Principio de incertidumbre
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Jorge Fernández Granados
Jorge Fernández Granados (Ciudad de México, 1965) es autor, entre otros, de los libros de poesía Resurrección (1995), Los hábitos de la ceniza (2000), con el que obtuvo el prestigioso Premio de Poesía Aguascalientes, y El cristal (Era, 2000). Es autor asimismo de un volumen de cuentos, El cartógrafo (1996). Ha sido becario del Centro Mexicano de Escritores, y del Fonca. En 1995 obtuvo el Premio Jaime Sabines y es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
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Principio de incertidumbre - Jorge Fernández Granados
referencias
1. Movimiento / Identidades
Los dispersos
y en una equivocada edad donde caminan
los dispersos los que no han abierto
su verdad al mundo aún al resuello como la quitanza
de lo que todos saben pero no
han pronunciado
perduran o perseveran en lo limpio los dispersos
en la desigualdad del orden donde guardan
como la sed como la musitante sed su avinagrado día
en ese digno
afán con una cifra
en la orilla de los números del mundo
miserables los dispersos reiteradamente juntan
cuatro cosas y el alegre respirón de un aire viejo
se saludan
se sospechan
desde la mutante memoria del amor
o la palabra (cualquier gesto) los agrupa
y los retiene
convidados de piedra confundidos en todo
casi se pierden casi se dan
por omitidos unos a veces
y apagan con los dedos una llama
escriben en la arena dicen que son niños
soplan en el polen transparente
y se ríen
pasan con su piedra ardiente rotan como púlsares
se impacientan se distraen se despiden
los dispersos
unas veces no
los hallaremos más nadie diría petrificados
sus jardines su reloj sus herramientas
su triste manera de mirar algo tan lejos
muy algo tan lejos
qué raros son
los dispersos
a nadie le gusta tenerlos demasiado tiempo cerca
parecen ácido o luz
queman sorprenden incomodan no sabe uno qué hacer
abre la puerta
deja que salgan
toma gracias adiós
y que dios
te cuide
pero no vuelvas
ruido
ruido en el corazón
de los dispersos
eso
debe pasar porque enmudecen
gritan cantan
sufren se despiertan
porque se van a pie distancias
que nadie quiere caminar
y no se cansan
sólo se mueren a veces
porque en su respiración hay un murmullo que parece canto
una razón
que no los deja vivir que no los deja quedarse
y cómo hacer cómo decirles
que ya no
hay casi lugar
en esta cárcel para ellos
Los hedonistas
astutos sibaritas
que han sabido explorar
con tropezones pero a su manera
el laberinto
sentados peroran
acerca de su vida y los itinerarios
impensables del placer
beben los ratos
de esa risa
casual
qué suya qué cara
la risa
los viejos
a punto de caer
del árbol de la vida (bostezan) mientras
recuerdan cómo fue
el profuso alimento del placer
en los ojos en los cuerpos en los días que la memoria
perfecciona
pero el tiempo consume
ah ya gordos de vivir y ver
este averno mundo con humor
saludan contentamente
lo que fue
sin falta la fatalidad
y duermen
roncando
anchamente
como niños fugados de la culpa
Los sonrientes
cuando todo se calme o caiga
al fin el telón del mundo
cuando el amanecer (alguno
habrá) de la noche oscura