Residencia de Pegaso

Por Ángel Miquel

Las escenas de estos relatos parecen entresacadas de un guion cinematográfico de corte surrealista que, de pronto, muta a otro género, a comedia, a thriller, a película de misterio o de ciencia ficción. Leerlas me provocó frecuentes sonrisas e incluso abiertas carcajadas, pero también intriga, asombro y harta curiosidad por conocer más a sus “perso

• Idioma: Español
• Editorial: Trilce Ediciones
• Fecha de lanzamiento: 5 feb 2021
• ISBN: 9786078745081

Ángel Miquel

Ángel Miquel nació en Torreón, Coahuila, en 1957. Estudió Filosofía e Historia del Arte en la UNAM. Es profesor en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y especialista en historia de la cultura mexicana de la primera mitad del siglo veinte. Ha publicado estudios sobre la exhibición y recepción del cine nacional en México, España y Argentina; ensayos sobre cine y lite­­r­a­tura; biografías de realizadores del periodo silente, y antologías de crónicas, poemas y cuentos de tema fílmico. Participó en la redacción de las revistas Sabe Ud. Ler, Cartapacios y El Acordeón. Ha obtenido los premios nacionales “Elías Nandino” de poesía, “Jorge Ibargüengoitia” de novela y “Antonio García Cubas” de historia, así como el “Film-Historia” otorgado por la Universidad de Barcelona. Es autor de los poemarios Escapar de milagro (1987) y Gato por liebre (1990), y de las novelas Usted soy yo (2009, escrita con Alain Derbez), Tolvanera (2017) y La necesidad de elegir (2019). Trilce publicó en 2013 ¡Cobre penique! Sueños y otras ficciones, del que la presente obra es secuela.

Vista previa del libro

Residencia de Pegaso

Sueños propios y ajenos

ÁNGEL MIQUEL

Trilce Ediciones

Colección Tristán Lecoq

Nota

En 2013, Trilce publicó ¡Cobre, penique! Sueños y otras ficciones, ampliación mejorada de un folleto con el mismo título del que se hicieron de forma artesanal unos cuantos ejemplares en 2001. En los dos casos reuní, fundamentalmente, un conjunto de sueños, partiendo del supuesto de que podían resultar atractivos a otros. Apoyaba esta conjetura, en primer lugar, la experiencia frecuente de escuchar contarlos a parientes y amigos, y también el que escritores y cineastas a los que admiro hubieran incluido algunos en sus obras, y en ocasiones incluso integrado con ellos volúmenes enteros.

Resulta extraño que algo con raíces tan individuales como los sueños pueda llegar a resonar en otros. Tal vez la explicación de ese misterio tenga que ver con el lenguaje, que vuelve pública y accesible la experiencia interna; pero también es posible que en esas historias se manifiesten arquetipos, no tanto en su zona más personal e intransferible, la de los mensajes cifrados que comunican, sino más bien en las formas a través de los cuales éstos se expresan, sean visuales, sonoras o lingüísticas.

Cuando apareció ¡Cobre, penique!, un amigo me hizo una pregunta que me hizo reflexionar en esa estructura arquetípica: ¿se siguen teniendo los mismos sueños a lo largo de los años? Entonces no supe qué responder, pero después he pensado que sí, al menos en el sentido de que hay historias que se repiten en sus trazos esenciales. De hecho, al hacer un repaso de las contenidas en mis sueños desde la adolescencia, encuentro la recurrencia de varias series: una en la que exploro, de forma real o figurada, un territorio oscuro; otra en la que viajo a sitios muchas veces desconocidos; otra en la que participo como actor o espectador en representaciones dramáticas, cinematográficas o religiosas; una más en la que ocurren despliegues de actividad física en peleas, actos de amor, ascensos a montañas, escapatorias o vuelos; otra en la que me debato entre la enfermedad y la salud, y otra más en la que se pone en juego mi papel en mis propias casa y familia.

Esas repeticiones ¿por qué ocurren? Tal vez porque los asuntos que las originan no se resuelven, porque las situaciones representadas procuran un placer que resulta irresistible volver a sentir o, simple y llanamente, porque el asesino no puede evitar regresar a la escena donde cometió el crimen. Creo en todo caso imposible dar una respuesta simple a esa pregunta, incluso si la atención se pone en un caso individual. Más claro parece, por otra parte, que esos motivos argumentales son préstamos de la cultura en la que se vive y que, por eso mismo, deben tener manifestaciones colectivas: algo así como películas de guiones similares que, con escenografías y actores distintos, pasan en muchos cines.

En las presentaciones de ¡Cobre, penique! tuve la inesperada alegría de que una buena cantidad de quienes adquirieron el libro me contara espontáneamente un sueño suyo. Espero que este libro encuentre otra vez cómplices que se sientan intrigados, interpelados, divertidos o estimulados en algún sentido por él.

Residencia de Pegaso

En un partido de futbol callejero, mi equipo es claramente superior al de los rivales, por lo que éste es reforzado por una mujer y un hombre muy viejos. Antes de incorporarse al juego, el matrimonio debe entregar ciertos papeles en una oficina adonde los acompaño. Ahí encuentro un montón de objetos en venta. Uno que me llama la atención es una carpeta con el trabajo de campo hecho por un antropólogo, muchos años antes y en pueblos de la ribera del lago de Pátzcuaro. Al revisar el expediente surgen textos y dibujos, así como máscaras, cerámica e incluso las botas de goma del científico. El estudio trata sobre las representaciones de un ser maligno en diversos objetos simbólicos. En una de las piezas –una pulsera con piedras preciosas, dibujada con gran encanto– encuentro una leyenda que dice en náhuatl: Es necesario que conozcas esto para que comprendas otra zona de tu parte oscura. De pronto estoy muy interesado en comprar esa carpeta, que únicamente cuesta seiscientos pesos.

1 de enero de 2012