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La desgraciada Raquel
La desgraciada Raquel
La desgraciada Raquel
Libro electrónico139 páginas59 minutos

La desgraciada Raquel

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La historia de la judía Raquel había tenido ya amplio tratamiento en el teatro español precedente. Desde Lope de Vega, iniciador de la tradición dramática, como en tantas otras ocasiones, en su obra Las Paces de los Reyes y Judía de Toledo, de 1617.
El asunto fue retomado por

- Antonio Mira de Amescua en su obra La desgraciada Raquel, de 1625;
- por Juan Bautista Diamante en La Judía de Toledo, publicada en 1667 (según algunos críticos la obra de Diamante no es sino la pieza de Mira de Amescua, cambiada de título);
- por Pedro Francisco Lanini Sagredo en El rey don Alfonso el Bueno, de 1675,
- y en La batalla de las Navas y rey don Alfonso el Bueno, de 1701.Incluso escritores posteriores a García de la Huerta, continuaron abordando la misma historia en piezas como:

- La Judía de Toledo o Alfonso VIII, de Eusebio Asquerino (1842); 
- Raquel, o los amores de Alfonso VIII rey de Castilla, de Pedro Pardo de la Casta (1859); 
- Raquel, de Ángel Lasso de la Vega y Argüelles (1891); 
- Raquel, de Mariano Capdebón.La intriga de La desgraciada Raquel se centra en la relación amorosa entre el rey Alfonso VIII de Castilla y una judía oriunda de la ciudad de Toledo.
Raquel va a la corte como emisaria de la comunidad judía para que interceda ante el rey por el decreto de expulsión que se efectuó. El rey Alfonso se enamora de Raquel y de este modo comienza el conflicto.
Las relaciones amorosas entre ambos personajes no están permitidas, teniendo en cuenta: que el rey se encuentra casado y que su amante es judía, es decir, enemiga directa de la corona. Sin embargo, aunque Raquel logre que el monarca anule el decreto, luego lo traiciona y asesinada como castigo por su ansia de poder.
IdiomaEspañol
EditorialLinkgua
Fecha de lanzamiento31 ago 2010
ISBN9788498975734
La desgraciada Raquel

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    La desgraciada Raquel - Antonio Mira de Amescua

    9788498975734.jpg

    Antonio Mira de Amescua

    La desgraciada Raquel

    Edición de Vern Williamsen

    Barcelona 2024

    Linkgua-ediciones.com

    Créditos

    Título original: La desgraciada Raquel.

    © 2024, Red ediciones S.L.

    email: info@linkgua.com

    Diseño de la colección: Michel Mallard.

    ISBN rústica ilustrada: 978-84-9953-615-6.

    ISBN tapa dura: 978-84-1126-655-0.

    ISBN ebook: 978-84-9897-573-4.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO. (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Sumario

    Créditos 4

    Brevísima presentación 7

    La vida 7

    La historia 7

    La judía de Toledo 9

    Personajes 10

    Jornada primera 11

    Jornada segunda 49

    Jornada tercera 95

    Libros a la carta 139

    Brevísima presentación

    La vida

    Antonio Mira de Amescua (Guadix, Granada, c. 1574-1644). España.

    De familia noble, estudió teología en Guadix y Granada, mezclando su sacerdocio con su dedicación a la literatura. Estuvo en Nápoles al servicio del conde de Lemos y luego vivió en Madrid, donde participó en justas poéticas y fiestas cortesanas.

    La historia

    Una familia judía de la España de Alfonso VIII es desterrada por éste de la ciudad de Toledo. Hacia 1270, la Crónica General de Alfonso X el Sabio alude por primera vez a un episodio de la vida de Alfonso VIII (1155-1214): en 1170, recién casado con Leonor de Aquitania, se enamoró de una judía de Toledo, Raquel, la «Fermosa», y se encerró con ella durante casi siete años olvidando a su legítima mujer y su reino.

    Los nobles de la Corte decidieron matar a la judía.

    Este argumento ha sido tratado, con diferentes variantes, entre otros por Lorenzo de Sepúlveda en la Romanza (1551), Lope de Vega, Luis de Ulloa y Pereyra, Juan Bautista Diamante y García de la Huerta (1772).

    La judía de Toledo

    Personajes

    Álvar Núñez, viejo

    Calvo, gracioso

    Dalila, criada judía

    David, padre de Raquel

    Don Fernando Illán

    Garci López, viejo

    Música

    Raquel, dama judía

    Rey don Alfonso VIII

    Soldados

    Un criado

    Un viejo

    Una mujer

    Zara, criada judía

    Jornada primera

    (Salen Raquel dama, y David, su padre.)

    Raquel Suspende de tus ojos,

    padre y señor, el repetido llanto,

    que te ha causado enojos,

    y si mi amor puede contigo tanto

    como mi confianza,

    alcance amor lo que el dolor no alcanza.

    La causa que tuviste

    para tanto pesar me comunica;

    y si tu llanto triste

    en mudas quejas su dolor explica,

    pues que no sea tanto,

    dígamela tu voz, mas no tu llanto.

    ¿Por qué tu pena escondes?

    Mira que dando estás tormento al alma.

    En fin, ¿no me respondes?

    Mira que ya con tan penosa calma

    el dolor engañamos.

    ¡O sintamos los dos o no sintamos!

    David Eres, hija, importuna

    enemiga de ti, cuando engañosa

    buscas que tu fortuna

    te haga más infeliz por más hermosa,

    apurando el veneno

    que oculta el pecho de recelos lleno

    Raquel Si el mal comunicado

    halla alivio en la pena que mantiene,

    reparte tu cuidado,

    y el dolor hará menos, que te tiene

    en tan duro tormento,

    ya, de puro sentir, sin sentimiento.

    Comunica tus males

    y templaré al oírlos el tenerlos;

    que si los hizo iguales

    el amor, no se aumentan con saberlos;

    y quizás al oírlos,

    descansará tu pecho con decirlos.

    David Raquel, este cuidado,

    que así es líquido aljófar desperdicio,

    no solo en mí ha empleado

    el duro golpe que me priva el juicio;

    que a muchos toca siento

    mas no por eso es menos mi tormento.

    Toda mi ley padece

    el golpe de fortuna más airado;

    que el dolor ennoblece,

    siendo el honor, Raquel, el injuriado

    triste y común afrenta.

    Raquel ¿No me dirás la causa?

    David Escucha atento.

    Después que Alfonso el VIII,

    Rey de Castilla feliz,

    entre rebeldes tinieblas

    triunfante empezó a lucir,

    brillando el acero armado

    siempre en combate civil

    de opuestos afectos, ciegas

    luces de mentido ardid;

    después que a sus plantas nobles

    rindió la altiva cerviz

    que descollaba a horizontes

    presuntuoso cenit,

    y después que victorioso

    vio a Fernando desistir,

    ceñido el sacro laurel

    que usurpaba para sí;

    después que fijó el imperio

    y con pecho varonil

    al colorido del alma

    dio el valor oro matiz;

    después, en fin, que engañada

    envidia nueva, mentir

    hizo a la edad el ardor

    de experiencia juvenil;

    entre diversos combates

    que pudiera oprimir

    mayores fuerzas, el yugo

    supo al cuello sacudir,

    y en repetidas campañas

    contra la morisma lid

    de mil victorias cargado

    le vio su campo embestir,

    fuera el repetir sus glorias

    toda la luz reducir

    del Sol a número, y todo

    ese estrellado zafir

    con la vista registrar

    y en la memoria escribir.

    De esta postrera lo digan

    las Navas, donde le vi,

    siendo de sus huestes todas

    presuntuoso adalid,

    competir con lo bizarro

    y triunfar de lo gentil.

    Pero, ¿para qué te canso

    en contar ni repetir

    victorias que

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