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El misterio de las botas doradas
El misterio de las botas doradas
El misterio de las botas doradas
Libro electrónico49 páginas38 minutos

El misterio de las botas doradas

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Información de este libro electrónico

Una inolvidable historia que nos invita a luchar para que nuestros sueños se cumplan. Bea, una muchacha normal que va al colegio, sueña con convertirse en una futbolista de élite. Pronto conocerá a un ser misterioso y mágico capaz de hacer que su deseo se haga realidad, pero también descubrirá que todos los deseos tienen un precio que a veces no es fácil pagar. Magia, deporte, superación, fantasía, entusiasmo y bastante humor se dan cita en esta inolvidable novela que nos enseña a perseguir nuestros sueños.-
IdiomaEspañol
EditorialSAGA Egmont
Fecha de lanzamiento31 may 2021
ISBN9788726886399

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    El misterio de las botas doradas - Francisco Díaz Valladares

    Saga

    El misterio de las botas doradas

    Copyright © 2020, 2021 Francisco Díaz and SAGA Egmont

    All rights reserved

    ISBN: 9788726886399

    1st ebook edition

    Format: EPUB 3.0

    No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

    www.sagaegmont.com

    Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

    La sección femenina del Athletic de Bilbao, que acabaría ganando la Liga, tuvo que suspender una rueda de prensa porque no se presentó ningún periodista.

    www.eldiario.es

    UNO

    La misteriosa lucecita roja

    Dio un respingo

    ¡¿Qué era aquello?!

    Casi no podía respirar.

    Quiso salir corriendo, pero estaba tan asustada que las piernas parecían que se habían vuelto de plastilina.

    ¡¡¡Ringgggggg!!!

    En cuanto sonó el timbre, Bea dio un brinco para salir corriendo de la clase, pero al comprobar el gesto adusto de Don Anselmo, nariz arrugada y ojos achicados, permaneció clavada en el pupitre.

    —¡De aquí no se mueve nadie hasta que yo diga! ¿Enterada Beatriz?

    Bea asintió moviendo repetidas veces la cabeza.

    A Don Anselmo le faltaba un año para jubilarse. Era alto y un poco barrigudo. Tenía el pelo del color de las zanahorias, los ojos azules, casi transparentes, y un bigote grande que retorcía cada poco hacia arriba. Aunque era muy introvertido y taciturno, en el pueblo todos les respetaban y querían por ser una buena persona y un gran maestro.

    —Recordad que no somos una manada de cabras salvajes.

    Casi siempre vestía un traje marrón muy gastado y corbatas a rayas con un nudito parcialmente oculto bajo el cuello de la camisa que, aunque blanca, amarilleaba un poco. Cuando se enfadaba, arrugaba la nariz y los ojos se convertían en dos rayas negras, pero los enfados le duraban muy poco; enseguida sus ojos azules se abrían de nuevo y sonreía mientras daba unos paseos por la clase con una mano a la espalda, para acabar siempre con la misma frase: ¡No entiendo por qué después de tantos años conseguís sacarme de mis casillas!.

    —Muy bien, ahora vais a salir en silencio —ordenó apuntando al techo con el dedo índice—. Venga, hasta mañana.

    Los alumnos de la clase de tercero de Primaria a la que pertenecía Bea empezaron a abandonar el aula con cierto orden, pero nada más alcanzar el pasillo, se unieron a otros grupos de alumnos y echaron a correr como centellas tirando de las mochilas de ruedas que chocaban unas con otra, compitiendo por salir el primero.

    Como cada día, el director se había colocado con los brazos abiertos en mitad del pasillo en un vano intento de evitar las carreras: ¡Silencio, orden, orden! ¡No corráis!. Pero formaban tanto jaleo, que sus palabras se perdían entre el barullo.

    Cuando Bea logró alcanzar la salida y sobrepasar la barrera de madres arremolinadas en la puerta del colegio levantando las cabezas para localizar a los más pequeños, descubrió a Marcela y a Juanito a la sombra del gran avellano plantado al otro lado de la calle y se reunió con ellos.

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