La buena muerte: Enteógenos y eutanasia
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Jesús Alejandro López Castillo
Jesús Alejandro López Castillo nació en Tehuacán, Puebla, México. Es licenciado en biología y maestro en Estudios Transdisciplinarios para la Sostenibilidadpor, ambos por la Universidad Veracruzana. Ha tenido la oportunidad de presentar ponencias en múltiples congresos académicos nacionales (UNAM, UAEM, UV), e internacionales. Sus temas de investigación plantean un análisis desde la bioética del uso de enteógenos para el manejo de ansiedad en enfermos terminales, y unabordaje de la psicoterapia y el quehacer médico desde una perspectiva transdisciplinaria y de dialogo entre los saberes tradicionales y la perspectiva científica occidental.
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La buena muerte - Jesús Alejandro López Castillo
La buena muerte,
enteógenos y eutanasia
Jesús Alejandro López Castillo
ETNÓSFERA
COLECCIÓN
La buena muerte, enteógenos y eutanasia
Jesús Alejandro López Castillo
LunariaEdiciones
Primera edición
Nueva Tenochtitlan, México.
2018
Diseño de interiores y forros / Jacinto Martínez
Cuidado de la edición / Miguel Blumenbach
Encuadernación / Libros Chidos Encuadernación
Viñeta de frontispicio / Xochipilli, príncipe de las flores
Traducción Carta sobre la muerte asistida de Aldous Huxley mediante la medicina moksha / Jazmín Rojas
Traducción El libro tibetano de los muertos y la experiencia psicodélica, una revisión / Williams Castillo
Fotografía de portada / Yazmín Hidalgo
E-mail: lunaria.ediciones@gmail.com
Facebook: /EdLunaria
www.lunariaediciones.com
ISBN: 978-607-98881-1-4
ETNÓSFERA
COLECCIÓN
El libro que tienes entre manos es el resultado de un esfuerzo que busca ampliar la oferta cultural de manera tal que diferentes voces puedan ser compartidas mediante el disfrute de las varias manifestaciones del arte.
Las publicaciones implican un compromiso real y múltiple entre autores, editores, diseñadores, artesanos y los lectores. Este empréstito busca generar espacios alternativos y rentables que sean acordes a proyectos de diferentes tamaños e intereses, ponderando la intención artística y temática de cada propuesta, con un beneficio común: el libro y su lectura.
Índice de contenidos
Carta sobre la muerte asistida de Aldous Huxley mediante la medicina moksha
Laura Huxley / Traducción de Jasmín Rojas
El libro tibetano de los muertos y la experiencia psicodélica, una revisión
Ralph Metzner / Traducción de Williams Castillo
Prólogo
Antecedentes
I
Aspectos biológicos de los enteógenos
Características físico-químicas y fármaco-biológicas
Mecanismos cerebrales
Estados alterados de conciencia
Aspectos culturales del uso de enteógenos, una perspectiva antropológica
Sociedades enteogénicas y psicotrópicas
Uso de enteógenos en la práctica medicinal
II
Sustancias enteógenas utilizadas con fines terapéuticos
Sobre la dietilamida de ácido lisérgico
Sobre la psilocibina
Bioética y el uso de sustancias enteógenas
Contexto científico para el uso de enteógenos
Contexto social para el uso de enteógenos
III
De la eutanasia, tratamientos e intervenciones
Dolor físico y ansiedad ante-mortem
Abordajes terapéuticos auxiliados por enteógenos
Contexto del tratamiento (set & setting)
Prevención de riesgos
Eutanasia y enteógenos, la buena muerte
Dignidad humana y ensalamiento terapéutico
Práctica eutanásica con sustancias enteógenas
Consideraciones finales
Bibliografía recomendada
Carta sobre la muerte asistida de Aldous Huxley mediante la medicina moksha
Laura Huxley
Traducción de Yasmín Rojas
Queridos Julian y Juliette:
Hay tanto que quiero decirles sobre la última semana de vida de Aldous y, particularmente, del último día. Lo ocurrido es importante no sólo para nosotros, sus seres queridos y allegados, aunque es también casi una conclusión o, mejor aún, una continuación de su obra, y por ende, tiene importancia para la gente en general.
Primero que nada, debo confirmarles con toda seguridad subjetiva que Aldous no había tomado conciencia de que moriría hasta el día en que falleció. Subconscientemente todo estaba allí, y ustedes podrán ver esto por sí mismos, porque desde el 15 de noviembre hasta el 22 de noviembre tengo grabados sus comentarios; sé que todos estaremos inmensamente agradecidos con estas grabaciones. Aldous nunca estuvo muy de acuerdo en entregar sus escritos, ni a dictarlos o tomar notas con su grabadora. Usaba un dictógrafo sólo para leer poesía o pasajes literarios; solía escucharlos en sus momentos de silencio, en las noches, mientras se iba durmiendo. He tenido una grabadora por años, a veces intenté emplearla con él pero era muy grande, y particularmente ahora que estábamos siempre en la recámara y la cama tenía a su alrededor mucho equipo de hospital. (Habíamos hablado sobre la posibilidad de comprar una pequeña, pero el almacén de aquí está atascado con grabadoras de transistores, y la mayoría son muy malas. No tuve tiempo de buscarlas, y esto fue uno más de los pendientes que nos quedaron.) A principios de noviembre, cuando Aldous estaba en el hospital, cumplí años, así que Jinny, cuidadosamente, indagó en lo de las máquinas y me mostró las mejores, una cosa pequeña, fácilmente manejable y que prácticamente pasaba desapercibida. Después de haber practicado con ella varios días, se la mostré a Aldous, quien estuvo muy satisfecho con ella, y del 15 en adelante la usamos un poco cada día para grabar sus sueños, así como notas para futuros escritos.
El periodo del 15 al 22 marcó, me parece, un lapso de intensa actividad mental para Aldous. Disminuimos, poco a poco, los tranquilizantes que había estado tomando cuatro veces al día: una droga llamada Sperine, semejante a Thorazin. La redujimos prácticamente a nada, solamente tomamos analgésicos como Percodon, un poco de Amitol y algo para la náusea. También le dimos algunas inyecciones, medio centilitro de Dilaudid, un derivado de morfina, la cual le causó muchos sueños; algunos los escucharán en las grabaciones. El doctor dice que ésta es una pequeña dosis de morfina.
Ahora, para retomar de nuevo mi punto, en estos sueños, así como a veces en sus conversaciones, parecía obvio y transparente que, de manera subconsciente, él sabía que iba a morir. Pero ni una sola vez habló de ello conscientemente. Esto nada tenía que ver con la idea que algunos de sus amigos arrojaron: que él me quería librar del sufrimiento. No ocurrió así, porque Aldous nunca pudo tomar parte en esto, no pudo decir ni una sola mentira; era constitutivamente incapaz de mentir, y si hubiese querido librarme, estoy segura de que hubiese podido hablar con Jinny.
Durante los últimos dos meses le di, casi diario, una oportunidad, una apertura para hablar sobre la muerte; pero, claro, esta apertura la podía tomar de dos maneras, ya sea hacia la muerte o hacia la vida. Leímos completo el manual del Dr. Leary, extraído de El libro de los muertos. Pudo haber dicho, aun bromeando, no olvides recordarme que su comentario estaba dirigido a la forma en que el Dr. Leary condujo sus sesiones de LSD, y de cómo regresaba a la gente que no estaba muerta a esta vida después de la sesión. Es cierto: a veces decía frases como si no salgo de ésta
, en conexión con sus nuevas ideas para escribir, y se preguntaba cuándo y si tendría la fuerza para trabajar. Su mente estaba muy activa y parece que este Dilaudid estremeció una capa nueva que no se había movido en él.
La noche antes de su muerte (jueves en la noche), alrededor de las ocho en punto, de repente se le ocurrió una idea. Querida
me dijo, me acabo de dar cuenta que estoy imponiendo en Jinny el tener a alguien tan enfermo como yo en esta casa donde hay dos niños, esto es realmente una imposición
. Jinny