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La rueda de la fortuna
La rueda de la fortuna
La rueda de la fortuna
Libro electrónico164 páginas1 hora

La rueda de la fortuna

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En La rueda de la fortuna Antonio Mira de Amescua, nos relata la historia del emperador bizantino Mauricio quien en el siglo VI se enfrentó al Imperio Persa y apoyó al joven Cosroes II —nieto del gran Cosroes— para que éste ocupase el trono persa y firmasen un tratado de paz que pusiese término a un conflicto que duró más de veinte años. Tras el tratado Mauricio conservó un buen puñado de territorios en Occidente. Sin embargo, en los Balcanes la situación no fue favorable a sus intereses y esto precipitó su caída y la entronización de Focas. La rueda de la fortuna tiene estos hechos como trasfondo, Mira de Amescua mezcla sucesos políticos y sentimentales en una trama en que la atracción erótica y el rechazo entre persas y bizantinos llega hasta lugares insospechados.
IdiomaEspañol
EditorialLinkgua
Fecha de lanzamiento1 may 2013
ISBN9788498975772
La rueda de la fortuna

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    La rueda de la fortuna - Antonio Mira de Amescua

    9788498975772.jpg

    Antonio Mira de Amescua

    La rueda de la fortuna

    Edición de Vern Williamsen

    Barcelona 2024

    Linkgua-ediciones.com

    Créditos

    Título original: La rueda de la fortuna.

    © 2024, Red ediciones S.L.

    e-mail: info@linkgua.com

    Diseño de cubierta: Michel Mallard.

    ISBN rústica: 978-84-9816-100-7.

    ISBN ebook: 978-84-9897-577-2.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

    Sumario

    Créditos 4

    Brevísima presentación 7

    La vida 7

    La trama 7

    Personajes 8

    Loa famosa 9

    Jornada primera 17

    Jornada segunda 59

    Jornada tercera 105

    Libros a la carta 155

    Brevísima presentación

    La vida

    Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.

    De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.

    La trama

    La rueda de la fortuna relata la historia del monarca bizantino Mauricio quien en el siglo VI se enfrentó al Imperio Persa y apoyó al joven Cosroes II —nieto del gran Cosroes— para que éste ocupase el trono persa y firmasen un tratado de paz que pusiese término a un conflicto que duró más de veinte años.

    Tras el tratado, Mauricio conservó extensos de territorios en Occidente. Sin embargo, en los Balcanes la situación no fue favorable a sus intereses y ello precipitó su caída y la entronización de Focas.

    La historia que aquí se cuenta tiene estos hechos como trasfondo, Mira de Amescua mezcla sucesos políticos y sentimentales en una trama en que la atracción erótica y el rechazo entre persas y bizantinos llega hasta lugares insospechados.

    Personajes

    Cósroes, caballero

    Dos capitanes

    El emperador Mauricio

    Filipo, capitán general

    Focas, villano robusto

    Gente de la milicia y acompañamiento

    Heracliano, viejo

    Heraclio

    La emperatriz Aureliana

    Leoncio, capitán general

    Mitilene, dama

    Músicos

    Teodolinda, infanta

    Teodosio, príncipe

    Un limosnero

    Loa famosa

    Hala de echar mujer en hábito de labradora

    Perdióse en un monte un Rey

    andando a caza una tarde

    con lo mejor de su gente:

    duques, príncipes y grandes.

    El Sol hasta mediodía

    abrasó con rayos tales

    que el mundo a Faetón, su hijo,

    temió, otra vez arrogante.

    Pero revolviendo el tiempo

    y levantándose el aire

    se cubrió el cielo de nieblas

    y amenazó tempestades.

    Huyó a la choza el pastor,

    y a la venta el caminante

    y amainaron los pilotos

    todo el lienzo de las naves.

    Díjole al Rey un montero

    que al pie de aquellos pinares

    estaba una casería

    en tal ocasión bastante.

    Bajaron por unas peñas

    entre mirtos y arrayanes,

    guiándoles el rumor

    que remolinaba el aire.

    Vieron que en un manso arroyo

    se bañaban los umbrales

    de un mal labrado cortijo

    con olmos delante.

    Apeóse el Rey, y entrando,

    primero que se sentase,

    quiso ver el dueño y huéspeda

    y como en su casa honrarle.

    Supo el labrador apenas

    que las personas reales

    ocupaban su aposento,

    cuando en hielo se deshace.

    Entró su pobre familia

    a decirle que no aguarde,

    pues le quiere ver el Rey,

    a que al mismo Rey le hable.

    Tiembla el labrador de nuevo,

    mira el sayo miserable,

    las abarcas y las pieles,

    y de vergüenza no sale.

    El pobre cortijo mira

    como vigüela sin trastes,

    hecho de pajas el techo

    sobre unos viejos pillares.

    Llamó a su mujer, y dice:

    «Mujer, a huéspedes tales,

    si no es el alma, no tengo

    casa ni mesa que darles.

    Salid y decidle al Rey

    que no es mucho me acobarde

    ver su persona real

    en mis pajizos portales,

    que coma en la voluntad,

    que es mesa que a Dios aplace,

    y duerma en el buen deseo,

    que no tengo más que darle;

    que vos, como sois mujer,

    pues no hay cosa que no alcancen,

    hallaréis gracia en sus ojos,

    y al fin podréis disculparme.»

    Dicen que entró la mujer

    muy temerosa a hablarle

    por la obligación que tienen

    de cuanto el marido mande,

    y el Rey, muy agradecido

    a su vergüenza notable,

    cenó y durmió más contento

    que entre holandas y cambrayes.

    Yo pienso, senado ilustre,

    que es esto muy semejante

    de lo que hoy pasa a Riquelme

    con este humilde hospedaje.

    En cada cual miro un Rey,

    un César, un Alejandre;

    su pobre familia mira,

    que es la que a serviros trae.

    Si no salió el labrador

    teniendo a su Rey delante,

    quien ve tantos, ¿qué ha de hacer

    sino lo que veis que hace?

    Mandóme, como mujer,

    que saliese a disculparle;

    fue la obediencia forzosa,

    aunque rústico el lenguaje.

    No os ofrece grandes salas,

    llenas de pinturas graves,

    de celebradas comedias

    por autores arrogantes.

    No os ofrece ricas mesas

    llenas de gusto y donaire,

    sino voluntad humilde,

    que es la que con reyes vale.

    Perdonad al labrador,

    pues hoy en su casa entrasteis,

    porque me agradezca a mí

    las mercedes que hoy alcance.

    Oíd la pobre familia;

    ya los labradores salen,

    mientras que vuelvo a la corte,

    bésoos los pies, Dios os guarde.

    Baile curioso y grave Cuando desde Aragón vino la Infanta

    a casar con don Juan, Rey de Castilla,

    las fiestas que se hicieron en Sevilla

    no las olvida el tiempo y hoy las canta.

    Después que los castellanos

    hicieron muestra gallarda

    con máscaras y sortijas,

    toros y juegos de cañas,

    mantener quiso un torneo

    en servicio de su dama

    un gallardo aragonés

    de los Pardos de la casta.

    Airoso terció la pica,

    furioso juega la lanza,

    dando con destreza y brío

    los cinco golpes de la espada.

    Con la gloria de aquel día

    ganó de su gloria el alma,

    la cual, venida la noche,

    le admite dentro de su casa.

    Con amorosas razones

    consiguen sus esperanzas,

    y ella, alabándole, dice,

    al despedirlos el

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