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Mademoiselle Louise Michel - Memorias
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Mademoiselle Louise Michel - Memorias
Libro electrónico525 páginas6 horas

Mademoiselle Louise Michel - Memorias

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A finales de 2018, cuando la inventiva autoritaria, el sentido común, la regresión intelectual y social están a la orden y en aumento con los quinquenios de Sarkozy, Hollande y Macron, los verdaderos progresistas, es decir, los sindicalistas y los revolucionarios, como enemigos a ser eliminados, al menos en términos de moral y palabra, es urgente hacer frente a este intento de sofocar ideológicamente los retratos de esos o aquellos que nos mostraron la manera de hacer de nuestra sociedad algo más que un mercado financiero o un estado feudal. Mademoiselle Louise Michel es uno de estos personajes extraordinarios.

La llamo Mademoiselle por respeto, como lo hizo su editorial en 1886, y también para recordar que Louise Michel no solo era una persona revolucionaria, ciertamente, sino también una mujer sensible y atractiva como lo habría dicho ella misma: "No lo merezco, ya que sigo mi instinto como todos los seres y como todas las cosas, pero tampoco soy un monstruo. Todos somos producto de nuestro tiempo, eso es todo. Cada uno de nosotros tiene sus cualidades y sus defectos; es el derecho consuetudinario; pero no importa lo que seamos, si nuestro trabajo es excelente y nos cubre con su luz; no se trata de lo que nosotros iniciamos, sino lo que será para la humanidad cuando nos hayamos ido." ...

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento6 oct 2020
ISBN9781071551264
Mademoiselle Louise Michel - Memorias

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    Mademoiselle Louise Michel - Memorias - Patrick LOISEAU

    Memorias de

    Mademoiselle Louise Michel

    con

    Anotaciones e ilustraciones

    Presentación de

    Patrick LOISEAU

    Traducción de

    Martha MAURI

    © Patrick Loiseau – Maison du lérot - 2020

    Otras publicaciones de Patrick LOISEAU :

    ❖  La cassure (relato autobiográfico)

    ❖  Voyage dans le ventre humain (cuento filosófico – baja fantasía)

    ❖  Dis-moi, mémoire... « Carnets de route 1984-1985 » (diario)

    ❖  « C’est quand même peut-être » - Carnets de route 1986-2003 (diario)

    ❖  Personnages de Charente  – Le jeune homme en colère (Manuscrito universitario) 

    ❖  L’estoire de Guillaume longue épée, fils de Rollon, fondateur de la Normandie (Tesis de Maestría en Letras Modernas en el área de Humanidades)

    ❖  « Voyages, voyages », petit essai sur la perte de repère scolaire, sur l’autodidaxie et la découverte littéraire (Ensayo universitario)

    ❖  Une analyse de « La maison à vapeur » de Jules Verne (Caso universitario)

    ❖  Fables et fabliaux choisis (Literatura antigua)

    ❖  Des Vikings aux Normands : petite iconologie des premiers ducs de Normandie – Suivi du « Livre II » du Roman du Mont Saint-Michel, de Guillaume de Saint-Pair (Historia/Letras antiguas)

    ❖  Focus sur Berthe aux grands pieds - integral, anotaciones, completo (Literatura antigua)

    ❖  Dictionnaire pratique et complet de vieux Français de uso ilimitado para autodidactas, alumnos y profesores (Francés léxico y etimológico de H. Van Daele)

    ❖  Bardes et mythes bretons – Le Barzaz Breiz – Tomes 1 et 2 (Literatura antigua)

    ❖  Histoire de la Bretagne – Tome III – Dom MORICE (Historia medieval, 2 volúmenes)

    ❖  La culture des gilets jaunes – accompagnée d’une référence à la Commune de Paris (Actualidad)

    ❖  Gilets jaunes : de l’espoir à la désillusion – Confidences d’un trotskyste tendance Rhazoui-Polony (ensayo – crónica social)

    ❖  Bases du trotskysme - Cahiers de G.E.R. ( didactica politica)

    ❖  1981- Journal (diario)

    Contenido

    Contenido.........................................................................7

    Prefacio de Patrick Loiseau............................................11

    Prefacio del editor (edición de 1886).............................19

    DEDICATORIA................................................................29

    MEMORIAS DE LOUISE MICHEL..................................31

    PRIMERA PARTE............................................................33

    I...................................................................................33

    II..................................................................................39

    III.................................................................................54

    IV.................................................................................72

    V..................................................................................86

    VI.................................................................................96

    VII..............................................................................120

    VIII............................................................................139

    IX...............................................................................162

    X................................................................................180

    XI...............................................................................191

    XII..............................................................................208

    XIII............................................................................241

    XIV.............................................................................267

    XV..............................................................................281

    XVI.............................................................................313

    XVII...........................................................................328

    SEGUNDA PARTE.........................................................337

    I.................................................................................337

    II................................................................................361

    III...............................................................................370

    IV...............................................................................382

    V................................................................................394

    VI...............................................................................409

    VII..............................................................................470

    VIII............................................................................481

    IX...............................................................................505

    X................................................................................522

    XII..............................................................................572

    XIII............................................................................586

    XIV.............................................................................608

    XV..............................................................................625

    XVI.............................................................................651

    APÉNDICE - MIS JUICIOS............................................680

    PRIMER JUICIO - LA COMUNA................................680

    SEGUNDO JUICIO - ANIVERSARIO DE BLANQUI...692

    TERCER JUICIO - MANIFESTACIÓN EN LA EXPLANADA DE LOS INVÁLIDOS..............694

    Prefacio de Patrick Loiseau

    Con el original Les mémoires de Louise Michel écrits par elle-même, (Memorias de Louise Michel escritas por ella misma) de 1886, en mano revisé este libro con el deseo de descubrir a la otra persona, aquella que vive bajo la filigrana de la figura pública.

    Este libro fue la causa de que quisiera escribir una serie en la que, a través de las publicaciones en los diarios, de los revolucionarios cuya causa o personaje adopté, pudiera yo descifrar el carácter secundario –el otro yo- la sombra de este otro ser cuya historia probablemente sólo conservara hazañas o dramas, que yo más bien llamaría caricaturas, de su existencia....

    Louise Michel, después de iniciar mi propio diario con los « carnets de route 1984-1985 », es mi primera lectura afectiva donde intenté entender a esa otra persona ...

    Más allá de las visiones simplistas del espíritu del bien común que persiste en encerrar a hombres y mujeres de excepción en un caparazón caricaturesco, una arquitectura semántica esquelética, que describe a uno por un término o un hecho, al otro por una broma o un insulto, los revolucionarios, sean quienes sean, son hombres y mujeres con múltiples pasiones internas. Como todos ustedes.

    Pero también son diferentes en el sentido de que existe una parte oscura, esa fusión casi indescriptible entre el sueño y la acción. Están cerca y dispuestos a los  cambios, las aventuras, porque ellos mismos son los actores de dichos cambios.

    A finales de 2018, con la regresión autoritaria invectiva, de sentido común, intelectual y social en marcha que se identifica cada vez más con el período de cinco años de Sarkozy, Hollande y Macron, los verdaderos progresistas, es decir, sindicalistas y revolucionarios como enemigos por vencer, por lo menos en lo que se refiere a la moral y la expresión, es urgente hacer frente a este intento de sofocar ideológicamente los retratos de aquellos que nos han mostrado la manera de hacer de nuestra sociedad algo más que un mercado financiero o un estado feudal.

    Mademoiselle Louise Michel es uno de estos personajes extraordinarios.

    Por respeto la llamo Mademoiselle – como lo hiciera su editor en 1886 – pero de igual modo para tener presente que Louise Michel no sólo era una revolucionaria, sino que también era una persona. Podría decirse que es un ser particular con una infinidad de porciones íntimas que la acercan a todos nosotros. Hemos sentido su espíritu al leer sus memorias, inmersos no sólo en una preocupación constante por la integridad, sino también en un registro poético que casi haría olvidar su promiscuidad con la muerte y el sufrimiento. Mademoiselle Louise, quien se maneja muy bien con todas estas paradojas, nos lleva a dar un paseo por su galería de recuerdos. Es entrañable. Está escrita con letras sublimes. Es conmovedor. Louise Michel es una verdadera poetisa, una legítima revolucionaria, una mujer de verdad. La lectura de sus memorias sin lugar a dudas es convincente.

    Para compartir este viaje, transcribí aquí todo el libro adoptando deliberadamente un modo de lectura extravagante, es decir, siempre teniendo en cuenta de no preocuparme por ver a Louise como un espectador externo - como lectora - sino más bien como una especie de doble de sí misma, y poniéndome en su lugar, mental y físicamente tanto como pudiera a manera de un co-actor. Cuando, trepada en su árbol, compartió con una voz aguda, con su prima, instalada en otro árbol, algunas diatribas de las obras que había leído antes o algunas palabras sobre su amor recíproco, uno para el diablo, el otro para George Sand, inmediatamente me transporté, con el pensamiento, a un árbol idéntico e intenté recurrir a todas las referencias en cuestión, releyendo los mismos textos o poniéndome deliberadamente en las mismas situaciones, para así acercarme a su experiencia, con las mismas circunstancias, por supuesto, tanto como fuese posible... Como activista revolucionario y desde mi postura y compromiso político y sindical de toda mi vida, he vivido muchas aventuras apasionadas o negativas que me han ayudado a conocer el sistema político en el que vivimos. A pesar de la diferencia de época y del compromiso político, ella anarquista y yo trotskista, algo en común entre Louise y yo es que ambos nos hemos convertido en maestros de un proceso autodidacta, especialmente a través del acceso a una lectura literaria y científica desde muy jóvenes, así como de una creencia completamente rebelde de oposición a lo supuestamente real, esa realidad que algunos nos venden como justificada e intangible y que abarca una serie de injusticias inaceptables.

    Como consecuencia de esta actitud que consistía más o menos en tratar de seguir sus pasos, completé sus memorias con anotaciones, para aclarar algunas referencias un tanto eruditas olvidadas por nuestra comprensión contemporánea, y algunas ilustraciones, para aquellos que adoptaron el espíritu o la visión de Louise.

    Pensé que con este acercamiento hacia ella, incluso sólo virtual o relativo, las memorias de Louise Michel podrían salir de su estado histórico banal a lo real y lo vivo, de modo que ya no sigan siendo un simple archivo o un libro olvidado en el fondo de un baúl , víctima de la humedad o las telarañas...

    Y al igual que ella, yo proclamo: ¡Viva la revolución!

    Patrick Loiseau – 24.10.2018

    Prefacio del editor (edición de 1886)

    Existen nombres tan contundentes y notorios que es suficiente incluirlos en la portada de un libro sin tener que presentar al autor al público.

    Y, sin embargo, creo que es útil preceder a estas Memorias con un breve prefacio.

    Todo el mundo conoce, o cree conocer, a la ex deportada de 1871, la antigua huésped de la casa central de Clermont, la prisionero anta quien finalmente se abrieron las puertas de Saint-Lazare.

    Y sin embargo, son dos Louise Michel, la de la leyenda y aquella de la realidad, entre quienes no hay punto de comparación.

    Para muchas personas, y por qué negarlo, ante la gran mayoría del público, y especialmente en las provincias, Louise Michel es una especie de espantapájaros, un virago despiadado, una ogreso, un monstruo con rostro humano, dispuesto a esparcir por doquier hierro, fuego, aceite y dinamita. Si fuese necesario, ella habría sido acusada de comer niños crudos.

    Esta es la leyenda.

    Pero la realidad es muy diferente:

    Los que se acercan a ella por primera vez se sorprenden al encontrarse frente a una mujer con una voz amable y dulce, ojos brillantes que reflejan inteligencia y amabilidad. Tan pronto como uno habla un cuarto de hora con ella, todas las advertencias se desvanecen, todos los prejuicios desaparecen, uno se encuentra subyugado, encantado, fascinado, conquistado.

    Cualquier persona puede rechazar sus ideas, culparla por sus acciones; no se puede evitar amar y respetar, incluso en sus diferencias, las convicciones ardientes y sinceras que la animan.

    Esta violenta anarquista es una seductora. Los directores y empleados de las muchas prisiones por las que pasó se han convertido en sus amigos; las monjas mismas de Saint-Lazare vivieron con esta atea, con este feroz revolucionaria de inteligencia perfecta.

    No cabe duda que tiene -¡discúlpeme Mademoiselle Louise Michel!- algo de hermana de la caridad. Ella es el desinterés y la devoción encarnados. Ella juega a su alrededor, sin estar consciente, o sin darse cuenta, de ser el papel de alguien providencial. Solo se preocupa por las penas o necesidades de los demás, dejando de lado sus propias necesidades o problemas.

    Vive y trabaja para otros padres, amigos y extraños. Y la sala de visitas de Saint-Lazare, donde recibió muchas visitas diarias, se había convertido en una especie de oficina de caridad al mismo tiempo que en una agencia de empleo, porque la prisionera en la parte de atrás de su celda luchaba por encontrar trabajo para los desempleados y proporcionar pan a los hambrientos. Ella multiplicó las correspondencias, no dudó en molestar a sus amigos que nunca se quejaron por sus súplicas por sus protegidos.

    La siguiente anécdota es un ejemplo del tamaño de su bondad:

    Hace tres años, iba a dar una serie de conferencias en Lyon y otras ciudades de la región del Ródano. Partió con un vestido nuevo y quince días después regresó con una simple falda ante el escándalo de su pobre madre; ¡el vestido negro de cachemir había desaparecido! Como no tenía más dinero, se lo había dado en Saint-Etienne a una desafortunada mujer que no tenía ninguno, renovando así la leyenda de San Martín.

    El obispo de Tours solo regaló la mitad de su abrigo, ¡mientras que Louise Michel le ofreció su vestido completo!

    Me referí a su madre. ¡Oh! Otro lado conmovedor de Mademoiselle Michel. Al leer sus memorias, veremos su sentido de la piedad filial. Fue una verdadera adoración. Esta mujer, a la edad de cuarenta años, estaba sometida a la autoridad materna como si fuera una niña de diez años. Una niña terrible, a veces, ¡es verdad! Para evitarle a su digna madre ansiedad y angustia en medio de sus peligrosas aventuras, ¡hacía uso de una multitud de inocentes subterfugios y pequeñas mentiras!

    Con solo escucharla decir Mamá, nos conmueve, se nos olvida que había alcanzado la madurez. Ella ha conservado un corazón y un ritmo jóvenes, una frescura de sentimientos que le dan un encanto increíble: mimada, tierna, cariñosa, regañada por sus amigos, y ella, por su parte, los atormenta a través de la rebelión de una niña.

    Esa es la mujer:

    En lo que respecta a su papel político, no alcanzo a darle su valor aquí, al principio de estas páginas donde, con su franqueza habitual, una desconexión sistemática que es bastante conveniente y el descuido deseado de la forma y el estilo le dan a todo lo que ella escribe una originalidad particular, relatando su vida, sus impresiones, sus pensamientos, sus actos, sus sufrimientos, sus doctrinas.

    Al editar este libro, dirigido a todos, a los adversarios de la autora como a sus amigos, no tengo la culpa ni la aprobación; ni respaldo o declino la responsabilidad de su contenido. Los lectores juzgarán, según sus tendencias, sus gustos, sus ideas, sus animadversiones o sus simpatías. Es su tarea, no la mía.

    Pero hay un punto en el que estaremos de acuerdo, cualquiera que sea el partido al que pertenecemos, y en el que nunca hay, en la prensa, una sola voz, cuando se trata de Louise Michel.

    En Francia, amamos y admiramos la simplicidad y la crueldad, incluso entre aquellos cuyas acciones son repudiadas. Se siente unidad de vida y buena fe, incluso en el error. 

    Mademoiselle Louise Michel constantemente recibió esta justicia, nunca ha cambiado ni retrocedido ante las consecuencias de sus intentos. No es de esas personas que huyen y todos recordamos que después de la revuelta en la Explanada de los Inválidos, se resistió a todas las instancias de la familia amiga con quien era refugiada y había sido prisionera. No es cobarde ni alborotadora declarada.

    ¡Y qué valentía simple y digna, desprovista de pose y vanagloria, en presencia de sus jueces! Con qué calma está acostumbrada a aceptar la situación que ha hecho con toda libertad, correcta o incorrectamente. ¡Nunca se refugia detrás de falsas pretensiones, excusas o rutas de escape!

    Estar ante el consejo de guerra de Versalles, en 1871; ante el tribunal de policía, después de la manifestación de Blanqui, en 1882; o en su última demanda, en 1883, ante el tribunal de primera instancia del Sena, ella siempre levantaba la cabeza con orgullo, respondía todo, intentaba justificar a sus coacusados sin justificarse a sí misma ¡y lideraba todas las solidaridades!

    En el apéndice al final de este primer volumen encontramos el relato obtenido tomada de la Gaceta de los Tribunales, en el cual no se sospecha de complacencia para la acusada, de estos tres juicios, y nos convenceremos de que la condenada es un verdadero personaje.

    En cuanto a la renuncia, la amarga alegría con la que soportó los diversos cargos pronunciados contra ella: la deportación, la prisión, la penitenciaría, debemos volver a los primeros siglos de nuestra era, encontrar algo en los mártires cristianos, algo equivalente.

    De haber nacido hace diecinueve siglos, habría sido enviada a las bestias del anfiteatro; durante la inquisición, habría sido quemada viva por la Reforma, la habrían entregado a los verdugos católicos. Parece haber nacido para el sufrimiento y el martirio.

    Hace apenas unos días, cuando se cumplió el decreto de perdón emitido por el Presidente de la República, ¿no tuvo casi la fuerza de enviarla a Saint-Lazare? Ella no quería que clemencia que no se aplicara a todos sus amigos. Su liberación fue un desalojo, y protestó enérgicamente. Louise Michel no es menos intelectual que moralmente dotada. Bien educada, buena música, dibuja muy bien, con una facilidad singular para el estudio de lenguas extranjeras; tiene experiencia en botánica, en historia natural -este volumen incluye interesantes investigaciones sobre la fauna y la flora de Nueva Caledonia- incluso tuvo la intuición de algunas verdades científicas, recientemente reveladas. Así es como ella se anticipó al Dr. Pasteur en sus nuevas aplicaciones de vacunas contra el cólera y la rabia. Hace algunos años, la deportada de Nouméa, como veremos más adelante, ¡tuvo la idea de vacunar las plantas!

    Pero, ante todo, es una poeta, una poeta en el verdadero sentido de la palabra, y los pocos fragmentos arrojados aquí y allá en sus Memorias revelan su naturaleza ideal soñadora, meditativa y sedienta. La mayoría de sus versos son irreprochables en forma, así como en sustancia y pensamiento.

    Me detendré.

    Ahora que, a riesgo de que Mademoiselle Louise Michel me lo reproche, presenté, en su verdadera luz, una de las caras más interesantes de nuestro tiempo. Entrego con confianza este libro al público, y cedo la palabra a la autor.

    EL EDITOR

    París, febrero de 1886.

    DEDICATORIA

    ¡MYRIAM!

    ¡Myriam, el nombre de ambas!

    ¡Mi madre!

    ¡Mi amiga!

    ¡Vaya mi libro sobre las tumbas donde ellas duermen!

    ¡Mi vida se agota tan rápido que pronto dormiré cerca de ellas!

    Y ahora, si por casualidad mi actividad da buenos resultados, no me conocen, todos ustedes juzgan por los hechos: estoy aturdida, eso es todo.

    El gran problema me detiene. Como no tengo nada que esperar o temer, me apresuro a la meta, como aquellos que arrojan la copa con el resto de la mentira.

    LOUISE MICHEL.

    MEMORIAS DE LOUISE MICHEL

    PRIMERA PARTE

    ––––––––

    I

    A menudo se me ha pedido que escriba mis Memorias, pero siempre me he sentido la misma repugnancia como el de desnudarse en público.

    Hoy, a pesar de este sentimiento pueril y bizarro, me resigno a reunir algunas de mis memorias.

    Procuraré que no estén impregnadas de demasiada tristeza.

    Marie Ferré, mi querida amiga, ya había reunido fragmentos que estos restos que llevan su nombre, también el de mi querida y buena madre.

    Mi existencia se compone de dos partes muy distintas que forman un contraste completo. La primera se compone de sueños y estudio; la segunda segundo, de todos los eventos, como si las aspiraciones del periodo de calma hubieran cobrado vida en el periodo de lucha.

    Mezclaré lo menos posible con este relato los nombres de las personas que se han perdido durante mucho tiempo, para no causarles la desagradable sorpresa de ser acusados ​​de confabularse con los revolucionarios.

    Quién sabe, para ellos podría ser un crimen haberme conocido y podrían ser tratados como anarquistas sin que ellos siquiera sepan exactamente qué es el anarquismo.

    Marie Ferré (1852-1882)

    Mi vida está llena de recuerdos conmovedores, a menudo hablaré de mis sentimientos al azar; si les doy a mis pensamientos y mi pluma el derecho de vagar, habré pagado con gusto este derecho.

    Admito que habrá sentimientos; nosotras, las mujeres, no pretendemos desgarrarnos el corazón, nos parece que el ser humano -iba a decir a la bestia humana- está un tanto incompleto sin ellos; preferimos sufrir y vivir a través de los sentimientos así como de la inteligencia.

    Si en estas páginas se filtrase un poco de amargura, nunca será por veneno: Odio el maldito molde en el que arrojamos errores y prejuicios ancestrales, aunque no creo en la responsabilidad. No es culpa de la raza humana si la aplastamos eternamente con este tipo de sentimiento tan miserable y si, como la bestia, nos consumimos en la lucha por la existencia.

    Cuando todas las fuerzas se vuelvan contra los obstáculos que entorpecen a la humanidad, habrá agitación.

    En nuestra batalla implacable, el ser no es ni puede ser libre.

    Estamos en la balsa de Medusa; todavía queremos soltar el siniestro naufragio anclado en medio de los arrecifes. Actuamos como náufragos.

    ¿Cuándo entonces, oh balsa negra, cortaremos el amarre mientras cantamos la nueva leyenda?

    Estaba pensando en eso en el Virginie, mientras los marineros elevaban el ancla cantando el Bardits d'armor.

    Bac va lestr ce sobian hac ar mor cézobras!

    El ritmo, el sonido multiplicaba las fuerzas; el cable estaba enrollado; los hombres sudaban; sordos crujidos escapaban de la nave y sus cofres.

    Nosotros también, nuestro barco, como el del viejo bardo de los mares, es pequeño y el mar es grande. Pero conocemos la leyenda de los piratas. ¡Vira la proa hacia el viento, dijeron los reyes de los mares, todas las costas son nuestras!

    Recuerdo que escribo mis Memorias, por lo tanto, tengo que regresar a hablar sobre mí: lo haré de manera audaz y franca en todo lo que me concierne personalmente dejando en las sombras a quienes me amaron y me criaron (en la vieja casona de Vroncourt, Haute-Marne, donde nací).

    Los consejos de guerra de 1871, mientras buscaban minuciosamente hasta el fondo de mi cuna, respetaron a mis familiares; no soy yo quien perturbará el resto de sus cenizas.

    El musgo borró sus nombres en las losas del cementerio; echaron abajo el antiguo castillo pero todavía veo el nido de mi infancia y aquellos que me criaron a menudo apoyándose en mí. Con frecuencia los veremos también en este libro.

    ¡Ay! ¡No queda nada del recuerdo de los muertos, del pensamiento que huye, de la hora que pasa! Nada queda, sino el deber de cumplir, y una vida más o menos llevadera para que se agote muy rápidamente.

    Pero, ¿por qué ablandarse, en medio del sufrimiento en general? ¿Por qué ahogarse en un vaso gota de agua? ¡Miremos el océano!

    Quise incluir mis tres juicios en mis Memorias.

    Para nosotros, todo juicio es una colisión sobre la que ondea nuestra bandera, cubriendo mi libro, como ha cubierto mi vida, y cubrirá mi ataúd.

    Tengo un extracto de la Gazette des tribunaux que nadie puede sospechar que sea demasiado favorable para nosotros. (Excepto el segundo que, estando solo en la policía correccional, no se relató).

    Agregaré para la multitud, la gran multitud, mis amores, observaciones que no pensé que debía hacer a los jueces. Los encontrarán junto con los juicios al final del volumen.

    II

    El nido de mi infancia tenía cuatro torres cuadradas, de la misma altura que el edificio principal, con techos en forma de campanario. El lado sur no tenía ventanas, y las troneras en las torres le daban un aire de mausoleo o fortaleza, según el punto de vista.

    Antes se llamaba la Fortaleza, cuando vivíamos en ella, a menudo escuché que le llamaban Ruina.

    Esta vasta ruina, donde soplaba el viento como en un barco, tenía, en el este, los viñedos y el pueblo, del que estaba separada por un camino de hierba ancho como una pradera.

    Al final de este camino llamado la routote" (camino grande), el arroyo descendía por la única calle del pueblo. Crecía tanto en invierno que debían colocar priedras para poder cruzarlo.

    Al este, la cortina de álamos donde el viento susurraba tan suave y, atrás, las montañas azules de Bourmont.

    Cuando vi Sydney rodeada de picos azulados, reconocí (con una ampliación) las cordilleras dominadas por los Cona.

    Al oeste se encontraban las colinas y el bosque de Suzerin, desde donde los lobos cuando había mucha nieve, entraban a través de las grietas en la pared y aullaban en el patio.

    Los perros les respondían, furiosos, y este concierto duraba hasta la mañana. Todo estaba bien en la Ruina y me encantaban esas noches.

    Me encantaban especialmente, cuando el viento soplaba con furia, y leímos muy tarde, la familia se reunía en la gran sala, el ambiente invernal y las altas salas congeladas. La sábana blanca de nieve, los coros del viento, los lobos, los perros, habrían sido suficientes para convertirme en una poeta, incluso cuando no todos lo habíamos sido desde la cuna, era una herencia que tiene su leyenda.

    Hacía mucho frío en estas enormes habitaciones donde nos reuníamos alrededor del fuego, con mi abuelo sentado en su mecedora, entre su cama y un montón de todo tipo de rifles. Se vestía con una gran capa de franela blanca, usaba zuecos con de piel de oveja. Muchas veces me sentaba en sus zapatos, casi acurrucada en las cenizas con los perros y gatos.

    Había una sabueso español grande, de pelo amarillo y largo, y otros dos pastores ovejeros, y los tres respondían al nombre de Presta. También teníamos un perro blanco y negro llamado Medor, y una perrita muy joven, llamada La Biche en recuerdo de una vieja yegua que acababa de morir.

    Le lloramos mucho a La Biche; mi abuelo y yo habíamos envuelto su cabeza en una manta blanca para que no se ensuciara con la tierra, en el fondo de un gran agujero donde la habíamos enterrado, cerca de la acacia del bastión.

    Todas las gatas se llamaban Galta, los tigrayas y los pelirrojos.

    Todos los gatos se llamaban León o Querido, había legiones de ellos.

    A veces, mi abuelo, con la punta de las tenazas, les acercaba un carbón encendido y toda la tropa huía hasta volver instantes después para asaltar el fogón.

    Alrededor de la mesa estaban mi madre, mi tía, mis abuelas, una leía en voz alta, las otras tejían o cosían.

    Tengo aquí la canasta en la que mi madre puso a sus hijos a trabajar.

    A menudo venían amigos a vernos; cuando Bertrand o el viejo maestro de Ozières, M. Laumond el pequeño,  estaba allí la vigilia se prolongaba. Querían enviarme a la cama para terminar capítulos que no querían leer ante que yo.

    En estas ocasiones, a veces me negaba obstinadamente (y casi siempre ganaba), a veces, ansiosa por escuchar lo que querían ocultarme, obedecía de buena gana, pero me quedaba detrás de la puerta en lugar de irme a la cama.

    En verano, la Ruina se llenaba de pájaros que entraban por las ventanas. Las golondrinas regresaban a tomar sus nidos; los gorriones entraban y salían por los vidrios rotos de las ventanas y las alondras cantaban ruidosamente con nosotros (y guardaban silencio en los tonos menores).

    Las aves no fueron los únicos compañeros de los perros y gatos; había perdices, una tortuga, un venado, jabalíes, un lobo, búhos, murciélagos, crías de liebres huérfanas criadas con cuchara, una colección completa, sin olvidar al potro Zéphir y su abuela Brouska cuya edad ya no sabíamos, y quien entraba directamente a las habitaciones para tomar pan o azúcar de las manos de aquellos a quienes quería. A la gente que no le gustaba, les mostraba sus enormes dientes amarillos, como si se riera de ellos. La vieja Biche tenía un hábito bastante divertido: si yo sostenía un ramo, se lo ofrecía y me pasaba la lengua por la cara.

    ¿Qué hay de las vacas? La gran Bioné blanca, las dos jóvenes Bella y Nera, con quienes iba a conversar en el establo, y que me respondían a su manera, mirándome con sus ojos soñadores. Todas estas bestias vivían en buenos términosa; los gatos que yacían enroscados despreocupadamente veían pasar a a los pájaros, las perdices, y las codornices trotando en el suelo.

    Detrás del tapiz verde, todos rotos, que cubrían las paredes, circulaban ratones, con pequeños gritos, rápidos mas no asustados; nunca vi a un gato salir a molestarlos en sus andanzas.

    Además, los ratones se comportaban perfectamente, nunca mordisquearon cuadernos o libros, nunca tocaron los violines, las guitarras y los violonchelos que estaban disperdos por todas partes..

    ¡Qué paz había en esa casa y en mi vida en ese momento!

    Yo no estaba mejor, es verdad. Estudiaba con coraje, pero siempre me daba tiempo para hacerles travesuras a la gente mala, ¡les hice pasar malos ratos! ¡Quizás no estaba equivocada! En cada evento familiar, mi abuela escribía la relación en forma de versos, en dos colecciones de cartulina grande en rojo, que guardé en crepé negro.

    El abuelo le había agregado algunas páginas, y yo, de niña, me atreví a empezar una Historia Universal allí, porque la de Bossuet (Monseñor el Delfín) me aburría y que mi primo Jules había obtenido la historia general en su universidad después de las vacaciones. Estuve investigando los hechos principales lo mejor que pude.

    Al ver durante mucho tiempo la superioridad de los cursos adoptados en los colegios sobre los que aún constituyen la educación de las niñas en las provincias, tuve muchos años después la oportunidad de verificar la diferencia de intereses y los resultados entre dos cursos realizados en el mismo sitio, ¡uno para las mujeres y otra para el sexo fuerte! Fui allí como hombre y pude convencerme de que no me había equivocado.

    Se nos dicen muchas tonterías, respaldadas por el razonamiento de La Palisse, mientras tratamos de que nuestros señores y maestros acepten pequeñas dosis de ciencia hasta ahogarlos. ¡Ay! Sigue siendo una educación ridícula a pesar de todo, y aquellos que estarán en nuestro lugar en unos cuantos cientos de años harán hermosa basura, incluso para los hombres.

    Debe haber estupideces famosas en mi trabajo; había consultado suficientes libros infalibles para eso, pero me dieron algunos volúmenes de Voltaire y plantée allí mi trabajo inconcluso con el gran poema sobre la Cona del que M. Laumont el grande pensó que yo me habría desencantado al contarme sobre la montaña de Bourmont suficientes leyendas burlescas para hacer reír a todas las piedras de Haute-Marne.

    Antiguamente, allí, en una ermita, vivió durante mucho tiempo un hombre infeliz, santo de día, ladrón de viajeros de noche, a quien la buena gente del país pagaba con gusto con las oraciones para que los liberara del pequeño ser oscuro que corría por el bosque y la llanura, apenas sale la luna.

    Y, tan pronto como sale la luna, el hombre santo se retira en soledad, donde se convertía en aquel ser oscuro!

    Lo que me impidió terminar el famoso poema de Cona fue un diente de mamut, del cual el mismo Sr. Laumont el Grande, en otras palabras, el doctor Laumont, hablaba con entusiasmo. Dejé la poesía para establecer, en lo alto de la torre norte, un pequeño cubículo lleno de todo lo que podría pasar por hallazgos geológicos. Incluí esqueletos muy modernos de perros, gatos, cráneos de caballos encontrados en los campos, crisoles, un horno, un trípode que el diablo, si existiera, sabría todo lo que intenté allí: alquimia, astrología, evocaciones de toda leyenda que pasó por allí, desde Nicolas Flamel hasta Fausto.

    Nicolas Flamel representado como un alquimista en el retrato romántico de la Galerie historique des Célébrités populaires (1840)

    Yo tenía mi laúd, un instrumento horrible que había hecho con un tablero de abeto y viejas cuerdas de guitarra que reparé con otras nuevas, es verdad.

    Este es instrumento bárbaro del que le hablé pomposamente a Víctor Hugo, en los versos que le dirigí: nunca supo cómo se veía en realidad este laúd del poeta, esta lira, de la que le envié el más dulce de los recuerdos!

    Tenía en mi torre una magnífica lechuza con ojos fosforescentes que llamé Olympe, y tenía unos lindos murciélagos que bebían leche como pequeños gatos, y para lo cual desmantelé las rejillas de una carreta grande, su seguridad exigía que estuvieran enjaulados durante el día.

    Mi madre, medio a regañadientes y entre risas, me escuchó cantar la Grilla rapita en mi laúd durante unos días, que desde entonces ha guardado con papeles viejos bajo el título de Chants de l'aube (Canciones del amanecer). esta es la canción:

    LA GRILLA RAPITA

    Ah ! quelle horrible fille !

    Elle a brisé la grille

    Du grand van pour le grain.

    Et l'on vanne demain!

    Si fa, fa ré, ré si; si ré fa, si do ré.

    Elle en fait une cage,

    De nocturne présage

    Pour ses chauves-souris !

    Cela n'est pas permis.

    Si fa, fa ré, ré si, si ré fa, si do ré.

    Mais partout je la cherche :

    Sans doute elle se perche

    Dans son trou du grenier !

    Allons la corriger.

    Si fa, fa ré, ré si, si ré fa, si do ré.

    Ah ! c'est bien autre chose.

    Voici le pot au rose !

    Un fourneau, des creusets...

    Tout cela sent mauvais !

    Si fa, fa ré, ré si, si ré fa, si do ré.

    Appelons sa grand'mère !

    Appelons son grand-père !

    Il faut bien en finir.

    Mais comment la punir?

    Si fa, fa ré, ré si, si ré fa, si do ré.

    ¡Oh! ¡Qué niña tan terrible!

    Ella rompió la parrilla

    La carreta para el grano.

    ¡Y la puerta mañana!

    Si fa, fa re, re si; si re fa, si re re.

    Ella hace una jaula

    Presagio nocturno

    ¡Para sus murciélagos!

    Está prohibido.

    Si fa, fa re, re si, si re fa, si do re.

    Pero busco en todas partes:

    Sin duda ella se encarama

    ¡En su agujero del ático!

    Vamos a corregirla.

    Si fa, fa re, re si, si re fa, si do re.

    ¡Ah! Pero hay algo más.

    ¡Aquí está la olla con la rosa!

    Una estufa, crisoles ...

    ¡Un mal olor!

    Si fa, fa re, re si, si re fa, si do re.

    ¡Llamemos a su abuela!

    ¡Llamemos a su abuelo!

    Hay que hacerlo.

    ¿Pero cómo castigarla?

    Si fa, fa re, re si, si re fa, si do re

    Traducción de M.E. Mauri

    Ignoro qué verso rime con el coro.

    Años más tarde, después de que murieron mis abuelos, abandoné mi tranquilo  refugio. No duró mucho el verso de despedida que había tallado en el muro de la torre de la vieja ruina. - No queda piedra en pie.

    ADIEUX A MA TOURELLE

    Adieu dans le manoir ma rêveuse retraite!

    Adieu

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