Nunca será un final
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-Pues yo quiero que estemos los tres juntos siempre -atronó mi voz intentando arrancar una sonrisa a mi amiga.
Una risa estruendosa salió de su hedionda boca. Eliseo se arqueó hacia atrás sujetándose la barriga.
-Veo que te lo tomas a broma, mi solitario amigo.
-Verá usted, yo es que no sabía dónde ir a estas horas a buscar unos zapatos rojos que le gustan a mi mujer, bueno, a mi segunda esposa, y había pensado que a lo mejor aquí…, es que es muy caprichosa, sabe.
Despierto cubierto de sudor, me incorporo. Ni rastro de mi chaqueta vaquera, ni de mis pantalones, ni de mi mochila, ni de mi Olympus. Me observo, calzo unas alpargatas de arpillera, una camisola blanca de algodón y unas calzas de lino a rayas marrones y rojas.
Germán se quedó parado y sin palabras en el centro de la sala. Oía el chafardeo a su alrededor. Ajeno a todas las conversaciones. Hasta ajeno a su mujer. ¿Sería verdad lo que acababa de decirle su amigo?
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Nunca será un final - Mariano García Hernández
© Derechos de edición reservados.
Letrame Editorial.
www.Letrame.com
info@Letrame.com
© Mariano García Hernández
Imagen de portada: José Carril
Diseño de edición: Letrame Editorial.
ISBN: 978-84-17965-79-2
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-
A Mario, responsable de que estas palabras vean la luz.
ILUSIONES
Doña Elvira se encontraba observando los últimos rayos de sol que entraban por el ventanal de su cuarto formando graciosas sombras en su regazo.
Estaba prisionera de su silla y de las escaleras.
Llevaba algunos días sin saber de su hija Claudia, no le importó. Pensó que estaría disfrutando, como le dijo antes de salir a examinarse, de las aguas turquesas de Formentera con el dinero ahorrado.
—Después del examen, mamá, me iré unos días a desconectar a la playa.
Claudia se presentó al MIR, después de varios años intentándolo, y confiaba en que esta convocatoria fuese la definitiva.
Doña Elvira ya veía a su hija obteniendo una de las cinco plazas ofertadas de neurocirugía, convirtiéndose en una de las más prestigiosas profesionales de la especialidad. Tendría su consulta en el Paseo de la Castellana. Su buen hacer, sus publicaciones y magníficos resultados en los quirófanos, traerían como consecuencia, reputación bien merecida, opinión reconocida y remunerada valía.
Doña Elvira contaba con que la ayudaría a cambiarse de casa, a una perfectamente adaptada a sus necesidades, tener asistencia personal, poder salir. Ya se veía comprando el pan y una blusa estampada con muchos colores.
Después de estar instaladas en la nueva casa, hasta que decidiese emanciparse, podrían pensar en adquirir una villa en Calpe para los días largos de invierno, a la falda del Peñón de Ifach, y poder observar, desde tan buena perspectiva, cómo las gaviotas daban la bienvenida a los barcos de pesca, cargados de gallinetas, boquerones, caballas, sardinas, cigalas y galeras.
En esas estaba cuando aulló el teléfono.
—¡Mamá!, no he aprobado.
DESEO
Allí estaba ella, apoyada sobre la mesa. Pensé que me estaba esperando, me acerqué con un lento caminar haciéndome el interesante. No obtuve respuesta.
Su silueta se dibujaba claramente sobre el amarillo maíz de la pared, proyectada por los traicioneros rayos del sol de la tarde.
La agarré de la manera más suave y vigorosa que supe para no ocasionarle ningún daño.
—Solo para mí —susurré para mis adentros.
Con los dedos temblorosos, como los de un adolescente en su primera cita, comencé a explorar su atuendo, deshice las ataduras que envolvían su cuerpo. Ante mí apareció lo que tanto tiempo llevaba anhelando, la acaricié como si no hubiera mañana, estaba deseando liberarla de ese obstáculo que me impedía seguir con mi propósito. Excarcelarla de sus ataduras, rescatar el contenido de su rigidez. Lo conseguí sin gran esfuerzo. Mi respiración se tornó ansiosa, mi corazón cabalgaba como Red Rum en el Grand National de 1997.
Con suaves movimientos penetrantes y giratorios, conseguí extraer el tapón de sus esencias después de tanto tiempo retenidas.
Extasiado con los jugos que destilaban de su cuerpo, me deleité saboreándolos.
El tiempo se había detenido, llegué hasta perder la conciencia de lo que me rodeaba. Entré en un estado de paz, sueño y satisfacción.
Cuando me recuperé, giré la cabeza hacia ella y volví a leer las palabras grabadas en su etiqueta:
VEGA SICILIA
Cosecha 1970 UNICO
Ribera del Duero
CAOS
Te escucho, pero no te veo, es incesante, eso es bueno, eso es malo, eso está bien, eso está mal. No juzgues, ni opines, solo observa y vive. Son incesantes los pensamientos, más de 76.000 al día para los budistas con su mono loco; me lo creo, mi mente no cesa, es un sin parar. De repente aparece Dña. tristeza o Dña. Alegría. ¿Dónde estáis? Sé que hay motivos para creer. Los descubrí; he aprendido a no juzgar, observar y vivir el momento, ya sé que solo existe el hoy. Búsqueda incesante, prejuicios, dolor, vida y personas desconocidas. Nuevos descubrimientos. Buscas y aprendes. Pones en práctica y aplicas los conocimientos. Sigues buscando más cosas nuevas, hasta que decides dejar de ser un buscador y convertirte en practicante. Aportas, das calma y enseñas, no por conocimientos quizás, pero sí por experiencia.
La cuenta calma, uno inhalas, dos exhalas, tres inhalas, cuatro exhalas, notas la mente que se calma, cinco inhalas, seis exhalas, siete inhalas, el oxígeno comienza a diluir los pensamientos, ocho exhalas, nueve inhalas, solo calma, diez exhalas. Paz, los dejas pasar, no juzgas, no criticas, solo observas. Ayuda al control y aparecen las palabras del maestro: el objetivo de la meditación no es el dejar la mente en blanco, sino la de erradicar los pensamientos negativos. Pero no es así…, el carro de la compra, la comida, la vecina impertinente, el cuñado pesado, el regalo para el lunes…, ¡ah, sí! Un par de patas de pulpo, las facturas…, los dejas y sigues. Uno inhalas, dos exhalas, la mirada hacia la punta de la nariz, la lengua al paladar, tres inhalas, cuatro exhalas. Solo