se pueden reconocer inmediatamente dos cosas acerca de la sexualidad: la distinción entre pene y vagina, considerada un hecho dado que se da por sentado, y la distinción entre macho y hembra, otra trivialmente animal y dicotómica elemental. Sin embargo, parece que la cultura humana encuentra en la distinción hombre-mujer un terreno más adecuado para el desarrollo de las facultades superiores que caracterizan a la especie humana, frente a la dicotomía pene-vaginal, relegada al nivel de primitividad orgánica e incapaz de representar significados con los que el intelecto puede dignarse comparar.

    Se trata de una evidencia inmediata que, por tanto, no parece requerir más información, y ya desde la infancia y con respecto a cualquier otro nivel de edad y maduración. Se trata de un dato constitutivo e innato que, sin embargo, no debe entenderse como una reducción a los términos mínimos de la sexualidad, ya que su inevitable significación no debe desconocer a todos aquellos que, vivos y entendidos, han experimentado una cierta colimación entre lo elemental aspectos de la experiencia corporal y las dimensiones de la emoción, el sentimiento y el pensamiento, entendidos como más complejos o menos vinculados a la corporalidad orgánica.

    Pero, más allá de la evidencia o la intuición, una complicación reconocible no se hace esperar. Porque hay un destino de aprendizaje interminable y progresiva conciencia que concierne al sujeto humano frente a su constitución sexual, desde su niñez, y que, entre otras cosas, el psicoanálisis considera constitutivo y presagio de una complejidad inmanente y generalizable e incluso paradigmática. Porque a pesar de la muy estrecha interdependencia entre cuerpo y mente, por diversas razones (vergüenza, costumbres, estandarizaciones, etc.) en la cultura humana, se pueden desencadenar motivos para separar o distanciar lo que pertenece al cuerpo y lo que pertenece a la mente, con realidades reales y efectos psicológicos y prácticos inevitables. Porque el espacio, en sí mismo grande, entre los términos mínimos del sexo y la realidad inducida o elaborada de su más allá, se expande y se complica aún más si consideramos no sólo las dilataciones contingentes contenidas en la pregunta ya mencionada, y que afectan de manera irreversible a una parte considerable de la vida práctica, pero también al potencial desarrollo posterior de un cotidiano hablable movilizado, en experiencias y pensamientos, como una flecha que lucha constantemente contra un blanco.

    Por estas razones, la propia diferencia que los niños ya han aprendido en sus primeros años es un tema que urge y ocupa a la fisiología y la psicología, y que sigue siendo central y debatido en el contexto de la existencia y específicamente de la conciencia adulta de los dos sexos. Razones que, por lo tanto, nos llevan a no dar por sentadas las cosas conocidas, y a no considerar inaceptable una mayor reflexión cognitiva, más allá de la vulgaridad de un rumor formulado sobre la igualdad de género o su ubicación en el contexto de una conducta pactada dentro de una reserva privada.

    Por tanto, hay alguna razón para creer que existe una posibilidad y una necesidad reflexivo-existencial sobre la sexualidad, que integra, entendiéndolas, los aspectos especiales y casi excéntricos de los tratados anatómico-fisiológicos y su profusión dentro de lo común y lo común. idioma actual.

    3

    3. Si la denominación y la significación en el ámbito sexual implican un problema lingüístico similar al relacionado con otros significados, los órganos sexuales entran dentro de esta problemática de manera particular. De hecho, son objetos muy particulares en comparación con los que se presentan comúnmente a la experiencia. En primer lugar, son una parte integral del cuerpo de cada individuo. Es cierto que otras partes del cuerpo también pueden considerarse objetos, como las manos, los ojos, el hígado, el cráneo, cada una de las células, pero el hecho de considerar estas partes del cuerpo como objetos, puede agregar o quitar ellos sólo mínimamente, algo esencial en términos de definición.

    La mano o el hígado, por ejemplo, pueden ser cosas que usamos, vemos, conocemos, nos pertenecen o pertenecen a otras personas, pueden tener un carácter más o menos neutro o inespecífico, vital u orgánico o funcional. Pueden orientarnos, según su regularidad o irregularidad, hacia conceptos de identidad general (la capacidad vital o pertenencia a categorías naturalistas definidas pero amplias) o particular (habilidad, forma, grado de salud o fuerza individual), pero todo ello pone de manifiesto una cierta laconicidad, aunque articulada, frente a la cualidad intrínseca colocada no sólo en la diferencia sexual sino también en los órganos sexuales como objetos específicos.

    Si bien el objeto de la mano es ahora un órgano prensil, ahora expresivo, ahora capaz y fuerte y ahora enfermo y débil, un objeto característico y único para la integridad psicofísica individual, indispensable y muy útil para diversos propósitos instrumentales, el órgano sexual es parte de casi todos. de estas características, pero tiene otras dos que las otras partes del cuerpo no tienen, o no tienen de una manera potencialmente relevante. La primera es que los órganos sexuales masculinos y femeninos son diferentes pero complementarios, la segunda es que el pene y la vagina son objetos eminentemente para el ser humano; y estas dos características las hacen superar cualquier intento de un marco congelado definitorio o conceptual.

    Su relevancia como parte, propia de la individualidad anatomofisiológica, incluso autónoma y aislada, es al mismo tiempo convincente pero peculiarmente incompleta. Porque los órganos sexuales, con respecto a todas las demás partes del cuerpo, a excepción del cerebro, encuentran su valor más definitorio en la integración recíproca, en una complementariedad que los dirige hacia la relación, la investigación, el deseo de los ausentes pero contraparte implicada. Cada uno de ellos está, pues, expuesto, pretendido, casi justificado, por y por referencia a lo complementario; cuya falta casi debilita su propiedad individual, aunque sea centrada, problematiza esa relevancia natural que las otras partes del cuerpo tienen pacíficamente en el contexto de la totalidad integrada del individuo, y que todo otro objeto existente en el mundo encuentra sin necesidad de una justificación excesiva.

    Estos órganos son partes del cuerpo que, aunque pertenecen a individuos individuales, aparecen de algún modo como otros, es decir, como entidades objeto con respecto a la subjetividad, y no sólo genérica o específicamente objetivas con respecto al pensamiento. Transfieren la frontera entre conciencia y objeto, de la relación entre el sujeto y las cosas del mundo a la relación del sujeto consigo mismo y con otros sujetos. Hacia lo cual, y aquí se destaca su especial objetividad, todo sujeto sexual posará entonces con la conciencia ineludible de una frontera, y también de una brecha de inclusión-exclusión, condicionada por la división de la humanidad en dos sexos.

    Delimitación preconstituida al lenguaje y las palabras, condición preverbal que se encuentra en la realidad complementaria e implicativa de la dicotomía orgánica de las características sexuales y evocada de ellas, y de formas que tienden más allá de lo orgánico pero con una base insustituible en él. Una frontera que, por tanto, se destaca como intrínsecamente dinamizadora, indirectamente también en relación con las operaciones de denominación y significación que realizamos en relación a la neutralidad y genéricaidad del término objeto. El objeto sexual, ya apropiado en su desnudez, se revela así como un no término (no terminado ni terminable), es decir, un dilatador del poder definitorio y vinculante de las palabras y denominaciones que se le dan. Hay objetos, los tienes frente a ti, y aquí está el poder de la palabra para ponerte manos a la obra. Abriendo un escenario, propio del lenguaje, en el que estamos constantemente inmersos e involucrados, ciertamente interminable pero con estaciones o paradas en las que decidimos que basta. Este aspecto requeriría inevitablemente no uno, sino muchos libros, pero aquí sólo se tendrá presente en su significado inalienable.

    También en lo que respecta a los órganos sexuales, entendidos no solo como evidencia objetiva sino también como una entidad a la que dirigirse, un lenguaje que no se detiene en la etiqueta verbal puede tomar al menos dos direcciones, además de eventualmente decidir detenerse. Uno es el de la descripción, detallada y detallada; el otro es el de la evocación y conceptualización de significados que se apartan de la descripción pero que ésta por sí sola no proporciona. Son dos direcciones que deben conciliarse y supervisarse, para que los objetos de partida no sean paradójicamente silenciados por el discurso sobre ellos, y éste no se vuelva ensordecedor con respecto a la realidad en cuestión.

    4

    4. Por tanto, decir pene o vagina, o hombre o mujer, es un dicho concluyente y al mismo tiempo insuficiente. Pero decir que no sólo se hace geografía anatomofisiológica sino que sirve para correlacionar y connotar la experiencia personal y el propósito biológico relacional y social, por tanto, sigue siendo una posibilidad inevitable y un deber inalienable.

    Es un horizonte potencialmente extendido, respecto al cual recurrimos muchas veces al ancla de estas cosas son conocidas, y su sencillez no requiere excesivas consideraciones. Experimentamos el deseo y la satisfacción sexual, nos ponemos disciplinados dentro de la lógica reproductiva, y todo esto nos parece ofrecer mucho más de lo que estamos dispuestos a concebir como descubribles o buscables; si no fuera porque es precisamente la naturaleza del tema lo que inevitablemente plantea interrogantes, incluso partiendo de la simple geografía de nociones y experiencias comunes o convencionales.

    Por ejemplo, entrar en más detalle en la descripción de los órganos sexuales, considerar estos detalles incluidos de manera indicativa en los términos pene y vagina, o apoyar una evaluación integrada de la persona, acentuando su papel de intersección e interacción entre los sexos, lo que los trae Volviendo al trasfondo con respecto al hecho interpersonal y su pensamiento, parecen resumir un conjunto exhaustivo de conocimientos. Pero basta con insistir, después de haber decidido hacerlo, en el hecho de que la vagina, con su ascosidad, virtualidad, interioridad, parece ser el polo opuesto de la visibilidad externa de un pene, que sin embargo también aparece objetivamente singular debido a a su correlación específica y fisiológica con la presencia o ausencia de una erección, para comprender hasta qué punto la convención cognitiva sobre el dato sexual no puede limitarse a la anatomía-fisiología y los conocimientos compartidos y tradicionales. No tanto porque incluso la mera distinción entre los órganos sexuales nos pone frente a ciertas características que en realidad son inusuales o singulares desde el punto de vista, aunque solo sean objetivas, sino sobre todo porque estas características ofrecen a los individuos una estimulación física objetiva y subjetiva. y experiencia mental, más y diferente a cualquier otro tipo de objeto u objetividad, incluida la connotación de entidad sustancial de la persona. Y es en este sentido que los órganos sexuales se presentan, como ya se ha dicho, como eminentemente objetos para el ser humano, tanto como están destinados a ser sujetos para la objetividad propia y ajena.

    Esta innegable interdependencia podría ser banal y evidente, y por eso muchas veces basta con concebir y cerrar su discurso, si no fuera igualmente innegable, al menos reflejado, que el lado objetivo y material permanece en su diversidad con respecto a la realidad. mental o ideacional; que esta diversidad puede, por tanto, no constituir necesariamente un objetivo de integración, pero sí puede dificultar y retrasar su consecución, debido a una recurrencia de las parcialidades y diferencias que se presumen integradas, para que se constituyan más que posibles en pasos reales desvinculados 'unos de otros, requiriendo, por este motivo, volver a perfilar como separados, operaciones que los conecten de forma convencional o provisional, o un recorrido más exigente y complicado de esos escalones, tanto de subida como de bajada, con la consiguiente e inevitable ampliación o reducción de lo que se puede decir y lo que ya se ha dicho, tanto de las partes consideradas como integradas como de las que pueden integrarse de otra manera.

    Si consideramos entonces cómo y en qué medida esta pregunta, además de la experiencia vivida, se implementa en el lenguaje, con sus atestaciones verbales y aclaraciones atributivas, y se absorbe dentro del proceso procreador, a su vez, por un lado, es evidente y preevidente y establecido, y por otro lado igualmente intrínsecamente investido por instancias más móviles y extensas, es decir, por esa exigencia de variabilidad genética adicional que la reproducción sexual representa y garantiza para todas las especies que la utilizan, y, para el ser humano y para muy pocas otras especialmente, a partir de esa insustituible manifestación de expresión y realización ligada a la sexualidad no generativa, queda claro cómo un discurso relativo a esas partes y su integración puede y debe considerarse meditado en cuanto a sus modos y fines.

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    5. Los órganos sexuales masculinos y femeninos son complementarios y esto parece condensar, y de una manera que podría llamarse concluyente, tanto su funcionalidad como su finalidad. La simplicidad de esta observación es al mismo tiempo verdadera pero también aparente o tendencialmente reductiva, para el hombre y la mujer, porque su subjetividad (que es todo menos simple) está fatal e intensamente dinamizada por esta constitución. Y ahora es evidente que en esta persecución de la simplicidad y complejidad, o de los diversos grados o casos de descripción y posible evocación sobre este tema, debemos tratar de evitar confundir rigidez con completitud y ultimatividad con certeza y práctica ideales.

    Así como todo acto, todo juicio, toda reacción o impresión que tiene que ver con el inevitable enfrentamiento entre la inteligencia humana y la realidad, susceptibles de intencionalidad o causalidad, ávidos de completitud o abreviatura, son en conjunto un acontecimiento que impone una lectura y una noción de realidad objetiva, es decir, la libera de esa imposición, y que se puede encontrar con respecto a la complementariedad de los órganos sexuales.

    Una factualidad que no es meramente un dato físico o mecánico, porque ya es en sí mismo un prototipo ideo-práctico de relación, reciprocidad, expectativa completa y certeza primaria de lo que es el otro; cosa, a su vez complementada con quién es el otro. Evidentemente, este fundamento primario de relacionalidad y promesas de felicidad y humanización no cierra la culminación relacional en la fortuita simplicidad del acoplamiento, pero tampoco cierra la significación de los órganos mismos a la pura evidencia orgánica o simple.

    El objeto y el aspecto mecánico de la complementariedad de los órganos sexuales no es trivialmente preparatorio para la simplicidad física e instintiva del apareamiento. El ser partes sui generis de cada individuo implica un razonamiento sobre su relacionalidad esencial, como un escape de ese yo-todo que circunscribe y mantiene unido a su yo dueño. Ponen en marcha una máquina conceptual destinada a intervenir en una serie de categorías (parte-todo, vacío-lleno, actividad-pasividad, placer-frustración, etc.) cuya implicación es el preludio de su desarrollo en la elaboración y la conciencia.

    Es decir, sus mecánicas encuentran una correlación dinámica en los conceptos, más allá de la inmediatez de una palpabilidad y una acción que con su evidencia podría silenciar cualquier interrogante o curiosidad de saber más, y esto también más allá de las experiencias concretas que sellan su gratificante ejecución.

    Uno de los términos que se refiere a la mecánica de los órganos sexuales es creep. Término que puede atribuirse a diversos fenómenos objetivos o subjetivos (por ejemplo, el fluir del tiempo o un río) pero que en este caso particular muestra un aspecto muy peculiar de la relación entre los objetos del mundo y el intelecto. Comparado con otros posibles sinónimos (fricción, enclavamiento, llenado, cruce, etc.) el término deslizamiento es interesante, además de adecuado, porque indica algo típico e intrínseco a la vida de los organismos con un sistema circulatorio, de hecho puede recordar el flujo de la sangre. La circulación sanguínea saca a relucir algo más complejo que la simple progresión de un fluido. No sería posible en ausencia de los vasos dentro de los cuales fluir y de una fuerza que haga progresar la sangre. Por tanto, el concepto de deslizamiento recuerda e implica otro concepto: canalización, así como empuje.

    Y es como si un concepto pudiera ser hijo de otro concepto (algo que fluye dentro o alrededor, desde o hacia algo más), y viceversa, padre de otros conceptos, incluido el que podría ser hijo comparado con otra cosa). En un referente significativo en el que la vida de la corporeidad no está exenta de una conceptualidad típica y coherente incluso en las diversas formas concretas en las que se manifiesta. La sangre fluye en las venas, el aire en los pulmones, los impulsos a lo largo de las fibras nerviosas, el pene en la vagina, la leche en los pezones, y la sensación y el conocimiento fluyen de un individuo a otro.

    Existe una semejanza inevitable entre y dentro de los hechos que pertenecen a lo vital, que se acompaña y superpone por una referencia análoga entre los conceptos relacionados con ellos. Su genealogía recíproca puede parecer forzada o aproximada, pero sólo hasta que se reconozca en lo vital esa necesidad y posibilidad de significación cuya legibilidad tiene que ver simultáneamente con hechos pero también con conceptos. La unidad de la vida puede ser una observación que no necesita palabras, existe y vive en los hechos y en lo vivo. Pero si los conceptos son por otra parte su deber, al que pertenece su genealogía recíproca y ramificada, especialmente en el ámbito de lo vital, la separación entre abstracción y concreción, en lugar de considerarse liberadora e inevitable, es precisamente lo que debe ser, no debe evitarse tanto, sino controlarse y explorarse.

    Frente a la complementariedad, la subestimada dificultad de separar la reflexión sobre la naturaleza de la de su sentido, con la dificultad asociada de realizar una integración corporal-conceptual, predispone a la divergencia o al retorno de malentendidos, a pesar de la creencia en contrario, y una especie de del limbo convencional en

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