Donde baila la tierra: Antología poética
Por Stella Calloni
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Esta periodista argentina, que ejerce su oficio en los medios con irrebatible honestidad y valentía es, ante todo, según su propia definición, poeta. "Llegué al periodismo por los caminos de la poesía". "Fui poeta antes que ninguna otra cosa", y se ilumina.
¿De dónde saca tantas fuerzas esta mujer tironeada entre la congoja y la esperanza, el desamparo y la quimera, la memoria y el olvido? "De la poesía. En mi vida todo ha sido poesía. Hasta lo más oscuro, yo lo viví con poesía".
Stella Calloni nos recuerda que en medio del horror y la pesadilla, el ser humano es capaz de erguirse contra todos sus dolores para renacer una y otra vez.
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Donde baila la tierra - Stella Calloni
editorial
STELLA CALLONI: POESÍA TRASHUMANTE DE AMOR Y DE COMBATE
Salto al vacío, descenso a los infiernos, vertiginosa subida a los cielos tras merodear por los lindes de aborrecibles purgatorios: aventurarse en la poesía de Stella Calloni implica correr esos riesgos, emerger quemados por todos los fuegos, despellejados, y también bañados por todas las aguas, empezando por las de la ternura y el amor, que se desbordan pródigas, apasionadas, también amargas, a contrapelo de tiempo y espacio.
Quizá para sorpresa de muchos, esta periodista argentina, que entrevistó a figuras mundiales de la política y la cultura, que a fuerza de coraje y tenacidad parió una obra de los quilates de Operación Cóndor, entre muchas otras de carácter investigativo, sin olvidar admirables ficciones como El hombre que fue yacaré (prólogo de Juan Gelman), finalista del Premio Casa de las Américas, todo por lo cual ha merecido importantísimos galardones nacionales e internacionales, que ha ejercido y ejerce su oficio en los medios con irrebatible honestidad y valentía (poniendo, más de una vez, la vida en juego), cualidades, al parecer, hoy día en peligro de extinción, esta mujer, digo, es ante todo, según su propia definición, poeta. «Llegué al periodismo por los caminos de la poesía». «Fui poeta antes que ninguna otra cosa», y se ilumina.
Después de 16 poemas breves y Vocación de Buenos Aires (1968), aparece el poemario Los subverdes, en el que, a manera de prólogo, advierte: Basta de poemas geniales para divertimento / de los núcleos cerrados de los genios, / aquí sólo sirve el poema vivo, / el que descarna / el que tiene dientes / (…) poemas que desnuden y abismen / que se atrincheren / que jueguen / que imaginen. / Nunca más la palabra convertida / en fuente de cementerios…
El volumen, publicado en 1975, muy bien acogido por la crítica, tuvo un destino que parecía prefigurar el de la propia Stella: poco después de ser presentado en la Casa Latinoamericana, una buena parte de la edición se perdió en imprentas o casas allanadas en el marco del terror desatado por la Triple A. La propia Casa Latinoamericana volaría en pedazos por un atentado con bomba, y Calloni, en el exilio, sólo encontraría su libro en manos de algunos amigos en México. Casi 32 años después, en 2007, el volumen verá nuevamente la luz al considerar su editor, el poeta Roberto Goijman, que aquella poesía era todo un símbolo de la época que se había vivido, «grito de la Historia que se refleja en los más hermosos poemas de Stella Calloni».
Lejos de confinarse en el estrecho marco citadino (¿quizá por haber nacido y crecido la autora en Entre Ríos, tierra de esteros y bañados flanqueada por el Padre río Paraná, cuna de mitos y leyendas guaraníes y montoneras libertarias?), la poesía de Stella se larga a recorrer el sufrido y sufriente mundo de los nacidos en la periferia, los oprimidos de siempre, los condenados de la tierra: Nosotros / los subdesarrollados / los subalimentados con ciertas hojas / y ciertas asperezas / los subamados, los subamantes / los subverdes / los subversivos y subabúlicos / y subbellos… Y es casi una plegaria.
Desde el soldado negro y trompetista que muere en Vietnam («Vietnam blues») y el soldado blanco que mata en Vietnam porque hace cosas así, así como matar; desde el hombre de Harlem que sale oscuro, relumbrante, y su piel va sumando las auroras / del África dormida («Black Power»), hasta LeRoi Jones, músico y poeta norteamericano al que en «Carta» confiesa: soy una blancucha miserable, que sé agazaparme / como tú y esperar al enemigo / de frente… al fin nacimos de la