El hilo grabado
Por Fina Warschaver
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El hilo grabado - Fina Warschaver
Warschaver, Fina. El hilo grabado. - 1a ed. - Villa María : Eduvim, 2014. - (Narradoras argentinas; 0)
E-Book.
ISBN 978-987-699-113-1
1. Narrativa Argentina. I. Título
CDD A863
© 2014
Editorial Universitaria Villa María
Chile 253 – (5900) Villa María, Córdoba, Argentina
Tel.: +54 (353) 4539145
www.eduvim.com.ar
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COLECCIÓN NARRADORAS ARGENTINAS
El hilo grabado
Fina Warschaver
Narradoras Argentinas colección dirigida por:
María Teresa Andruetto
Juana Luján
Carolina Rossi
Índice
El hilo grabado
Primera parte
El despertar de las mariposas
Juegos
Segunda parte
La pelota
El circo
El fuego
Tercera parte
Umbral de lluvia
La maldecida
Después de la inundación
El peso específico
Sala de espera
El derecho de la cola
Cuarta parte
Relaciones. (Prolegómenos prolegominosos)
Homónimos
La cola del derecho (Parónimos)
Antónimos
Si las ciudades tuviesen puertas
Pas de deux
El hilo grabado
Presentación
I. Fina
Elsa Drucaroff1
Voy a morir sin dejar rastro
F.W., Epitafio
La originalidad y el talento de esta escritora solitaria es tan fuerte como secreta su existencia. Fina Warschaver (1910-1989) fue narradora, poeta, dramaturga, ensayista, traductora y música. Fue también una relegada integrante del Partido Comunista Argentino, institución que tuvo fuerte influencia cultural en el país y una reconocida capacidad (compartida con otros partidos comunistas pro-soviéticos en el mundo): la de imponer en un nutrido mercado de clase media, consumidor de cultura progresista, a los artistas excelentes que pasaron por sus filas (Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Pablo Neruda, Pablo Casals o Pablo Picasso son casos paradigmáticos). En nuestro país el PC mantuvo este poder cultural, con continua decadencia, incluso durante la dictadura militar de 1976, y podría haber posibilitado que la extraordinaria obra de Warschaver no fuera hoy una joya escondida. Sin embargo, sus comisarios culturales eligieron no hacerlo.
Los críticos literarios del comunismo oficial consideraban a la estética realista y a la denuncia política factores suficientes para celebrar una obra literaria, y Warschaver rehusó escribir así. Fue saludada por su primera novela, El retorno de la primavera (1947, Claridad), como un nuevo Roberto Arlt, con todas las connotaciones de realismo comprometido
que el mote tenía entonces. Pero si ya en El retorno… ese realismo coexistía con un cuidado trabajo con la palabra poética y las imágenes de potencia simbólica, en la segunda, La casa Modesa (1949, Lautaro), Warschaver experimentó con la deformación temporal, la mezcla de géneros y un cierto verosímil surrealista, lo que le valió acusaciones de formalista
. Eran tiempos donde se separaban la forma
del contenido
y se juzgaba que experimentar con la primera era un lujo reaccionario para eludir el compromiso. Tiempos donde el adjetivo formalista
era un insulto y Georg Lukács, el gran crítico húngaro que alguna vez se había radicado en la URSS, ponía su enorme capacidad de lectura crítica al servicio de exigir poder didáctico al arte y explicaba –leyendo con sutileza que, pese a todo, aún hoy deslumbra– que el pesimismo y la soledad de vanguardistas como Virginia Woolf, Franz Kafka, James Joyce o Samuel Beckett eran mala literatura contra-revolucionaria. Tiempos donde los vanguardistas rusos y sus teóricos, los formalistas, que habían apoyado la revolución de octubre, habían muerto jóvenes, fusilados, o estaban muriendo viejos, lentamente, prisioneros en Siberia, o habían logrado escapar a otros países.
Con El retorno de la primavera, la poderosa institución crítica de la vieja izquierda había abierto a Fina las puertas del Parnaso, perdonándole explícitamente su condición de mujer, pero con La casa Modesa empezaba a expulsarla. Elías Castelnuovo, escritor ligado al PC, hoy poco valorado pero entonces verdadero pope de la Generación de Boedo
, elogiaba privadamente la obra en una carta donde escribía:
Si se tiene en cuenta que La casa Modesa ha sido escrita por una mujer: muy bueno. Sabe usted escribir, sabe pensar y también construir. Su fuerte, no obstante, a mi juicio, es su punto vulnerable. (...) Para frecuentar los así llamados territorios nocturnos del alma y proyectar allí alguna luz se requiere una valentía y una franqueza difícil en el hombre, casi insalvable en la mujer. Insisto, para su gobierno, que usted tiene condiciones literarias nada frecuentes en la mujer
2.
Si estos fueron los elogios
, imaginemos los denuestos. Es que así como el realismo de Arlt es sumamente discutible, la búsqueda de lenguajes de Warschaver –nada arltiana–, las experimentaciones a que se atrevió su escritura, sumadas a su condición de mujer, hicieron que el aparato partidario no la consagrara; pero por el otro lado, su tenaz compromiso militante probablemente hizo que una derecha sensible a su estética (la revista Sur, por ejemplo) tampoco la conociera. Hay que agregar otros dos factores de exclusión: Warschaver era judía y estaba cerca del feminismo, y encima reflexionaba sobre ambas problemáticas en sus obras. Los conflictos de identidad de una judía no eran un tema preciado para el PC (cuya política, pese a tener en sus filas un alto porcentaje de judíos, obedecía los mandatos de una URSS antisemita). En cuanto a las preocupaciones feministas, no eran preciadas para nadie.
Warschaver crea su obra peleando contra dos condicionamientos: los que le impone la sociedad por ser mujer y los que le impone su militancia en el PC. Ambos aspectos están condensados en su célebre marido, el dirigente Ernesto Giudici, con quien tuvo dos hijos, Alberto y Nora, que nació con un daño cerebral irreparable y tuvo un retraso mental leve toda su vida. Ernesto fue un brillante integrante del Comité Central del Partido Comunista Argentino que, después de muchos años de callar sus disidencias, rompió con el PC en una polémica pública, durante la fiebre política de 19733.
Ser expulsado del PC era caer en la desgracia total. El excluido pasaba a ser un apestado y con él, toda su familia y los amigos que se negaran a aislarlo por completo. Se divulgaban infamias acerca de su persona, se lo borraba de la historia de esa institución. Si antes de la ruidosa ruptura de su marido con el PC Fina era una arrojada comunista insertada con poco reconocimiento en una institución que la asfixiaba, después del quiebre, su posibilidad de ser reconocida se esfumó por completo. Warschaver ya era una paria para la derecha y ahora también lo fue para la izquierda, a la que había entregado tantos años de su vida.
Fue pianista y estudió canto lírico pero se concentró en el área artística en la que tal vez se discrimina más, también hoy, a las mujeres: la composición. Compuso varias piezas para canto y piano. Hizo traducción literaria, colaboró en publicaciones culturales y publicó un potente libro de poemas: Cantos de mi domingo (1956, Instituto Amigos del Libro Argentino). Dejó varios libros jamás reeditados y una importante obra inédita, entre la que se cuenta su Diario íntimo. Cuando se cumplieron diez años de su muerte, en 1999, sus hijos prepararon un dossier con extraordinarios fragmentos de su Diario, cuentos, artículos, opiniones de críticos contemporáneos a su obra, fotos y materiales documentales que luego volcaron en la página web www.finawarschaver.com
De sus cuatro libros narrativos éditos, todos hoy inconseguibles, la Colección Narradoras Argentinas reedita el tercero, El hilo grabado (1962, Futuro). Vale la pena leerlo en relación con el camino de experimentación literaria que emprende Fina a lo largo de su obra.
II. El hilo grabado
Culpa por las vanguardias
¿Por qué no se nos permite a nosotros, los artistas, crear tales asociaciones antojadizas, paradójicas y absurdas como las del lenguaje corriente? ¿Por qué no se nos autoriza esa cacofonía de imágenes, esa relación o comprobación por el absurdo? ¿Por qué se le permite al idioma lo que se nos prohíbe a nosotros en nombre de la realidad y, más que nada, de una científica identidad o aproximación?
F.W., Relaciones
En 1961 Fina ya conocía el malestar de los comisarios culturales del Partido Comunista, que reprochaban sus experimentos formales y su voluntad de explorar técnicas vanguardistas4. Esto no detuvo a la autora en El hilo grabado pero sí marcó sus cuentos. Por eso se puede ver El hilo… como un eslabón de la obra de Fina que marcha, con vacilaciones, hacia su momento cumbre: los cuentos de Hombre/Tiempo, donde se resolverán ciertas inseguridades.
Pensando la circulación de los discursos y cuánto valen
en el mercado de intercambio lingüístico
, Pierre Bourdieu recuerda que poder hablar (poder escribir, en nuestro caso) no significa necesariamente ser creído, valorado y distinguido como alguien con derecho a la palabra, al lenguaje legítimo
, autorizado
. En una sociedad donde hay poderosos y humillados, no todas las personas tienen derecho a hablar de determinado modo y en determinadas circunstancias. Llevado a la producción literaria: no a todas las personas que escriben se les reconoce el derecho a ser escritoras. Por ejemplo, la crítica no toma fácilmente en serio la escritura de una mujer (sobre todo si es contemporánea y está viva), o la de alguien de origen humilde o con poca educación formal. Existen, señala Bourdieu, relaciones de fuerza simbólica
en el interior de las cuales se producen los discursos, y en esas relaciones Warschaver estaba en mala posición. Si a eso se agrega que apelaba a las vanguardias, adentro del PC su posición era aún peor.
Las inquietudes estéticas de Fina hacían que su obra corriera el riesgo de no ser considerada legítima
por su grupo de pertenencia, aunque una mujer de su refinamiento cultural era consciente de que ese grupo no era el único prestigioso que existía y que muchas de las técnicas que ella exploraba gozaban de enorme crédito en otros ambientes artísticos. El problema era que su obra no tenía acceso fácil a esos ambientes y Fina se sentía traicionando sus principios políticos si acudía a ellos5.
Dice Bourdieu que un discurso es siempre una formación de compromiso entre un interés en expresar ciertas cosas y la censura inherente a las relaciones de fuerza en que ese discurso se produce; por ende, en su contenido o en su forma, un discurso siempre lleva la marca de esas condiciones de producción6. Ese tipo de marcas aparece en muchos relatos de El hilo…, que hacen el gesto de cumplir con la denuncia social didáctica que se espera, al mismo tiempo que investigan otra cosa. Esta solución de compromiso no suele ser buena para los relatos; y sin embargo aun en los casos más forzados, algo enormemente potente y personal hace fuerza en esos textos donde se lee culpa y a veces consciente desafío por estar eligiendo, pese a las presiones, una experimentación y una reflexión sobre el sentido del arte y de la vida que no se explican desde la razón marxista.
Así, El circo
tiene una extensa introducción que advierte contra el realismo didáctico: no todo puede ser dado en una obra del principio al fin
, es inútil que [los lectores] busquen tal cosa aquí
, dice. Después se explaya en irónicas demostraciones de saber erudito sobre el circo que no tienen funcionalidad en el cuento, dado que lo único que éste registrará (como anuncia provocativamente) son algunas imágenes
. Esta bravata contra la literatura que enseña y refleja
las condiciones sociales del tema tratado, este sarcástico paraguas abierto, es una marca de ilegitimidad que hoy –cuando el PC perdió su rol legitimador y se desacreditó la obligación del realismo social– tiene más valor documental que literario. Pese a su introducción, El circo
es uno de los grandes cuentos del libro, allí aparecen algunas de las imágenes más potentes de toda la obra de Fina alrededor de los artistas marginales, como veremos al final.
El fuego
es tal vez el ejemplo más notable y estremecedor de un enorme hallazgo vanguardista que coexiste con la marca de ilegitimidad. Se cuenta con lenta precisión, con detalle exasperante, cómo se desata un incendio desde la primera chispa al desastre final. Un niño acostado en su cama observa el proceso hasta morir abrasado. La escritura apuesta a un experimento: que la voz narradora en tercera persona sea calma, que no ponga en juego sentimientos ni muestre conciencia del desastre humano que describe, sino que construya un mundo mágico, surreal, donde los elementos asesinos son fuerzas humanizadas o animalizadas, pero ciegas, que actúan su voluntad:
La viga era de madera lustrada y resbaladiza. El rescoldo trató de abrazarla sin conseguirlo. Estaba a un costado fuera de su alcance. Aquel rescoldo semidormido en la hornalla era apenas una oruga de dorso ceniciento y vientre coralino. Dormía hundiéndose cada vez más en un fango de ceniza.
Así comienza la aventura
de este rescoldo inquieto que no cejará hasta abrazar y abrasar la viga. Van apareciendo personajes ígneos: oruga
, batracio
, enanito verde
y otros seres que van sucediéndose en protagonismo hasta que la casa es cenizas. El surrealismo aporta la técnica para que el fuego invada sin patetismos ni moralizaciones: La viga es apenas una forma hueca que deja en descubierto la carne viva del fuego. Oscuros sapos acuclillados expiden diabólicas miradas fulgurantes y, poco a poco, sus hocicos quedan amoratados, congestionados.
En diálogo con esta voz precisa y refinada se intercala otra: la vocecita surrealista del niño, cuya mirada también es mágica y poética, pero festiva, no entiende que va a morir. Observa jugando, le cuenta a su mamá ausente qué va ocurriendo con su interpretación particular, también maravillosa:
–Mamita, he visto un bichito de luz. Pero no lo puedo alcanzar
dice por ejemplo ante la primera chispa. Y así sigue hasta que, cuando todo está ya en llamas, la voz queda sin relato, apenas nombra mientras seguramente agoniza (¡Mamita, mamita!
). Entonces el texto se corta y luego de un intervalo en blanco, el mismo narrador omnisciente, con igual neutralidad poética, cuenta que la madre llega y ya no queda nada
. La apuesta de este cuento es una investigación formal: poner a dialogar dos miradas surrealistas (una adulta grave, porque comprende la fatalidad aunque los seres
que la ejecutan en su relato no la comprendan) y otra inocente y lúdica. Sin embargo el párrafo final introduce algo distinto, de contrabando:
"Como siempre, el día de paga, traía para él una caja de dulce de leche.
–¿Dónde está mi casa? ¡Chiquito mío! ¿Qué han hecho? ¿Dónde está mi casa? ¿Dónde?..."
Leemos el final y entendemos: la madre es obrera, el hijito estaba solo porque ella debía trabajar. Si no es día de paga no puede comprarle dulce de leche y viven en una casa de madera. Es decir, más que hacer preguntas sin respuesta en un diálogo entre la fatalidad y lo lúdico, todo tiene respuesta, explicación en los factores de clase: madre e hijo pertenecen a los pobres del mundo
y por eso la tragedia. La denuncia social cierra el cuento en dos sentidos: es su final y también su clausura. Pero para clausura, por suerte no alcanza, la calidad técnica y poética que sostiene la apuesta formal es más fuerte. Porque esa escritura fluyó hipnotizada por el fuego y se vuelve cifra del lento devenir de la fatalidad, de Mi constante obsesión por el accidente, lo imprevisible y fortuito que, en gran medida, determinan el destino de una vida
, como dijo Fina describiendo su obra7. A esta obsesión no le viene bien una estética como el realismo socialista, que rinde culto a la razón y a la interpretación social porque es incapaz de dar cuenta, precisamente, de lo porque sí, lo imprevisible y fortuito
. El surrealismo de El fuego
es una elección intencional y afortunada pero al final el cuento intenta justificarla, ponerle un moño políticamente correcto. El dato de que la madre es una obrera pobre no opaca la fuerza de lo