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D. K. Master
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Libro electrónico536 páginas5 horas

D. K. Master

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PRESENTACIÓN
“D. K. Master”, de Rubén Cedeño, es el tomo 17 de las Obras Completas de este autor, contentivo de seis libros. Esta obra persigue que los principios del Maestro El Tibetano, que se conocen desde 1919 pero que, por su profundidad y altísimo contenido, han sido manejados solo por una élite espiritual, lleguen a las masas, tanto a las personas más encumbradas como a las más elementales, básicas y recalcitrantes. Por eso, aquí se expone una selección comentada, simplificada, parafraseada y adaptada a la terminología actual, más abierta e incluyente, de frases y temas tratados por el Maestro Djwhal Khul, “D. K.” o “El Tibetano”. Esto ha sido hecho por el autor con responsabilidad, seriedad y respeto, durante cincuenta años de estudio de los libros de este Maestro, revelados por Alice Bailey. Pidiendo excusas por lo incorrecto que pueda haber en esta acción, el autor ha puesto esta enseñanza al alcance de amas de casa, obreros e intelectuales, con la finalidad de que sirva como instrumento de transformación de sus vidas, en pro de la develación de su “Ser Interno” y el “Establecimiento del Plan Divino Planetario”. El siguiente trabajo se encuentra agrupado en seis bloques temáticos, que en realidad son libros: “El Tibetano”, Libro I; “Soluciones”, Libro II; “Gran Invocación”, Libro III; “D. K. Simple”, Libro IV; “Rayos”, Libro V; “Plegarias del Maestro”, Libro VI. Gracias, Maestro D. K., por toda la sabiduría que has legado a través de Alice Bailey.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento19 jun 2020
ISBN9789874973962
D. K. Master

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    D. K. Master - Rubén Cedeño

    Moscoso

    PRESENTACIÓN

    D. K. Master, de Rubén Cedeño, es el tomo 17 de las Obras Completas de este autor, contentivo de seis libros. Esta obra persigue que los principios del Maestro El Tibetano, que se conocen desde 1919 pero que, por su profundidad y altísimo contenido, han sido manejados solo por una élite espiritual, lleguen a las masas, tanto a las personas más encumbradas como a las más elementales, básicas y recalcitrantes. Por eso, aquí se expone una selección comentada, simplificada, parafraseada y adaptada a la terminología actual, más abierta e incluyente, de frases y temas tratados por el Maestro Djwhal Khul, D. K. o El Tibetano.

    Esto ha sido hecho por el autor con responsabilidad, seriedad y respeto, durante cincuenta años de estudio de los libros de este Maestro, revelados por Alice Bailey. Pidiendo excusas por lo incorrecto que pueda haber en esta acción, el autor ha puesto esta enseñanza al alcance de amas de casa, obreros e intelectuales, con la finalidad de que sirva como instrumento de transformación de sus vidas, en pro de la develación de su Ser Interno y el Establecimiento del Plan Divino Planetario.

    El siguiente trabajo se encuentra agrupado en seis bloques temáticos, que en realidad son libros: El Tibetano, Libro I; Soluciones, Libro II; Gran Invocación, Libro III; D. K. Simple, Libro IV; Rayos, Libro V; Plegarias del Maestro, Libro VI.

    Gracias, Maestro D. K., por toda la sabiduría que has legado a través de Alice Bailey.

    EL TIBETANO

    LIBRO I

    1

    EL TIBETANO

    El Tibetano es un reconocido Maestro de Sabiduría que trabaja bajo la dirección del Segundo Rayo Dorado de la Sabiduría, junto con el Maestro Koot Hoomi, del cual se considera, desde hace mucho, un humilde discípulo; es, de hecho, su Lugarteniente, y está dedicado a ayudarlo. El Tibetano es conocido también como Djwhal Khul. Trabajó con los Maestros El Morya y Koot Hoomi en el ministerio que desarrolló H. P. Blavatsky. Tiene cuerpo físico; de hecho, existe una foto en blanco y negro de su persona, en los archivos del Museo de los Roerich.

    El Maestro D. K. reside en los confines del Tíbet. A veces, cuando se lo permiten sus obligaciones, preside físicamente reuniones con grupos numerosos de lamas tibetanos, ya que es abad de un monasterio lamaísta. No es viejo, con respecto a lo que la edad puede significar en un instructor, ni tampoco joven e inexperto. Ascendió en el año 1875. Es muy culto y tiene más conocimiento acerca de los Rayos y de las Jerarquías Planetarias del Sistema Solar que ningún otro Maestro. Trabaja en los grandes laboratorios del mundo y en los grandes movimientos filantrópicos mundiales –tales como la Cruz Roja– en forma desconocida e invisible, tratando de curar y aliviar los males del mundo.

    Sus obras, reflejo del más profundo pensar y sentir interno, fueron dadas a conocer por Alice Bailey a lo largo de treinta años, a partir de noviembre de 1919. Desde su texto básico, Iniciación Humana y Solar; hasta Tratado sobre Fuego Cósmico, que es su obra maestra; finalizando con La Exteriorización de la Jerarquía, que es su último libro, ha expuesto las más altas revelaciones que se han expresado sobre la vivencia interna y la Jerarquía Espiritual. Tiene su propio Āshram, donde se encarga de impartir las enseñanzas contenidas en estos volúmenes y de propiciar ciertas actividades espirituales en el mundo, acordes con el plan de operaciones de la Jerarquía Espiritual de Shamballa.

    Su trabajo consiste en comunicar y difundir el conocimiento de la Sabiduría Eterna dondequiera que encuentre respuesta, y esto lo hace desde hace muchos años. Al Maestro El Tibetano se le confió, como especializado en Filosofía Interna y en Ley Cósmica, la tarea de proporcionar, para la Era de Acuario, la enseñanza necesaria para guiar a los más adelantados estudiantes de los Maestros de Sabiduría, y proveerles el conocimiento que deberá ponerse a disposición de la humanidad para que sea practicado por esta. Parte de su trabajo consiste en la constante búsqueda de aspirantes de gran corazón, ferviente devoción y mente entrenada.

    Fue, en vidas pasadas, Aryasanga, famoso escritor del Buddhadharma; Dharmajyoti, uno de los seguidores del Señor Gautama; y Kleinias, el más grande estudiante de Pitágoras, que quedó encargado de la Escuela Pitagórica cuando Pitágoras ascendió. Su Llave Tonal se encuentra en el Aria de la Suite Orquestal Nº 3 de Johann Sebastian Bach.

    Se sabe del Maestro D. K. que, como cabeza de uno de los Āshram de Segundo Rayo del Maestro K. H., aceptó la responsabilidad de representar, para la humanidad, una de las nuevas interpretaciones de la Sabiduría Eterna destinadas a preceder y condicionar la Nueva Era, y que esta tarea no la emprendió como la cabeza de su Āshram, sino como representante de toda la Jerarquía Espiritual de Shamballa, dentro del Centro Cardíaco Planetario.

    Existen tres fases de interpretación de la Sabiduría Eterna planeadas para la humanidad de la Tierra y confiadas al Maestro D. K.: La primera fase fue la Preparatoria, descargada por Blavatsky entre 1875 y 1890. La segunda fase fue descargada por Alice Bailey, entre 1919 y 1949. La tercera y última fase será descargada por el Maestro D. K. a principios del siglo XXI, por medio de un iniciado preparado para ello.

    KOOT HOOMI Y EL TIBETANO

    En una vida anterior, siendo muy joven y –como siempre– discípulo del Maestro Koot Hoomi, el Maestro El Tibetano no se había dado cuenta de una debilidad señalada por su Maestro, porque, en realidad, la consideraba una virtud. El Maestro El Tibetano amaba intensamente al Maestro Koot Hoomi y, aunque todavía lo sigue adorando con pasión, en esa encarnación vivía ansioso por ayudarlo y prestarle servicio a la humanidad; por ello, se sentía muy satisfecho, pero disimulaba esa satisfacción con muchísima humildad, aunque en el fondo se trataba de un pequeño orgullo disfrazado. Esto comenzó a perjudicarlo tanto que, en un momento, lo condujo a fracasar terriblemente en una situación.

    El Maestro Koot Hoomi le explicó que el amor que sentía por Él se basaba, en realidad, en un profundo orgullo y satisfacción que experimentaba por ser su discípulo. El Maestro El Tibetano, por supuesto, no aceptó esta marcación bajo ningún concepto, la negó rotundamente, y lo mortificaba que el Maestro Koot Hoomi no lo comprendiera. Casi siempre sucede, en estos casos, que el discípulo acusa al maestro de no comprenderlo.

    Con el tiempo, a través de una vida de fracasos debidos a su egotismo, el Maestro El Tibetano comprobó que el Maestro Koot Hoomi tenía razón. Al fin lo aceptó y aprendió la lección con sufrimiento, gracias al fracaso padecido, aunque esto le hizo perder mucho tiempo, desde el punto de vista del servicio útil que debía prestar. El Maestro El Tibetano descubrió que, en realidad, estaba sirviéndose a sí mismo, y no a la humanidad.

    MAITREYA Y EL TIBETANO

    El Maestro El Tibetano, cuando fue Asanga, amaba mucho al Señor Maitreya, y se retiró seis años a la montaña del Kukkutapada a meditar y hacer austeridades, para ver si lo veía y recibía sus enseñanzas. Pero no pasó nada. Debido a esto, Asanga abandonó su retiro. Al salir, se encontró con un hombre que pulía un inmenso perno de hierro con una pluma –otros dicen que con un algodón–, y entonces le preguntó: ¿Qué haces?. Pulirla, hasta que se convierta en una aguja que necesito, respondió el hombre.

    Asanga, observando la inmensa paciencia de este ser, decidió regresar a su meditación y pasó en ella tres años más, pero como no vio absolutamente nada, volvió a salir; en la curva de un camino, encontró una piedra inmensa y un hombre que la frotaba con una plumita; entonces le preguntó: ¿Qué haces?. Este le respondió: Disolverla, porque me estorba para hacer mi casa.

    Asanga, avergonzado por su falta de paciencia, volvió a su meditación durante tres años más, pero como no vio nada, abandonó definitivamente su propósito. Entonces, andando por un camino, se encontró con una perra medio muerta que se quejaba a causa del hambre; tenía la mitad del cuerpo podrida y cubierta de gusanos; y como no había a la mano nada para darle de comer, Asanga se cortó un pedazo de su brazo, lo asó y se lo dio como comida.

    Cuando Asanga comenzó a quitarle los gusanos a la perra moribunda, vio que la lastimaba con sus dedos, y se dio cuenta de que la única forma de no dañarla era hacerlo con la lengua. Asanga cerró los ojos y procedió a lamer las heridas de la perra tirada en tierra, cuando, de repente, se dio cuenta de que estaba lamiendo el polvo del camino, porque el animal moribundo se había convertido en una persona muy brillante: el Amado Maestro Maitreya. Este le dijo: Siempre he estado contigo, pero al pensar solo en ti, egoístamente, tu mal karma y falta de Amor Compasivo impedían que me vieras y que recibieras mis enseñanzas. Si deseas comprobar que Yo Soy Maitreya verdaderamente, cárgame al hombro, ve al mercado y pregúntale a la gente a quién ve en tu hombro. Así lo hizo Asanga, y cuando le preguntaba a la gente en el mercado: ¿Qué llevo en el hombro?, las personas le respondían: Una perra moribunda.

    CONCIENCIA PROYECTADA ANTE EL MAESTRO EL TIBETANO

    1. Imagine un bosque de pinos con un arroyo susurrante, una senda ascendente y tortuosa, y al final, una cabaña de madera natural, con techo bajo, en la que vivo. Usted y sus hermanos de grupo hablan mientras caminan.

    2. Usted permanece ante la puerta externa; entonces entra y escucha una voz que dice: Ahora se halla dentro del círculo de aquellos que hablan y, porque hablan, no pueden oír la Voz del Maestro. Permanezca allí. Escuche. Reflexione y calle.

    3. Imagine una cortina que oculta el espacio cercano al lugar donde usted se encuentra. Imagine que logró, con esfuerzo, guardar ese total silencio que le permitirá escuchar una voz que dice: "AVANCE Y ENTRE EN EL CÍRCULO DE QUIENES CONOCEN LA LEY DEL SILENCIO. Ahora puede escuchar mi voz". Luego imagine que obedece el mandato, traspone la cortina divisoria y pasa a la principal habitación, en mi lugar de retiro. Se sienta en silencio y, en reflexión contemplativa, escucha.

    4. Luego, a través del silencio e irrumpiendo en la corriente de su reflexión silenciosa, llegará una voz que lo invita a entrar en el círculo de aquellos que viven en el Silencioso Lugar Secreto.

    2

    ALICE BAILEY

    INFANCIA

    Alice Bailey es la escritora que firma los libros del Maestro El Tibetano. Fue una persona que tuvo una vida sencillamente bella y apasionante. Su nombre original era Alice Ann La Trobe-Bateman. Nació en Mánchester, Lancashire, Inglaterra, el 16 de junio de 1880, dentro de la muy alta sociedad, en una familia con mucho dinero, lo que le permitió vivir su infancia y juventud en grandes mansiones y en un trato propio de su encumbrada clase. Su padre, Frederic Foster La Trobe-Bateman, y su madre, Alice Hollinshead, pertenecían a una rancia estirpe.

    El origen de su padre se remonta a siglos anteriores a las cruzadas, y el de su madre, a los Hollinshead, quienes le dieron muchos de sus relatos a Shakespeare para que escribiera sus libros; Shakespeare fue un seudónimo usado por el Maestro Saint Germain cuando fue Francis Bacon. Sus amistades abarcaron desde las más bajas clases sociales hasta las más altas, como el gran duque Alejandro, cuñado del último zar de Rusia.

    Los padres de Alice Bailey desencarnaron cuando ella comenzaba su vida, pero continuó su educación con una rutina estrictamente programada. Fue educada rígidamente, con una asignación para cada instante del día, con los horarios colgados en la pared de la sala de estudio que le indicaban sus deberes a cada hora. La levantaban a las seis de la mañana, estuviera soleado o lluvioso, en invierno o verano; estudiaba piano durante una hora, preparaba las lecciones del día, oraba en familia y así pasaba los días, sucesivamente. No tuvo mucho éxito como escolar, era mala en matemáticas y su conducta era terrible. Una vez, desde el tercer piso, vació unas almohadas de plumas sobre las cabezas de la directora y unos acompañantes, mientras se dirigían solemnemente al comedor, en la planta baja.

    ENCUENTRO CON EL MAESTRO KOOT HOOMI

    Sufriendo una gran soledad en las agonías de la adolescencia, se decía que no valía la pena vivir la vida, tanto así que, antes de los quince años, intentó suicidarse dos veces. Sentía que nadie la quería; sabía que tenía un carácter odioso, presentía un matrimonio infeliz y la obstinaba la vida rutinaria de los de su clase social. Creía que odiaba a todo el mundo, y envidiaba terriblemente a su hermana por ser inteligente y bella; estaba muy confundida.

    En el punto álgido de su desdicha, y en medio de su dilema y duda, tuvo su primer encuentro personal, tangible y visible, con un miembro de la Jerarquía Espiritual de Shamballa –específicamente, con el Maestro Koot Hoomi–, el día 30 de junio de 1895, a la edad de 15 años, en su casa, en Inglaterra, y siempre mantuvo conciencia de pertenecer a su grupo de estudiantes.

    Un domingo por la mañana en que no había ido a la iglesia, Alice Bailey estaba sola, muy a gusto y tranquilamente leyendo en la casa de su tía Margaret de Kirkcudbridghtshire, en Castramont, ya que la familia había salido y solo se hallaba la servidumbre. De pronto se abrió la puerta y entró un hombre alto, impresionantemente bello, vestido al estilo europeo, con un traje excelentemente bien cortado y terminado, y un turbante que le cubría la cabeza. El hombre se sentó junto a ella, quien al tiro se quedó tiesa, impresionada y sin decir ni una sola palabra.

    El Maestro Koot Hoomi le dijo: Debes realizar un trabajo en el mundo, que implica que cambies considerablemente. Tienes que dejar de ser una criatura desagradable y obtener cierto autocontrol. Tu futuro servicio para Mí y el mundo depende de cómo te manejes y de los cambios que vas a efectuar. Si logras un verdadero autocontrol, confiaré en ti. Viajarás por todo el mundo, visitando muchos países para realizar el trabajo de tu Maestro. Todo dependerá de ti y de lo que puedas y quieras hacer de inmediato. Estaré en contacto contigo a intervalos, durante varios años. El Maestro se levantó de la silla y salió de la habitación, deteniéndose en la puerta para darle una última mirada, gesto que Alice Bailey recordaría por el resto de su vida. La pobre se quedó congelada y creyó que se estaba volviendo loca, como es normal en estos casos. Desde entonces comenzó a controlar su carácter, que era bastante violento, y trató de no ser tan iracunda, controló su lengua y comenzó a portarse bien; tanto, que su familia se preocupó, creyendo que estaba enferma, y casi le rogaron que volviera a ser tan terrible como antes, ya que se había vuelto virtuosa, dulce y sentimental.

    MATRIMONIO Y RUINA

    Alice Bailey fue una mujer de nobles sentimientos y muy caritativa, practicante de la caridad cristiana; trabajadora activa de la Rama Femenina de la Asociación Cristiana de Jóvenes y voluntaria en los hogares para Soldados, en labores domésticas; realizó sermones evangélicos y, en estas lides, terminó prestando servicio en la India.

    Se consideraba una auténtica geminiana, asunto que la hacía vivir en conflicto entre los pares de opuestos, como así también entre la pobreza y la riqueza, la felicidad y el dolor, la personalidad y su Ser Interno, entre Estados Unidos e Inglaterra, que son países regidos por Géminis. Nunca vivió durante mucho tiempo en el mismo lugar; como geminiana, siempre estuvo en movimiento.

    Se casó con Walter Evans, un clérigo de pocos recursos económicos y de no muy alta clase social; ambos se fueron desde Inglaterra a Cincinnati, Ohio, donde él estudió en un seminario y donde se mantuvieron con el dinero de ella. Aprendiendo los deberes que correspondían a la esposa de un clérigo, tuvo que hacerse cargo de la Misión de Damas Cristianas de la iglesia, efectuar reuniones de madres, frecuentar los servicios religiosos y escuchar los sermones de su marido. Él ignoraba toda su raigambre, y ella, la de él, así que fracasaron como pareja. Nada de lo que Alice Bailey hiciera lo complacía, él era despiadado con ella; entre muchos daños, destruyó todas sus fotografías y los libros que ella quería; además de eso, la golpeaba. De este matrimonio tuvo tres hijas.

    En Europa, la primera guerra mundial estaba en su apogeo y, como vivía en América, Alice Bailey no recibía su renta. En una oportunidad, no le llegó la orden bancaria porque se había hundido el barco que traía la correspondencia. A partir de entonces, comenzó a conocer la pobreza. Durante tres semanas vivió a pan duro y té, sin azúcar ni leche para que sus tres hijas tuvieran qué comer. Consiguió una casita en Pacific Grove, California, cerca de San Francisco, y comenzó a criar gallinas para recibir algún dinerito vendiendo huevos. Allí descubrió, dicho graciosamente en sus propias palabras, que las gallinas son estúpidas, con cara de idiotas, necias y sin inteligencia. Se encontró en una situación difícil; no tenía en el país ningún pariente o amigo a quien pedirle auxilio. Buscó cómo hacer dinero, y descubrió que su crianza de mujer de la alta sociedad la había vuelto una persona totalmente inútil, ya que solo sabía hacer encajes, pero nadie los quería ni necesitaba, y tampoco había en Norteamérica material para fabricarlos.

    No tenía aptitudes especiales ni sabía escribir a máquina; tampoco podía dar lecciones; no sabía en qué ocuparse y en su distrito solo existía la industria de sardinas de la conocida marca Del Monte, así que allí se ofreció como obrera para trabajar junto a trabajadores incultos y mujeres toscas que constantemente se burlaban de ella. Debido a esto, desde entonces no pudo volver a oler ni ver desde lejos, nunca más, una sardina, ya que sentía repulsión y se le revolvía el estómago. Se encontraba desilusionada de la vida, de la religión, de la gente y de su marido. Mientras tanto, Walter Evans había ingresado a una universidad, al este del país, no tenía noticias de él y su marido no le enviaba ni un centavo.

    ENCUENTRO CON LA ENSEÑANZA

    Después de ser una niña de la alta sociedad inglesa, viviendo en los Estados Unidos, Alice Bailey pasó a ser obrera en una fábrica de sardinas, siendo esta la época más fuerte y profunda de su vida; pero allí conoció la Enseñanza de los Maestros por medio de las instrucciones de Blavatsky, asunto que la sacó del foso. Había en el pueblo dos inglesas que pertenecían a su mismo medio social británico; alrededor de ellas existía el rumor de que preparaban una reunión en una casa, para tratar un tema extraño; una amiga consiguió que la invitaran y Alice Bailey fue.

    En la reunión, el disertante comenzó hablando de algo incompresible, sin interés público y muy aburrido: de cuando, hace diecinueve millones de años, los Señores de la Llama habían venido de Venus y habían plantado la simiente de la mente en el ser humano, del Cuerpo Causal y de que el mismo estaba habitado por un Agnishwatta. Como era de esperar, ni Alice Bailey ni nadie entendió una coma de lo hablado; únicamente los muy preparados esotéricos comprendieron algo. Pero logró la amistad con esas dos mujeres que la iniciaron en el conocimiento de los Maestros de Sabiduría, le facilitaban libros y le contestaban sus preguntas. Con locura estudió La Doctrina Secreta de Blavatsky y el Estudio sobre la Conciencia de Annie Besant; aunque su mente cristiana cuestionaba la mayoría de los planteamientos, no se detuvo y avanzó. Cada noche, cuando llegaba cansada de su trabajo, se acostaba a leer sobre la cama, hasta altas horas de la noche.

    En 1918, cuando fue admitida en la sección esotérica de las enseñanzas de Blavatsky, descubrió la verdadera identidad del Maestro Koot Hoomi, quien la había visitado a los quince años. Asistía a las reuniones y un día, cuando entró en un salón privado y vio colgados los retratos de los Maestros en las paredes, distinguió la foto del Maestro Koot Hoomi; mirándola directamente, preguntó su nombre y le respondieron quién era. Ella, inocentemente, les dijo: Debe ser mi Maestro, porque he conversado con Él y he estado bajo Su guía desde entonces. Todos los presentes y más adelantados se quedaron en ¡shock! al ver que una principiante conocía de tú a tú al Maestro Koot Hoomi, y ellos, con años en el esoterismo, ni siquiera lo habían visto.

    Desde entonces, Alice Bailey trabajó toda su vida para el Maestro Koot Hoomi, llegando a ser una de las discípulas más avanzadas de su Āshram.

    ENCUENTRO CON EL MAESTRO EL TIBETANO

    El 3 de noviembre de 1919, Alice Bailey estableció su primer contacto con el Maestro Djwhal Khul, El Tibetano. Había enviado a sus hijas a la escuela y, para descansar tomando un poco de aire, salió en dirección a una colina, cerca de su casa, donde se sentó a reflexionar un rato. Entonces oyó algo, como una nota musical emitida desde el cielo, que resonaba en la colina y, a su vez, dentro de ella; era la voz del Maestro El Tibetano que le decía: "Deberán escribirse ciertos libros para el público. Tú puedes escribirlos. ¿Lo harás?". Ella, sin ton ni son, le respondió de inmediato, sin saber de quién se trataba y muy ofendida: ¿Quién? ¿Yo? ¡Pues no! Yo no soy ninguna médium vulgar. De esta manera se rehusó, argumentando que no simpatizaba con la denominada literatura ocultista, difundida entre el público por los grupos de esa tendencia; que nunca había escrito para el público y, además, que le desagradaba profundamente toda clase de trabajo y escrito psíquico.

    El Maestro El Tibetano, armándose de paciencia, continuó y le dijo: Las personas inteligentes no juzgan precipitadamente. Le explicó que ella tenía un don especial para realizar ese trabajo, que le daría un tiempo para que lo pensara, que no aceptaría su respuesta y que volvería en tres semanas para saber qué había decidido. Alice Bailey regresó a su casa y trató de olvidarse de lo sucedido; entonces, al finalizar las tres semanas, una noche, mientras estaba sentada en su sala, después de que sus hijas se habían acostado, volvió a aparecérsele solo La Voz del Maestro, quien le propuso lo mismo; pero volvió a negarse resueltamente, diciéndole: Ya te dije que no. Entonces La Voz le rogó que volviera a considerar la propuesta, por lo menos un par de semanas más.

    El Tibetano le explicó que ella no iba a ser clarividente ni clariaudiente, y sobre todo, que la prueba de la verdad es la verdad misma. Le pidió que, durante un mes, aceptara escribir lo que tenía que dictarle; que el material transcrito le demostraría contener la verdad, pues enfocaba reconocimiento y comprensión intuitiva, y abarcaba cuanto fuera de valor para la nueva e inminente era espiritual. Durante las semanas siguientes recibió, como prueba de honestidad del trabajo que se le proponía, los primeros capítulos de Iniciación Humana y Solar. Ella escuchaba, anotaba y registraba los pensamientos que aparecían en su cerebro. No siempre comprendía o estaba de acuerdo con lo que escuchaba. Le gustó lo que escribía y lo aceptó, pero no de muy buen parecer.

    Después de haber escrito durante casi un mes para El Tibetano, se sintió atemorizada de volverse loca y rehusó continuar con el trabajo. Ella le dijo: Tengo tres niñas que atender y no puedo darme el lujo de volverme loca. Pacientemente, el Maestro El Tibetano le contestó que tratara de ponerse en contacto con su Maestro, Koot Hoomi, y que conversara con Él sobre el asunto. Alice Bailey le obedeció y el Maestro Koot Hoomi, con su dulzura de siempre, le dijo: "Te aseguro que no existe peligro, es un trabajo muy valioso. He sido yo el que le he sugerido a El Tibetano que tú podías ayudarlo y te he transferido a Su Āshram".

    Después de estas palabras, a Alice Bailey no le quedó más remedio que aceptar. Ella escribía para El Tibetano en horas establecidas, como cualquier secretaria con su jefe, y con el tiempo, aprendió a afinarse con Él, podía percibir sus pensamientos. El Tibetano no le permitía cometer errores y repasaba con cuidado los borradores finales. Alice Bailey decidió que los escritos fueran publicados sin pretensiones de ninguna especie y que las enseñanzas demostrarían o no su valor, de acuerdo con sus propios méritos.

    SEÑOR RAOUL WILLEMS

    Dice el señor Raoul Willems, quien vio a Alice Bailey en el momento en que contactaba al Maestro El Tibetano: Se sentaba derecha en la cama. En su mano izquierda sostenía un cuaderno en el que escribía con su derecha a una velocidad asombrosa; esa vez había empezado a escribir a las 6 de la mañana y solo se detuvo aproximadamente a las 10, totalmente exhausta. Alice Bailey, volviéndose hacia el señor Willems y su marido, dijo: El Maestro D. K. dice que, para que no me canse, puede proyectar sus pensamientos en frases, en la pared, y todo lo que tendré que hacer es dictarlas con un micrófono. Empezaremos en cuanto el equipo magnetofónico necesario esté instalado.

    Cuando las primeras sesiones experimentales estuvieron listas para empezar, Foster Bailey fue a buscar al señor Willems para presenciar este nuevo tipo de transmisión. Mientras Alice hablaba, un carrete encerado, girando a un ritmo regular, grababa todas sus palabras. Cada 20 minutos, aproximadamente, venía un mecanógrafo para cambiar el carrete lleno por uno nuevo.

    Este señor Willems cuenta que, una vez, hablando con Alice Bailey, se percató de que una puerta se abría y cerraba sola, aunque no había ninguna corriente de aire. Alice Bailey, viendo el suceso, inmediatamente gritó: ¡Mira, duendecito, fuera de aquí!. Volviéndose hacia el señor Willems, le dijo: Era un pequeño elemental que se estaba divirtiendo, balanceándose en la puerta, agarrado del picaporte. Cuando lo regañé, se soltó de un salto y se marchó llorando.

    Alice Bailey mantuvo contacto con el Maestro El Tibetano durante treinta años y juntos publicaron 18 volúmenes. La obra que el Maestro El Tibetano le dictó a Alice Bailey, de la primera hasta la última, fue la continuación instructiva de lo iniciado por Blavatsky con Isis sin velo y La Doctrina Secreta, que ya era bastante profundo, de una gran erudición desde todo punto de vista: histórico, espiritual, antropológico, cosmológico y cultural.

    LIBROS

    Con "Iniciación Humana y Solar", se dio a conocer la existencia de la Jerarquía Espiritual, como estaba constituida para esa época; para principios del

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