La ciencia no respeta nada
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Alphonse Allais
Alphonse Allais est le cadet d'une fratrie de cinq enfants, de Charles Auguste Allais (1825-1895), pharmacien, 6, place de la Grande-Fontaine de Honfleur (aujourd'hui place Hamelin) et d'Alphonsine Vivien (1830-1927). Jusqu'à l'âge de trois ans, il ne prononce pas un mot, sa famille le croyait muet6. À l'école, il semble plutôt se destiner à une carrière scientifique : il passe à seize ans son baccalauréat en sciences. Recalé à cause des oraux d'histoire et de géographie, il est finalement reçu l'année suivante. Il devient alors stagiaire dans la pharmacie de son père qui ambitionne pour lui une succession tranquille, mais qui goûte peu ses expériences et ses faux médicaments et l'envoie étudier à Paris. En fait d'études, Alphonse préfère passer son temps aux terrasses des cafés ou dans le jardin du Luxembourg, et ne se présente pas à l'un des examens de l'école de pharmacie. Son père, s'apercevant que les fréquentations extra-estudiantines de son fils ont pris le pas sur ses études, décide de lui couper les vivres.
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La ciencia no respeta nada - Alphonse Allais
Contenido
Colección
Créditos
La ciencia no respeta nada
Biografía
Prólogo. La ironía de Monsieur Allais
Nota a la edición
La ciencia no respeta nada, o casi nada
Dios
Collage
El colmo del darwinismo
Extraña muerte
El lenguaje de las flores
Idilio moderno
La pipa olvidada
Una idea luminosa
El hijo de la bala
Una nueva iluminación
Nuevos usos del teatrófono
Toda la verdad sobre la Exposición de Chicago
Vegetales de paseo
Un poco de mecánica
Los árboles que temen a los corderos
Automoburlismo
Venturosa influencia del sistema decimal en la cuestión obrera
Una curiosa industria fisiológica
Secuelas en la embriaguez en los conejos
Fuera de temporada
Utilización de la Torre Eiffel para 1900
Un curioso asunto legal
Ebanoide
Sobre algunas reformas cósmicas
Charcutería estética
Vegetarianismo integral
Pauperomobilismo
Reclamación al señor al señor Mougeot
Pongámonos sobrios o el cabaret asesinado por la clínica
La agonía del papel
Reciclar ante todo
Mareo
¡Viva el emperador!
Per amica silentia lunae. La luna es un pez
Mortambulismo
¿Dónde se detendrá la ciencia?
En Serio,
13.
Edición en formato digital: diciembre 2020
© del prólogo: Francisco Ferrer Lerín, 2018
© de la traducción: Laura Fólica, 2018
© de la presente edición: La Fuga Ediciones, 2020
© de la imagen de cubierta: Ana Rey, 2018
Corrección y revisión: Andrés Ehrenhaus
Diseño gráfico: Tactilestudio Comunicación Creativa
ISBN: 978-84-123107-3-3
Todos los derechos reservados:
La fuga ediciones, S.L.
Passatge de Pere Calders, 9
08015 Barcelona
info@lafugaediciones.es
www.lafugaediciones.es
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación sin el permiso expreso de los titulares del copyright.
Alphonse Allais
La ciencia no respeta nada
Prólogo de Francisco Ferrer Lerín
Selección y traducción de Laura Fólica
Alphonse Allais
(1854-1905)
Pertenece a esa perdida estirpe mundana de hombres educadamente avanzados a su tiempo. Escritor de humor en el sentido más químico del término, precursor patafísico de Vian o Ionesco, admirado por Breton y los surrealistas, fue también un pionero de la fotografía, pintor monocromático, científico desaforado, inventor del café soluble y colaborador incansable de un amplio abanico de publicaciones periódicas entre las cuales el folletón bohemio Le chat noir. Su humor impropio, basado en el absurdo y en juegos de palabras, lo convirtió en uno de los personajes más famosos de la Belle Époque parisina. Murió en 1905 por una embolia pulmonar dejando una inmensa obra literaria, en mayoría inédita en castellano.
La ironía de Monsieur Allais
de Francisco Ferrer Lerín
Quizá una aproximación certera a la biografía de Charles-Alphonse Allais (1854-1905) debiera empezar diciendo que Allais fue un normando enterrado en el cementerio parisino de Saint-Ouen cuya tumba fue hecha trizas durante un rutinario bombardeo de la raf, a finales de la segunda guerra mundial, en 1944. Un hombre hecho para la ciencia a quien su pasión irrefrenable por el absurdo condujo al terreno del humor, a la escritura de textos breves que prefiguraron movimientos fundamentales en la historia de la literatura y, en general, de todas las artes. Un joven a quien su padre farmacéutico echa de casa al descubrir que elabora y vende falsos medicamentos, y que, huido a París, participa en la creación de varias sociedades literarias de ingeniosa filosofía y sorprendentes rótulos: Los Hidrópatas, por su aversión al agua, Los Fumistas, por su condición burlona, y Los Hirsutos, broncos e inconformistas.
Inteligente, algo misógino, de aspecto bonachón, publicó, durante un cuarto de siglo, un sinnúmero de historias y artículos de actualidad, todos ellos cuajados de un humor punzante que roza a veces el humor negro. Lo moderno, los avances científicos, la religión, los pobres, el ejercicio de la medicina, el ejercicio de la abogacía, el patriotismo, los movimientos obreros, los nuevos ricos, los negros, lo exótico, la tacañería empresarial, el chovinismo, el higienismo, el consumo de alcohol, el reciclaje, los vegetarianos, los animalistas, todos son tratados con gran desparpajo y suculenta ironía. A veces, por ejemplo en Una nueva iluminación, nos parece estar ante los bizarros Inventos del tbo, del Profesor Franz de Copenhague. Otras veces, como en La pipa olvidada y La agonía del papel, despliega su dimensión precursora, casi visionaria, en una sátira inversa del abuso de nuestros teléfonos móviles y en la crítica del consumo desaforado de papel como una de las principales causas de la deforestación.
La presente antología, titulada como el primero de los relatos recogidos, La ciencia no respeta nada, es una significativa muestra, tan desopilante como variada, de uno de sus temas favoritos. Se da en Allais una atracción inevitable por la contradicción que ya en sus tiempos suscitaba la idea de progreso y el vértigo con que los avances científicos parecían arrojar a la humanidad en los inciertos brazos del futuro. Esa embriaguez no podía pasar desapercibida para una nariz tan fina e irónica como la suya, más aún cuando él mismo aprovecharía su ingenio para meter las manos en la masa de la invención tanto científica como literaria. Esta luminosa selección incrementa aún más el carácter adictivo que tiene su lectura; los cuentos de Alphonse Allais enganchan por sí mismos y, aún más, cuando se benefician de una planificación rigurosa y ajustada.
Pero el lugar que ocupa Allais en la historia de la literaura no es sólo el de los humoristas, Allais encaja a la perfección en el lugar de las vanguardias; su manejo del absurdo iluminó a dadaístas y surrealistas hasta el punto de ser considerado por muchos de ellos como su gran padre nutricio. Jarry y Roussel, Breton y Duchamp, aprecian en Allais muchos de los recursos que ellos desarrollan: el retruécano, el calambur, la interpelación al lector, los mecanismos destinados a derribar las convenciones burguesas, convenciones que Allais ridiculiza, a veces mediante un discurso fingidamente serio, siempre partiendo de unos postulados disparatados pero por los que camina con una lógica aplastante. Quizá su aspecto apacible, dulce casi siempre, cobija intenciones perversas, su humor es más cruel de lo que pueda parecer en una lectura precipitada.
Además, en Alphonse Allais destacan, junto a su vertiente más conocida como escritor, otras dos vertientes, la pictórica y la musical. En 1883, en el Salon des Arts Incoherents, presenta un cuadro titulado Recolte de la tomate par des cardinaux apopletiques au bord de la Mer Rouge (Effect d’aurore boréal) [Recolección del tomate por cardenales apopléjicos a orillas del Mar Rojo (Efecto de aurora boreal)] que, como no podía ser de otra manera, no es más que una monocromía en rojo, un experimento que repite hasta seis veces más: el color negro de Combat de negres dans une cave pendant la nuit [Combate de negros en una cueva durante la noche], el blanco de Première communion de jeunes filles chlorotiques par un temps de neige [Primera comunión de niñas cloróticas bajo la nieve], el azul de Stupeur de jeunes recrues apercevant pour la première fois ton azur, oh Méditerranée! [Estupor de jóvenes reclutas percibiendo por primera vez tu azul, ¡oh Mediterráneo!], el verde de Des souteneurs, encore dans la force de l’age et le ventre dans l’herbe, boivent de l’absinthe [Proxenetas aún en la plenitud de la vida y el vientre sobre la hierba, beben absenta], el amarillo de Manipulation de l’ocre par cocus ictériques [Manipulación del ocre a cargo de cornudos ictéricos] y el gris de Ronde de pochards dans le brouillard [Ronda de beodos entre la niebla]. Precursor de los cuadrados de Malévich, de Cuadrado negro (1915) y Cuadrado blanco sobre fondo blanco (1918), puntos álgidos en la memoria de la Abstracción, Allais no disfrutó de la consideración que sí obtuvo el pintor ruso; Allais reinventó la literatura y las artes plásticas pero no obtuvo el reconocimiento debido, quizá, y de esto hablaremos ahora, por el tono gracioso, divertido, que otorgaba a todas sus manifestaciones.
También, Alphonse Allais es el autor de la Marcha fúnebre compuesta para los funerales de un gran hombre sordo, primera pieza minimalista de la historia de la música, que prefigura ventajosamente a Erwin Schulhoff y a John Cage. Un pentagrama en blanco, virgen, es el soporte de la epifanía perfecta del silencio. Pero su obra musical no ha trascendido, Alphonse Allais era humorista; Cage y Schulhoff, que alcanzaron la fama, eran músicos, iban en serio. ¿Es el humor la barrera infranqueable que imposibilita el acceso a la categoría de genio?
Como diría Jorge Luis Borges el humor sólo tiene sentido en su modalidad oral: el chiste. En la literatura escrita el humorismo que impregne cualquier obra la precipita en el abismo de la vulgaridad y el olvido. Así son, o mejor, así están las cosas, la comicidad está reñida con el rigor, con la calidad y, no digamos, con la excelencia. Cuentan que un destacado prenovísimo barcelonés fue entrevistado