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Todos somos frágiles (también los psiquiatras): Una conversación sobre salud mental
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Todos somos frágiles (también los psiquiatras): Una conversación sobre salud mental
Libro electrónico92 páginas2 horas

Todos somos frágiles (también los psiquiatras): Una conversación sobre salud mental

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¿Qué bulle dentro de un psiquiatra que se jubila después de 45 años tratando miles de biografías? ¿Qué brillo queda en los ojos de quien ha escuchado tantos dramas? ¿Es posible confiar en los seres humanos después de sobrevivir a tantas heridas? ¿La felicidad es la gran utopía? ¿Las enfermedades mentales se curan? ¿Vivimos en una sociedad tóxica? ¿Estamos condenados a la oscuridad? ¿Hay luz al final del túnel?
Conversar con un psiquiatra de su carrera médica justo después de colgar la bata es sanador. Más de cien preguntas sobre él y sobre cada uno de nosotros: depresión, alegría, soledad, familia, inmadurez, valores, suicidios, vidas con sentido, obsesiones, ilusiones, alcoholismo, medicina, drogas, salud, ataques de pánico, libertad para cambiar, incertidumbres, motivaciones, disforia de género, confianza, sexo sin alma, fe en las personas, emociones desbocadas, inteligencia emocional, muerte y resurrecciones.
Este diálogo entre un médico-catedrático con tono muy divulgador y un periodista especializado en salud está escrito para todos aquellos en busca del sentido de la vida dispuestos a asimilar para siempre que nadie es perfecto y que todos somos frágiles, también los psiquiatras.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 feb 2024
ISBN9788413395067
Todos somos frágiles (también los psiquiatras): Una conversación sobre salud mental

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    Todos somos frágiles (también los psiquiatras) - Aquilino Polaino-Lorente

    CONVERSACIÓN

    ¿Cómo afronta un veterano de la psiquiatría este tsunami de patología mental que nos acecha después de la pandemia?

    La pandemia ha sido un terremoto para toda la sociedad que ha afectado masivamente a la población. Toda la incertidumbre que se tejió desde el principio en torno al virus y la tensión que ha vivido el Sistema Nacional de Salud han hecho que el sufrimiento humano de muchas personas se haya potenciado de forma tremenda. Hoy estamos pagando esos platos rotos, que ya venían desportillados de antes.

    Además del ingente número de muertos de esos días, una cifra difícil de digerir en cualquier sociedad, las consecuencias patológicas de la pandemia han sido numerosas y variadas. Todavía hoy nos estamos haciendo cargo de sus dimensiones.

    Ha crecido el índice de preocupación general entre los ciudadanos, y eso se observa claramente en la consulta. La ansiedad, la depresión y el miedo, que venían ascendiendo significativamente antes de la llegada del virus, han explotado en aspersor. Además, nos hemos distanciado físicamente demasiado entre nosotros por culpa de la pandemia. Como se ve, hemos sido protagonistas de la tormenta perfecta: muchas circunstancias han coincidido para comprometer la debilidad y la fragilidad humana.

    Para muchas personas con antecedentes psiquiátricos, la pandemia ha sido un volver a empezar. Para muchas personas sin episodios previos relacionados con la salud mental, el virus ha sido un factor desencadenante de trastornos que todavía estamos intentando saber gestionar.

    Hoy tenemos más diagnósticos físicos que nos hablan de problemas psíquicos: náuseas, taquicardias, hiperhidrosis, ataques de frío o de calor… Se acrecienta el número de personas con ansiedad fóbica a salir a la calle y, a la vez, con ansiedad y disgusto porque en sus casas se sienten privados de libertad. Todo esto es mucho más general de lo que nos parece cuando andamos en modo casual por la vida real. La pandemia se nos ha atragantado más de la cuenta, aunque perviva un cierto silencio y la sociedad que refleja la opinión pública pretenda pasar página a toda costa.

    Supongo que también han crecido las patologías mentales graves.

    Por supuesto. En estos años han crecido las conductas extremas, y eso se refleja en los diagnósticos psiquiátricos. Muchas personas han derivado hacia la paranoia y hacia una desconfianza masiva que refuerzan las teorías de la conspiración. Todo eso se proyecta en la familia y en el trabajo, y es muy difícil de gestionar. La desconfianza radical es muy aisladora y muy patológica. Entre los encubrimientos y las incertidumbres, muchas personas no saben a quién deben creer, y el descreimiento generalizado provoca un vacío muy potente.

    ¿La impresión de que las patologías mentales aumentan en los últimos años, más allá de la pandemia, se palpa en la consulta?

    El incremento de patologías mentales en los últimos tiempos no es una opinión. Se demuestra empíricamente, y no solo por culpa de la pandemia. Para ser honestos, deberíamos sumergirnos en muchas otras variables que están latentes sobre el terreno de las sociedades contemporáneas.

    De todas formas, la pandemia también ha traído algunos efectos colaterales positivos. Por ejemplo, la cultura del pelotazo, de hacerse con el dinero rápido y salir corriendo, se ha puesto en entredicho. Los profesionales sanitarios, que han sabido poner toda la carne y la vida en el asador, se han convertido en referentes profundos. Frente al prototipo de caradura y al universal del interesado, han ganado prestigio social quienes lo han dado todo para ayudar a los demás. Es importante que las administraciones sanitarias no miren ahora para otro lado y sean justas con el esfuerzo de muchos de estos profesionales. La sanidad es un pilar del bienestar muy serio y conviene resguardarlo, valorarlo y mimarlo como oro en paño, entre otras cosas, porque nuestra salud pivota sobre ese logro cuya herencia no podemos malgastar. Invertir y respetar los recursos humanos y materiales de la sanidad, de la atención primaria y de la atención especializada, exige un compromiso político social de primer orden.

    Entonces, las patologías mentales crecen…

    Sí. Un indicador objetivo que lo avala es que ahora hay más personas que demandan asistencia psiquiátrica, y no solo en España. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca del 50% de los europeos van o irán al psiquiatra, y esa es la tendencia universal. Desatender la salud mental rompe muchas historias personales, y también es un problema de salud pública y económica, porque las enfermedades que provoca suponen un coste enorme para el erario público.

    El precio de las bajas, los medicamentos y las cifras de paro que suponen, por ejemplo, estos índices de depresión que constatamos en la sociedad actual son brutales. Las patologías mentales también crecen porque también ahora afinamos más en su diagnóstico. Por ejemplo: hoy, la patología emocional psiquiátrica se diagnostica mucho más, porque hemos avanzando, también, en el conocimiento de la psique y del hombre en relación con un entorno social a veces más deshumanizado y más inconsistente.

    ¿Hay mucha diferencia entre un paciente de 2023 y uno de hace treinta años?

    Hace tres décadas, los cuadros depresivos eran, también, populares. Entonces, se ponía un tratamiento, se hacía un poco de psicoterapia y se trataba de buscar soluciones a los orígenes de esa enfermedad. A pesar de que los fármacos de antes eran mucho menos potentes que los de hoy, esa persona podía, fácilmente, salir adelante.

    En nuestra sociedad contemporánea, a pesar del avance farmacológico y del arsenal terapéutico, nos encontramos con historias clínicas mucho más complejas, generalmente por cuestiones endógenas que condicionan la curación y que no tienen fácil

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