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La región caldense en los conflictos sociales del siglo XIX
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La región caldense en los conflictos sociales del siglo XIX

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Nuestro país surgió como consecuencia de las guerras de Independencia, pero quedó inmerso en numerosos conflictos civiles que lo mantuvieron postrado durante todo el siglo XIX. En el período 1830-1903 hubo nueve grande guerras civiles generales pero numerosas guerras locales, a pesar de la escasez de recursos económicos y de las dificultades que presentaban las vías de comunicación. Y para colmo de desgracias nacimos con una impagable deuda externa, heredada de la Independencia:
De 1826 a 1844 el servicio estuvo vencido. En 1845 los intereses fueron renegociados, y en 1848-49 se acordó pagar mediante cupones. Pero de 1850 a 1854 se incumplió el pago de dichos cupones. De 1879 a 1896 el servicio volvió a quedar vencido. En 1896 se negociaron nuevos intereses, con una baja sustancial, pero de 1900 a 1905 volvió a desatenderse el servicio.
La herencia colonial era enorme: la paupérrima vida rural, la falta de vías de comunicación, la poca relación entre localidades y regiones, los remanentes semifeudales, la esclavitud, los altos impuestos, la poca vida urbana, las jerarquías sociales y el gamonalismo. A lo anterior se le suma el poder de la Iglesia y la fuerza y prestigio de los militares, vencedores en las guerras de Independencia.
El nuevo gobierno se interesó por trazar una nueva política en relación con la Iglesia. Así, el Congreso de Cúcuta (1821) promulgó una ley que suprimió los conventos que tuvieran menos de ocho religiosos y decretó que los edificios se destinaran a colegios o a casas de beneficencia. Además, mediante ley del 28 de junio de 1824, el gobierno asumió el derecho político sobre la organización eclesiástica. Para el sostenimiento del clero continuó con el impuesto del diezmo.
Pero también se pensó en controlar la educación. Con el surgimiento de las universidades oficiales, después de 1827, se aprobaron nuevos planes de estudio que seleccionaron autores y libros. Entre los autores elegidos estaba el inglés Jeremías Bentham. Sus tesis plantearon una extensa y dura polémica religiosa, entre tradicionalistas y librepensadores, durante todo el siglo.
La lucha contra la ideología religiosa fue especialmente intensa durante el período radical y se prolongó hasta la década de 1880, cuando llegó la Constitución de 1886 y se aprobó el Concordato entre la Iglesia Católica y el Estado colombiano.
Las contiendas bélicas fueron alimentadas por los regionalismos. El problema siempre estuvo presente, pues la lucha entre regiones encubría el fenómeno racial, bien aprovechado por los latifundistas, gamonales, militares y políticos. Luego aparecía la disculpa para incorporar al pueblo en los conflictos. El siguiente texto dibuja muy bien la mezcla regional en los ejércitos:

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 oct 2019
ISBN9780463246436
La región caldense en los conflictos sociales del siglo XIX
Autor

Juan Bautista López

(Salamina, 1869 -Manizales, 1936) Nació en Salamina el 23 de julio de 1869, en el hogar de don Joaquín López Ortiz y de doña Josefa Ortiz Naranjo. Bisnieto por línea paterna de don Fermín López, "El máximo colonizador".Adelantó estudios de Filosofía y Letras en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario de Bogotá. Hacia los años de 1895 y 1896, lo vemos formando parte del primer núcleo de la Tertulia Literaria, al que siguió perteneciendo durante su permanencia en la ciudad.A principios del siglo se radicó en Manizales, ciudad que lo cuenta como uno de sus más decididos propulsores. Allí ejerció como Alcalde Provincial o Prefecto, en los años de 1909 y 1910. También ocupó la Secretaría de Hacienda de Caldas y el puesto de Magistrado del Tribunal de Cuentas.En Manizales fundó la histórica "Librería Moderna", la cual no fue propiamente un negocio, sino una Universidad, la primera grande universidad que tuvo Caldas. Don Juan, con el criterio de selección que correspondía a su exquisita cultura, importaba las mejores obras que aparecían en España y Francia y las difundía profusamente.Obras: "Biografía de don Mariano Ospina Delgado". "Batalla de Carabobo" e "Independencia del Perú". “Lo que les dije anoche a mis hijos" (ensayo sobre Historia Universal) Y "Salamina, de su Historia y de sus Costumbres".Falleció don Juan Bautista en Manizales, el día 8 de octubre de 1936.

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    La región caldense en los conflictos sociales del siglo XIX - Juan Bautista López

    La región caldense en los conflictos sociales del siglo XIX

    Albeiro Valencia Llano - Fabio Vélez Correa - Luis Fernando Valencia R. - Otto Morales Benítez - Luis Fernando González Escobar - Alfredo Cardona Tobón - Álvaro Gärtner - Juan Bautista López Ortiz - Ana María Martínez de Nisser - Guillermo Duque Botero - Víctor Manuel Salazar - Víctor Zuluaga Gómez

    Ediciones LAVP

    www.luisvillamarin.com

    La región caldense en los conflictos sociales del siglo XIX

    © Juan Bautista López y otros

    Colección Historia Militar de Colombia-Guerras civiles N° 5

    © Ediciones LAVP

    www.luisvillamarin.com

    Cel 9082624010

    New York City, USA

    ISBN: 9780463246436

    Smashwords Inc

    Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida ni en todo ni en sus partes, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio sea mecánico, foto-químico, electrónico, magnético, electro-óptico, por reprografía, fotocopia, video, audio, o por cualquier otro medio sin el permiso previo por escrito otorgado por la editorial.

    La región caldense en los conflictos sociales del siglo XIX

    Prólogo

    Primera parte Armaviejo, clave de la colonización

    Vega de Supía, independencia y república

    Las ciudades confederadas del Valle del Cauca

    Las operaciones en la banda izquierda

    Guerras civiles en el antiguo cantón de Supía

    Segunda parte: La guerra de los supremos

    Combate entre las fuerzas de Vezga y Henao

    Diario de los sucesos de la revolución en Antioquia 1840-1841

    Tercera parte: Medio siglo un solo conflicto (1850-1900)

    Las guerras civiles en el occidente de Caldas

    Revolución de 1851

    Santa Rosa de Cabal en las guerras civiles

    Revolución del año de 1854

    Santa Rosa de Cabal en la revolución de 1854

    Revolución de 1860

    La esponsión de Manizales

    Santa Rosa de Cabal de la revolución de 1860

    La revolución de 1876

    La revolución de 1879

    Santa Rosa de Cabal de la revolución de 1876

    Jorge Isaacs en Antioquia y su actuación en Salamina

    Guerra de 1885

    Santa Rosa de Cabal en la revolución de 1885

    Batallón Salamina entra a su ciudad

    Santa Rosa de Cabal en la guerra de los mil días

    Manizales y las nuevas guerras civiles

    El general Cosme Marulanda

    Consecuencias sociales de las guerras civiles

    Teoría y aplicación de las historias locales y regionales

    Índice onomástico

    Autores

    Prólogo

    Nuestro país surgió como consecuencia de las guerras de Independencia, pero quedó inmerso en numerosos conflictos civiles que lo mantuvieron postrado durante todo el siglo XIX. En el período 1830-1903 hubo nueve grande guerras civiles generales pero numerosas guerras locales, a pesar de la escasez de recursos económicos y de las dificultades que presentaban las vías de comunicación. Y para colmo de desgracias nacimos con una impagable deuda externa, heredada de la Independencia:

    De 1826 a 1844 el servicio estuvo vencido. En 1845 los intereses fueron renegociados, y en 1848-49 se acordó pagar mediante cupones. Pero de 1850 a 1854 se incumplió el pago de dichos cupones. De 1879 a 1896 el servicio volvió a quedar vencido. En 1896 se negociaron nuevos intereses, con una baja sustancial, pero de 1900 a 1905 volvió a desatenderse el servicio.

    La herencia colonial era enorme: la paupérrima vida rural, la falta de vías de comunicación, la poca relación entre localidades y regiones, los remanentes semifeudales, la esclavitud, los altos impuestos, la poca vida urbana, las jerarquías sociales y el gamonalismo. A lo anterior se le suma el poder de la Iglesia y la fuerza y prestigio de los militares, vencedores en las guerras de Independencia.

    El nuevo gobierno se interesó por trazar una nueva política en relación con la Iglesia. Así, el Congreso de Cúcuta (1821) promulgó una ley que suprimió los conventos que tuvieran menos de ocho religiosos y decretó que los edificios se destinaran a colegios o a casas de beneficencia. Además, mediante ley del 28 de junio de 1824, el gobierno asumió el derecho político sobre la organización eclesiástica. Para el sostenimiento del clero continuó con el impuesto del diezmo.

    Pero también se pensó en controlar la educación. Con el surgimiento de las universidades oficiales, después de 1827, se aprobaron nuevos planes de estudio que seleccionaron autores y libros. Entre los autores elegidos estaba el inglés Jeremías Bentham. Sus tesis plantearon una extensa y dura polémica religiosa, entre tradicionalistas y librepensadores, durante todo el siglo.

    La lucha contra la ideología religiosa fue especialmente intensa durante el período radical y se prolongó hasta la década de 1880, cuando llegó la Constitución de 1886 y se aprobó el Concordato entre la Iglesia Católica y el Estado colombiano.

    Las contiendas bélicas fueron alimentadas por los regionalismos. El problema siempre estuvo presente, pues la lucha entre regiones encubría el fenómeno racial, bien aprovechado por los latifundistas, gamonales, militares y políticos. Luego aparecía la disculpa para incorporar al pueblo en los conflictos. El siguiente texto dibuja muy bien la mezcla regional en los ejércitos:

    A la gran cita habían concurrido todos los pueblos de la nación. Allí se veían, en primer lugar, los cundinamarqueses, medio indios y medio blancos, de plácida mirada; allí los boyacenses, sobrios, socarrones, disciplinados y pensativos; allí los belicosos e invencibles caucanos; allí los tolimenses de largo cuello y andar de antílope, listos para tirarse al río; allí los santandereanos, altos, bien hechos, de pocas palabras, faz tostada y fuertes como una macana; allí los antioqueños, de rostro judío y voz silbante, alegres, decidores, activos y duros como un camello para andar a pezuña limpia; allí los bogotanos, siempre contentos, siempre buscando el lado risible y cómico de las cosas, siempre mirando la vida con jovial escepticismo.

    Y sobre los soldados de los pueblos del sur anotó Joaquín Posada Gutiérrez que:

    Se componían de indios de los campos que están, o estaban entonces, casi como al tiempo de la Conquista. Hablan su propio dialecto, bien que estropean un mal castellano... imposible es que tropas regularizadas puedan obtener ventajas sobre ellos Hay una gran cantidad de razones para justificar las contiendas militares y son diferentes en cada provincia; por ello las guerras no son uniformes, pues conservan las particularidades regionales.

    ***

    La guerra de los supremos

    La chispa que inició esta dura contienda fue la decisión del Congreso, en 1839, de suprimir los conventos menores de Pasto. El pueblo interpretó la medida como un golpe a la religión y una intromisión en los asuntos internos de la ciudad.

    Hay que tener en cuenta otro factor: el clero del sur era "esencialmente ecuatoriano"; estaba bajo el control de la jerarquía eclesiástica de ese país y dependía y quería depender del obispo de Quito.

    Los pastusos se rebelaron y fueron derrotados, pero recibieron el apoyo de José María Obando y el movimiento tomó nuevos bríos. Obando era un caudillo en la región y, aunque era liberal y no estaba casado con el clero, apoyó a sus seguidores por motivos personales. Había sido acusado de la muerte del mariscal Sucre y estaba resentido porque no lo habían nombrado Jefe del Ejército, para aplastar la sublevación de Pasto. Es el mismo caso de Córdoba, el Supremo de Antioquia, quien estaba resentido porque el gobierno le había negado el ascenso en el escalafón militar.

    La guerra se extendió por todo el país y los caudillos militares, los Supremos, prepararon sus ejércitos y se involucraron en la contienda, motivados por intereses personales y por el ansia de poder.

    La revolución liberal del período 1849-1885

    Hacia 1849 había surgido una nueva generación de líderes formados en escuelas republicanas y que habían sido contaminados con ideas liberales, que llegaban de Europa y de Estados Unidos. La generación de medio siglo no buscaba impedir que los héroes de la Independencia se desempeñaran en la vida pública, pero sí exigía una mayor participación en la cosa política y quería imponer su propio programa.

    En la mitad del siglo se produjeron numerosos cambios en la vida económica y social, que se conocen con el nombre de Revolución de Medio Siglo. Las reformas se realizaron después de las elecciones de 1849, cuando llegó a la presidencia el candidato liberal José Hilario López.

    Los profundos cambios que no se logaron después de la Independencia se implementaron ahora por una alianza de sectores y clase sociales: comerciantes, artesanos, pequeños campesinos y esclavos, en contra de los intereses de los latifundistas. Esta coalición estaba abrigada por el partido liberal, dividido en dos sectores: comerciantes (Gólgotas) y artesanos (Draconianos).

    En este marco está la guerra de 1851 por la libertad de los esclavos. Los esclavistas de occidente se lanzaron a la guerra contra un gobierno que impulsaba la abolición de la esclavitud. El escenario fue las regiones de Antioquia y Cauca.

    La guerra de 1854 es el resultado del choque de intereses entre diversos sectores sociales. Los artesanos querían aranceles que protegieran su producción de la competencia extranjera. Los comerciantes buscaban el libre cambio en el comercio internacional. Los pequeños agricultores, especialmente de Santander, luchaban por la supresión del estanco del tabaco y abogaban por la eliminación del diezmo eclesiástico. Los sectores populares, de pueblos y ciudades, defendían las tierras de los ejidos (comunales) de la voracidad de los latifundistas.

    En este ambiente los artesanos conformaron grupos gremiales con claros objetivos políticos y los bautizaron con el nombre de "Sociedades Democráticas".

    Hay otro factor que se debe sumar a las contradicciones económicas, políticas y sociales y que avivan la guerra. Había fuertes pugnas en el ejército por su composición interna: la alta oficialidad estaba integrada por veteranos de las guerras de Independencia divididos en generales con recursos económicos que aprovechaban el rango para fines políticos y por oficiales cuya única ocupación era la guerra.

    Pero la clase dirigente, los políticos, trataron de suprimir los grados en el ejército, con lo cual le quitaban la fuente de ocupación a los guerreros profesionales. Como resultado estos militares se aliaron con los sectores populares. De este modo se explica el golpe del general Meló en 1854, apoyando a los artesanos. Pero también se entiende la alianza que contra él promovieron jefes liberales y conservadores José Hilario López, Tomás Cipriano de Mosquera, Pedro Alcántara Herrán, Tomás Herrera y otros).

    Luego vendría la Constitución de 1858, durante el gobierno de Mariano Ospina Rodríguez, que implantó el sistema federal y contribuyó a motivar la guerra de 1859-1862. Después de una relativa paz de casi 15 años, llegó la guerra de 1876-1877. En este momento se invocan, como disculpas, el problema religioso (el control de la educación) y la soberanía de los Estados. El radicalismo salió muy golpeado.

    La nueva guerra 1884-1885 marcó el fin del predominio liberal del siglo XIX. Se explica por la conjugación de varios factores: el exagerado federalismo, la lucha contra la Iglesia en un país tan católico, la estrechez del mercado interno y la crisis de los mercados internacionales. Pero el pueblo fue a la guerra no sólo arrastrado por ideales, sino empujado por la miseria. La quiebra producida por el negocio de la quina obligó a peones y artesanos a enrolarse en la guerra para buscar la subsistencia; también lucharon por la tierra. En esta guerra fueron aplastados los radicales.

    La regeneración

    El político que convocó una coalición exitosa contra la hegemonía liberal fue Rafael Núñez. Éste era el líder de un grupo independiente, del partido liberal, que se opuso a los radicales. Obtuvo la presidencia para el período de 1880-1882 con votos de liberales independientes y de conservadores.

    Pero necesitaba una nueva Constitución con el fin de lograr cambios fundamentales para la "regeneración de Colombia. Su lema era ¡Regeneración o Catástrofe!".

    La nueva Constitución, proclamada en 1886, fue escrita bajo la tutela intelectual de Miguel Antonio Caro, encarnación del nuevo régimen político. La Constitución no fortaleció el Estado nacional, frente a los poderes regionales, pero sí vigorizó al presidente de la república ante el congreso y dio carta de navegación a la república autoritaria.

    Los odios que se desataron, más la creciente miseria y la necesidad de tierra, lanzaron a caudillos políticos, a militares sin sustento y a los pobres del campo, a la guerra de 1895.

    Más tarde llegarían dos nuevas catástrofes: la Guerra de los Mil Días, la más sangrienta de todas las guerras y la pérdida de Panamá. En 1899 se creó el caldo de cultivo para la nueva contienda: los partidos liberal y conservador están divididos y luchan por el poder, hay desempleo, inflación y miseria. La crisis económica se profundizó por la depresión de los productos de exportación, agravada por la caída de los precios internacionales del café.

    Además, el negocio de la guerra favorecía no sólo a los guerreros profesionales sino a muchos empresarios que controlaban la ganadería, la producción de panela, aguardiente y tabaco y, por supuesto, a los políticos ubicados en el alto poder.

    Pero los grandes perdedores fueron los soldados, o sea el pueblo. Eran reclutados a la fuerza en operaciones conocidas como leva, que producían pánico entre los campesinos. Sobre este tema escribió Joaquín Posada Gutiérrez:

    Todo esto no es nada comparado con la llegada de alguna orden apremiante de reclutar para formar falanges fratricidas, por la que alcaldes y esbirros se distribuyen a cazar hombres, usando de los medios más violentos e irritantes, para llenar el contingente pedido con los pobres que no tienen algunos pesos que dar al bárbaro reclutador. Así se forma la ensarta de infelices, que amarrados cual malhechores son conducidos a varazos a los puntos designados, y sus padres, o esposas, o hijos, detrás con semblante desgarrador; trémulos, llorosos, espantados, les acompañan hasta que los ven entrar al cuartel a empujones...

    El pueblo también puso la mayor cantidad de muertos y heridos. Pero no existen cifras aproximadas, porque cuando se producían encuentros o choques entre unidades enemigas cada bando estaba interesado en exagerar sobre los muertos causados al contrario y en disminuir sus propias bajas. Además, se decía que el clima y las enfermedades causaban más muertes que las batallas.

    Sobre el número de bajas, en las guerras del siglo XIX, existe un dato aproximado de 139.300 muertos. Pero el investigador Francisco Posada da una cifra de 170.000 muertos, para el período 1886 y la guerra de los Mil Días, cuando la población total de Colombia era de 3.500.000 personas

    ***

    De este modo las guerras civiles nacionales y las numerosas contiendas regionales "pusieron al descubierto la confrontación entre las élites acera de cómo deberían ser las relaciones del tambaleante Estado nacional con el individuo, la Iglesia y las provincias". La conformación de la región caldense, durante el siglo XIX, hace parte de la misma realidad y la creación del Departamento de Caldas, en 1905, tiene que ver con las particularidades del desarrollo de la región y con el enfrentamiento nacional entre caudillos y regiones.

    Albeiro Valencia Llano

    Primera Parte

    Armaviejo: clave en la colonización hacia el sur de Antioquia

    Arma, fundada en 1542 por Miguel Muñoz, entró en decadencia rápidamente porque los indígenas no aceptaron la esclavitud. Cien años después la población empezó a ser conocida como Armaviejo y sólo se le referenciaba como estación de paso, para pernoctar, en la ruta de Rionegro al Paso de Bufú, en el río Cauca.

    Desde principios del siglo XVIII dicha región de Arma, aunque tenía muchos vínculos económicos con la zona minera de Marmato, Supía y Quiebralomo, era muy visitada y conocida por empresarios y viajeros de Santa Fé de Antioquia y Rionegro, de allí el interés en controlarla administrativamente desde Antioquia. Por ello el 10 de junio de 1722, el gobernador de dicha provincia envió oficio al virrey, sobre lo conveniente que es el que las dos jurisdicciones de Marinilla y Arma se agreguen a dicha provincia.

    La primera pertenece a Mariquita y Arma a Popayán. Justifica su solicitud afirmando que de la ciudad de Popayán a Arma "hay más de 29 días de malísimos caminos y poco menos dista de la de Mariquita, el sitio de Marinilla".

    Años más tarde, el primero de junio de 1756, el Virrey Joseph Solis Folch de Cardona decretó, de acuerdo con la solicitud de Manuel del Castillo, gobernador de la provincia de Antioquia, que la ciudad de Arma y su jurisdicción perteneciente al gobierno de Popayán y la de Marinilla y su distrito perteneciente al distrito de Mariquita estén sujetos, y sus moradores, al dicho gobernador de Antioquia.

    Para esta época la población y la región cercana a Armaviejo, eran visitadas por vecino de la Vega de Supía y de Quiebralomo (pueblos caucanos) para la explotación ganadera y para beneficiar las minas de sal. Por ejemplo, Luis Blandón, quien a mediados del siglo XVIII tenía algunas reses adelantando en Arma, anotaba que "hallándome sin salinas para los ganados, encontré la conveniencia de hallar un ojo de sal en el sitio del Totumal, a orillas del Cauca, en dicha jurisdicción de Arma y aunque está sumamente remota y hay bastante dificultad en el camino para que los ganados entrasen… empecé a explotar la sal…".

    Durante el período de 1760 a 1790 aumentó la penetración de pequeños y grandes empresarios para explotar el mineral. Y Armaviejo se reanimó; el nuevo impulso se debió a su excelente ubicación geográfica, cerca al río Cauca y al Paso Real de Bufú, como estación obligada para viajeros y comerciantes.

    Presiones por la Vega de Supía

    Mientras tanto numerosos empresarios de la Vega de Supía, del gobierno de Popayán, quieren que la región esté bajo la tutela de Antioquia. Así, en marzo de 1759, los vecinos de la Vega solicitaron al Virrey Joseph de Solís la agregación del territorio y del vecindario al gobierno de Antioquia. La justificación la presentó Agustín Blanco, Procurador de la Real Audiencia, quien anotó lo siguiente:

    El sitio de la Vega de Supía está a una distancia de Popayán de 12 y 15 días de caminos ásperos y abundancia de ríos y malos pasos que imposibilitan el común tráfico, aún a los chasquis y peones que lo trafican.

    La respuesta se produce en Santa Fe el 29 de octubre de 1759, agregando la Vega de Supía al gobierno y provincia de Antioquia, y se exige para ello un teniente de gobernador y alcalde mayor de minas. Además "se fijan los linderos de la jurisdicción hasta la ciudad de Arma por un lado, órganos y caminos de Velásquez, y por el otro hasta la de Anserma la Vieja y bocas del Sopinga donde entra al Cauca y toda la jurisdicción de Arma con el sitio de la Vega". (El documento lo firma José Solís Folch de Cardona, el 3 de noviembre de 1759). Es encargado del deslinde el empresario minero Simón Pablo Moreno de la Cruz quien, además, toma posesión de los territorios segregados de Popayán.

    Y desde Santa Fe de Antioquia se puso manos a la obra. El 5 de diciembre de 1759 el doctor Joseph Barón de Chaves, comandante general de esta ciudad, ordena que se nombren personas de confianza para que "cobren lo que a su majestad se le estuviera debiendo desde el día que se agregó a esta provincia dicha ciudad de Arma y su jurisdicción".

    Pero dos años después el doctor Joseph Barón de Chaves está muy preocupado porque los recaudos del año 1759 fueron entregados en Cartago, y los correspondientes a 1760 no había sido remitidos. Le queda la duda si la Vega de Supía "se había nuevamente agregado a la provincia de Popayán", lo que realmente ocurrió pocos años más tarde.

    A pesar de lo anterior muchos empresarios (comerciantes y mineros) de la Vega de Supía continuaron vinculados a la población de Arma y se hicieron presentes en la colonización y fundación de Aguadas, a principios del siglo XIX. Sin embargo, la Vega de Supía estrechará relaciones con el Cauca, a partir del nuevo clima creado por las guerras de independencia.

    La situación económica y social

    Las poblaciones de mayor desarrollo económico en esta frontera, entre Antioquia y Cauca, eran la Vega de Supía y Quiebralomo, por su riqueza minera y por contar con algunos pueblos de indios que contribuyeron, especialmente con artículos de subsistencia, para el desarrollo de la actividad minera.

    La Vega de Supía fue el territorio de los zopías, de acuerdo con la mención de Cieza de León, quien habla de la provincia de Zopía y anota que: "por medio de estos pueblos corre un río rico de minas oro, donde hay algunas estancias que los españoles han hecho". Cuando los principales caciques fueron dominados por Robledo se repartieron las encomiendas entre los que se señalan Supía la Alta y Supía la Baja, pero hubo otras encomiendas en Marmato, Loaiza, Quiebralomo, Picará y Mapura.

    Lucas Fernández de Piedrahita señala como pueblos de esta provincia a los guáticas, quinchías, supías altos y bajos y otros muchos que van consumiendo el tiempo. Agrega que son tierra de minerales de oro corrido y de veta; son los mejores el de Tarria, los de Mapura, Supía y Moraga. Debido a la riqueza minera los españoles se preocuparon por hacer fundaciones después de 1541.

    Anota la historiadora Purificación Calvo, que los primeros poblados de españoles fueron en Cambía y en Pueblo Viejo, pero no se pudieron sostener por los ataques de los indios vecinos. Luego construyeron un caserío con el nombre de Las Pilas, tuvo capilla, cementerio y rancherío para los esclavos en el alto de Tumbabarreto, en territorio del actual municipio de Riosucio.

    Esta población tampoco se pudo sostener y fue trasladada al sitio de Quiebralomo, que años más tarde se convirtió en Real de Minas Supía no fue fundada en el siglo XVI, como se ha venido afirmando, sino que algunos encomenderos y mineros españoles se fueron asentando a lo largo del río Supía y concretamente en la Vega, desde 1541.

    En 1596 surgió, en la hoya del Supía, la población de Sevilla que "pronto abandonaron sus moradores; años más tarde Lesmes de Espinosa sentó las bases de la villa de San Lesmes, en la Vega de Supía. Hacia 1597 surgió el Real de Minas de la Montaña, en el lugar conocido como Santa Inés (Riosucio), pero treinta años después ese territorio fue convertido en resguardo del pueblo de indios de La Montaña".

    El sitio de Quiebralomo fue un Real de Minas que se convirtió en el pueblo de españoles más importante de la región, pero entró en decadencia a finales del siglo XVIII y, finalmente, se incorporó a Riosucio en 1819.

    La Vega de Supía y Quiebralomo evolucionaron a lo largo de los siglos XVII y XVIII, gracias a la minería y a la presencia de pueblos de indios. La situación de la región se puede observar en el censo de 1793:

    Nota: El censo sólo tuvo en cuenta la población adulta.

    Las cifras anteriores corroboran que el pueblo que evolucionó más "armónicamente" es el de la Vega de Supía, si se tiene en cuenta la distribución de la población entre blancos, indios, libres y esclavos, lo que significa mejor desarrollo de las fuerzas productivas, por lo cual se constituye en el corazón de la región. La Vega tiene vías de comunicación con Quiebralomo y con los pueblos de indios vecinos, aunque por malos caminos. Existía una vía mejor que la unía con Marmato, Arma y Antioquia.

    Guías de la colonización del sur de Antioquia

    Hay varios hechos que contribuyeron a afianzar las relaciones en este enclave, formado por pueblos antioqueños y caucanos y que, a su vez, empujan la frontera sur de Antioquia:

    El Paso Real de Bufú

    Desde la colonia el camino más importante para unir a Medellín con Popayán fue el llamado "Camino de Popayán", largo y difícil, que se recorría en 25 días, pero en verano. La ruta era la siguiente: Medellín, Rionegro, Armaviejo; luego se cruzaba el río Cauca en el Paso de Bufú para seguir a Anserma, Cartago, Cali y Popayán. El mencionado paso ponía en comunicación la provincia de Antioquia y Cauca y por su cercanía con Arma y con la futura colonia de Aguadas, favoreció la colonización de la zona y la fundación de colonias hacia el sur.

    La apertura del camino de Sonsón a Mariquita

    En 1776 Felipe Villegas envió al rey su proyecto para la construcción de un camino nuevo, por el valle de Sonsón para salir a Mariquita y solicita por ello mayores concesiones a lo largo de la parte oriental de la vía, para la construcción de tambos y también títulos de todas las minas de oro que se encontrasen en conexión con la obra. Pero la corona recusó el título de Villegas argumentando que las tierras no habían sido desmontadas ni mejoradas.

    En 1785 apareció Francisco Silvestre impulsando dicho camino, desde Marinilla a Mariquita, por Sonsón, y anexó un plano del mismo, donde se ilustra toda la región beneficiada. El camino fue culminado, al fin, gracias a los peones asalariados y al trabajo forzado de prisioneros patriotas, durante la guerra de Independencia. Esta vía acercó la región al río Magdalena y contribuyó a desarrollar el sur de Antioquia y el proceso colonizador.

    El empuje de los colonos

    Desde 1780 los colonos se venían internado lentamente en las montañas al sur de Armaviejo y al sur y occidente de Sonsón. Por ello hay tantos memoriales de los colonos solicitando tierra. El 27 de agosto de 1789 los colonizadores de la montaña de Sonsón, que habían cultivado parcelas sin pedir permiso a nadie, enviaron un memorial al gobernador de la provincia reclamando títulos valederos a aquella porción de terreno, inhabilitada y sin uso, de la concesión Villegas.

    Explican que "hemos sido llevados a este movimiento por nuestra extrema pobreza en bienes materiales y por la escasez de tierras, ya para cultivarlas como propias o en las cuales construir habitaciones para nosotros y para nuestra familia". Los colonos exigen la tierra inhabilitada y sin uso de la concesión Villegas, entre el río Aures y la quebrada de Arma.

    En 1790 hay nuevos memoriales de los colonizadores, al gobernador, donde proponían comprar la tierra. Este hecho contribuyó a que la corona recusara el título de la Concesión Villegas, lo que propició un ambiente adecuado para la penetración de nuevos grupos de colonos. Otros hechos que favorecieron la penetración de campesinos colonizadores en las tierras del sur, fueron las fundaciones de Sonsón y de Abejorral, desde 1800.

    También por estos años numerosas familias colonizadoras habían penetrado a lo largo del camino que de Arma conducía al Paso de Bufú y venían tumbando bosque para organizar parcelas. Del mismo modo otros grupos penetraron por un camino de indios que el tiempo no había borrado y que conducía a la región de Paucura y luego, bajando al río Pozo, se elevaba hasta la futura Sabanalarga. Estos primeros colonizadores servirían de avanzada para las fundaciones de Arma Nuevo (Pácora) y Salamina.

    La resurrección de Arma

    La agónica población de Arma salió de su letargo desde el año 1800 gracias a varios factores: el empuje colonizador en Abejorral y Sonsón; el camino que se venía construyendo hacia Mariquita y Honda; las avanzadas colonizadoras hacia Aguadas y Sabanalarga; las incursiones de empresarios de la Vega de Supía y el camino real, de Medellín a Popayán, que pasaba por Arma para luego seguir al Paso de Bufú.

    Todos estos factores se conjugaron para que muchos colonos y empresarios convirtieran la vieja población de Arma, en estación de paso y en sitio de aprovisionamiento, durante el avance colonizador.

    El ambiente independentista

    Desde agosto de 1810 se alteró el orden público en las poblaciones coloniales de Marmato, Supía, Quiebralomo y Ansermaviejo, por las noticias de los Gritos de Independencia y, sobre todo, por las consecuencias del 20 de Julio, en Bogotá. La noticia llegó a Rionegro a mediados de agosto y rápidamente retumbó en la población de Arma, y desde aquí, por el Paso de Bufú, se divulgó en Supía y pueblos vecinos.

    De manera rápida se agruparon los miembros de la élite de cada población, dueños de minas, hacendados y comerciantes y, un mes después, se sumaron a las decisiones tomadas por el cabildo de Anserma. Siguió la conmoción, que los sacó de la monotonía, y adhirieron a la Declaración de las Ciudades Confederadas del Valle del Cauca (1 de febrero de 1811).

    La Vega de Supía pertenecía a la jurisdicción de Ansermanuevo y, por tanto, quedó involucrada en la "Declaración de Independencia" de dichas ciudades.

    Siguiendo esta orientación se pronunciaron, el 12 de marzo del mismo año, desde Quiebralomo, el alcalde partidario Miguel Lozano y el administrador de rentas reales, quienes informaron que se unían gustosos a la Junta Gubernativa Provisional y que se hallaban de plácemes por el empeño con que procuran libertarnos de las opresiones que nos amenazan.

    Ansermaviejo, o Santa Ana de los Caballeros, también se sumó a la causa de la Independencia. El 5 de junio de 1811 los cabildantes designaron vocero para que los representara en la Junta de las Seis Ciudades Confederadas del Valle del Cauca y, durante la guerra civil, se siguió fortaleciendo el sentimiento independentista de los pueblos de la región (La Vega de Supía, Quiebralomo, La Montaña y Ansermaviejo).

    Antioquia estableció su primera junta de gobierno en septiembre de 1810 y el 27 de junio de 1811, la Junta aprobó la Constitución provisional que tiene la virtud de haber señalado que por la abdicación de Fernando VII, los pueblos "y entre ellos el de Antioquia", habían reasumido la soberanía. Todos estos hechos eran conocidos en Arma y en la recién fundada colonia de Aguadas y dicha información la transmitían los colonos en su incansable marcha hacia el sur.

    La situación se agravó en 1813 por los avances de Juan Sámano, quien entró victorioso a Popayán en el mes de julio. Se esperaba la reconquista y para enfrentarla se nombró, como dictador de Antioquia, a Juan del Corral. Éste envió, al Valle del Cauca, una expedición militar dirigida por José María Gutiérrez, "El Fogoso", al mando de 200 hombres, con el propósito de ayudar a los patriotas.

    Gutiérrez era, no sólo militar, sino experimentado político, y había participado en la proclamación de la Independencia de Mompox en 1810. Cuando llegó a la Vega de Supía se reunió con lo más granado de los sectores dirigentes y los motivó para proclamar la Independencia de Supía. El acta se firmó el 28 de noviembre de 1813 y los asistentes se comprometieron a prestar juramento de fidelidad y obediencia a Antioquia, mientras dura "la orfandad en que han quedado por la usurpación del enemigo que ha penetrado en la capital y principales departamentos de la Provincia de Popayán".

    En esta población permanecieron las tropas antioqueñas más tiempo del necesario, buscando profundizar la influencia de Antioquia en la zona de frontera. De todos modos, el ambiente favoreció el surgimiento de grupos de "chisperos" que agitaron la posibilidad de la independencia, en las diferentes poblaciones. La ubicación geográfica estimulaba la agitación de las ideas porque la región era paso obligado de comerciantes y de los ejércitos que se movían entre Antioquia y Popayán.

    Las localidades mineras de la región se caracterizaban por la presencia de esclavos afrodescendientes en Marmato y Supía, donde había poderosos dueños de minas y de haciendas. En los demás pueblos hacía presencia una abundante población en los resguardos indígenas, así como numerosos grupos de mestizos vinculados, como trabajadores independientes, a minas y haciendas.

    Los habitantes de la Vega de Supía y Riosucio se fueron alineando en dos grupos políticos y culturales: patriotas y realistas. El primer grupo recibió la influencia del sacerdote José Bonifacio Bonafont, quien llegó del Socorro, desterrado por su militancia a favor de la independencia.

    Los realistas, una pequeña población de blancos dueños de minas, residentes en el antiguo Real de Minas de Quiebralomo, recibían el alimento ideológico del sacerdote José Ramón Bueno. Casi todos los habitantes de Quiebralomo participaron decididamente en la lucha por la independencia. Su alcalde Miguel Lozano, adhirió a la Junta de Cali, en marzo de 1811, y contribuyó con dinero. Un año después se envió el primer contingente de soldados a la ciudad de Popayán.

    Relaciones entre independencia y colonización

    Francisco José de Caldas, obedeciendo una orientación del presidente de Antioquia, Juan del Corral (1814), fortificó los pasos de Bufú, La Cana y Velásquez sobre el río Cauca, para proteger los límites de Antioquia y Cauca, ante una posible invasión del ejércitos español.

    Pero desde el mes de octubre de 1815 los realistas subieron por el río Cauca rumbo a Antioquia y, para el año siguiente, se produjo la reconquista de esta provincia. Este hecho desencadenó una masiva penetración de colonos, que se fueron filtrando por Abejorral y Sonsón, con dirección a Arma, Aguadas, Arma Nuevo (Pácora) y hacia la futura Salamina.

    En 1817 el español Francisco Warleta tomó numerosos patriotas como prisioneros y los obligó a trabajar en la construcción del camino de Sonsón a Honda porque necesitaba buenas vías para facilitar la invasión del territorio y para moverse con facilidad, entre Antioquia y Tolima, y con el fin de controlar el río Magdalena.

    Estos acontecimientos lanzaron nuevas corrientes de colonos, quienes se internaban en las espesas y difíciles selvas abriendo parcelas. Todos se orientaban por el "camino de indios" para colonizar entre Aguadas y Sabanalarga (Salamina). Esta era la mejor ruta para escapar del ejército invasor.

    Mientras tanto en la Vega de Supía crecía la incertidumbre ante un posible ataque del ejército español, desde Popayán. Y las autoridades se fueron preparando para una invasión. El 3 de enero de 1816 los pueblos de la jurisdicción de Anserma, por medio de sus representantes Vicente Luxán y Agustín Ortiz, por Ansermanuevo; José Joaquín Canabal, por la parroquia de la Vega; José Antonio Luxán, por la de Quiebralomo; Judas Tadeo González de La Penilla, por la de la Montaña y Manuel Ortiz, por Ansermaviejo, dieron poder a Fray José Joaquín Escobar, de la ciudad de Cali y al doctor Manuel José de Escobar, vecino de la misma ciudad, nombrados por el departamento para el Colegio Constitucional de la Provincia, para que los represente en todos los asuntos que deban tratarse, especialmente el que agita sobre el reglamento constitucional y provisorio para el gobierno económico e interior de la Provincia de Popayán .

    Pero el impacto de la conquista no llegó de Popayán sino de Antioquia, debido a las operaciones realizadas por los españoles, en esta región, desde finales de 1815. Las acciones de Francisco Warleta, desde 1816, y el control que ejerció en Antioquia, entre los ríos Cauca y Magdalena afectó las poblaciones de El Retiro, La Ceja, Abejorral, Sonsón, Arma y Aguadas y, como consecuencia, produjo el desplazamiento acelerado de familias pobres hacia el sur de Aguadas.

    En este momento las poblaciones caucanas de la Vega de Supía, Quiebralomo y Ansermaviejo, empezaron a padecer días de profundo pánico por la llegada de Warleta a Supía (abril de 1816), en su excursión hacia Cartago.

    En el período 1816-1820 los patriotas organizaron varias guerrillas y se internaron en los escabrosos montes de la región. Fueron famosas la que dirigió José Hilario Mora y la de Custodio Gutiérrez, ambos operaban en la inmensa zona de la Vega de Supía.

    Este último venció la guerrilla realista comandada por el patiano Simón Muñoz, quien buscó esconderse en Anserma, mientras se dirigía al refugio seguro del Chocó. Además, Custodio atacó las tropas realistas que habían penetrado la región, al mando de Hermenegildo Mendiguren y lo venció en Riosucio.

    Con mucha satisfacción el capitán Custodio Gutiérrez informó al vicepresidente Francisco de Paula Santander (5 de diciembre de 1819) sobre la liberación de los pueblos de Riosucio y de la Vega de Supía, "dejando arregladas las postas y correos y completamente abierta la comunicación de este valle para con Antioquia. Pero la independencia definitiva hubo de esperar hasta 1920, pues en febrero de 1819 Quiebralomo fue atacada y tomada por 65 fusileros del rey, quienes permanecieron en Riosucio hasta marzo de 1820, cuando se retiraron hacia Anserma.

    Durante los años de la reconquista española numerosas familias pobres de la Vega de Supía, Quiebralomo, Ansermaviejo, Riosucio y Montaña, aprovecharon el caos y el desorden administrativo para situarse como colonizadores en los pueblos de indios de San Lorenzo, Cañamomo, Guática, Tachiguía y Quinchía. Otros habitantes "blancos y libres", cruzaron el río Cauca y se dirigieron a las montañas de Aguadas, Armanuevo (Pácora) y Salamina, para establecerse como colonos.

    Conclusiones

    El paso de la Colonia a la República en esta zona de frontera, entre Antioquia y Cauca, fue bastante rápido, porque las guerras de independencia y el ambiente social y político estimularon la colonización en una inmensa región. Además, con la llegada del capital inglés a las zonas mineras de Marmato, Vega de Supía y Riosucio, después de la Independencia, se fueron demoliendo las viejas relaciones de producción.

    Durante las guerras civiles: de los Supremos, de 1860 y de 1876, se presentaron nuevas condiciones favorables para sucesivos movimientos de colonos, lo que estimuló el desarrollo de las aldeas, la fundación de nuevas colonias y la complejidad de las relaciones económicas. La zona de frontera se convirtió, de nuevo, en el gran crisol de etnias y culturas donde se estaba forjando la identidad.

    Vega de Supía. Años de independencia y minería, 1810-1823

    Por: Luis Fernando González Escobar

    Por intermedio del cabildo de Anserma, los representantes de la parroquia de la vega de Supía participaron de las decisiones tomadas en Cali y Popayán, luego de conocerse lo acaecido en la capital del virreinato, que precipitó la guerra de Independencia.

    El cabildo de la ciudad de Anserma se pronunció inicialmente el 8 de septiembre de 1810 para reconocer a la Junta de Popayán como subalterna de la de Santa Fe, pero, a solicitud del representante Joaquín Caycedo y Cuero, quien el 21 del mismo mes expuso en un cabildo extraordinario en Anserma los criterios adoptados en Cali y la importancia de unificar los criterios con los cabildos de Toro y Cartago -debido a los intereses comerciales y a otras consideraciones políticas que los unían-, varió su posición.

    De esta manera, los cabildos de Caloto, Buga, Cartago, Anserma, Toro y Cali, en cabildo abierto del 22 de octubre de 1810, desconocieron la junta de Popayán, reconocieron el Consejo de Regencia que funcionaba en España y ratificaron el reconocimiento de la Junta Suprema de Santa Fe que gobernaba a nombre del rey.

    El enfrentamiento entre Popayán y Cali quedó planteado ante las posiciones políticas adoptadas por cada una de sus élites, manifestación también de los intereses económicos en juego, al punto de que se resolvió, por parte de los cabildos, aprovechar la coyuntura política para la creación de una nueva provincia desligada de la de Popayán, como una expresión de la inconformidad y la rivalidad.

    Las ciudades confederadas del Valle del Cauca se separaron ese año de 1810, formando la provincia del Valle, de la que participó obviamente Anserma, pues su cabecera estaba próxima a Cartago, en pleno Valle del Cauca. A pesar de las protestas de Popayán ante la Junta Suprema, respetó la decisión señalando: Ésta no puede con justicia retraer a los pueblos de unos sentimientos que por ahora no se conforman con los del gobierno de Popayán... prefiriendo la dulce libertad a los horrores de la esclavitud.

    El 1 de febrero de 1811 fue instalada en Cali la Junta Superior Provincial, con los diputados de las ciudades confederadas del Valle del Cauca, reputado como el acto de independencia de aquella y de las demás ciudades del Valle; a esta junta le juró fidelidad el cabildo de Anserma, el 3 marzo de 1811, con argumentos que dicen a las claras la manera en que entendían e interpretaban el proceso de independencia y libertad: ofreciendo cumplir fiel y legalmente en todo lo relativo al instituto de dicha Junta Superior, ratificando la defensa de nuestra sagrada religión sin permitir otra cosa, fidelidad y vasallaje al señor don Fernando vil, nuestro amado soberano, y conservar estos lugares para el mismo, sacrificándose gloriosamente por la patria.

    Igual pronunciamiento hicieron el 12 de marzo del mismo año, desde Quiebralomo de la vega de Supía, el alcalde partidario, Miguel Lozano, y el administrador de rentas reales, Manuel José Lozano, quienes daban cuenta de que se hallaban de plácemes por el empeño con que procura libertarnos de las opresiones que nos amenazan y por lo cual se unían gustosos a la Junta Gubernativa provisional.

    Tanto los firmantes del cabildo de Anserma, que eran 255, como los dos funcionarios no tenían un distanciamiento de la Corona, es decir, del rey, y asumían el criterio autonómico que imperaba en la llamada Primera República Granadina.

    Obviamente, mantuvieron estable el sistema, al punto de que la Real Caja de Cartago a disposición del ministro oficial real interino, don Mariano Matute, reclamó porque el cabildo de Anserma impidió el envío de los "reales intereses de su majestad", sabiendo que la Caja Real de Quiebralomo era subordinada de ésta, lo que rápidamente fue solucionado enviando el dinero con las respectivas cuentas originales remitidas por Francisco Gamba Anaya y Juan Prez, encargados de las rentas y alcabalas respectivamente.

    Fue el "vecindario de blancos, es decir, los que tenían acceso al cabildo, el que definió el carácter de este primer proceso autonómico; era el que había usufructuado el poder y esclavizado, entre el que figuraban personajes como los González de la Penilla, los Lujan, los Ortiz, Vicente Romero, Joaquín Leal, etcétera; no fue el pueblo de libres", esclavos, mulatos, mestizos o indígenas, el que se pronunció; también esta pequeña élite, a través del cabildo, forzó a Anserma, y con ella a la vega de Supía, a formar parte de las ciudades confederadas, comenzando el paulatino distanciamiento de Popayán; lo corto de este proceso no impide ver la manera en que se vislumbraron cambios, se tejieron nuevas relaciones sociales de grupos en ascenso y, por ende, se dio la configuración de un nuevo sistema territorial y espacial. La fase autonomista se prolongó en los territorios de la ciudad de Anserma hasta 1813, en momentos en que Juan Sámano comenzó la reconquista española ocupando en julio de ese año a Popayán.

    Mientras tanto, Antioquia, bajo la dictadura de Juan del Corral, declaró su independencia el u de agosto, después de lo cual envió una expedición militar al mando del mompoxino José María Gutiérrez hacia el Valle del Cauca, con el propósito de ayudar a los patriotas. Al llegar a la vega de Supía, la expedición de doscientos hombres al mando de Gutiérrez posibilitó la llamada "Declaración de Independencia de Supía"; reconocido como jefe político, promovió dicha declaración, firmada el 28 de noviembre de 1813 por él, su secretario, el antioqueño Liborio Mejía, el administrador de correos de Supía y esclavizador, Francisco Gervasio de Lemus, y el notario eclesiástico, Pedro José García; es decir, un pequeño notablato hace un pronunciamiento a puerta cerrada sin que esto tenga relación con un alzamiento o estallido popular de los habitantes rasos de la vega de Supía, pero que, sin embargo, dio la pauta para el inicio del período independentista.

    En la declaración hay que resaltar el aparte que señala el prestar "juramento de fidelidad y obediencia a la mencionada República de Antioquia"; nuevamente y por poco tiempo entró a formar parte de Antioquia, que en ese momento era independiente aún de la Nueva Granada.

    Es, pues, esta situación el preámbulo de lo que va a ser la relación de Supía, a lo largo del siglo XIX, tanto con el Cauca como con Antioquia, un territorio en disputa por los intereses políticos y económicos de sus élites.

    La situación política de Popayán obligó a muchos patriotas a abandonar ese territorio, siendo acogidos en Antioquia; es el caso de Francisco José de Caldas, quien fue encargado en Antioquia para adelantar diferentes actividades militares, entre las cuales estaba diseñar y construir fortificaciones en los límites entre Antioquia y Cauca.

    Caldas estuvo en diciembre de 1813 levantando los planos de esta región limítrofe y diseñando los fuertes del paso de Bufú y otro en territorio caucano a orillas del río Arquía (véase Plano de parte del río Cauca y "Fuerte avanzado de Arquía en el territorio de Popayán"), lugares neurálgicos para las dos gobernaciones.

    A pesar de ello, entre 1811 y 1816 el criollato colonial siguió manteniendo el poder retándose los puestos del cabildo, en donde seguían figurando los González de la Penilla, Lozano, Estrada, Luxan, Valencia, Ortiz y Santibáñez, entre otros, en una clara demostración de que algo sucedía, pero nada cambiaba o no pasaba mayor cosa.

    Los escarceos independentistas en los territorios de Supía siguieron hasta 1816, cuando los pueblos de la jurisdicción de Anserma, a través de sus representantes -Vicente Luxan y Agustín Ortiz, por Ansermanuevo; José Antonio Canabal, por la parroquia de la vega de Supía; José Antonio Luxan, por la parroquia de Quiebralomo; Judas Tadeo González de la Penilla, por la parroquia de la Montaña, y Manuel Ortiz, por Ansermaviejo, el 3 de enero de 1816-, autorizaron a Francisco Escovar y al Dr. Manuel José Escovar, de Cali, para que los representaran en la definición del gobierno económico e interior de la provincia de Popayán "en cuya virtud ha hecho este colegio electoral unas cortas, sencillas [sic] reflexiones de puro echo [sic]".

    Sin embargo, la reconquista ya se había iniciado con fiereza en Popayán; pero a la vega de Supía no llegó de allí sino procedente de Antioquia, después de abril de 1816, cuando el oficial Francisco Warleta la ocupó, siguiendo luego a Cartago. Entre 1816 y 1820 los patriotas se refugiaron en los montes y otros se organizaron en guerrillas, como la comandada en 1816 por José Hilario Mora, y la de Custodio Gutiérrez, que tenían como teatro de operaciones toda la región bajo jurisdicción de Anserma, de la que hacía parte el distrito parroquial de la vega de Supía.

    Custodio Gutiérrez y sus guerrilleros participaron en la destrucción de las guerrillas realistas que estaban al mando del patiano Simón Muñoz, quien intentó establecerse en los territorios de Anserma en retirada del Chocó; el mismo Gutiérrez fue el encargado de atacar las tropas realistas que estaban al mando de Hermenegildo Mendigurén, a quien venció en Riosucio. Después de participar en la victoria de San Juanito (Buga) en septiembre de 1819 al lado de Joaquín Ricaurte, el capitán Custodio Gutiérrez da cuenta al vicepresidente Francisco de Paula Santander, el 5 de diciembre de 1819, de la libertad definitiva de los pueblos de Riosucio y la vega de Supía, "dejando arregladas las postas y correos y completamente abierta la comunicación de este valle para con Antioquia", además de la captura del español Francisco Zorrilla.

    Sin embargo, esto no fue suficiente, puesto que en febrero 1819 Sebastián de la Calzada intentaba mantener el poder de la corona, primero disuadiendo y posteriormente atacando a Quiebralomo, para hacer retroceder a los patriotas hasta el río Cauca; "sesenta y cinco fusileros del rey acamparon en Riosucio y allí permanecieron hasta marzo de 1820 cuando se retiraron hacia Anserma". El año de 1820 es el que marca el fin de las luchas de Independencia en el territorio circundante de Supía.

    A pesar de las correrías de los ejércitos en contienda y de las luchas presentadas, las actividades mineras no se paralizaron y continuó la explotación por parte de los esclavizadores. Precisamente en 1819, año de la "libertad definitiva", Francisco Gamba Amaya certificó la producción minera del distrito parroquial, que para diez mineros era de 6.180 castellanos, 6 tomines y 3,5 granos en oro más 100 onzas de plata pirra, discriminados como se muestra en el siguiente cuadro:

    Cuadro I

    Producción minera en el distrito de la vega de Supía, 1819

    Minero Producción:

    Cipriano Bonilla 100 onzas de plata pirra

    José Valencia 106 castellanos, 7 granos

    José Antonio Bueno 431 c, 4 tomines y 6,5 g

    Tomás Valencia 199 c, 5 t y 2 g

    Joaquín Leal 77 c

    José Mendoza 2.187 c

    José Lozano 103 c

    Fco Gervasio de Lemus 1.799 c, 41

    Cipriano Bonilla 964 c, 4 t

    Ventura Bueno 312 c, 41

    Fuente: Archivo Central del Cauca, transcrito por Víctor Zuluaga Gómez en "Resguardo indígena de Cañamomo y Lomaprieta", en Supía Histórico, No. 18, Supía, octubre de 1993, pp. 31-594.

    Son representativas no sólo la producción minera hasta ese año, sino también la permanencia en el lugar de un grupo significativo de esclavizadores, algunos de los cuales habían participado en acciones "libertadoras", como el mencionado Francisco Gervasio de Lemos. No parecían haberlos afectado mayormente los sucesos, pues siguieron con sus actividades ya sin las incómodas instrucciones y órdenes de Ángel Díaz, por lo que las luchas independentistas más bien les servían de mampara para sus comunes tropelías y vejámenes.

    El año de 1819 parece ser el inicio del fin de los principales esclavizadores, pues el mismo año murió, en Popayán, Tomás Valencia. Sólo se mantenían María Josefa Moreno, la última de los hermanos Moreno de la Cruz, y su sobrino Francisco Gervasio de Lemos, a quien le dejaría la cuadrilla de esclavos y tierras de Guamal.

    En los años siguientes se presentaría el abandono de la gran mayoría de las minas; ya los otros esclavizadores abandonarían el distrito parroquial para radicarse en Popayán, manteniéndose en actividad la cuadrilla de Guamal de Francisco Gervasio de Lemos, explotando minas de aluvión, lo mismo que las cuadrillas del convento franciscano de Popayán, que también explotaban placeres auríferos en los playones del río Cauca en el paso de Bufú, aunque ya era una actividad más bien marginal.

    Tras el abandono de las principales minas comenzó a recibir el nuevo gobierno republicano propuestas para su explotación, como la realizada por el francés Gabriel Ambrosio de la Roche, quien en 1821 solicitó al Congreso que se le nombrara director de las minas de Supía, costeado por el Estado. Por la resolución del 22 de septiembre de 1821, el Congreso general de Colombia, argumentando que "siendo indubitable que lo que importa a la República no

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