EL HORROR TRAS LA BELLEZA
Tras siglos de oscuridad medieval, el Renacimiento devolvió la luz al mundo”. Afirmaciones como esta se han convertido en un lugar común dentro de la divulgación histórica. Es solo un ejemplo de muchos. La frase la podemos encontrar repetida, con distintas variaciones, en documentales, podcasts, libros de texto o manuales sobre la historia de Europa de los siglos xv y xvi. Es una muestra de cómo este relato idealizado del Renacimiento, construido en el siglo xix a través de la obra de historiadores como Jules Michelet (Renaissan ce et Réforme, 1855) o Jacob Burckhardt (La cultura del Renacimiento en Italia, 1860), ha llegado casi intacto hasta nuestros días. Una narración triunfalista que conecta a los griegos con los renacentistas, y a estos con los ilustrados, en una cadena que une las etapas consideradas positivas de la civilización occidental. No cabe duda de que los logros y avances de este período fueron muy destacados. El Renacimiento –como continuación de la Edad Media más que ruptura– alumbró a grandes artistas y pensadores, a genios con nombres y apellidos, cuyas obras nos siguen deslumbrando hoy en día. La difusión, gracias a la expansión de la imprenta, de las ideas del humanismo, fundamentadas en la reinterpretación de la Antigüedad clásica, contribuyó a sentar las bases del individualismo y el racionalismo moderno.
A su vez, la aparición de nuevos planes de estudios en las universidades (originarias de ese no tan “oscuro” Medievo) propició la formación de un clima intelectual del que surgieron una serie de
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