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El zen surado
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El zen surado

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"La historia de El Zen Surado comienza con la historia de un manuscrito desaparecido en Chile en 1973. En 1972, una joven Cecilia Vicuña firmó un contrato con Ediciones Universitarias para publicar 3000 ejemplares de un poemario titulado Sabor a mí. Pero después de firmar se fue a Londres y el libro nunca salió, la última huella fue borrada por la ola de violencia que estalló con el golpe de Estado. La voz poética de estos poemas tempranos es franca y honesta, vacilando entre desgarradoramente seria, briosamente juguetona y astutamente burlona. Los cien poemas captan las múltiples dimensiones de una poeta totalmente confiada en la transformación radical de la sociedad y un futuro sin sexismo, sin racismo, sin desigualdad y con justicia —y placer— para todos.". Juliet Lynd
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento4 dic 2013
ISBN9789563242355
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    El zen surado - Cecilia Vicuña

    Chile

    La historia precaria de un manuscrito tenaz: Del SABOR A MÍ a EL ZEN SURADO Juliet Lynd

    La historia de El zen surado comienza con la historia de otro manuscrito de saparecido en Chile en 1973. En 1972, una joven Cecilia Vicuña firmó un contrato con Ediciones Universitarias, editorial de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, para publicar 3000 ejemplares de un poemario titu lado Sabor a mí. Pero después de firmar ella se fue a Londres y el libro nunca salió, la última huella desaparecida en la ola de violencia que estalló con el golpe de Estado. Aunque algunos de esos poemas se han publicado en otros libros y revistas, es solo hoy día que el proyecto original de Sabor a mí re-apa rece. Al extraer los poemas de los archivos personales de Vicuña para presentar El zen surado se vislumbran una voz poética singular de la época de la Unidad Popular y una visión política que sigue resonando en la actualidad.

    Gran parte de los poemas que escribió Vicuña en aquella época eran eróticos, expresando un habla femenina que celebra la sensualidad del cuerpo y declara sin pudor sus placeres físicos y deseos sexuales. Sin duda, estos poemas eróticos son los que más captaron la atención de sus lectores de entonces. Sin embargo, para Vicuña la celebración del cuerpo femenino y el rechazo de tabúes eran parte de una transformación social más amplia que encajaba perfectamente con el discurso revolucionario de la Unidad Popular, llevándolo más allá de los discursos de justicia socioeconómica para también condenar el sexismo y el racismo, celebrar diversas perspectivas religiosas y filosóficas y exigir respeto por la naturaleza y el medioambiente. La voz poética de estos poemas tempra nos es franca y honesta, vacilando entre desgarradoramente seria, briosamente juguetona y astutamente burlona. Buscando una existencia zen a través del cambio social, los versos empujaban los límites del pensamiento revoluciona rio del momento y, como se verá en este ensayo, empezaban a conmover a sus lectores tanto locales como internacionales antes de ser destinados a la represión y el olvido en el Chile de 1973. La historia del manuscrito original—su origen, su olvido y su reconstrucción—revela una visión revolucionaria que exigía no solo una redistribución de la riqueza sino también la destrucción de jerarquías arraigadas en el sexismo y el racismo, la contemplación de múltiples perspectiv as, el reconocimiento de una ecología natural y humana sumamente compleja, y la celebración de la diversidad que atraviesa al pueblo¹.

    El zen surado es una selección de poemas, la mayoría inéditos hasta ahora, que Cecilia Vicuña escribió entre 1965 y 1972, cuando aún era adolescente. Ya era lectora voraz y creadora incansable. Nacida en una familia de artistas e intelectuales, sus influencias literarias eran abundantes y diversas: el Tao te ching y la filosofía oriental; la Biblia y los mitos y leyen das guaraníes; poesía del siglo de oro español; las tiras cómicas de la Mujer Maravilla (que ella calificaba de totalmente feminista [Bianchi 172]); la antipoesía de Nicanor Parra; la literatura erótica de Henry Miller, Joyce Mansour y Giselle Prassinos. De estas últimas dos, Vicuña ha dicho que escribían desde su sexo, desde su piel, desde su ser interior (Bianchi 173), una experiencia de lectura que ella encontró especialmente deslumbrante². En 1966, después de una siesta en casa de su novio, se sintió inspirada y comenzó a escribir lo que ella describe como un chorro de poesía, cientos de poemas que llamaría su Diario estúpido, que sería la fuente para el libro Sabor a mí. El erotismo que atraviesa la mayoría de estos poemas es el eje central en su poesía revolucionaria del momento; su conciencia feminista, tejida con su lectura perspicaz de tanta literatura diversa y su visión tan abar cadora de la revolución, va creando una voz poética singular.

    Cecilia Vicuña escribiendo en la terraza de la casa de los Bertoni en Concón, Chile, 1967. Fotografía: Claudio Bertoni

    Cuando en 1966 la joven Vicuña encontró la revista transnacional y bilingüe El Corno Emplumado / The Plumed Horn, editada por Sergio Mondragón de México y Margaret Randall de los EE.UU., ella sintió que esa era su gente, como dice ella, y envió sus poemas. La revista bilingüe juntaba los Beat norteamericanos, los nadaístas de Colombia, la poesía comprometida de Pablo Neruda y Ernesto Cardenal, la antipoesía de Nica nor Parra y muchas voces más que compartían la convicción de la importan cia de la poesía para el cambio social. Vicuña y su novio de aquel entonces, Claudio Bertoni, publicaron sus primeros poemas en El Corno en 1967 y 68³. Al salir en esta revista con alcance mundial, su poesía llamó la atención de varios autores importantes del momento: Parra, Cardenal, Julio Cortázar, Sergio Mondragón, Gonzalo Arango, Felipe Ehrenberg, y Gonzalo Millán entre otros, estableciendo relaciones importantes para estos jóvenes poetas⁴. El reconocimiento de estos escritores de renombre fortaleció la confianza de Vicuña en su propia poesía, lo cual la impulsó a buscar una editorial para su libro. En 1969, El Corno se vería obligado a cerrar cuando sus editores fueron perseguidos y obligados a la clandestinidad tras la masacre de estudi antes y obreros en la Plaza de Tlatelolco en la ciudad de México en octubre de 1968, represión que ahora se ve como presagio de la violencia reaccio naria que se desataría en las Américas en general y en Chile en 1973⁵. Pero en Chile al final de los 60, el entusiasmo revolucionario iba en aumento en el plano político, cuya máxima expresión sería el triunfo de la Unidad Popular en 1970, y en el plano cultural con múltiples vanguardias artísticas, desde las brigadas muralistas Ramona Parra y la nueva canción iniciada con Violeta Parra y luego Víctor Jara, el llamado Boom de la literatura latinoamericana y los movimientos más efímeros como la Tribu No, (no) fundada por Vicuña en 1967. La revolución artística, política y cultural seguía viva en Chile.

    Foto de Larry Siegel en la portada de la revista mexicana de poesía El Corno Empluado #25 , 1968, editada por Sergio Mondragón y Margaret Randall, que publicó poesía de Cecilia Vicuña, Claudio Bertoni y

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