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Amor, ingenio y mujer
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Amor, ingenio y mujer
Libro electrónico131 páginas52 minutos

Amor, ingenio y mujer

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Amor, ingenio y mujer. Antonio Mira de Amescua



Fragmento de la obra

Jornada primera

(Salen el Rey, Pompeyo el mayordomo, y criados.)

Pompeyo: Solo a vuestra majestad
se aguarda.

Rey: Pues, ¿ya ha llegado
el cardenal?

Pompeyo: Ya ha dejado,
con su rara autoridad,
muda la Envidia. A su ejemplo,
los grandes del reino todos
hacen por diversos modos
esfera del Sol el templo.
Y en Sicilia, que está ufana
con Carlos, a ver juralle,
cabe un Sol en cada calle
y un cielo en cada ventana,
por donde las damas bellas
ostentando su alegría,
se muestran, cual a porfía,
en la noche las estrellas.

Rey: ¿Viene el Príncipe?

Pompeyo: Ya acaba
de vestirse.
IdiomaEspañol
EditorialLinkgua
Fecha de lanzamiento31 ago 2010
ISBN9788498971149
Amor, ingenio y mujer

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    Amor, ingenio y mujer - Antonio Mira de Amescua

    9788498971149.jpg

    Antonio Mira de Amescua

    Amor, ingenio

    y mujer

    Edición de Vern Williamson

    Barcelona 2024

    Linkgua-ediciones.com

    Créditos

    Título original: Amor, ingenio y mujer.

    © 2024, Red ediciones S.L.

    e-mail: info@linkgua.com

    Diseño de cubierta: Michel Mallard.

    ISBN tapa dura: 978-84-9897-282-5.

    ISBN rústica: 978-84-9816-073-4.

    ISBN ebook: 978-84-9897-114-9.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

    Sumario

    Créditos 4

    Brevísima presentación 7

    La vida 7

    Personajes 8

    Jornada primera 9

    Jornada segunda 49

    Jornada tercera 85

    Libros a la carta 127

    Brevísima presentación

    La vida

    Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.

    De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.

    Personajes

    Rey, lacayo gracioso

    Criados

    Domicio, viejo gracioso

    Don Enrique de Aragón

    Dos médicos

    El Marqués

    El rey de Sicilia

    Fabio, criado del Marqués

    La duquesa Serafina de Montehermoso

    La Infanta Matilde

    Pompeyo, mayordomo

    Jornada primera

    (Salen el Rey, Pompeyo el mayordomo, y criados.)

    Pompeyo Solo a vuestra majestad

    se aguarda.

    Rey Pues, ¿ya ha llegado

    el cardenal?

    Pompeyo Ya ha dejado,

    con su rara autoridad,

    muda la Envidia. A su ejemplo,

    los grandes del reino todos

    hacen por diversos modos

    esfera del Sol el templo.

    Y en Sicilia, que está ufana

    con Carlos, a ver juralle,

    cabe un Sol en cada calle

    y un cielo en cada ventana,

    por donde las damas bellas

    ostentando su alegría,

    se muestran, cual a porfía,

    en la noche las estrellas.

    Rey ¿Viene el Príncipe?

    Pompeyo Ya acaba

    de vestirse.

    Criado I Incomparable

    es su hermosura.

    Pompeyo Admirable

    su belleza.

    Criado II No imitaba

    la regia severidad

    Augusto con tal valor.

    Pompeyo Él es natural señor

    del reino y la voluntad.

    (Sale el príncipe, que es la Infanta Matilde, bien aderezado, con capa y gorra.)

    Infanta El perdón de haber tardado

    me dé vuestra majestad.

    Rey Merécelo tu humildad.

    Si en algo hubieras errado,

    tiempo hay bastante; y primero

    a solas te quiero hablar.

    Infanta Haced luego despejar

    la sala; obediente espero.

    (Vanse los criados.)

    Rey Ya tendrá clara noticia

    de aquella ley tan tirana

    que tuvo en Roma principio,

    dándole por nombre salia.

    Ley que a las hembras prohibe

    heredar, y que se guarda

    con inviolable costumbre

    en Sicilia como en Francia.

    ¡Dura ley! ¡Pluguiera al cielo

    que de sus duras palabras

    salieran llamas veloces

    que a su inventor abrasaran!

    Pues no desmerecen, no,

    las valerosas hazañas

    de las mujeres famosas

    que las historias alaban.

    El bárbaro no advertía

    que varias historias hablan

    de mujeres valerosas

    por las letras y las armas,

    para no agraviar así

    cuántas en valor igualan

    a las pasadas ilustres

    mujeres. Si fue venganza,

    bien lo ha mostrado su efecto,

    que tanto su ser agravia.

    Yo, pues, temiendo si acaso,

    viendo tu madre preñada,

    pariese hija que diese

    fin al reinar a mi casa;

    porque siendo así, venían

    a este reino y le heredaban

    los hijos de un mi enemigo,

    que quiso por acechanzas

    darme la muerte un mi hermano,

    que huyendo de mi venganza

    salió de Italia, previne,

    según el caso importaba,

    escribanos y matronas

    que diesen fe, pero falsa,

    si importante. Llegó el día

    en que viste al Sol la cara;

    murió tu madre del parto;

    partió a la región más alta.

    Criéte con el cuidado

    que al grave caso importaba,

    encomendado a la industria

    vencer la suerte contraria.

    Los que sabían del caso

    ya todos del mundo faltan,

    y solo en los dos consiste

    del secreto la importancia.

    Tan varonil te he criado

    que en tus acciones se engaña

    la propia naturaleza.

    Hoy, pues que el reino te aguarda

    para jurarte, he querido

    saber si Amor, que a las plantas,

    a las aves y animales

    rinde a su púrpura y nácar,

    obligando con su fuego,

    a ti te provoca y llama

    al nombre de madre, y quieres

    serlo. Aquí me desengaña

    porque yo lo diga al reino,

    que convocado te aguarda,

    y trate tu casamiento

    en Italia o en

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