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Cuervo Blanco: La Dinastía Crow Libro Uno
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Libro electrónico354 páginas4 horas

Cuervo Blanco: La Dinastía Crow Libro Uno

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En el salvaje Oeste del siglo XIX comienza la saga de una poderosa familia.

Luego de que el montañés Isaiah Crow llegase a Alta California, este salva a un grupo de personas de unos bandidos locales.

Como si la suerte lo hubiese querido, son familiares y vaqueros del rancho de Don Hernando Batista, una de las familias más poderosas del sur de California - y muy ansiosos de llevar a su nuevo amigo ante el patrón.

Luego de que el señor Batista le presenta a Isaiah a su hija Francisca, ambos pronto se enamoran. De esta unión nace un niño - Jedadiah. Él no solo aprendería como leer y escribir, también aprendería el arte de la guerra.

A través de Jedadiah, la dinastía Crow se convertirá es una de las familias más influentes del país.

IdiomaEspañol
EditorialNext Chapter
Fecha de lanzamiento26 jun 2020
ISBN9781393677505
Cuervo Blanco: La Dinastía Crow Libro Uno

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    Cuervo Blanco - John W. Wood

    Dedicatoria

    Me ha tomado dos años escribir Cuervo Blanco. Durante ese periodo, mediante investigación, he llegado a mantener un gran respeto por los vaqueros de Vieja California y la tribu india de Yellowstone de los cuervos. Los cuervos debían ser grandes guerreros ya que los demás (las otras tribus) eran significativamente más numerosos y deseaban la tierra y los caballos de los cuervos. Los cuervos eran excelentes domadores de caballos, y sus ponis de batalla eran codiciados por las otras tribus. Los vaqueros también eran valientes y jinetes legendarios; de los vaqueros, evolucionaron los cowboys americanos.

    Yo respetuosamente le dedico esta historia a ambos.

    Alta California – Los Bandidos

    Juan Ortiz se sentó a horcajadas sobre su caballo observando a su presa debajo. Ortiz, ocultado por los árboles, arrugó su nariz ante el repugnante hedor de huevos podridos. El olor venía de los termales de azufre caliente de la base de la colina. Mirando por sobre la colina acolchada de flores primaverales, Juan contó tres carretas de bueyes de dos ruedas, cuatro hombres armados, ocho mujeres y la misma cantidad de niños. Mientras los hombres estaban hablando y cuidando a los niños, las mujeres estaban fregando un montículo de ropa blanca en las aguas de los termales.

    Cuando Ortiz alzó su mano, seis hombres cabalgaron a través de los árboles y se unieron a él. Ortiz y los jinetes vestían sombreros, chalecos sobre simples camisas blancas y zahones sobre sus pantalones de cuero. Todos ellos estaban armados con mosquetes, pistolas y cuchillos. El hombre junto a Ortiz se paró en sus estribos y miró por la pendiente. Se reclinó en su montura y miró expectante a Ortiz.

    Ortiz le dijo al hombre, Chico, baja la colina con tres hombres y mantente fuera de vista. Yo tomaré al resto y atacaré desde aquí. Cuando comencemos a disparar y captemos su atención, ustedes atacan por detrás. Solo hay cuatro hombres. Debería ser rápido y simple.

    En una colina cercana, dos hombres vestidos con pantalones de piel estaban observando a Ortiz y a sus hombres.

    Eso se ve como problemas, dijo Isaiah Crow, el más alto de los dos hombres. Aquella gente en los termales no tendrá oportunidad.

    ¡Bandidos! Esos bastardos matarán a los hombres y a los niños, pero será peor para las mujeres. Ellos las maltratarán y violarán. Cuando se cansen de estas, las venderán en el mercado negro como esclavas, dijo LeRue.

    Eso simplemente no me cae bien; ¿qué hay de ti?

    Imagino que podríamos ser de alguna ayuda, dijo LeRue de forma casual.

    Parece que ellos van a separarse. Voy a seguir la cresta de la colina desde aquí así puedo tener un disparo directo al líder. Si cabalgas rápido por la retaguardia, puedes derribar a algunos del segundo grupo por detrás.

    Asintiendo con la cabeza, LeRue aceleró su cabalgata con sus talones y comenzó su carrera a través de los árboles.

    Vamos muchacho, Crow le dijo a su caballo, hagamos algo de carne de lobo.

    La Batalla De Los Termales

    En los termales, las mujeres estaban sobre sus rodillas, frotando la pesada ropa mojada sobre las rocas en la maloliente agua caliente. Con sus bronceadas manos y una roca, ellas frotaban y lavaban la tela hasta llevarla a un blanco brillante. Había un sentido de orgullo de que su Don poseyera tres carretas de ropa. Los otros ranchos estaban envidiosos de tal riqueza.

    Respecto a los cuatro vaqueros armados, fumaban y hablaban, ellos parecían distraídos y desprevenidos, pero se habían posicionado a ellos mismos de tal forma que podían vigilar su carga y los alrededores.

    Los niños jugaban a perseguirse entre ellos cuando el líder de los bandidos efectuó el primer disparo. Las mujeres soltaron las prendas e inmediatamente corrieron hacia los niños. Los hombres llevaron sus mosquetes al hombro listos para recibir la amenaza.

    Desde los árboles, cinco jinetes aparecieron galopando colina abajo. Mientras los cascos de los caballos desprendían pedazos de tierra hacia el aire, Ortiz disparó su mosquete, la pesada bala de plomó impactando a uno de los guardias en su pierna.

    Detrás de los bandidos, Crow levantó su rifle y disparó. La bala golpeó a Ortiz entre los hombros. Muerto, cayó de su montura. Crow soltó un espeluznante grito de guerra indio y galopó colina abajo.

    Ocultos por la colina, el segundo grupo de bandidos, habiendo escuchado el disparo, atacó. Desde atrás de los bandidos, LeRue apuntó al ultimo de los villanos del grupo y apretó el gatillo. Su disparo impactó certeramente en la parte baja de su espalda, derribándolo de su montura. Él empuño su rifle con una mano y desenfundó su hacha war-hawk desde su cinturón con la otra. A medida que alcanzó a los bandidos por detrás sin que estos se dieran cuenta, uno a uno, comenzó a matarlos.

    Al principio, los guardias desde los termales no podían creerles a sus ojos. Los bandidos estaban galopando, perseguidos por un hombre salvaje a caballo con un rifle en una mano y un hacha en la otra. A medida que él alcanzaba a los bandidos, comenzó a matarlos con su hacha. Los guardias, rápidamente recuperando sus sentidos, se unieron a la lucha. Terminó en unos momentos. Siete bandidos yacían muertos o agonizantes mientras sus caballos huían a través de los campos.

    Crow y LeRue cabalgaron hasta el grupo en los termales. Las mujeres estaban consolando a los niños, mientras dos hombres atendían al guardia herido. Desde el grupo, un hombre, más joven pero mejor vestido que el resto, recibió a sus salvadores. Vio ante él a dos hombres. El más alto tenía hombros robustos y una tupida barba que resaltaba sus ojos azules. Él llevaba su espeso cabello negro en un copete que estaba contenido dentro de una red tejida a la nuca de su cuello. El segundo hombre era un poco más pequeño. Su barba no podía ocultar la sonrisa en su rostro mientras decía en inglés, "Hello, I am called Jacques LeRue, and this is Isaiah Crow. Do you speak Spanish? (Hola, me llaman Jacques LeRue, y este es Isaiah Crow. ¿Habla usted español?)"

    El joven, bello con una sonrisa gentil, respondió en español, Yo soy Carlos Batista.

    Crow bajó de su montura. Mi compadre y yo estábamos en la colina cuando vimos a los bandidos. Parece que pillamos a todos. ¿Como se encuentra tu hombre? ¿Va a sobrevivir?

    Si, creo que va a cenar con su esposa esta noche. Gracias a ustedes, todos iremos a casa.

    Estamos camino a San Diego. ¿Está lejos? preguntó Crow.

    Está a varios días de cabalgata desde aquí. Sin embargo, primero, debo llevarlos con mi padre, Hernando Batista. Él nunca podría perdonarme si no los llevo a casa para que él pueda agradecerles por lo que han hecho.

    Es muy correcto de su parte. Hemos estado viajando un largo camino y podríamos descansar. ¿Tal vez podríamos comprar algunas provisiones?

    Pero por supuesto. Terminaremos aquí y volveremos al rancho. Carlos se volvió hacia uno de sus hombres. Toma uno de los caballos. Dile a mi padre lo que ha sucedido aquí. Dile que todos estamos a salvo, pero que llegaremos más tarde de lo habitual. ¡Ve ahora! Él llamó a uno de los hombres atendiendo al herido, José, recoge las armas de estos bastardos. Ve si puedes reconocer a alguno de ellos.

    El sol estaba comenzando a proyectar sombras en el momento en que los bueyes avanzaban tirando de las carretas apiladas hasta arriba con la ropa limpia. Junto a cada buey, uno de los muchachos más grandes ocasionalmente motivaba a la bestia con una vara larga. Los niños y la mayoría de las mujeres se sentaron encima de la ropa en las primeras dos carretas. El hombre herido yacía acostado bajo una manta encima de la ropa en la última carreta.

    Más tarde, mientras la procesión comenzó a subir una colina, Crow vio a un hombre a caballo aparecer sobre la cima acompañado por seis hombres armados. Crow y LeRue inmediatamente empuñaron sus rifles.

    ¡Es mi padre! ¡No disparen! gritó Carlos.

    Los jinetes llegaron en una nube de polvo. Un hombre se detuvo junto a Carlos. Crow vio la preocupación mezclada con enfado en el rostro del hombre. ¿Te encuentras bien, Carlos?

    Yo estoy bien padre, gracias a estos dos hombres. Controlando su montura, Carlos continuó, Este es Isaiah Crow y su compadre Jacques LeRue. Ellos salvaron nuestras vidas con gran valor.

    El hombre mayor, alto y delgado, su rostro moreno afeitado al ras, maniobró su montura entre Crow y LeRue y ofreció su mano a cada hombre. En español, él dijo, Yo soy Hernando Batista. Les agradezco por haber salvado a mi hijo y a mi gente. Los escoltaremos de regreso al rancho. Tendremos algo para comer, y podemos charlar. A continuación, Hernando saludó a cada uno de los guardias, Escuché que lucharon valientemente. Cada uno de ustedes será recompensado. Él se acercó a la carreta y el hombre herido trató de levantarse. No, no, quédate quieto. Te llevaremos a casa. Tu familia sabe que sobreviviste, y te están esperando.

    Hernando asintió con la cabeza hacia su hijo. Carlos elevó su mano y moviéndola hacia la colina gritó, "Let us go home! (¡Vamos a casa!)"

    El Rancho

    Mientras los jinetes y las carretas llegaban al rancho, una multitud de más de veinte personas los saludaba a gritos. El grupo era mayormente de vaqueros y sirvientes indios. Una mujer y una muchacha se pararon frente al grupo. Al mismo tiempo en que las carretas se detuvieron y los hombres desmontaron, todos se apresuraron a recibir a sus amigos y seres queridos.

    Crow y LeRue se apartaron del resto. Ellos observaron como a Hernando y a Carlos se les acercaron la mujer y la muchacha. Crow fué impactado por la belleza de la joven. Aunque ella era joven, su presencia se imponía. Hernando le dijo a la mujer, Estos hombres son el señor Crow y el señor LeRue. Ellos son los responsables del retorno a salvo de Carlos y de los demás. Esta es mi esposa, la señora Carmen Batista y nuestra hija, Francisca.

    La mujer y la muchacha lucían vestidos de un blanco brillante. Cada una de ellas tenía su cabello recogido hacía atrás con un rodete. La mujer era llamativa en su belleza madura. Con una voz placentera al oído, dijo en inglés, Bienvenidos a nuestro hogar. Estoy agradecida a ambos por salvar la vida de mi hijo y de nuestra gente.

    Crow, notablemente incómodo, se volvió a LeRue. LeRue respondió, "We are happy that we could be of service. (Estamos felices de haber podidos ser de utilidad.)"

    Habla inglés correctamente, señor LeRue, respondió la señora Batista.

    Soy un texano, señora, y un ciudadano mexicano. Isaiah habla algo de inglés, pero no es fluente.

    En español, ella respondió, Intentaremos hablar en español hasta que se sienta cómodo, señor Crow. Estamos preparando una comida para ustedes, pero querrán refrescarse primero. La señora hizo gestos a uno de los sirvientes indios el cual se apresuró a acercarse. Lleve a estos caballeros hacia la habitación de huéspedes. A Crow y a LeRue ella dijo, Enviaré a Carlos por ustedes cuando la comida esté lista.

    Al momento en el que Crow y LeRue eran dirigidos hacia la hacienda, Francisca se volvió hacia su hermano. Son hombres interesantes.

    Carlos, distraído al principio, miró a los dos hombres y luego a su hermana. Si, interesantes, y tal vez ... ¿apuestos?

    La cara de Francisca se ruborizó, ¡Me refiero solo en la forma en que visten y hablan!

    Carlos, con una pícara sonrisa que parecía enfurecer más a su hermana, respondió Por supuesto, la forma en que visten y hablan. Son fascinantes.

    Antes de que Francisca pudiese responder, su madre dijo, Ven, Francisca, debemos ver que todo esté listo para nuestros invitados.

    Con una mirada indignada hacia su hermano, Francisca se unió a su madre mientras se dirigía hacia la hacienda.

    Hernando, posando sus manos sobre los hombros de su hijo preguntó. ¿Estoy en deuda con estos hombres, Carlos?

    Si, padre, nosotros no teníamos idea de que los bandidos se encontraban en la colina. Crow y su amigo no tenían que hacer lo que hicieron. De no haberse involucrado, todos habríamos muerto.

    El hombre Crow, hay algo acerca de él, algo diferente.

    LeRue me contó en el viaje de regreso que los indios criaron a Crow. ¿Ves la camisa que lleva bajo su abrigo, con los mechones de cabello y el trabajo de plumas? LeRue dice que es una camisa de guerra de la tribu de los cuervos, y que Crow había sido lo que llaman un soldado perro.

    Espero con ansias la cena. Quiero conocer más acerca de estos hombres.

    Carlos, recordando la reacción de Francisca hacia Crow pensó, ‘No eres el único que quiere aprender más, padre’.

    Carlos y su padre se dirigieron hacía la hacienda. En una de las pequeñas cabañas blancas, el vaquero herido yacía tendido sobre su cama. Su cara fue recuperando lentamente su color. Su esposa ansiosa se sentó, mientras sus dos hijos adolescentes se pararon junto a la cama. Voy a estar bien. La bala pasó de largo. No debes preocuparte.

    Su esposa, lagrimas silenciosas recorrían lentamente por sus mejillas, se acercó y tomó su mano callosa. No podemos ayudar más que preocupándonos por ti.

    Uno de los muchachos preguntó, papá, los dos hombres vestidos con pantalones de piel, ¿ellos los salvaron?

    Oh, ¡deberías de haberlo visto! su padre respondió con una chispa de emoción en sus ojos. El grandote, aquel llamado Crow; ¡le disparó al líder de los bandidos mientras galopaba sobre su caballo! Soltó un grito que nos erizó la piel. ¡Tenía un hacha en su mano, y cabalgó directo hacía el centro de esos bandidos! Era algo para ver. ¡Él es un guerrero!

    Los muchachos estaban hechizados mientras su padre les relataba su historia. Luego, después de que su padre cayera dormido, fueron al encuentro de los otros jóvenes que vivían en el rancho. La historia se propago acerca de los guerreros vestidos con pantalones de piel y de aquel que ahora llaman ‘the man with the axe’ (‘el hombre con el hacha’).

    La Historia Del Cuervo Blanco

    En una habitación de huéspedes de la hacienda, LeRue y Crow estaban cambiando sus camisas. Las camisas rojas de lana eran posesiones preciadas y solo eran vestidas para ocasiones especiales. Crow, como LeRue, vestían su camisa por fuera del pantalón. Él había terminado de ajustarse el cinturón alrededor de su cintura y estaba por tomar su cuchillo cuando LeRue dijo, No sería apropiado ir armado a cenar.

    ¿Nada? preguntó Crow.

    ¡Nada! respondió LeRue. Nuestros rifles y cuchillos se quedarán aquí en la habitación. Todo permanecerá a salvo, al igual que nosotros.

    A regañadientes, Crow dejó el cuchillo. ¿Deberíamos llevar un regalo para nuestro anfitrión?

    LeRue fue hasta su equipaje y extrajo un manojo de pieles. Trasladándose hacia la cama, apoyo el manojo sobre esta y retiró el envoltorio de pieles. Dentro había una jarra con un corcho en su pico, sellado con cera. Supongo que podría darles una probada de whiskey de maíz, dijo LeRue.

    Crow se giró y fue hasta su morral de cazador y hurgó por dentro. Del morral, sacó una bolsa pequeña de cuero, del tamaño de su mano. El cuero era casi blanco, con una tira de cuero en su abertura y decorada a ambos lados con un colorido bordado de cuentas y diseños geométricos con plumas blancas y negras. Daré esto, dijo Crow.

    Hubo un llamado a la puerta. LeRue fue hasta ella y la abrió. Parado en el pasillo se encontraba Carlos. Ah, veo que están listos, él le dijo a LeRue.

    LeRue abrió la puerta ampliamente, Por favor, entre.

    Mientras Carlos entraba en la habitación, Crow regresó a su morral y buscó algo en su interior. Él sacó un cuchillo envainado en una funda altamente decorada. Se volvió hacia Carlos y le entregó el cuchillo. Tu luchaste bien hoy y nos has traído a tu hogar. Quiero que tengas esto.

    Carlos tomó el cuchillo enfundado y se maravilló con el intrincado bordado de cuentas en la vaina. Él tomo el cuchillo por la empuñadura hecha de cuerno y lo desenvainó. La hoja era gruesa en su recazo. Su afilado borde se curvaba levemente hacia la punta. La punta estaba afilada por arriba y por debajo. Carlos posicionó la guarda sobre el borde de su mano abierta y sonrió ante el balance del cuchillo. Este es un bellísimo regalo. ¿Dónde obtuvo tal cuchillo si me permite preguntar?

    Yo hice la hoja de un viejo cuchillo de carnicero. La empuñadura es de la cornamenta de un alce que cacé. La vaina es de piel de búfalo. Hice la decoración con cuentas durante el invierno para no decaer por el encierro.

    "¡Lo llevaré con orgullo! Thank you very much, my friend (muchas gracias, amigo mío). Y ahora, ¡comamos! Mi madre y mi hermana han preparado una excelente comida".

    Guiados por Carlos, Crow y LeRue ingresaron a una gran habitación donde una gran mesa predominaba en el centro. Crow y LeRue, más acostumbrados a una habitación de cabaña o con más frecuencia, comer alrededor de una fogata, estaban casi abrumados. Seis sillas de cuero negro con respaldo alto se alineaban a cada lado de la mesa. Había dos sillas levemente más ornamentadas que el resto en cada punta.

    Carmen y Francisca se habían cambiado para la ocasión, llevando coloridos vestidos formales. Crow tuvo que esforzarse para no mirar fijamente a Francisca. LeRue, con la jarra de whiskey meciéndose en su mano, se inclinó cerca de Crow y dijo, ¿Te encuentras bien amigo mío?, te ves un poco ruborizado.

    Mirando a LeRue, Crow observó la sonrisa pícara en el rostro de su amigo. Antes de que pudiese hablar, LeRue se alejó.

    Caballeros, bienvenidos, dijo Hernando. LeRue se acercó hacia Hernando y le entregó la jarra. Pensamos que podría disfrutar esto. Esto es lo que llamamos un whiskey bourbon. En nuestro último rendezvous (reunión), un hombre de Kentucky trajo esto. Está hecho de maíz y es sorprendentemente suave.

    Hernando tomó la jarra, soltando una sonrisa de satisfacción hacia LeRue. Gracias. Tal vez podamos saborearlo luego de la comida. Hernando estaba colocando la jarra en el centro de la mesa cuando Crow se acercó a él.

    Señor Batista, le agradezco por su hospitalidad y deseo que tenga esto. Él le entregó la bolsa de cuero bordada con cuentas a su anfitrión.

    Hernando colocó la bolsa en su mano y la examinó, y volvió la mirada a Crow. Esto es hermoso. El bordado de cuentas es exquisito. ¿Puedo preguntarle donde la adquirió?

    Yo la hice. El cuero es de una oveja de montaña. Nuestros inviernos son largos, esto nos mantiene ocupados y alejados de problemas, Crow dijo con una sonrisa.

    Carlos se unió diciendo, Mira el trabajo realizado en esto, padre. Carlos le entregó el cuchillo a su padre que Crow le había regalado. Hernando desenvainó el cuchillo examinándolo de lado a lado. Él regresó el cuchillo a su vaina y deslizó sus dedos a lo largo del diseño del cuero. Regresando su mirada a Crow, preguntó, ¿Otro invierno?

    Crow sonrió y asintió con la cabeza. Don Hernando, su hijo lucho bien hoy. Es algo que quiero que él tenga.

    Hernando entregó el cuchillo de vuelta a Carlos. Él miró con orgullo a su hijo y reflexionó, ‘Si este hombre habla de tu valentía, considero que es un gran alago’.

    Carmen, poniendo su mano sobre el antebrazo de Hernando dijo, Vengan, tomemos asiento. La comida está lista.

    Mientras empezaban a sentarse, Crow comenzó a escuchar el tono de espuelas plateadas sobre el suelo de baldosas. Crow miró hacia su izquierda y vio a un hombre, quizás de unos treinta años, entrar a la habitación. Su cabello negro estaba peinado hacia atrás, cerca de su cuero cabelludo terminando en una coleta en la parte de atrás de su cabeza. Sus ojos verdes acentuados por su rostro moreno afeitado al ras; su porte proyectaba fuerza y presunción.

    Crow no era de su agrado.

    Don Hernando, que estaba por sentarse, se paró. Ah, Héctor. Parándose rodeando la mesa, saludó a Héctor. Girando hacia a Crow y LeRue, dijo, Héctor, estos son nuestros invitados, Isaiah Crow y Jacques LeRue. Caballeros, este es Héctor Camacho; él dirige el rancho.

    Héctor mostró una brillante sonrisa llena de blancos dientes. Con una leve reverencia, dijo, He escuchado acerca de su valentía y les agradezco por el rescate de Carlos y de los demás. Girando hacia Hernando, prosiguió, Me disculpo por llegar tarde. Me detuve a hablar con los vaqueros sobre los bandidos. Ninguno de nuestros hombres reconoció a alguno de ellos.

    Hablaremos de esto luego, comamos antes de que se enfríe la comida.

    Crow sintió una punzada de celos cuando Héctor tomó asiento junto a Francisca. Él estaba seguro qué su tupida barba había ocultado cualquier expresión facial que pudiese haber mostrado. Sus pensamientos fueron interrumpidos por Hernando, Siéntate a mi derecha Isaiah, y Jacques, tú siéntate junto a él.

    La comida fue vegetales y carne asada con abundante vino. Las copas tenían prohibido quedar vacías. Crow rápidamente aprendió a beber despacio. LeRue, por el contrario, parecía capaz de beber en cantidades ilimitadas. LeRue les dijo que Crow y él son los que los americanos llaman Montañeses y que habían sido cazadores de pieles. Su pasión por viajar los había traído a California con un hombre llamado Jedadiah Smith. Cuando Smith se dirigió hacia el norte, Crow y LeRue habían decidido quedarse. Eso fue cuando habían llegado hasta los termales y los bandidos.

    Cerca de finalizar la comida, Carmen anunció, Se está haciendo tarde. Si nos disculpan, Francisca y yo nos retiraremos ahora.

    Mientras las dos mujeres comenzaban a levantarse de la mesa, Hernando y Héctor rápidamente se pararon y ayudaron a las señoritas con sus sillas. Dando las buenas noches, las mujeres dejaron la habitación. Hernando y Héctor regresaron a sus asientos. Hernando le hizo señas a uno de los sirvientes que se acercó inmediatamente hasta su lado.

    Tráenos vasos. Beberemos del regalo del señor LeRue. Los vasos pronto fueron ubicados frente a cada hombre, mientras uno de los sirvientes vertía el líquido ámbar dentro de ellos. Hernando levantó su vaso seguido por los hombres de la mesa, ¡Salud! La respuesta fue al unísono, ¡Salud!

    Ah, esto es grandioso, dijo un Hernando evidentemente complacido. Esto acoge al alma.

    Estoy complacido de que le agrade, respondió LeRue.

    Con su vaso en la mano, Hernando se reclinó sobre su silla y dijo, Señor Crow, se me ha mencionado que usted una vez ha vivido con los indios. ¿Puedo preguntarle como ha ocurrido eso?

    Crow se tomó un momento y dijo, "Mis padres fueron asesinados por asaltantes de la tribu de los pies negros. Los indios de la tribu de los cuervos me encontraron y me adoptaron.

    Fue ahora cuando cayó en cuenta que el vino seguido del whiskey había hecho efecto en LeRue. Cuéntales, cuéntales toda la historia. Es un acontecimiento fascinante.

    Si, por favor cuéntenos, insistió Hernando. Me gustaría escucharla.

    Vacilando un momento, Crow comenzó.... Mis padres aparentemente eran colonos, viajando hacia el oeste cuando...

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