Navidad en Bath: Las Novias de Bath, #6
Por Cheryl Bolen
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Todos los personajes de los primeros cinco libros en la Serie Las Novias de Bath compartirán alegría navideña mientras Glee Blankenship afila la flecha de Cupido.
Sin que el erudito Jonathan Blankenship lo sepa, su cuñada Glee ha decidido que estas navidades, él necesita un pequeño empujón para hacerle ver que su querida amiga desde hace cuatro años, Miss Arbuckle, será su compañera perfecta.
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Navidad en Bath - Cheryl Bolen
Navidad en Bath
(Las Novias de Bath, Libro 6)
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Cheryl Bolen
Copyright © 2021 Cheryl Bolen
Navidad en Bath es una obra de ficción. Nombres, personajes, lugares, e incidentes son producto de la imaginación de la autora o han sido usados de forma ficticia. Cualquier parecido con sucesos, lugares, o personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia.
Todos los derechos reservados.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada, o transmitida en ningún formato o por cualquier medio sin el previo consentimiento por escrito de la autora.
TABLA DE CONTENIDOS
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 1
Cuando Miss Mary Arbuckle recibió la nota de Glee Blankenship en la que le imploraba que fuera directamente a su casa en Queen Square, Miss Mary Arbuckle comenzó a temblar. ¿Le habría pasado algo a Jonathan Blankenship? No era típico de Glee lanzar órdenes a la gente. Especialmente porque Glee estaba bastante ocupada con su hijo recién nacido y con una hija completamente demasiado precoz para no tener aún tres años de edad.
Miss Arbuckle se arrebujó en su descolorida capa roja, se puso sus guantes de lana, rodeó su cuello con una bufanda, y comenzó a caminar hacia Queen Square. Otras jóvenes sujetas a la inconveniencia de caminar bajo este frío extremo podrían haber deseado pedir un lujoso carruaje con cuatro caballos para que las transportaran por esta ciudad de colinas y agua.
A diferencia de otras chicas, los pensamientos de Miss Arbuckle nunca se veían ocupados con deseos de cosas que eran inalcanzables. Había llegado a aceptar a muy temprana edad que su viuda madre nunca estaría en posesión de fortuna. También se había reconciliado con la certeza de que ella nunca sería una belleza. Su espejo le confirmaba con demasiada simpleza que a lo máximo que Miss Arbuckle podría aspirar en la vida sería a que la consideraran de aspecto tolerable.
A causa de su pragmatismo, había aceptado hacía mucho su destino como solterona de medios extremadamente modestos. Tal aceptación podía haber sido amargamente puesta a prueba por las compañías que frecuentaba. Desde que asistiera al Colegio para Jóvenes Damas de Miss Worth, su círculo más íntimo de amistades había consistido en otras jóvenes de Calidad que estaban en posesión de belleza, riqueza, y, en muchos casos, nivel social.
Diez minutos de rápida caminata la llevaron al elegante hogar de los Blankenship. Dentro, mientras se despojaba de su capa bajo una enorme y resplandeciente lámpara de araña, la encantadora Glee Blankenship bajó apresurada las escaleras para saludarla.
Aunque habían sido amigas desde que asistieran al Colegio para Jóvenes Damas de Miss Worth juntas, Miss Arbuckle no dejaba de maravillarse ante la belleza de Glee. Tal vez fuera porque Glee era la antítesis de la tímida, apagada, y estudiosa Miss Arbuckle. Aunque Glee era considerablemente más baja que Miss Arbuckle, su vibrante personalidad estaba en perfecta armonía con su ardiente pelo rojo, el cual le imprimía una presencia mucho más grande que la que merecería por su estatura.
Solo cuando Glee llegó al pasillo de entrada, decorado en oro y mármol, Miss Arbuckle advirtió que llevaba en sus brazos a su bebé.
—¡Le agradezco tanto que haya venido, Miss Arbuckle! Por favor, pasemos a sentarnos en el salón.
En el salón de marfil, las cortinas de seda color mantequilla estaban descorridas, y así proporcionaban a la sala más luz que al resto de habitaciones, pero seguía siendo un día excesivamente deprimente. Después de todo, era diciembre en Bath.
Glee se sentó frente a Miss Arbuckle, quien había tomado asiento en uno de los dos sofás de brocado de seda que estaban enfrentados delante de la chimenea. Primero, Glee dedicó sonidos inarticulados a su pelirrojo bebé. Luego, para mayor asombro de Miss Arbuckle, Glee bajó el corpiño de su vestido y sacó esa parte de la anatomía de una mujer que proporciona el sustento. Su bebé comenzó a chupar con avaricia.
Las mejillas de Mary se volvieron color escarlata. ¡Nunca había presenciado tal despliegue! Era en verdad de lo más chocante. Miss Arbuckle estaba completamente decidida a ignorar lo que Glee estaba haciendo y a concentrarse en lo que le estaba diciendo.
Sin embargo, era difícil no sopesar la cuestión de por qué Glee Blankenship no se había buscado una ama de cría. No era como si Gregory Blankenship, el marido de Glee, no fuera obscenamente rico.
No había ni el menor rastro de bochorno en la voz de Glee cuando habló.
—Quería contarle que Jonathan va a venir a pasar las navidades con nosotros, aquí en Bath.
No había nada ciertamente demoledor en esa afirmación. ¿Por qué Glee había llevado a Miss Arbuckle a creer que el asunto era tan urgente? Y entonces un pensamiento, uno ciertamente aterrador, penetró en el cerebro de Miss Arbuckle. «Va a traer una esposa.» Glee quería preparar a Miss Arbuckle para la descorazonadora noticia.
Aunque las dos mujeres nunca había discutido los sentimientos de Miss Arbuckle por el señor Jonathan Blankenship, Glee tenía que saber que su amiga le había amado desde el primer día en que la favoreció con un comentario.
Cada vez que estaba en Bath, Jonathan Blankenship y Miss Arbuckle pasaban gran cantidad de tiempo juntos, y ambos compartían muchos intereses. Él era el único joven que había bailado con ella en los bailes organizados en las Assembly Rooms; el único hombre que le había regalado flores; el único hombre que la había honrado con sus atenciones.
Miss Arbuckle abrió mucho los ojos.
—¿Y por qué tendría que importarme?
Glee tenía que saber que su desinterés era una mera actuación.
—Sé muy bien, Mary Arbuckle, que está enamorada de mi cuñado. ¿Puede negarlo?
Aún temiendo que Glee fuera a notificarle las nupcias del señor Blankenship, se encogió de hombros.
—Admitiré que siento un fuerte apego hacia él, pero nunca ha habido ninguna clase de entendimiento entre nosotros.
—¡Eso lo sé muy bien, tonta! He decidido que debe darle al hombre un pequeño empujón para que se dé cuenta de que usted es la mujer destinada a ser su perfecta esposa.
Las sudorosas palmas de Miss Arbuckle se abrieron y expulsó el aliento que estaba conteniendo. ¡No estaba casado con otra!
Entonces comprendió las palabras de Glee. Miss Arbuckle nunca se permitía rendirse a considerar casarse con el querido señor Blankenship.
—Se le olvida que, a diferencia de usted, no soy una belleza que pueda fácilmente reclamar el