Choque de los Malditos
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Cuando un vampiro muerde a un humano, aveces se convierte en uno de ellos. Pero, otras veces mueren.
¿Alguna vez te preguntaste a dónde iban sus almas y quién las reclamaba?
¿Qué sucedería si dos descendientes del primer vampiro necesitaran tu ayuda para lograr la redemción?
¿Qué sucedería si conocieras a un clan lycan, bajo circunstancias especiales y fueran a luchar contra cientos de vampiros para defender su territorio? ¿Los ayudarías?
Lizzy, de dieciocho años, de Ojai, California, tiene que tomar esas decisiones y muchas más.
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Choque de los Malditos - Vianka Van Bokkem
Tabla de contenido
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO UNO
El sonido de un avión volando demasiado bajo me detuvo de escalar, y echar un vistazo. Un Cessna estaba haciendo movimientos erráticos y descendiendo demasiado rápido. El tren de aterrizaje no estaba fuera. La cola cercenó la copa de unos cuantos árboles antes de estrellarse contra una de las rocas escarpadas de Ojai. No tenía mi celular para pedir ayuda.
Me llevó diez minutos descender. La vista de la densa humareda estaba a unos cuatro kilómetros y medio de distancia. Dejando mi equipo atrás, tomé mi bicicleta roja y monté hasta allí esperando encontrar sobrevivientes.
Metal, vidrio y otros restos estaban dispersos alrededor de los escombros. El olor a combustible era tan fuerte que podía saborearlo. Un hombre vistiendo una camisa de cuello blanco, rasgada, estaba de pie encima de una de las puertas del avión. El humo no parecía afectarlo.
—¿Hay alguien más dentro del avión, señor? —pregunté desde la bicicleta. El extraño se dio la vuelta y corrió hacia mí tan rápido que los escombros volaron a su paso.
Soy donante de sangre y sentí como si dos agujas estuvieran drenando mi sangre. Lo último que vi fue el rostro de una chica adolescente. Cuando me desperté, sombras fantasmales de mujeres, hombres y niños estaban por todas partes.
Parecía como si una fuerza invisible no los dejara moverse o hablar. No fue hasta que traté de caminar que me di cuenta de que también era una sombra.
Un abrumador ataque de pánico me hizo gritar sin sonido, llorar sin lágrimas.
La vista de tres tipos me dio esperanza hasta que uno de ellos se detuvo frente a una niña que sostenía una muñeca, abrió la boca y se la tragó.
El segundo tipo todavía estaba eligiendo. No vi al tercero hasta que estuvo parado frente a mí. Lo amenacé con las primeras palabras que se me vinieron a la mente.
—Si me tragas... ¡Voy a desgarrar tus intestinos! —Su ceja izquierda se elevó y supe que había escuchado.
—¿Puedes hablar? Nunca antes había escuchado a ninguno de ustedes —compartió con diversión enfureciéndome aún más.
Era la primera vez que conocía a alguien con ojos verde esmeralda.
Solo deseaba que no estuvieran estudiando mi rostro; su cabello castaño es corto atrás y largo al frente, con vaqueros y una camiseta ceñida.
Definitivamente un metrosexual.
—¡Jamás he visto a alguien tragar un alma antes!¡Por favor ayúdame a salir de aquí! —Supliqué desesperada.
—¿Eres corredora? —preguntó.
—¿Qué?
—Tu atuendo.
—Oh...no. Soy alpinista. ¿Puedes ver mis labios moverse cuando habló?
—No, pero puedo escucharte.
Él inclinó la cabeza, se arrancó un cabello y lo puso en su mano derecha. Hizo un puño y cuando relajó la mano el cabello tenía un aspecto fantasmal.
—Soy Arlan. —Dijo.
Esta vez, fui yo quien lo estudió. ¿Por qué se arrancó un cabello? Me obligué a recuperar el control.
—Llámame Lizzy.
—Voy a colocar el cabello en tu mano, Lizzy. Cierra los ojos e imagínate de vuelta en tu cuerpo, ¿bueno?
—Bueno... Arlan.
Sentí su mano en la mía. Soy un fantasma y él no. No debería ser capaz de sentir algo. Nos miramos el uno al otro y sentí una conexión. Tan pronto como retiró