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Litho y los diamantes negros
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Libro electrónico111 páginas3 horas

Litho y los diamantes negros

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Litho, a punto de cumplir trece años, recibe de su amigo Mirko una propuesta que logrará hacerlos aparecer en Wikipedia: juntos formarán una sociedad para encontrar en Chile diamantes negros, piedras que se han hallado en algunos sitios del planeta, carbonos cristalizados que provienen del espacio llegados en meteoritos hace millones de años. Al mismo tiempo, desde "el cielo" llega Florencia, quien vive en Inglaterra y formará parte del proyecto.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 feb 2016
ISBN9789561811621
Litho y los diamantes negros

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    Litho y los diamantes negros - Luis Alberto Tamayo

    Litho y los diamantes negros

    © Luis Alberto Tamayo

    Edición y diseño equipo Edebé Chile

    Ilustraciones de Carmen Gloria Quiroz

    © Luis Alberto Tamayo

    © 2015 Editorial Don Bosco S.A.

    Registro de Propiedad Intelectual: 260.102

    ISBN: 978-956-18-1162-1

    Editorial Don Bosco S.A.

    General Bulnes 35, Santiago de Chile

    www.edebe.cl

    docentes@edebe.cl

    Primera edición digital, junio 2019

    Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada, puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea por procedimientos químicos, electrónicos o mecánicos, incluida la fotocopia, sin permiso previo y por escrito del editor.

    Índice

    1 Mi nombre es Litho

    2 Mirko & Litho limitada Prospecciones varias

    3 Con Florencia buscando meteoritos en Codegua

    4 Litho & Mirko y asociados en prospecciones varias en la quebrada El blosón y La Leonera

    5 Un bicho del monte

    6 Segunda prospección de Mirko & Litho & Florencia Ltda.

    7 Tercer prospección: Don Pedro y las casualidades de la vida

    8 Un grán crater, un gran robo

    9 Serendipia

    10 Gastrolitos, coprolitos: el mundo está lleno de diamantes negros

    1 Mi nombre es Litho

    Otra vez explico mi nombre. Me llamo Daniel Alejandro Arias Cancino. Pero me dicen Litho, y se escribe como piedra en griego. Me gusta ser Litho, me gusta coleccionar piedras, saber de piedras, acariciarlas, mirarlas. Mi colección de piedras ya es magnífica.

    A los seis años tenía una rodocrosita y un lapislázuli. Preciosas piedras. Ahora tengo doce, muy pronto voy a cumplir trece. Eso hoy me significó un gran problema, pensaba que iba a empezar a vivir mis trece años, pero no, se me acaban cuando cumpla trece. Me explico, no es tan fácil. Cuando uno cumple un año quiere decir que ya lo vivió. O sea, estoy terminando de vivir mi año trece y comenzaré a vivir mi año catorce.

    Todo esto me lo explicó mi amigo Mirko que es genial, adorable e insoportable, Mirko es un ser especial, muy especial. Yo tendría, de hecho, una vida más tranquila si no tuviera a mi amigo Mirko, pero a mí no me gusta la tranquilidad, la vida es entretenida si está pasando algo, y si no pasa nada, hay que hacer que pase.

    Hoy muy temprano recibí una llamada de Mirko anunciando visita en la tarde. Eso quiere decir que estará aquí a las seis en punto. Siempre llega en punto. Si me llamó es porque tiene algo importante que decirme. Algo importante para él, a veces se hace problemas por nada, le da importancia a cosas pequeñas o al revés. Otras veces, todos estamos alarmados, complicados, y él ni se inmuta.

    Pienso y pienso qué podrá ser tan importante que no me pueda decir por teléfono. Estoy nervioso y cuando me pongo nervioso me pongo a mirar mis piedras.

    También tengo una cajita vacía. La cajita dice: Piedra de Manchester. Allí estará la piedra que Florencia me va a traer. Florencia, la más querida, la más bonita y graciosa… Ella está viviendo en Inglaterra con su mamá que estudia un doctorado. El invierno pasado de acá, no vino. Hace un año y medio que no la veo. No quiero hablar con ella por Skype. Solo Mirko lo hace y chatea con ella. Prefiero sus cartas de papel. Ella tiene una letra redondita, perfecta. Y hace dibujitos entre las palabras. Si me habla de su profesora de esgrima, me la dibuja, me dibuja su vestido nuevo, su gato regalón, que es de una vecina, y las nubes de Manchester. Ha pasado mucho tiempo desde que la vi sonreír. Ella me anunció que había recogido una piedra especial para mí. La encontró en una plaza de Manchester y la piedra le habló, le sonrió y le dijo, Oye, yo soy para Litho. Entonces en cuanto me anunció su hallazgo preparé esta cajita para recibirla y destacarla. La piedra Manchester no ha llegado, vendrá en un bolsillo de Florencia, con ella. Florencia tiene un sol en su cara, Florencia camina y baila, camina y vuela. Sonríe y aparece el Sol y la Luna llena. Ella es muy importante para mí, demasiado. A ella la encontré gracias a las piedras. O sea, las piedras a mí solo me han dado alegrías. Esto ya lo conté. En resumen, iba por la calle con mi mamá y me encontré con un jardín, era el jardín de Mario Jara, que se convirtió en mi amigo grande. Y él es ahora el amigo que le regalé a mi padre. Mario me regaló una amiga especial a mí, su hija Florencia. Yo le regalé un amigo a Florencia: Mirko. Mario me regaló a mí a su madre, la Teruca. Yo le regalé la Teruca de amiga a mi madre, Mirko nos regaló a su padre y a su madre… somos una cadena de pura amistad, gracias a las piedras. Nada malo puede venir de las piedras. El planeta, las estrellas, la Luna: piedras. La caja Manchester está vacía por que la piedra Manchester aún no ha llegado.

    También estoy nervioso porque ayer perdí una piedra regalona. La saqué de su sitio para mostrársela a mi profesor, el Rafa Ferreira; es una jaspe sardo, es diferente del jaspe rojo. Es rojo también, pero distinto. Es una piedra bella, dura. El jaspe mío tiene vetitas rosadas, grises, es bello, armónico. Tanto que se daba de regalo en la antigua Grecia cuando se pretendía solucionar un conflicto entre dos personas. No creo que el jaspe sea mágico, pero si la persona sabe lo que significa y toca la piedra y la palpa y la admira, sentirá que la otra de verdad quiere reconciliarse con ella, que de verdad quiere que se sigan acompañando, compartiendo la vida. Eso le dije al Rafa cuando me contó que en la antigüedad regalaban lapislázuli contra la tristeza. Yo le conté lo del jaspe sardo y se lo llevé. Él lo miró un rato y me dijo que iba a necesitar una para recomponer una amistad un poco dañada. El Rafa se puso triste, serio. Le iba a decir que le regalaba mi piedra, pero no pude, no tengo otra. Tengo jaspe rojo, dos, pero un solo jaspe sardo. Traté de regalársela, busqué bondad en el fondo de mi corazón, pero no pude, mi egoísmo me mata cuando se trata de piedras. Rafa se dio cuenta y me tranquilizó. Sé dónde comprar uno, me dijo, en el pueblito de Los Domínicos hay una tienda que tiene todo tipo de piedras. Yo sonreí. Conozco esa tienda, allí me compré dos ojos de tigre, una piedra española que es una variedad de calcedonia. El ojo de tigre parece eso, ojo de felino, por eso compré dos. Bueno, la cosa es que no sé en qué momento mi jaspe sardo desapareció de mi bolsillo. Hice lo de siempre que pierdo algo, hago el camino de vuelta completo, fui al colegio caminando y volví a casa mirando el suelo, llegué a casa y revisé el baño donde me duché, me cambié ropa, pensé que podía estar dentro de la lavadora, pero nada. Es como si me hubieran arrancado un dedo de mi mano, un brazo entero, un ojo, una mascada de mi corazón. Sufro, tengo pena. No está en la basura, revisé las dos bolsas. No está en el living, en mi dormitorio a veces se me caen cosas de los bolsillos o las guardo en lugares seguros, muy seguros y después se me olvida. Mi jaspe sardo desapareció. Tengo cientos de

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