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La Escritora De Polperro
La Escritora De Polperro
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Libro electrónico185 páginas2 horas

La Escritora De Polperro

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Una bella historia de lucha, amor y pasión por la vida.Lena Hilton es una joven escritora que vive en Polperro, un bonito pueblo de pescadores al sudoeste de Inglaterra. Al terminar magisterio, sus padres le adelantan una pequeña herencia para que se instale de alquiler en el segundo piso de una casita antigua con vistas al mar y continúe con su auténtica pasión: escribir novelas románticas. Un día de verano, Lena conoce a un pintor español que disfrutaba de un merecido descanso en Cornualles y el amor surge entre ambos. Miguel Serrano, como así se llamaba el apuesto caballerete, repite dos veces más sus vacaciones en Polperro y de la locura de su pasión nace la decisión de casarse en otoño con la enamorada escritora.Un poco antes de la ceremonia, Lena fallece a causa de la hemorragia intracraneal producida por la rotura de un aneurisma. Tras la muerte de su más preciado tesoro, el apesadumbrado Miguel decide quedarse a vivir en la vivienda de su amada y dedicarse por entero a la pintura. Una vez instalado en el domicilio, el joven artista encuentra la novela póstuma que había escrito Lena durante su idilio amoroso: «La escritora de Polperro» y descubre con tristeza el relato fiel de su trágica historia de amor, aunque también un espeluznante e irreal desastre natural acaecido en el finisterrae inglés con final feliz en el que se casan y viven ilusionados con su hijo. Los capítulos ficticios de la novela fueron introducidos, de manera inconsciente, por Lena como una premonición de su suerte fatal para dejarle un mensaje a su querido Miguel: viviremos juntos y felices toda una vida eterna. La escritora de Polperro es la sobrecogedora historia de una joven enamorada en busca de la felicidad y la realización personal, unos valores truncados, de forma repentina, pero que permanecen indelebles en su último relato de amor.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 jun 2020
La Escritora De Polperro
Autor

Carlos Herrero Carcedo

Autor de dos Libros con tapa: Manual Básico de Farmacología y 200 Ideas para Mejorar la Rentabilidad de tu Farmacia, una publicación en la revista Alimentación, Equipos y Tecnología: La histamina en las distintas etapas de fabricación de conservas de atún y seis Ebooks: Disruptores Endocrinos, La Salud no es un Negocio, Obesidad Infantil. Rista. Respuesta Insuficientemente Adecuada, Vivir sin Cáncer, Ser Mayor sin Edad y Predisposición a Ser Homosexual.Posee tres licenciaturas (Farmacia, Ciencias Químicas, Ciencia y Tecnología de los Alimentos) y experiencia en los departamentos de Calidad, Producción y Ventas.

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    La Escritora De Polperro - Carlos Herrero Carcedo

    1. El vídeo.

    Hola. Soy Lena Hilton y quiero dejar grabado este vídeo mensaje en mi teléfono, ya que no sé muy bien lo que va a suceder a partir de este momento.

    Hoy es viernes 1 de marzo del 2019. Me gustaría contaros el porqué me tiemblan las piernas y estoy encerrada en casa muerta de miedo. Antes de todo, quiero que sepáis que no me he vuelto loca ni se trata de una broma de mal gusto. Intentaré describiros de forma ordenada la inaudita realidad que está ocurriendo ahora mismo en mi precioso pueblo de Cornualles llamado Polperro. Empezaré por el principio.

    Esta mañana le di un repaso a mi novela y sobre las doce y media salí a comprar la comida para todo el fin de semana. Paseaba absorta mientras pensaba en la protagonista de mi relato cuando de repente paré en seco estupefacta en medio de la calle peatonal que une mi casa con el centro. No había gente por ninguna parte. No se veía un alma. Creedme, no miento. A mediodía, cuando todos los negocios debían estar repletos de personas, no existía ningún indicio de actividad humana, ni habitantes ni turistas. Como una bola de nieve que rodaba, se agolparon las preguntas en mi cabeza. ¿Qué hacían todos los barcos amarrados en el puerto? ¿Por qué no se encontraba abierto el pub de la plaza? ¿Adónde se había ido todo el mundo en el pueblo? ¿Habrá sucedido alguna desgracia? ¿Soy la única superviviente? ¿Me he vuelto majareta?

    Sobra decir que estaba aterrada, pero saqué fuerzas de flaqueza y reanudé el paso ligero hacia el embarcadero. Cuando llegué al casco antiguo, comprobé atónita que los comercios y restaurantes se hallaban de igual modo cerrados. Crucé a la carrera el pequeño puente de piedra rumbo al museo y me di cuenta de que la mayoría de las cortinas de las ventanas permanecían echadas. Eso ya fue la gota que colmó el vaso. En ese instante, cambié mi dirección de forma brusca y puse pies en polvorosa con la firme convicción de continuar las pesquisas desde mi habitación.

    Al darme la vuelta y franquear de nuevo el río, descubrí en la rampa de acceso al mar el cuerpo de un marinero que yacía boca abajo sobre la mitad de la lona protectora de su embarcación aún sin desanudar. A pesar de que no soy una cobarde, la presencia de una persona muerta en una población en la que todos sus moradores han desaparecido hizo que me lanzara a tumba abierta como si fuera a un metro del suelo para dar la voz de alarma desde un sitio más seguro.

    Nada más girar la llave en la cerradura y pasar el pestillo, intenté comunicarme con mis padres y amigos, y probé un sinfín de números y aplicaciones. Bueno, pues no he podido hablar con nadie ni he recibido ninguna contestación. Además, los servicios de emergencia tampoco responden y no parece que existan anomalías técnicas. Con el ataque de nervios que ya habréis notado en mi cara y sin saber muy bien qué tengo que hacer a partir de ahora, os envío este vídeo mensaje para que deis la voz de alerta sobre la tragedia que ha ocurrido en Polperro.

    A quien reciba esta petición de socorro en el chat. Por favor, necesito ayuda. Soy la única persona con vida en el pueblo y no conozco la causa de este desastre. Espero no correr la misma suerte que mis vecinos y sobre todo que os encontréis todos bien.

    Miguel, por si lo ves algún día, te quiero mucho.

    2. La escritora.

    Polperro es una hermosa villa marinera al sudoeste de Inglaterra enclavada entre dos paredes montañosas atestadas de frondosos árboles. Su ensenada se halla ribeteada por viviendas enlazadas y, vista desde arriba, simboliza la figura del animal de su nombre. En el puerto, las encaladas construcciones de piedra con tejados de pizarra se asemejan a gatos de torso blanco que observan juntos las mareas y en la capilla del peñón en forma de corazón, las filas de casas parecen serpientes blancas de lomo gris con estrechas motas de vigilancia.

    A Polperro se le conoce en la antigua lengua celta como «Porthpyra» que significa puerto de un hombre llamado «Pyra», aunque también puede que haga referencia a la corriente de agua del río Pol que divide en dos el conjunto sinuoso de sus callejuelas. Durante la bajamar, y a lo largo de la playa situada en la parte exterior del espigón, se puede acceder a las numerosas grutas y pasadizos que existen bajo las rocas y que fueron utilizados por los contrabandistas hace siglos.

    Lena Hilton vino al mundo en Southampton en 1993 y desde niña se sintió atraída por su querido lugar de vacaciones. Se enamoró de Polperro a muy corta edad y cuando decidió dedicarse en serio a la literatura, juró con solemnidad en el interior de una de sus cuevas permanecer siempre cerca de este lugar mágico para escribir la novela de su amor verdadero. Al terminar magisterio, sus padres le adelantaron una pequeña herencia y se afincó en el segundo piso de una casita antigua con vistas al mar por el sur y al famoso pub «The Blue Peter Inn» por el norte. Lena publicaba sin éxito románticas novelas y daba clases particulares a los niños de Polperro para sufragar su auténtica pasión. Los alumnos disfrutaban escuchándola y aprendían no solo la materia escolar, sino también a soñar con increíbles tramas novelescas y sentimientos puros de personajes de ficción.

    La señorita Hilton era la escritora de Polperro y despertaba la admiración de sus paisanos, al igual que lo hiciera su hijo predilecto «Walter Greenwood», aunque ella sabía muy bien que la adulación era mala consejera si deseaba abrirse camino en su maravillosa disciplina.

    Lena era la mujer que todo hombre sueña: inteligente, esbelta, guapa, cariñosa, audaz, tenaz y respetuosa, el tipo de persona en la que se puede confiar. Tenía una larga y abundante melena ondulada de color marrón y rojo que soltaba por la espalda y el escote. Cuando brotaba de su alma la mejor de sus sonrisas, su tez blanca sin pecas y sus dientes inmaculados infundían un brillo especial a unos ojos azules plateados tan extraordinarios y límpidos que a duras penas podía el que estuviera contemplándolos dejar de admirarlos. Le encantaba el sol y solía pasar largas horas en las playas cercanas con las novelas de sus escritoras favoritas. Vestía con un elegante estilo clásico, aunque moderno y muy de moda, y le gustaba hablar de manera grandilocuente y profusa con sus vecinos y amigos.

    La entrañable Hilton tenía ya perfilado su futuro, pero un día de julio del 2018 conoció a un joven pintor español que disfrutaba unos días de descanso en Polperro. La escritora lo encontró solo frente a un lienzo en la piscina de la capilla, una balsa natural que aparece durante la bajamar en la peña con forma de corazón a la entrada del puerto. A Lena le encantaban los retratos de algunos pintores rusos y se acercó a contemplar el cuadro de Miguel, como así se llamaba el apuesto caballerete. Mientras descendía, su atención fue desviándose de la pintura a la figura inclinada ligeramente sobre la obra. El muchacho pintaba sentado frente al mar con la destreza de unas manos expertas y cuando Lena estuvo por fin a su lado, este volteó la cabeza y le ofreció una amplia sonrisa de bienvenida. La señorita Hilton no tuvo palabras para salir indemne del instante en el que contempló los ojos verdes más bonitos de la tierra. Se quedó clavada con la mano extendida que apretaba la del pintor, al mismo tiempo que observaba extasiada la belleza de su rostro. La imagen palpitante de Miguel con los rizos de su pelo negro azabache, las espesas cejas planas y los ojos verdes se grabó a fuego en la memoria de la escritora mientras escuchaba distante el sonido apagado del nombre del pintor durante la presentación. Lena Hilton presintió ipso facto que aquel buen mozo risueño se convertiría en su amor verdadero.

    La tabla de salvación a la que se aferraron los dos jóvenes que seguían con la mirada fija uno en el otro para salir airosos del turbador encuentro fue el cuadro. Tras el inocente saludo inicial en el que ambos tuvieron la misma corazonada, la encandilada pareja trasladó solo una pequeña parte de su atención y emoción sobre el lienzo.

    —Tiene mucha carga emocional —dijo Lena.

    —¿Te gusta la pintura? —preguntó sorprendido Miguel.

    —Claro, me chiflan «Rázumov» y «Volegov».

    —Muy buena elección. Te felicito. Son unos artistas fabulosos.

    —Me resultan geniales los retratos de la mujer que pinta «Rázumov» y aunque su rostro varíe un poco, el artista la representa tan hermosa —dijo Lena.

    —Se parece algo a ti —repuso Miguel.

    —No, muchas gracias. Eres muy amable, pero ni de lejos.

    —Espera, déjame que te mire bien —dijo el pintor mientras elevaba la barbilla de Lena con su dedo índice flexionado—. Ajá, pues sí tienes bastante parecido con la musa de ese pintor. Veamos, los mismos ojos rasgados, la nariz divina, los labios gruesos y hasta diría que en algunas ocasiones la suele pintar con el precioso color de tu pelo.

    —Eres un cielo. De nuevo, gracias por el cumplido. Pero por lo que veo, eres un magnífico paisajista. ¿Dónde has estudiado arte?

    —Mi maestro es «Capel», «Antonio Carlos Guzmán Capel».

    —No lo conozco. ¿Cómo es su pintura?

    —Hiperrealista. Pinta al óleo con una técnica exquisita y vive como yo en Palencia, España.

    —Así que eres español. No estaba segura de la procedencia de tu acento y no he querido preguntártelo de forma directa. Enhorabuena, hablas un magnífico inglés.

    —Gracias, Lena. Se lo debo al interés que ha puesto mi madre, profesora de inglés, en que lo aprendiera bien. Según ella, para poder llevar mis cuadros por el mundo.

    —Seguro que tu madre es una gran señora. Yo también soy profesora, aunque mi vida entera es escribir novelas —apostilló entusiasmada la escritora.

    —Qué interesante. Tienes que decirme qué libros has escrito porque quiero leer algo tuyo y si algún día te animas a dar una vuelta por mi tierra, te presentaré a mi madre y seré tu guía para que conozcas los bellos rincones de mi ciudad natal.

    —Nunca he salido de mi país, Miguel. Tendrías que dedicarme un cuadro para que surgiera la obligación de incluirte en mi próxima novela y viajar adonde residas, ya que la tarea de todo escritor es conocer bien a su protagonista —dijo la escritora.

    —De acuerdo. ¿Quieres posar para mí en lo que al final va a ser tu retrato y mi regalo? Es más, debido a la responsabilidad ineludible que tiene todo pintor de conocer a fondo el alma de la persona retratada, ¿aceptas mi invitación de salir a tomar algo esta noche? —preguntó Miguel con una sonrisa.

    —Será un placer convertirme en tu modelo, profundizar en tu personalidad como personaje y acompañarte en la cita —aseguró Lena con un brillo de alegría en sus ojos.

    —¿A las siete en el pub «The Blue Peter Inn»? —inquirió exultante Miguel.

    —A las siete nos vemos, Miguel. Hasta luego —respondió Lena.

    El amor verdadero no es el amor que todos conocemos y utilizamos para vivir. Tampoco uno se transforma en otro, puesto que son distintos e incompatibles. El amor verdadero es singular, surge en un tris tras y no acude a las plegarias mientras que el amor cotidiano puede ser conquistado y derribado con sutiles encantos.

    Lena y Miguel se enredaron en el amor verdadero, el que ata en vida y perdura más allá de la muerte.

    3. La panadera.

    La joven panadera que ayudaba por las noches a Alan Butters, el propietario de la tahona y cafetería principal de Polperro, se llamaba Grace Coleman y era una muchacha dulce y trabajadora casada con Elliot Hamilton, un animoso albañil que se desplazaba a diario a Looe por motivo de su trabajo.

    La tienda de Alan constaba de dos áreas bien diferenciadas, un vetusto obrador y una zona de degustación mal decorada con un mobiliario de servicio anticuado. El negocio recibía tal afluencia de turistas que el dueño nunca se había planteado cambiar su estilismo y mucho menos organizar un servicio de reparto. Grace y Alan eran los responsables de la elaboración de todos los tipos de panes, pasteles, bizcochos, tartas y empanadas de Cornualles que se vendían en el establecimiento. Comenzaban su labor muy temprano y terminaban cuando la tienda abría sus puertas al público, momento en el que la señora Butters y una dependienta muy simpática se encargaban de la atención a los clientes.

    Grace se levantaba alrededor de las tres y media de la madrugada. La noche en que ocurrió el inaudito suceso, el viernes 1 de marzo del 2019, la joven señora Hamilton acudió puntual a su acostumbrado quehacer. Grace y Alan desarrollaban las tareas de forma coordinada y pasaban la mayor parte del tiempo sin hablar y sin preocuparse por la labor que hacía el otro, aunque ambos se encontrasen en el mismo local a escasos metros.

    A pesar de la rutina y del ruido de las máquinas, la afanosa panadera se dio cuenta de que Alan se desplomó sin ningún aspaviento previo. Grace lanzó un estridente grito y se acercó adonde se encontraba su jefe inerte en el suelo. Lo volteó para verle la cara y comprobó, al mismo tiempo que acercaba su oído, que ya no respiraba. La vida de Alan se había volatilizado de un plumazo. Se irguió tiesa de espanto y se agarró a la mesa de amasado mientras miraba horrorizada cómo brotaba la sangre de la nariz de su jefe como consecuencia del violento golpe recibido contra el piso tras su desvanecimiento. La señora Hamilton no pudo reprimir un desesperado llanto que se prorrogó largo rato hasta que surgió en su mente la idea de actuar. «Hablaré con su mujer» —pensó Grace aterrada. Localizó el teléfono y emitió la llamada. Esperó una y otra vez, pero no obtuvo respuesta. Después, lo intentó con la policía y tampoco

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