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Pláticas sobre el Sendero del Ocultismo Volumen II
Pláticas sobre el Sendero del Ocultismo Volumen II
Pláticas sobre el Sendero del Ocultismo Volumen II
Libro electrónico611 páginas6 horas

Pláticas sobre el Sendero del Ocultismo Volumen II

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SOBRE LA OBRA
“Pláticas sobre el Sendero del Ocultismo” Volumen II, basado en los comentarios realizados por Leadbeater y Annie Besant a “La Voz del Silencio”, es un libro de espiritualidad serio, responsable, comprometido, estricto, para gente que desea transitar un Sendero Espiritual de igual naturaleza, donde no existen complacencias con la personalidad, la ignorancia o la mediocridad. Rubén Cedeño
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 dic 2020
ISBN9789878390734
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    Pláticas sobre el Sendero del Ocultismo Volumen II - Charles W. Leadbeater

    Khul

    AL LECTOR

    Este libro no es más que una recopilación de las pláticas que dimos el Sr. C. W. Leadbeater –actualmente Monseñor Leadbeater– y yo, sobre tres libros famosos; tres libros de tamaño pequeño, pero de gran contenido.

    Esperamos que este libro sea de utilidad para los aspirantes y para algunos que ya hayan trascendido ese grado, ya que los autores de estas pláticas eran de mayor edad que los oyentes, y contaban con mayor experiencia en la vida del discipulado.

    Esas pláticas no fueron dadas en un solo lugar; hablamos ante nuestros amigos en diversas ocasiones y lugares, principalmente en Adyar, Londres y Sidney. Un gran número de notas fueron tomadas por los oyentes. Estas se coleccionaron y se arreglaron; se condensó su contenido, eliminando todas las repeticiones.

    Desgraciadamente, las anotaciones que se hallaron sobre "La Voz del Silencio", fragmento I, fueron muy pocas, por lo cual utilizamos algunos apuntes hechos en una clase que dio nuestro buen colega, el Sr. Ernest Wood, en Sidney, y las incorporamos con las pláticas de Monseñor Leadbeater en la sección correspondiente. De mis comentarios sobre ese libro no se encontraron anotaciones; aun cuando hablé mucho sobre el mismo, de esas conferencias mías nada se ha podido reconstruir.

    Ninguna de esas pláticas ha sido publicada con anterioridad, a excepción de algunas alocuciones realizadas por Monseñor Leadbeater ante un grupo selecto de estudiantes, sobre el libro "A los Pies del Maestro", con referencias incompletas de algunas de estas conferencias. Este libro no volverá ya a ser corregido; lo que hay en él de substancial encuentra aquí su lugar correspondiente y aparece cuidadosamente condensado y editado.

    Sirva este libro de ayuda a algunos de nuestros hermanos más jóvenes para que puedan entender mejor estas enseñanzas de valor inapreciable; mientras más se estudien y se vivan, más será lo que en ellas se encuentre.

    Annie Besant

    PARTE I - FRAGMENTO I

    LA VOZ DEL SILENCIO

    1

    PREFACIO

    C. W. L. —Aun considerado desde un punto de vista superficial y puramente físico, LA VOZ DEL SILENCIO es uno de los libros más notables de la literatura espiritual, ya sea atendiendo a su contenido, a su estilo o a su forma de producción. Y cuando lo examinamos con mayor profundidad y echamos mano a nuestro poder de investigación clarividente, no disminuye en nada nuestra admiración. No significa esto que incurramos en el error de considerarlo como una escritura sagrada, cuyas palabras deben ser aceptadas en su totalidad sin ningún reparo; nada de esto, pues, como pronto podremos ver, se han deslizado en él varios errores de poca significación y adolece de confusión en algunos puntos; no obstante, quien por tales motivos considerase que este libro no merece su confianza o estimase que ha sido escrito descuidadamente, caería en la dirección opuesta, en un error menos disculpable aún.

    Madame Blavatsky estuvo siempre dispuesta a admitir, y en ocasiones lo hizo notar enfáticamente, que todos sus trabajos adolecían de inexactitudes; se debió a ello el que durante los primeros tiempos de nuestro movimiento, al tropezar con una de sus aserciones que aparecían como improbables, la hacíamos a un lado reverentemente, estimando que quizá fuera alguna de sus inexactitudes. Fue sorprendentemente grande el número de veces en que un estudio ulterior vino a poner de manifiesto que Madame Blavatsky estaba en lo cierto; lo que sirvió para aleccionarnos en este punto y hacernos mucho más cautos, habiendo aprendido a confiar en la amplitud y minuciosidad de sus conocimientos sobre toda clase de disciplinas especiales. No hay que llegar al extremo de sospechar un significado oculto al tropezar con una obvia errata de imprenta, como han hecho algunos estudiantes demasiado crédulos y, por nuestra parte, no vacilamos en admitir que nuestra Fundadora, a pesar de sus profundos conocimientos, haya caído en error al escribir alguna palabra tibetana, o más aún, haya podido usar equivocadamente algún término inglés. Nos da, en su Prefacio, alguna información sobre el origen del libro; información que al principio ocasionó serias dificultades, pero que, a la luz de investigaciones recientes, ha llegado a ser mucho más comprensible. Mucho de lo que ella escribió se ha interpretado comúnmente en un sentido mucho más amplio que el que ella quiso darle, y así es como se ha hecho aparecer que en ocasiones expuso cosas extravagantes; pero el estudio de los hechos viene a demostrar que tales cargos carecen de fundamento.

    LIBRO DE LOS PRECEPTOS DE ORO

    Dice la autora:

    Las siguientes páginas están tomadas del Libro de los Preceptos de Oro, una de las obras que se pone en manos de los estudiantes místicos en Oriente. Su conocimiento es obligatorio en esa escuela, cuyas enseñanzas son aceptadas por muchos estudiantes espirituales. Por tanto, sabiendo yo de memoria muchos de esos preceptos, su traducción ha sido un trabajo relativamente fácil para mí.

    Y más adelante:

    La obra de la cual estoy ahora traduciendo forma parte de la misma serie de la que se tomaron las estrofas del Libro de Dzyan, en el cual se basa La Doctrina Secreta.

    Dice también:

    El Libro de los Preceptos de Oro contiene cerca de noventa diferentes pequeños tratados.

    En nuestras primeras épocas dimos a estas palabras un significado mayor que el que su autora quiso impartirles, suponiendo que esta obra se ponía en manos de todos los estudiantes místicos de Oriente y que la escuela en la cual su conocimiento es obligatorio significaba la escuela de la propia Gran Fraternidad Blanca. Como resultado de todo esto, cuando nos encontrábamos con ocultistas avanzados que no habían oído hablar de "El Libro de los Preceptos de Oro", nos quedábamos sorprendidos y algo inclinados a mirarlos de soslayo, con ciertas dudas de que no habrían elegido el camino correcto; pero desde entonces hasta el presente hemos aprendido muchas cosas, que han dado mayor amplitud a nuestra perspectiva original. El curso natural del tiempo, además, nos fue proporcionando más información sobre las estrofas de Dzyan y, mientras más supimos de ellas y de su única y especial posición, más claramente comprendimos que ni La Voz del Silencio ni ningún otro libro pudo haber tenido, en un sentido real, el mismo origen que ellas.

    EL LIBRO DE DZYAN

    El original del Libro de Dzyan está en manos del augusto Jefe de la Jerarquía Oculta y no ha sido visto por nadie; nadie sabe de qué fecha data, pero se rumorea que su parte primitiva (consistente en las seis primeras estrofas) tiene un origen muy anterior a nuestro mundo, y aun se llega a decir que no es una historia, sino una serie de direcciones; más bien una fórmula para la creación, que una narración de la misma. En el museo de la Fraternidad se conserva una copia de ese libro, y es esa copia (posiblemente el libro más antiguo que se ha producido en este planeta) la que han visto Madame Blavatsky y varios de sus discípulos, y que se describe de tan gráfica manera en La Doctrina Secreta. El libro tiene, sin embargo, ciertas peculiaridades de las que ella no hace mención. Parece ser que se halla fuertemente magnetizado, pues tan pronto como alguien toma entre las manos una página, ve pasar ante sus ojos una visión de los hechos que en el libro se describen, al mismo tiempo que escucha una rítmica relación de estos en su propia lengua, y eso hasta donde la misma permita el servir de medio para trasmitir tales ideas. En sus páginas no hay ninguna palabra escrita; hay símbolos nada más.

    Cuando comprendimos todo esto de una manera completa, nos causó cierta extrañeza el saber que había otro libro que pretendía tener el mismo origen que las sagradas Estancias, y nuestro primer impulso fue suponer que había tenido lugar un extraño error. Esta extraordinaria discrepancia fue, en verdad, lo que nos indujo a iniciar una investigación sobre el verdadero autor de "El Libro de los Preceptos de Oro"; y cuando la hubimos llevado a cabo, nos proporcionó una explicación extremadamente sencilla.

    En las diversas biografías de Madame Blavatsky se expone que en cierta ocasión pasó unos tres años en el Tíbet y que en otra intentó infructuosamente penetrar en esa tierra prohibida. En una u otra de esas visitas, parece ser que permaneció por un período de tiempo considerable en un monasterio de los Himalayas, cuyo jefe, en aquella época, era un discípulo del Maestro El Morya. Tengo entendido que ese lugar está más bien en Nepal que en el Tíbet, pero es difícil tener seguridad sobre este punto. Allí estudió con gran asiduidad y obtuvo también un desarrollo psíquico considerable, y en ese período de su historia fue cuando aprendió de memoria los diversos tratados a que hace alusión en el Prefacio. El aprendizaje de estos es obligatorio para todos los estudiantes de dicho monasterio, y el libro del cual proceden se considera allí como de excepcional valor y santidad.

    ARYASANGA

    Ese monasterio es sumamente antiguo. Fue fundado en los primeros siglos de la era cristiana por el gran predicador y reformador del Buddhismo, conocido comúnmente con el nombre de Aryasanga. Sostienen algunos, entiendo yo, que el edificio existía ya dos o tres siglos antes; pero, como quiera que sea, su historia, por lo que a nuestro asunto concierne, comienza cuando él ocupa el monasterio. Fue un hombre de gran poder y conocimiento, muy avanzado ya en el sendero de la santidad; había sido en una de sus vidas anteriores, en que llevó el nombre de Dharmajyoti, uno de los inmediatos seguidores del Señor Buddha; y posteriormente, con el nombre de Kleinias, uno de los más adelantados discípulos de nuestro Maestro Koot Hoomi, en su nacimiento como Pitágoras. Kleinias fundó una escuela para el estudio de su filosofía en Atenas, oportunidad que aprovecharon varios de los actuales miembros de este Grupo Espiritual. Siglos más tarde nació en Peshawar, llamada entonces Purushapura, con el nombre de Vasubandkju Kanushika. Cuando fue admitido en la orden de los Monjes, tomó el nombre de Asanga, hombre sin impedimento, y posteriormente, en esa misma vida, sus entusiastas seguidores ampliaron su nombre hasta convertirlo en Aryasanga, con el cual se lo conoce principalmente como autor y predicador. Se dice que vivió hasta una edad muy avanzada (cerca de ciento cincuenta años, si la tradición es verdadera) y que murió en Rajagriha.

    Aryasanga fue un fecundo escritor; el principal trabajo suyo de que tenemos noticia es el Yogacharya-Bhumishastra. Fue el fundador de la escuela Yogacharya del Buddhismo, que parece haber comenzado con una tentativa para fundir con el Buddhismo el gran sistema yoga de filosofía o quizá, mejor dicho, para adoptar de este último lo que pudiera ser interpretado y usado buddhísticamente. Viajó mucho y fue una poderosa fuerza en la reforma del Buddhismo. En efecto, su fama llegó a tal altura que su nombre se une a los de Nagarjuna y Aryadeva, habiendo sido llamados ellos tres, los soles del Buddhismo, por su actividad para derramar sobre el mundo la luz de esta religión.

    Data el nacimiento de Aryasanga, un poco vagamente, de mil años después que el del Señor Buddha. Los eruditos europeos parecen no estar seguros de la época de su vida, pero ninguno de ellos fija una fecha posterior al siglo séptimo de la era cristiana. Los miembros de este Grupo Espiritual lo conocemos en esta vida con el nombre del Maestro Djwal Khul, instructor de calidad especial, sano y paciente, que para nosotros se halla colocado en una posición única, pues algunos tuvimos el honor de conocerlo hace cerca de cuarenta años, cuando aún no había dado el último paso de la evolución humana, que es la Iniciación Aseka. Es así como, entre nuestros Maestros, Él es el único a quien conocimos en esta encarnación, antes de que llegara a ser Adepto, cuando era aún el discípulo principal del Maestro Koot Hoomi. El hecho de que, en su encarnación como Aryasanga, haya introducido el Buddhismo en el Tíbet, puede ser la razón por la cual haya elegido tomar para esta vida un cuerpo tibetano. Pudo haber habido algunas asociaciones o ligas kármicas de las cuales quisiera desembarazarse antes de llegar a su final Iniciación de Adepto.

    ARYASANGA Y EL LIBRO

    Durante uno de sus dilatados viajes como misionero, en su vida como Aryasanga, llegó al monasterio de los Himalayas y habitó en él, permaneciendo allí por cerca de un año, dando enseñanza a los monjes, organizando la religión en forma general en una gran zona del país y convirtiendo el monasterio en una especie de sede principal de la religión reformada, habiendo dejado en el lugar una impresión y una tradición que subsisten hasta el presente. Entre otras reliquias suyas se conserva un libro, objeto de la mayor reverencia; y es este la escritura a que alude Madame Blavatsky, cuando habla de El Libro de los Preceptos de Oro.

    Parece ser que Aryasanga dio comienzo a este libro con la idea de formar un compendio o extracto en que quedara todo aquello que fuera de utilidad para sus discípulos, empezando con las Estancias, no en símbolos, como el original, sino en palabras escritas. Hizo otros muchos extractos, algunos de ellos de las obras de Nagarjuna, como dice Madame Blavatsky. Después de su muerte, sus discípulos agregaron a ese libro algunos informes (algunos compendios diríase mejor) de sus conferencias o sermones, y son estos los pequeños tratados a los que Madame Blavatsky hace alusión.

    Tocó a Alcione, en su última vida, preparar y añadir a El Libro de los Preceptos de Oro, la relación de los discursos de Aryasanga, tres de los cuales constituyen el tema del presente estudio. Y así es como le somos deudores de este pequeño volumen de valor inapreciable, debido a su celo en trasmitir enseñanzas, así como le debemos también la posesión de su compañero, el exquisito volumen de "A los Pies del Maestro". Comenzó esa vida de Alcione el año 624 de nuestra era y transcurrió en la India del Norte. En ella, ingresó Alcione en la orden de monjes buddhistas a temprana edad, habiendo establecido muy estrecha asociación con Aryasanga, quien lo llevó al monasterio de Nepal, dejándolo allí para impulsar y dirigir los estudios de la comunidad reorganizada; Alcione llevó a cabo esta actividad de servicio con muy notable éxito durante dos años (véanse Las Vidas de Alcione).

    En este sentido, y solamente en este sentido, se afirma que La Voz del Silencio y las estancias del Libro de Dzyan tienen el mismo origen; esto es, que ambas son copias del mismo libro. No debemos olvidar tampoco que aun cuando, con toda seguridad, estos tratados nos trasmiten mucho de las enseñanzas de Aryasanga, no pueden estas haber escapado a la influencia de las opiniones de los que intervinieron para que llegaran hasta nosotros, y esto en grado considerable; y es probable también que, por lo menos en algunos pasajes, las hayan malentendido y fracasado en trasmitir la idea precisa del autor. Al examinar el libro en detalle, encontramos aquí y allá algunas expresiones que exponen sentimientos que difícilmente pueden aceptarse como de Aryasanga, y que manifiestan una ignorancia de la que él no pudo haber adolecido.

    Hay que llamar la atención respecto al hecho de que Madame Blavatsky habla de traducir los preceptos; indicación que hace surgir algunas cuestiones interesantes; sabemos que ella no conocía ninguna lengua oriental, excepto el árabe. El libro está escrito en caracteres desconocidos para mí, lo mismo que el idioma que se emplea; puede este último ser el sánscrito, el pali o algún dialecto prakrítico, o posiblemente el nepalés o el tibetano; pero los caracteres no son ninguno de aquellos que por lo común se usan ahora para escribir tales lenguas. De cualquier manera, puede establecerse razonablemente como cosa cierta que, en el plano físico, Madame Blavatsky no pudo haber conocido ni los caracteres, ni la lengua.

    MÉTODOS PARA LEER UN LIBRO

    Para aquel que pueda funcionar con libertad en el cuerpo mental, hay diversos métodos para comprender el significado de un libro, completamente diferentes al ordinario proceso de la lectura. El más sencillo es leerlo con la mente de alguien que lo haya estudiado; pero esto se presta a la objeción de que lo que se obtenga no sea el verdadero significado del libro, sino el concepto que el estudiante tenga de tal significado, que puede no ser, ni con mucho, la misma cosa. Consiste el segundo método en examinar el aura del libro, frase que requiere algunas explicaciones para quienes no estén muy versados en el aspecto oculto de las cosas. Un manuscrito antiguo está, en este respecto, en una posición algo diferente a la de un libro moderno. Si no es el trabajo original del propio autor, ha tenido que ser copiado palabra por palabra por alguna persona de cierta educación y cultura, conocedora del asunto del libro y con opiniones propias sobre el mismo. Debe recordarse que el trabajo de copiar, hecho por lo común con un punzón, es casi tan lento y minucioso como el de grabado, por lo cual el que hace la copia imprime su pensamiento fuerte e inevitablemente sobre su manuscrito.

    Cualquier manuscrito, por lo tanto, aun cuando nuevo, tiene siempre una especie de aura de pensamiento a su alrededor, impregnada de su significado y del color de este. Cada vez que el libro es leído por alguien, se incrementa el aura de pensamiento y, si es cuidadosamente estudiado, la adición es, naturalmente, grande y valiosa. Un libro que ha pasado por muchas manos tiene generalmente un aura mejor equilibrada, redondeada y complementada por los divergentes puntos de vista de sus diversos lectores; en consecuencia, la psicometrización de tal libro rinde, por lo general, una mejor comprensión de su contenido, aun cuando con un margen considerable de opiniones no expuestas en el libro, sino sustentadas por sus lectores.

    Cuando se trata de un libro impreso, el caso es muy semejante, salvo que no hay trabajo de copia, de tal manera que, al empezar a ser leído, no lleva otra cosa que los aislados fragmentos de pensamientos del encuadernador y del librero. Además, pocos son en la actualidad los lectores que hagan un estudio tan meditado y completo como el que hacían los antiguos y, por esta razón, las formas de pensamiento conectadas con un libro moderno, rara vez son tan precisas y definidas como las que circundan los manuscritos del pasado.

    Un tercer método, que requiere poderes más elevados, consiste en ir tras el libro o manuscrito en su totalidad y penetrar en la mente de su autor. Si el libro está escrito en alguna lengua extranjera, si su asunto es completamente desconocido y si no lo circunda ninguna aura que pueda dar alguna indicación útil, el único medio es inquirir en su historia, determinar de dónde ha sido copiado (o impreso, según sea el caso) e investigar así su origen, hasta llegar a su autor. Si el asunto del libro es conocido, un método menos enfadoso es psicometrizar ese asunto; ponerse en relación con la corriente general de pensamiento sobre el mismo y dar así con el determinado autor que se busca, para ver lo que piensa. Puede decirse, en cierto sentido, que todas las ideas conectadas con un asunto dado son locales, es decir, que están concentradas alrededor de cierto punto del espacio, de modo que, visitando mentalmente ese punto, puede uno ponerse en contacto con todas las corrientes convergentes de pensamiento sobre ese punto, aun cuando, por supuesto, todas esas corrientes estén ligadas por millones de líneas, con toda clase de otros asuntos.

    Suponiendo que Madame Blavatsky hubiera tenido todos los suficientes poderes de clarividencia en esa época, pudo haber empleado cualquiera de los tres métodos descritos para obtener el significado de los tratados procedentes de El Libro de los Preceptos de Oro, aun cuando podría ser causa de cierta confusión el considerar todos esos tratados como traducciones sin apreciar bien tal afirmación. Las otras posibilidades restantes son algo remotas. En la actualidad no hay nadie en ese monasterio de los Himalayas que hable ninguna de las lenguas europeas; pero sí es probable que en los cuarenta años que han transcurrido (la primera edición inglesa de ese libro es de 1926) desde la estancia de Madame Blavatsky hasta el presente, haya habido muchos cambios. Se refiere que ocasionalmente, aunque muy raras veces, algunos estudiantes hindúes han ido a beber de esa fuente arcaica de conocimiento, y si pudiéramos afirmar que la visita de alguno de esos estudiantes coincidiera con la de Madame Blavatsky, pudiera también suceder que alguno de ellos que conociera tanto la lengua inglesa como la del manuscrito, o al menos el lenguaje de otros huéspedes del monasterio, haya podido leer el manuscrito y traducirlo para ella.

    Aunque pudiera parecer extraño, existe también la posibilidad de que Madame Blavatsky haya recibido el significado del libro en su lengua nativa. En la Rusia Europea, en las riberas del Volga, hay varias zonas pobladas por tribus buddhistas, probablemente de origen tártaro, y se dice que algunos de estos pobladores, aun cuando muy alejados ya del Tíbet, por lo que toca al plano físico, suelen considerarlo como su tierra sagrada y hacer peregrinaciones hasta ella. Estos peregrinos permanecen a veces durante años como discípulos en los monasterios de Nepal o del Tíbet, y como algunos de ellos pueden haber hablado, además de su dialecto mongólico, la lengua rusa, pudo haber sido esa la forma en que Madame Blavatsky se comunicó con ellos. En todo caso, es notorio que no podemos esperar una reproducción verbal exacta de lo que Aryasanga dijo a sus discípulos. Ni siquiera en el mismo libro arcaico tenemos sus palabras, sino nada más la recordación de ellas hecha por sus discípulos, y lo que de ella ha llegado hasta nosotros no es otra cosa que la traducción de una traducción, o el relato de una impresión mental general de su significado. Por supuesto, hubiera sido fácil para cualquiera de nuestros Maestros o para el mismo autor, producir una traducción inglesa exacta y directa; pero como quiera que Madame Blavatsky, de manera bien precisa, hace aparecer como suyo el trabajo de traducción, es evidente que no pudo haber sido este el plan adoptado.

    CÓMO FUE ESCRITO EL LIBRO

    Al mismo tiempo, la narración que tenemos por parte de un testigo presencial, de la rapidez con que escribió el libro, sugiere la idea de que alguna ayuda le fue impartida, aun cuando pudo ella haber sido inconsciente de ello. La Dra. Besant escribe sobre este asunto:

    Lo escribió en Fontainebleau, la mayor parte mientras estaba yo con ella en el mismo cuarto en que escribía. Sé bien que al escribirlo no consultaba ningún libro, sino que lo hacía invariablemente, hora tras hora, exactamente como si lo redactara de memoria o como si leyera en algún libro que no había. Por la tarde tenía ya listo el manuscrito que yo le había visto escribir sentada a su lado, y nos indicaba a mí y a otras personas que lo corrigiéramos por lo tocante al inglés, indicando que, como lo había escrito tan aprisa, tenía la seguridad de que estaba defectuoso. No alteramos sino unas cuantas palabras y ahí está, como un espécimen de maravilloso trabajo literario.

    También es posible que haya hecho ella la traducción al inglés de antemano, durante su permanencia en el monasterio, y que en Fontainebleau lo haya realmente leído a distancia, tal como le pareció a nuestra presidenta. Con frecuencia la he visto hacer tal cosa en otras ocasiones.

    SISTEMAS DE INSTRUCCIÓN

    Las seis escuelas de filosofía hindú a que se refiere en el primer párrafo del Prefacio son la Nyāya, la Vaisheshika, la Sāmkhya, la Mīmānsā, el Yoga y la Vedānta. Afirma que todos y cada uno de los instructores hindúes tienen su sistema especial de enseñanza que guardan comúnmente muy en secreto. Es natural que así sea porque no desean asumir la responsabilidad de las consecuencias que pudieran originarse en el caso de que, al divulgarse esos sistemas, alguna persona incapacitada o falta de responsabilidad tratara de ponerlos en práctica.

    En la India, ningún instructor que realmente lo sea, se hace cargo de un discípulo a menos que lo tenga bajo su vigilancia, de tal manera que, al prescribirle determinado ejercicio, pueda observar los efectos y corregirlo inmediatamente si advierte cualquier cosa que vaya mal. Tal ha sido la costumbre inmemorial en estas cuestiones ocultas, y es la única forma en que puede obtenerse un progreso real con rapidez y con seguridad.

    La primera y la más difícil tarea del discípulo es transformar en orden el caos que hay en él mismo: eliminar la multitud de pequeños intereses y dominar los pensamientos errantes, lo que habrá de conseguir por medio de una firme presión de la voluntad ejercida sobre todos sus vehículos durante un largo período de años.

    Nos dice el autor que, si los sistemas de instrucción en las escuelas esotéricas difieren en este lado de los Himalayas, en el otro lado son todos iguales. Debemos hacer aquí hincapié en la palabra esotérica, pues saben que en la religión exotérica la corrupción y las prácticas mágicas malas son peores en el lado norte de las montañas que en el sur.

    Quizá podamos interpretar la expresión más allá de los Himalayas en un sentido simbólico más bien que estrictamente geográfico, y muchos suponen que son las escuelas que rinden homenaje a nuestros Maestros, aquellas cuyas enseñanzas no difieren unas de otras. Esto es perfectamente cierto en determinado sentido, en el más importante de todos, pero no explicarlo cuidadosamente puede extraviar al lector.

    El sentido en el cual todas son iguales es el de que todas reconocen que es la vida virtuosa el único sendero que conduce al desarrollo oculto, y la conquista del deseo, el único camino para liberarse del mismo. Hay algunas escuelas de conocimiento oculto que afirman que la vida de la virtud impone ciertas limitaciones innecesarias. Dan algunas enseñanzas sobre la forma de adquirir desarrollo oculto, pero sin ocuparse para nada del uso que los discípulos puedan hacer posteriormente de la información que reciben. Otras hay que sostienen que a los deseos de todas clases hay que darles la mayor satisfacción posible, para que la saciedad pueda engendrar la indiferencia. Pero ninguna de las escuelas que profesan tales doctrinas está bajo la dirección de la Gran Fraternidad Blanca. Todos los establecimientos, aun los que están remotamente conectados con ella, prescriben como indispensables requisitos la pureza de vida y la nobleza de intenciones.

    NAGARJUNA

    El párrafo siguiente del Prefacio contiene dos de las insignificantes inexactitudes a que me he referido. El autor menciona "la gran obra mística llamada Paramārtha, que se supone haber sido revelada a Nagarjuna por los Nagas". El gran libro de Nagarjuna no lleva el nombre de Paramārtha, sino el de Prajñāpāramitā, esto es, la sabiduría que conduce hacia la otra costa; pero es cosa bien cierta que el asunto de que trata este libro es la paramārthasatya, la conciencia del sabio que vence la ilusión.

    Nagarjuna, como queda ya dicho, fue uno de los tres grandes instructores buddhistas de los primeros siglos de la era cristiana, que se cree haya muerto en 180 de la misma era. Los estudiantes espirituales lo conocen ahora con el nombre de Maestro Koot Hoomi. Los escritores exotéricos lo describen a veces como rival de Aryasanga; pero conociendo, como conocemos, su íntima relación en un anterior nacimiento en Grecia y ahora en la vida presente, vemos desde luego que no pudo haber habido tal rivalidad. Es muy posible que, después de su muerte, sus discípulos hayan tratado de presentar como contrarias las enseñanzas de uno y otro, como suelen frecuentemente hacer los discípulos incapaces de discernir; pero que ellos estaban perfectamente de acuerdo queda bien manifiesto por el hecho de que Aryasanga estimó como muy valioso el libro de Nagarjuna, habiéndolo transcrito a su libro de extractos para uso de sus discípulos.

    No es cierto, sin embargo, que el Prajñāpāramitā haya sido obra de Nagarjuna, pues, según la leyenda, le fue entregado por los Nagas o serpientes. Madame Blavatsky interpreta esta palabra como el nombre dado a los iniciados antiguos, cosa que bien puede ser, aun cuando haya otra posibilidad muy interesante. Yo he llegado a aclarar que el nombre de Nagas o serpientes fue aplicado por los Arios a una de las grandes tribus o clanes de la Sub-Raza Tolteca de los atlantes, porque llevaba a su vanguardia, como bandera, cuando iban a la guerra, una serpiente de oro enroscada en un báculo. Esto puede muy bien haber sido un tótem o símbolo de la tribu, o quizá, simplemente, el escudo de una gran familia. Esta familia o tribu debe haber tomado parte prominente en la colonización original de la India por los atlantes y de las tierras que entonces existían al sur de esta. Se hace mención de los Nagas entre los habitantes aborígenes de Ceilán, hallados por Vijaya y sus compañeros cuando desembarcaron ahí. Una interpretación posible de esta leyenda, por lo tanto, podría ser que Nagarjuna recibió este libro de una raza anterior; en otras palabras, que es una escritura atlante. Y si, como se ha llegado a suponer, algunos de los Upanishads proceden de la misma fuente, no hay razón para extrañarse de esta identidad de las enseñanzas a la que se refiere Madame Blavatsky en la misma página.

    El Gnyaneshwari (escrito Dhyaneswari en la primera edición) no es libro sánscrito, sino que fue escrito en mahrathi en el siglo decimotercero de nuestra era.

    MAHAYANA Y HINAYANA

    En la página siguiente nos encontramos con una referencia a la escuela Yogacharya (más exactamente Yogachara) del Mahayana. Ya he mencionado el intento que hizo Aryasanga, pero no estarían de más unas cuantas palabras con respecto a la enfadosa cuestión de los Yanas. La Iglesia Buddhista está dividida actualmente en dos grandes partes: la del Norte y la del Sur. La primera incluye China, Japón y Tíbet; la segunda domina en Ceilán, Siam, Birmania y Camboya. Se afirma con frecuencia que la Iglesia del Norte adopta el Mahayana, y la del sur, el Hinayana; pero la seguridad con que se puede decir esto depende del matiz de significado que demos a esta palabra tan discutida. Yana significa vehículo, y se ha convenido que debe aplicarse al Dharma o Ley, que es como el bajel que nos conduce a través del mar de la vida hasta el Nirvana; pero son por lo menos cinco las teorías que hay con respecto al exacto sentido en que debe tomarse este término.

    I.- Que se refiere simplemente a la lengua en la cual está escrita la Ley. De acuerdo con esta hipótesis, el Gran Vehículo (o Mahayana) es la lengua sánscrita, y el Vehículo Menor (o Hinayana), la lengua pali; teoría que me parece insostenible.

    II.- Hina puede muy bien tomarse con el significado de inferior, fácil o, también, pequeño. Una interpretación considera así al Hinayana como el camino inferior o más fácil hacia la liberación, como el irreducible mínimum de conocimiento y conducta que se requiere para alcanzarla; mientras que el Mahayana es la doctrina completa y más filosófica, que incluye mucho conocimiento adicional sobre los elevados reinos de la naturaleza. Es inútil indicar que esta interpretación proviene de fuente mahayánica.

    III.- Que el Buddhismo, invariablemente cortés con todas las demás religiones, las acepta todas como caminos de liberación, aun cuando considera el método prescrito por su Fundador como la vía más segura y corta. De acuerdo con este punto de vista, el Buddhismo es el Mahayana, y el Hinayana incluye el Brahmanismo, el Zoroastrismo, el Jainismo y todas las otras religiones que ya existían en el tiempo en que se formuló esta definición.

    IV.- Que las dos doctrinas son simplemente etapas de una misma doctrina: esto es, que el Hinayana es para los srāvakas u oyentes, y el Mahayana, para los estudiantes más adelantados.

    V.- Que la palabra Yana debe interpretarse, no exactamente en su significado primario de vehículo, sino más bien en un sentido secundario muy aproximado al de la palabra inglesa career, carrera, curso, profesión. Según esta interpretación, la Mahayana señala al hombre la gran profesión de convertirse en un Boddhisattwa y dedicarse al beneficio del mundo, mientras que la Hinayana solamente le pone delante la pequeña profesión, esto es, vivir en forma tal que pueda alcanzar el Nirvana en su beneficio.

    Las Iglesias Buddhistas del Norte y del Sur tienen entre sí una relación semejante a la de los católicos con los protestantes, entre

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