Cine para comérselo
Hay alguna anterior, pero si hay que poner un punto de partida, esta historia empieza con una película danesa. Con una filmografía que reune más de cuarenta títulos, Gabriel Axel fue uno de los más reconocidos y prestigiosos cineastas que ha dado Dinamarca. No fue, sin embargo, hasta casi el final de su carrera, cuando vivió su momento de mayor popularidad firmando El festín de Babette (1987), drama histórico basado en un relato de la escritora Isak Dinesenque, una de las rúbricas más interesantes de la literatura nórdica del siglo XX.
El de Axel nos retrolleva hasta una remota aldea de Dinamarca durante el siglo XIX. En uno de esos recursos habituales del cine, dos hermanas ancianas se sumen en la nostalgia recordando su juventud. Años felices en los que Babette, una mujer parisina que llega misteriosamente a su pueblo huyendo de la guerra civil que asola su país, irrumpe en sus vidas. La recién llegada quiere responder a la amabilidad y buena acogida de sus nuevos vecinos organizando una opulenta cena con los mejores platos y vinos de la gastronomía francesa. Sociedad anclada en el puritanismo, la gente del pueblo ganó el Oscar a la mejor película extranjera, el premio Bafta y el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa. Fue uno de los primeros largometrajes en el que la gastronomía interpretó un rol preponderante y central.
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