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Mario Hiriart: Cáliz vivo, portador de Cristo
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Mario Hiriart: Cáliz vivo, portador de Cristo
Libro electrónico252 páginas2 horas

Mario Hiriart: Cáliz vivo, portador de Cristo

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Información de este libro electrónico

Si verdaderamente buscas un punto de encuentro entre el cielo y la tierra desde el cual tu corazón pueda elevarse hacia Dios, si anhelas sentir la presencia de una Madre que convierta tu naturaleza en un cáliz donde recibir a Cristo, entonces realmente debes leer esta vida de Mario Hiriart. Mario podría haber permanecido en el mundo sólo como un intelectual brillante, pero optó por vivir un desgarrador proceso de transformación. Observador sagaz de la realidad, tenía además una extraordinaria percepción de su mundo interior y con su vida supo señalar caminos eficaces para la evangelización nueva del hombre de hoy. Escogió el más radical y pronto sacrificio de su vida con el deseo de llegar a ser nuestro representante en el cielo. ¿Podemos, en Chile y en América, desconocer su ofrecimiento de servir a la Familia desde allí? Mario intercederá por aquello a lo que entregó su vida.
IdiomaEspañol
EditorialNueva Patris
Fecha de lanzamiento1 may 2015
ISBN9789562467940
Mario Hiriart: Cáliz vivo, portador de Cristo

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    Mario Hiriart - Esteban Uriburu

    MARIO HIRIART

    MARIO HIRIART

    Cáliz vivo, portador de Cristo

    P. ESTEBAN J. URIBURU

    Nº de Inscripción: 90.206

    © EDITORIAL NUEVA PATRIS S.A.

    Vicente Valdés 644, La Florida,

    Santiago, Chile

    Tels: 22 3282777

    e-mail: gerencia@patris.cl

    www.patris.cl

    1ª edición

    2ª edición

    3ª edición

    ISBN edición impresa: 978-956-246-793-3

    ISBN edición digital: 978-956-246-794-0

    4ª edición Mayo, 2015

    5ª edición Agosto, 2019

    DISEÑO/DIAGRAMACIÓN

    Margarita navarrete M.

    M. Constanza Martínez n.

    Alberto Siredey D.

    DIAGRAMACIÓN DIGITAL

    ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com | info@ebookspatagonia.com

    Agosto, 2019

    CHILE

    Índice

    Prólogo a la tercera edición

    Prólogo a la segunda edición

    Introducción

    CAPÍTULO 1

    Recuerdos de infancia

    CAPÍTULO 2

    La Universidad (1948-1953)

    ••• ESTUDIANTE DE INGENIERÍA EN LA UNIVERSIDAD CATÓLICA

    ••• COMIENZOS EN SCHOENSTATT

    ••• LOS CABALLEROS DEL SANTO GRAAL

    ••• VIDA INTERIOR

    CAPÍTULO 3

    En el Trabajo (1954-1956)

    ••• INGENIERO EN LA CORFO

    ••• ESFUERZOS EN CHILE HACIA UN VERDADERO HUMANISMO CRISTIANO

    ••• VIDA INTERIOR

    ••• LA MUERTE DE SU MADRE

    ••• SANTA ADELA

    CAPÍTULO 4

    Brasil (1957-1960)

    ••• NOVICIO DE LOS HERMANOS DE MARÍA

    ••• RESPONSABILIDAD POR EL MOVIMIENTO

    ••• SIN LAGAR NO HAY VINO

    ••• VINCULACIÓN AL SANTUARIO

    ••• LA MISIÓN DE LOS HERMANOS DE MARÍA

    CAPÍTULO 5

    Años de Plenitud (1960-1964)

    ••• VIAJANDO ENTRE SANTA MARÍA Y SANTIAGO

    ••• PROFERSOR EN LA ESCUELA DE INGENIERÍA DE LA UNIVERSIDAD CATÓLICA

    ••• LABOR EN EL MOVIMIENTO

    ••• DESPEDIDA

    CAPÍTULO 6

    El regreso al Padre

    ••• EL VIAJE

    ••• MILWAKEE

    ••• SU MUERTE

    Epílogo

    Apéndices

    APÉNDICE 1

    Cuadro Crónologico

    APÉNDICE 2

    Apuntes de Mario Hiriart sobre el sentido de la Inscriptio

    APÉNDICE 3

    Foro para entender un poco y agradecer la historia

    APÉNDICE 4

    Mario, hermano

    DEL AUTOR

    Prólogo

    a la Tercera Edición

    Ya han transcurrido, me doy cuenta, veinte años desde que viera la luz la biografía de Mario Hiriart. El tiempo ha pasado, pero su vida no ha perdido nada de actualidad. Diría que quizá es más actual que nunca. Sucede como con un mina de oro: Siempre es todo un acontecimiento descubrirla, escondida bajo la tierra. ¿Habrá llegado el momento de detectar esta mina de oro espiritual que es la vida y el mensaje de Mario Hiriart, y de comenzar a explotarla en serio?

    Cuando escribí ese libro, existía un gobierno marxista en Chile. Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde entonces. El mundo ha experimentado el rotundo fracaso del socialismo real, dejando una impresionante secuela de destrucción, dolor y desilusión. Pero de ninguna manera ha cedido la presión de una cultura materialista, atea y masificante que nos rodea. El error antropológico que llevó al derrumbe del socialismo marxista, pulula también por todas partes en nuestro mundo occidental. En este contexto veo la actualidad de la vida y del pensamiento de Mario.

    En él encontramos, por una parte, un pensar claro, un hombre inteligente, es decir, que sabe ver las cosas en profundidad. Por otra parte, su vida muestra una extraordinaria coherencia con sus ideales, habiendo muerto con una reconocida fama de santidad. Nada quizá es tan necesario, en esta crisis de vida en la que estamos, que una respuesta de vida cristiana. Es decir, de santos y santas de la vida diaria. Juan Pablo II expresaba su anhelo de una primavera de santos, que sostenga los esfuerzos de una nueva evangelización.

    Agradezco a la Editorial PATRIS, Chile, por la nueva edición de esta biografía. Y me pregunto: ¿Habrá llegado la hora de trabajar seriamente por el proceso de canonización de Mario Hiriart? ¿Lo querrá Dios? ¡Dios lo quiera!¹

    P. Esteban J. Uriburu

    Buenos Aires, 6 de enero de 1993

    Prólogo

    a la Segunda Edición

    Han transcurrido cuatro años desde que saliera a luz la primera edición de este libro. A pesar de sus límites e imperfecciones, propios de todo comienzo, recibió una favorable acogida. Ello ha llevado a decidir esta nueva edición. Entretanto, la persona de Mario Hiriart ha ido cobrando, lentamente, cada vez más relieve. Hay hechos que así lo confirman: la nueva casa del Instituto de los Hermanos de María de Schoenstatt (Alemania) que lleva su nombre; la ermita de la MTA colocada el 6 de abril de 1975 junto al Cristo Redentor, en el espíritu de la visión de los Andes de Mario; la preparación de una biografía completa de Mario (prevista para 1980); el Círculo Cenáculo Mario Hiriart, que funciona en Santiago de Chile; el libro Mario Hiriart, Ingenieur und Heiliger, del Padre Benito Schneider, recientemente aparecido en Alemania; la constitución del Equipo Mario Hiriart, en Santiago de Chile, como punto de referencia y coordinación en todo lo relativo a Mario.

    Quiero expresar mi agradecimiento al Padre Humberto Anwandter, por sus correcciones a la primera edición; al Padre Benito Schneider, por su aliento y sugerencias en el trabajo que he emprendido, y al Instituto de las Hermanas de María, por poner generosamente a mi disposición el material relativo a Mario.

    Que esta nueva edición contribuya a la creciente difusión de su persona y misión. No sólo dentro de Schoenstatt, sino también en amplios círculos de la Iglesia, de Chile y de América Latina.

    Esteban J. Uriburu

    Buenos Aires, 15 de julio de 1977

    Introducción

    Tenemos un tesoro sepultado en nuestra propia tierra. Algún día de Dios, nuestros arados tendrán que descubrirte. Cuando seamos valientes, cruzaremos el camino y nos pondremos cerca tuyo para seguir tu huella…

    Joaquín Alliende, 1964.

    En la tarde nublada del 16 de octubre de 1965, cuando aún la nieve cubría de blanco las cumbres de la cordillera y la primavera vestía los árboles con un verdor nuevo, unas quinientas personas se dieron cita en la tierra de Bellavista para despedir los restos de uno de sus hijos: Mario Hiriart. Durante toda la noche había sido velado en ese Santuario, a cuya consagración había asistido, años atrás, un 20 de mayo de 1949. Al cual había llegado tantas y tantas veces, y al que estaba ligado con todo el corazón. Le daban su adiós las diversas comunidades del Movimiento de Schoenstatt: la Rama Familiar, la Comunidad Apostólica masculina y femenina, Rama de Señoras, la juventud, las Hermanas de María y los Padres, representantes de su comunidad –el Instituto de los Hermanos de María²–, familiares y amigos.

    BENDICIÓN DE LA BANDERA DEL SANTO GRAAL (3-10-53) QUE ACOMPAÑA A MARIO EN SU TUMBA.

    "… Mario, has regresado a nuestro Chile, a la tierra que tanto amaste… nuestra dulce Patria, tierra predilecta de María, te acoge para siempre en sus entrañas…

    – Mario, también te recibe tu grupo: el que te vio ingresar a Schoenstatt el año 1948… cuando un puñado de muchachos, entre los cuales estabas tú, decidió consagrarse a la locura de transformar el mundo, haciéndose instrumentos de las gracias de Dios desde este Santuario…

    Te cubrimos para siempre con el símbolo más querido, porque representa nuestra propia historia… Te cubrimos con nuestra bandera, con el escudo de los Caballeros del Santo Graal.

    Era esa misma bandera –con el Santuario en rojo terciopelo, simbolizando la sangre, la entrega hasta la muerte; el Cáliz, receptáculo de esa sangre, el Espíritu Santo y la Hostia, aludiendo a las gracias de Dios que atrae el sacrificio del Cáliz, y la espada, el arma de lucha de un caballero– que el grupo había dado a conocer a la juventud el 4 de octubre de 1953. Era esa bandera que simbolizaba el ideal de los Caballeros del Santo Graal, grupo de Mario, al cual éste había dedicado un largo estudio en 1953, donde escribía:

    Seremos los más arriesgados, porque tendremos plena conciencia de la importancia secular de nuestra misión: que nadie nos dispute el lugar de más riesgo, porque es nuestra obligación llevar nuestra bandera hasta donde la batalla es más ardua y más grande el peligro….

    A la vela de la Familia siguió la Santa Misa, vivida con profunda unción por todos los presentes. A su término salió la procesión llevando a Mario hacia el campo de las Cruces Negras. Dos grupos recitaban, alternándose, las estrofas del Cántico al terruño³. Cuando todos rodearon el lugar de la tumba, se depositó allí tierra de Cambrai, donde a comienzos de octubre de 1918 cayera la gran figura de la fundación de Schoenstatt: José Engling.

    Antes de proceder al entierro, y mientras los Padres cantaban La Primera Legión (la Primera Legión / quien podría olvidarla / entre miles y miles ella fue la escogida / muchachada que alegre, victoriosa y gallarda / por el reino de Schoenstatt / inmolaran sus vidas…), se colocaron junto a la urna los símbolos preparados por la Familia: un sudario que entregaban la Rama femenina y las Hermanas de María, y diversos pergaminos. Oscurecía. Por momentos chispeaba un poco. Las sombras iban envolviendo el lugar, cuando Mario bajaba a la tierra. Con profunda emoción, la Familia cantaba la Oración de un Capitán⁴:

    Dios mío, que no mancille la esperanza,

    consérvame el amor por las proclamas,

    haz que mi mortaja sea digna de atarse

    con aquella camisa,

    la que se hizo estrecha en la pleamar

    de mis fervores…

    Su mortaja era la bandera del grupo. El había jugado su vida para que cada amanecer la encontrara enhiesta, en lo alto. Ella quedaba ahora para siempre, con él, a la sombra del Santuario.

    Desde aquella tarde han pasado varios años. Su tumba, a diferencia de tantas otras, no ha caído en el olvido. No han faltado flores en su derredor, ni quien, al pasar, se detuviera un momento a rezar. He visto quien llegaba, en su cumpleaños, trayéndole claveles blancos. Y a toda una clase de niñas, revoloteando cual golondrinas, allí cerca. Pero mucho no se ha sabido de Mario, ni puede decirse que en torno suyo haya brotado una corriente de vida. El grano de trigo que cae en tierra primero desaparece… pero si muere, con el tiempo da fruto. Y pareciera que al aproximarse el jubileo de plata del 31 de mayo y el décimo aniversario de su muerte (el 15–7–1974) algo comienza a despertar en torno a este hijo fiel de Bellavista.

    Tuve el don de conocerlo personalmente (la primera vez debe haber sido en diciembre de 1958, a su paso por Buenos Aires, en viaje a Chile). Volví a encontrarlo en Santiago, durante 1960 y 1961. Nos vimos por última vez en Santa María (mayo de 1964), cuando iba en camino hacia Schoenstatt. Una tarde –si mal no recuerdo, el 6 de mayo– los fratres chilenos y argentinos nos reunimos con él en una sala del Seminario. Entre otras cosas, respondiendo a preguntas nuestras, nos habló sobre la situación política de Chile. Yo no sabía que estaba gravemente enfermo. Cuando llegó la noticia de su muerte, nos impresionó mucho. Al día siguiente hubo una Misa en el Santuario, que él visitara a diario durante tres años. El sacerdote, recuerdo, se revistió de ornamentos blancos, para simbolizar no tanto la tristeza de su partida cuanto la alegría por su victoria. Yo lo conocía, y, sin embargo, Mario era poco conocido para mí. Recién ahora comienzo a vislumbrar los quilates de su vida y la profundidad de su mensaje.

    La persona de Mario está despertando interés y cobrará cada vez más actualidad. Su vida está, para siempre, ligada a una tierra –el Santuario de Bellavista– y a una misión: el 31 de Mayo. Hemos de comprenderla a la luz de las palabras de un profeta, que dijera –pronto harán de ello veinticinco años–:

    "Vemos cómo el Occidente camina a la ruina y creemos que estamos llamados desde aquí a realizar un trabajo de salvataje, de construcción y

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